Es así como la huerta escolar se proyecta como un escenario apropiado para el desarrollo de relaciones interpersonales y científicas que estimulan el pensamiento crítico en sus participantes, mediante un ejercicio colaborativo de apoyo mutuo y de íntima relación con la naturaleza. Articulando diferentes actividades, intencionalidades, proyectos y estrategias que orienten hacia la consolidación de una cultura ecológica que favorezca, desde la escuela, la familia y la comunidad, el cuidado de la casa común, quiere decir un buen vivir.
Con esa intencionalidad pedagógica aportamos desde acciones concretas, en microcontextos, a la tarea que el Papa Francisco (2015) nos compromete como comunidad Salesiana en la encíclica Laudato Si, ya que cuidar el planeta es tarea de todos.
«Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos”. (Laudato Si, 14).
Por otro lado, es viable y posible repensar la escuela desde el ser y el sentir de la madre tierra como lugar para la construcción de conocimientos, a partir de los saberes de la comunidad en conjunción con el saber disciplinar de la escuela.
La formación de la conciencia ambiental, pasa por el contacto directo de la niñez con la tierra, el agua, las plantas, las semillas; esto es vital en la determinación de una cultura ecológica ambiental en las nuevas generaciones.
También es posible generar proyectos de trabajo interdisciplinar que orienten el desarrollo de la investigación en el estudiantado, cultivando un pensamiento crítico para dar solución a problemas del entorno desde ese conocimiento de las comunidades articulados con el conocimiento disciplinar. En tal sentido, conviene mirar la posición de Marco Raúl Mejía quien sostiene que el estudiante en un currículo crítico, abierto y flexible tiene la posibilidad de desarrollar una mirada más amplia y generadora, por eso al respecto sostiene que:
“Esta mirada del conocimiento va a significar una ruptura de la mirada estudiante-maestro tradicional, ya que al transformar su práctica, dejando atrás la instrucción, crea la posibilidad de que el estudiante gane las competencias, habilidades y destrezas para construir en él la capacidad de convertirse en un constructor del conocimiento. El/la docente tendrá que hacer otro tanto con las fuentes que consulta y con la manera como se acerca él/ella también a buscar en el conocimiento orientando al niño o niña para esta actividad, convirtiéndolos a los dos en buscadores llenos de preguntas. Por esto va a ser uno de los puntos más difíciles el de romper con la tradición de textos escolares que funciona a manera de simplificación del conocimiento para poder transmitir las verdades y entregar lo que culturalmente se considera la verdad” (Mejía, 2012. pág. 2)