• Toneladas de escombros y basuras depositados en un potrero eran lo primero que veían los habitantes del barrio Suba Compartir al salir de sus apartamentos.
  • Cansada de esta problemática ambiental, María Betsabé Rivera, siempre acompañada por Jesús David Palacios, su hijo menor, empezó a limpiar la zona y luego unió a la comunidad para montar una huerta.
  • El fruto del trabajo, dedicación y amor de esta caldense y su hijo es La Huertería, un proyecto agroecológico lleno de hortalizas, plantas medicinales y jardines.
La huertería

El amor y trabajo de esta madre y su hijo menor mantienen verde a esta huerta de Suba.

El rostro de María Betsabé Rivera se llenaba de lágrimas cada vez que salía de su apartamento, ubicado el barrio Suba Compartir, y recorría un predio que colinda con los conjuntos residenciales de la zona, donde vive desde hace 26 años.

Su sonrisa expresiva se borraba al ver las toneladas de escombros y basuras que pululaban en el terreno, algunas depositados por las constructoras y otras por los vecinos. Los roedores, perros ferales y moscas remataban el panorama.

Los pinos de gran porte, donde las abejas construyen sus panales, eran los únicos que le generaban algo de sosiego. Jesús David Palacios, su hijo menor, también perdía su característica alegría al observar el botadero a cielo abierto.

“Todo estaba lleno de escombros, basura y un pasto kikuyo más alto que yo. La inseguridad y el consumo de drogas también hacían presencia, una problemática terrible que nos tenía cansados a los habitantes y estudiantes del colegio Compartir”.

En el pasado, este extenso predio de Suba lucía lleno de escombros y basura.

María Betsabé no se quedó de brazos cruzados. Compró machetes, azadones, picos y palas y decidió meterse de lleno en la limpieza del botadero que le quitaba horas de sueño en las noches y le causaba una profunda indignación.

“Hace más de cuatro años me propuse poner fin a la problemática. Empecé a sacar las basuras y escombros con la ayuda de mi hijo Jesús David, pero al vernos metidos de cabeza todos los días, poco a poco se fueron sumando algunos vecinos”.

Esta caldense perdió la cuenta de la cantidad de bultos de basura que sacaron del predio, una franja lineal contigua a la carrera 117 que inicia en la calle 149. “Encontramos camas, muebles, escombros, perros muertos e incluso un cadáver”.

Esta madre de cuatro hijos recuerda que lo más difícil fue retirar el pasto kikuyo. “Es una mata difícil de sacar porque tiene una raíz profunda y dura. Nuestras manos se llenaron de ampollas y heridas por esa actividad”.

Es difícil imaginar que hace más de cuatro años esta huerta era un botadero de escombros.

Inicia el reverdecimiento

‘Betsy’, como la llaman sus familiares y amigos, no se conformó con el retiro de los escombros y basuras. Debido a que desde niña desarrolló un amor desbordado por las plantas, en especial las ornamentales, decidió reverdecer el predio.

“Empecé con los novios, plantas de jardín que tienen unas flores rojas y rosadas muy hermosas, y luego con las malvarrosas. Cada vez que limpiábamos una zona de las basuras, yo plantaba los piecitos, semillas y esquejes de estas plantas que traía de Caldas y Quindío”.

Cuando el predio linear se pintó con los colores de las flores de las plantas, a María Betsabé se le ocurrió que la zona era ideal para el montaje de una huerta urbana, proyecto que le iba a permitir llevar alimentos sanos a su apartamento.

“Lo primero que hice fue construir una cerca viva con uchuvas e higuerillos en una pequeña parte del corredor, cerca de la calle 149. No quise encerrar el terreno con tablas viejas o tejas porque se vería feo”.

Jesús David, su hijo menor, ha sido su gran ayudante en La Huertería.

Repollo, frijol, maíz, papa, cebolla y cubios fueron las primeras hortalizas que sembró, las cuales permanecían ocultas a la mirada de los transeúntes porque estaban protegidas por la cerca viva y las plantas de jardín.

“Mientras sembraba las primeras plantas, Aracely, una vecina y gran amiga, quiso montar una pequeña huerta en el predio y yo decidí ayudarla”.

María Betzabé y Araceli destinaron todas sus mañanas para darle forma a dos pequeñas huertas. Jesús David las acompañó y ayudó a sembrar o cosechar uchuvas, pepas naranjas que recogía en un pequeño balde de plástico.

En los meses más críticos de la pandemia del coronavirus, otro vecino se subió al bus de la agricultura urbana. “Luis me propuso que lo ayudara a hacer otra huerta en el corredor; además de sembrar comida, quería contar con un sitio que le sirviera como terapia a una de sus hijas que tiene discapacidad”.

La Huertería es un proceso comunitario liderado por una madre y su hijo.

Con tres huertas consolidadas en el antiguo botadero, los ciudadanos acordaron nombrar su proyecto como La Huertería. “Aunque cada uno siembra y cosecha en su terreno, todos hacemos parte de una huerta comunitaria que está de puertas abiertas a las personas que quieran participar”.

Uno de los mayores logros de esta unión comunitaria fue destinar una extensa zona para sembrar calabazas. “Recuerdo que con Araceli sembramos dos matas de calabaza y al poco tiempo se regó por todo lado. Es una planta que hace desaparecer el kikuyo y además luce muy hermosa”.

La Huertería motivó a otras personas. Un día, siete jóvenes que no habitan en Suba Compartir vieron trabajar a los huerteros y les propusieron montar una nueva huerta. “Les dimos el visto bueno, pero con algunas condiciones: cero conflictos y traer sus propias herramientas. Mi papá me enseñó de niña que cada persona debía comprar lo suyo”.

Luego se unieron dos estudiantes de las universidades Nacional y Uniminuto, quienes querían hacer sus prácticas de agronomía en la huerta comunitaria. “La condición es que cada persona debe encargarse del cuidado de su parte y ayudar a los demás cuando se necesite. Sin embargo, yo soy la que estoy todo el tiempo en La Huertería con Jesús David”.

Cerca de 20 personas han participado en la consolidación de esta huerta. “Los que estamos siempre firmes somos Aracely, Luis, mi hijo Jesús David y yo. Los siete muchachos ya casi no vienen, al igual que las estudiantes universitarias. Yo le meto mano a todo para que este proyecto ambiental no muera”.

Betsabé y Jesús David recorren y trabajan en la huerta todos los días.

Luz verde

La Huertería está ubicada en un espacio público de la localidad de Suba, un corredor que es administrado por el Instituto de Desarrollo Urbano (IDU). Según María Betsabé, nunca se han presentado problemas o inconvenientes con los funcionarios de la entidad.

“Siempre he tenido una buena relación con los servidores públicos del IDU y les hago caso en todo lo que me recomiendan. También hemos recibido asesoría del Jardín Botánico de Bogotá (JBB), entidad que nos dio plántulas, tierra abonada, herramientas y biopreparados para combatir las plagas”.

En 2021, el Jardín Botánico realizó varias jornadas de trabajo con los agricultores urbanos que tienen sus huertas en el espacio público; esto con el fin de darle forma al protocolo de agricultura urbana y periurbana en estos sitios de la capital.

“En una reunión conocí a la directora del JBB y le conté la historia de La Huertería, un sitio donde hay personas con niños con discapacidad, como Jesús David, y ciudadanos muy comprometidos con el cuidado de la naturaleza. Yeison Castañeda, de la Alcaldía de Suba, fue seleccionado para ayudarnos con los trámites del protocolo”.

Las flores también son grandes protagonistas de esta huerta comunitaria de Suba.

María Betsabé recuerda que, a los ocho días del encuentro, una comitiva de más de 20 funcionarios del Distrito visitó la huerta comunitaria. “Revisaron los cultivos y la zona de compostaje que yo lidero. Evidenciaron que La Huertería es un proceso comunitario de varios años y que estamos organizados”.

La caldense quedó como representante del proceso comunitario, uno de los requisitos del protocolo. “Yeison se encargó de recopilar toda la información y documentación requerida y se la envió al Jardín Botánico, entidad que luego vino a la huerta para revisar los criterios ambientales y sociales”.

Según la líder ambiental, en esa época se presentaron algunos problemas con los muchachos que participan en la huerta. “Ellos querían liderar todo el proceso e incluso me propusieron que los dejara administrar la huerta. Me opuse porque soy la persona que inició el proceso y ellos solo querían generar problemas y conflictos con las entidades y la comunidad”.

Luego de sortear los inconvenientes comunitarios, la líder de La Huertería recibió la noticia de que el IDU había dado luz verde para que la comunidad continuara con las actividades agroecológicas en este predio del espacio público.

Betsy obtiene alimentos saludables de la huerta para llevar a su hogar.

“En seguida les comuniqué la buena nueva a todos los que participamos en la huerta. Quedamos muy felices porque vamos a seguir con este proyecto ambiental que logró recuperar una zona invadida por escombros y que ahora es un espacio verde lleno de flores y hortalizas”.

Paralelo a esta noticia, la Alcaldía de Suba envió a 20 de sus ‘Parceritos’ a la huerta, jóvenes que trabajan en temas ambientales. “Ellos nos ayudaron mucho con la limpieza y el deshierbe. Aunque logramos retirar los escombros, la ciudadanía sigue arrojando basura y meten a sus perros para que hagan las necesidades”.

María Betsabé asegura que con el visto bueno del IDU, La Huertería recibirá más ayudas de entidades como el Jardín Botánico. “La actividad más urgente es encerrar la huerta para que la gente no siga haciendo destrozos con sus mascotas y basuras. Estamos pensando en poner una malla eslabonada”.

Al caminar por la huerta con Jesús David, un joven de 20 años que no abandona su pequeño balde plástico donde mete las uchuvas, esta caldense no puede ocultar el orgullo que siente al ver los frutos de su trabajo ambiental y social en Suba.

Jesús David recorre la huerta con su balde plástico para recoger uchuvas.

“Mi objetivo siempre fue recuperar la zona y ayudar al planeta sembrando muchas plantas con flores, algo fundamental porque en la zona hemos evidenciado tres panales de abejas, los grandes polinizadores de la Tierra”.

Además de la explosión de colores de las flores de todos los tamaños y formas, La Huertería luce como un campo agrícola lleno de lulo, yacón, curuba, acelga, uchuva, tomate de árbol, granadilla, kale, repollo, lechuga morada, cubios, cebolla, pepino de guiso, frijol, romero, calabaza y arracacha.

“Todo lo que cosechamos es para el consumo de las familias que participamos en la huerta. Por ejemplo, no hemos tenido que comprar papa en los últimos meses, uno de los alimentos que está más caro. A veces vendemos algunas hortalizas a los vecinos del barrio, pero es muy poquito porque el terreno no da para tanto”.

Todos los días, esta mujer y su retoño trabajan juntos en la huerta. “Siempre hay algo que hacer. Además de sembrar, cosechar y limpiar, enterramos los residuos orgánicos en una zona para hacer los abonos; los que son ácidos los dejamos por fuera para que el sol les quite la acidez”.

Madre e hijo destinan sus mañanas en el mantenimiento de la huerta.

Raíces campesinas

María Betsabé nació hace 67 años en Marquetalia, municipio del departamento de Caldas donde predominan los cultivos de aguacate, café, plátano, cacao, maíz y caña y varios frutales.

“Toda mi familia es de este hermoso municipio caldense. Mi papá, José Rivera, fue el encargado de enseñarme a sembrar todos estos productos en la finca, por lo cual llevo al campo en toda la sangre que corre por mis venas”.

Con escasos cinco años, la pequeña caldense perdió a su mamá y una de sus tías se la llevó para Bogotá; su padre no podía hacerse cargo de su crianza por las actividades agrícolas y ganaderas de la finca.

“Primero llegamos al barrio Modelo Norte, pero al poco tiempo mi tía compró una casa en El Remanso, en el sur de la ciudad. Fueron tiempos duros porque ella me pegaba y regañaba mucho; me aguanté hasta los 14 años, edad en la que me volví una mujer independiente”.

El apartamento de Betsabé está lleno de las semillas que siembra en la huerta.

Mientras trabajaba en un restaurante, María Betsabé conoció a una señora que le propuso mudarse como interna a su casa para hacer los oficios diarios. “Pero el esposo de ella se enamoró de mí y me fui de ahí a otra casa de familia”.

Antes de cumplir la mayoría de edad, la joven campesina regresó a la finca de su papá en Marquetalia, donde lamentablemente no se amañó. “Los jóvenes del pueblo me asediaban mucho porque era muy bonita, así que me devolví para Bogotá con una amiga”.

Trabajaba de día y estudiaba la primaria y bachillerato en las noches. “Logré hacer hasta quinto de bachillerato. En esos años me casé y luego llegaron mis tres primeros hijos. Pero mi esposo me maltrataba y para colmo de males él tenía amores con una de mis sobrinas”.

La caldense soportó 15 años de maltrato e infidelidades, hasta que se armó de fuerzas para comenzar una nueva vida con Jhon Pinzón, su hijo mayor. “Mis otros hijos prefirieron quedarse con su papá. Encontré un trabajo fijo en una empresa y le ayudé a Jhon a pagar sus estudios como docente en la Universidad Pedagógica”.

La Huertería también tiene su propia compostera.

En 1996, con los ahorros de ambos, madre e hijo compraron un apartamento en uno de los conjuntos del barrio Suba Compartir. “Me volví a casar y hace 20 años llegó a mi vida un ángel: Jesús David, mi hijo menor al que todos le decimos Chucho”.

El segundo matrimonio tampoco duró por las infidelidades de su esposo. “Lo sacamos del apartamento y quedé sola con Jesús David. Mi hijo Jhon se fue a trabajar docente en San José de Fragua, municipio de Caquetá donde tiene su casa propia y le va muy bien”.

María Betsabé y Chucho viajaron a España para visitar a otro de los hijos de la caldense, graduado como ingeniero químico. “Quedamos enamorados de las tierras españolas e incluso no descartamos la idea de radicarnos del todo allá. Pero solo la idea de dejar La Huertería me apachurra el corazón”.

Hace cinco años se casó con Darío, un hombre trabajador y responsable que adora a Jesús David. “Actualmente vivimos los tres en el apartamento. Chucho adora a Darío y son como padre e hijo; ambos me ayudan en la huerta”.

Chucho ya culminó sus estudios y ahora acompaña a su mamá todos los días en la huerta. “Me ayuda a cortar el pasto, deshierbar y recolectar las uchuvas. Hay días en los que estamos desde las 8 de la mañana hasta las 3 de la tarde; somos el equipo huertero de Suba Compartir”.

Jhon Barros
Author: Jhon Barros

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Jardín Botánico de Bogotá