- María Elsy Rivas, Alejandra Vivas y Dannis Sequeira le dieron vida a uno de los emprendimientos más completos y exitosos del programa “Mujeres que Reverdecen”.
- Se trata de Rosemary Herbal Orgánica, aceites, pomadas y jabones que preparan con las plantas medicinales que cultivan en una huerta en la localidad de Bosa.
- Esta iniciativa ha recibido varios recursos del Fondo Emprender, ayudas con las que estas mujeres compraron un deshidratador y destilador para mejorar la producción. Ahora sueñan con montar su propio local.
María Elsy Rivas exhibe con orgullo el Pacífico colombiano en todo su cuerpo. Tiene el cabello trenzado y siempre utiliza prendas de colores llamativos, además de aretes y collares grandes con figuras de la biodiversidad chocoana.
Nació en un pueblo pequeño, hermoso y biodiverso del Chocó llamado Istmina. Se crio con sus dos abuelos, Pedro Rafael y María Isidra, su mamá y 10 hermanos. “A mi papá no lo conocí porque falleció al poco tiempo que llegué a este mundo”.
Esta morena alta y espigada tiene muy frescos los recuerdos de su niñez, como bañarse a diario en los ríos Atrato y San Juan, estudiar en escuelas rodeadas por la selva húmeda del Pacífico y alimentarse de los regalos de la naturaleza.
“Recuerdo que toda la familia sobrevivía de los cultivos de maíz y arroz, la pesca y la minería artesanal, aquella que no degrada los ríos. Mi abuelo me enseñó a sembrar, pescar y amar la naturaleza”.
Cuando cumplió los 15 años y estudiaba bachillerato en el colegio integrado San Pablo Industrial, sus abuelos tomaron la decisión de enviarla a Bogotá para que tuviera un mejor futuro.
“Teníamos muchas dificultades económicas y el pueblo empezaba a vivir los coletazos del conflicto armado. Yo me fui primero por ser la mayor de mis hermanos y llegué a donde unos familiares en un barrio de la localidad de Rafael Uribe Uribe”.
La nueva vida en la gran ciudad la golpeó fuerte. “Fue muy traumático llegar a Bogotá porque me sentía enjaulada. Yo estaba acostumbrada a bañarme en los ríos, sacar los peces de esos afluentes y coger las frutas de los árboles”.
En sus primeros días en la “nevera”, María Elsy fue víctima de la delincuencia. “Un día un ladrón me rapó un arete de oro que llevaba en una de mis orejas y me la desgarró. Pero poco a poco me fui adaptando al ritmo de la capital”.
La chocoana encontró un refugio en el deporte, en especial el atletismo. “Competí varios años en la Liga de Atletismo y también jugaba baloncesto en los parques del Olaya y Restrepo”.
A los 24 años, cuando vivía en el barrio Bosque de San Carlos, se enamoró de Jairo Enrique Torres, un hombre muy elegante de Pacho (Cundinamarca). “Consolidamos una familia divina que mezcla el Pacífico con la región Andina”.
Su hogar está conformado por tres flores: Vivian Nicol, Ana María y Sara Linney. “Con mucho esfuerzo y trabajo, en 2002 compramos una casa en el barrio Bosa Recreo. Siempre he trabajado en ventas en empresas de colchones, electrodomésticos y papelerías”.
En septiembre de 2021, su hija mayor, una estudiante de periodismo en la Universidad Distrital, le informó que la Alcaldía de Bogotá estaba buscando mujeres para que participaran en un novedoso programa ambiental y social.
“Se trataba de “Mujeres que reverdecen”. Mi hija me inscribió en el Jardín Botánico de Bogotá (JBB) y a los 20 días me dijeron que había sido seleccionada. El 14 de octubre fui a la entidad por primera vez y me enamoré de inmediato por toda su hermosa naturaleza”.
María Elsy ingresó al grupo de Lucero Alto, en Ciudad Bolívar, un sitio que le quedaba muy lejos de la casa. “Llamé al formador y le pedí el favor que me cambiara. Me ubicaron en el grupo de Bosa Porvenir, donde tuve la dicha de conocer a más de 30 mujeres maravillosas y luchadoras”.
Amigas del alma
Desde que ingresó al programa para aprender sobre coberturas vegetales y fortalecer las huertas, jardines y arbolado de Bosa, María Elsy tuvo una conexión especial con Dannis Sequeira y Alejandra Vivas, dos mujeres del Caribe y Pacífico colombiano.
“Somos mujeres echadas para adelante que hemos luchado mucho por sacar adelante a nuestras familias. Reverdeciendo Bogotá forjamos fuertes lazos de amistad y compartimos nuestras historias de vida”.
Alejandra Vivas es una joven espontánea, risueña y extrovertida que no para de sonreír. La timidez no hace parte de su ser y a todo el que conoce lo enamora con su candor y dentadura blanca.
“Nací en Tumaco, un paraíso de Nariño bañado por las aguas verdosas del océano Pacífico. Toda mi familia es campesina y mis padres me enseñaron desde muy pequeña a sembrar cacao y plátano, además de pescar en el mar”.
La niñez y parte de la adolescencia la vivió en este municipio del Pacífico, donde se la pasaba metida con sus 10 hermanos en el mar y en las selvas húmedas. “Todo llegó a su fin cuando cumplí los 24 años y me tocó abandonar el pueblo”.
Uno de los miembros de los grupos armados ilegales se enamoró de ella y la empezó a cortejar. “Decía que me iba a llevar a una zona lejos de mi familia. Por eso mis papás me sacaron de Tumaco y me fui a vivir a Bogotá a la casa de una prima en el barrio Bosa Porvenir”.
Con la ayuda económica de una de sus hermanas arrendó una pieza y en las noches terminó el bachillerato. Luego se matriculó en una universidad para hacer un técnico en preescolar. “Cuando me gradué encontré trabajo en varios jardines infantiles del sur de Bogotá”.
El amor fue agridulce. “La relación con mi pareja no funcionó, pero me dejó a mis dos grandes regalos: María Valentina e Ian Felipe; soy una madre soltera que guerrea por sus retoños”.
Una amiga fue la que le comentó de “Mujeres que Reverdecen”, programa al que Alejandra se inscribió inmediatamente porque sabía que iba a tener contacto con la naturaleza.
“Cuando empezamos con las charlas y capacitaciones ambientales quedé matada de la dicha porque todas mis prácticas serían en la naturaleza, una actividad que debí interrumpir en Tumaco por la violencia”.
La más guerrera
La vida de Dannis Sequeira no ha sido color de rosa ni un cuento de hadas o princesas. Desde muy pequeña vivió en carne viva el maltrato, el hambre y la carencia de las cosas básicas para sobrevivir.
“Nací en Plato, el sexto municipio más poblado del Magdalena. Con mis tres hermanos padecimos de maltrato intrafamiliar, en especial por parte de mi papá que tomaba mucho alcohol; pasamos mucha hambre y dificultades”.
Cuando sus padres se separaron, las cosas mejoraron un poco. “Mi madre, una docente muy luchadora, nos sacó adelante con lo necesario y todos pudimos terminar el bachillerato”.
Pero a los 17 años, cuando acababa de graduarse como bachiller, el cielo de Dennis se volvió oscuro. “Un señor trató de abusar sexualmente de mí y me pegó tan duro que me destruyó el rostro; no tenía otra opción que abandonar el pueblo”.
Su mamá la envió a la casa de una de sus hermanas en un barrio del norte de Bogotá, donde obtuvo algo de calma. “Me puse a estudiar mucho: auxiliar de enfermería, tecnología en primera infancia y contabilidad; también hice varios cursos de cocina y manualidades”.
En esos años como estudiante y trabajadora, Dannis se enamoró y tuvo a sus tres hijas: Lina María, Elvia Tatiana y Yeilin Paola. “Nos organizamos en el barrio Bosa Porvenir, pero el matrimonio no funcionó y me convertí en madre soltera”.
Una condición de salud de su hija mejor la hizo mermar su ritmo laboral. “Mi hermosa niña tiene un hueso de cristal en la pierna derecha. Tuve que dejar de trabajar en empresas porque tengo que estar pendiente de ella y llevarla a sus controles médicos”.
Su objetivo siempre ha sido sacar adelante a sus tres hijas, pero como no puede trabajar durante las ocho horas exigidas por las empresas, a Dannis le ha tocado ingeniárselas para pagar el arriendo y darles comida y estudio.
“Hago muñecos de trapo y juegos de baño y también preparo comidas típicas o internacionales. Siempre busco algo que hacer en el poco tiempo que puedo trabajar; así no quisiera me toca porque mi prioridad son las niñas”.
El septiembre de 2021 una amiga le envió el link para inscribirse en “Mujeres que Reverdecen”, un programa que le cayó como anillo al dedo porque era para madres cabeza de hogar y víctimas de la violencia. “Además eran solo cuatro horas diarias”.
La plateña ingresó al grupo de 30 mujeres de Bosa Porvenir, donde encontró mucho apoyo en María Elsy y Alejandra. “Ellas han sido mis ángeles. Al comienzo del programa me tuve que ausentar porque mi niña pequeña estuvo hospitalizada y ellas me colaboraron mucho”.
Huerta propia
El Centro de Encuentro para la Paz y la Integración Local de Víctimas del Conflicto Armado de la localidad de Bosa se convirtió en el salón de clases para estas tres mujeres del Pacífico y Caribe colombiano y las demás ciudadanas del grupo de Bosa Porvenir.
En este lugar ubicado en el barrio Metrovivienda, María Elsy, Dannis y Alejandra le dieron vida a una huerta de plantas medicinales y aromáticas, un trabajo que pesado que al comienzo contó con la participación de dos compañeras más: Yolanda Rodríguez y Betzaida Estupiñán.
“Las directivas del centro de encuentro nos dieron un pequeño espacio para que montáramos una huerta con manejo agroecológico, es decir sin utilizar ninguna clase de químicos y realizando prácticas con bases ecológicas”, recuerda María Elsy.
Según la chocoana, les tocó empezar de cero. “Con la ayuda de Miguel Herrera, uno de los psicólogos del centro, adecuamos la zona, un rectángulo que estaba lleno de piedras y escombros; no se imaginan todo lo que sudamos durante ese trabajo”.
Sara Sofía Reyes, la formadora del Jardín Botánico que lideró al grupo, las ayudó bastante para que le dieran forma a la futura huerta. “Luego de limpiar la zona, esparcimos la tierra con abono y comenzaron a sembrar.
Las mujeres con aroma a mar y río sembraron ruda, manzanilla, albahaca, hierbabuena, cilantro, lavanda, romero, toronjil, canelón y caléndula; algunas de las plantas aromáticas y medicinales más utilizadas en la agricultura urbana.
También plantaron algunas suculentas en pequeños envases plásticos y los colgaron en la reja que protege la huerta. “Los pintamos con colores llamativos para que el lugar se viera más hermoso y vistoso. Hicimos un camino empedrado en la mitad para poder sembrar y cosechar”.
En una pequeña puerta de madera, el único sitio de ingreso al lugar, colgaron un aviso con el nombre de la huerta: Rosemary Herbal Orgánica, y una coneja marrón vestida con un vestido rojo de flores y un corazón en una de sus manos.
Emprendimiento estrella
Según María Elsy, el objetivo de darle vida a una huerta comunitaria en el centro de encuentro de Bosa era contar con la materia prima para poder crear su propio emprendimiento femenino y ambiental.
“Uno de los requisitos del programa “Mujeres que Reverdecen” era crear un emprendimiento con los conocimientos que nos enseñaron en el Jardín Botánico. Con Dannis, Alejandra, Yolanda y Betzaida nos fuimos por el lado de los aceites, pomadas, ungüentos y jabones orgánicos”.
Lo llamaron igual que la huerta, es decir Rosemary Herbal Orgánica. “Rosemary significa romero en inglés, Herbal es hierbas y Orgánica es porque todo es orgánico y libre de químicos”, recuerda Dannis.
Cuando brotaron las primeras plantas medicinales de la huerta, estas mujeres las cosecharon y dieron marcha a la producción. “Luego de limpiar muy bien las plantas, las maceramos entre 30 y 60 días y luego las fusionamos con los aceites neutros y colorantes naturales”.
Este proceso es realizado en la casa de una ellas, donde se reúnen seguido para envasar los productos. “Aunque al comienzo éramos cinco, el grupo se redujo a tres: Dannis, Alejandra y yo, quienes estamos metidas de cabeza en el emprendimiento”, dijo María Elsy.
Durante las dos fases de “Mujeres que Reverdecen”, estas ciudadanas mostraron su emprendimiento en varias ferias locales de Bosa y en los Mercados Campesinos Agroecológicos del Jardín Botánico.
Luego de recibir su diploma como huerteras y jardineras de Bogotá, María Elsy, Dannis, Alejandra no dejaron a un lado su emprendimiento. Todo lo contrario: lo comenzaron a fortalecer porque quieren vivir de él.
“Mejoramos el logo y la publicidad del emprendimiento y luego abrimos cuentas en redes sociales para ofrecer los aceites, esencias, pomadas y jabones orgánicos. Nos encuentran en Instagram (@rosemaryherbalorganica) y en Facebook (Rosemary Herbal Orgánica)”.
Negocio consolidado
Según María Elsy, los productos de Rosemary Herbal Orgánica son benditos para sanar las heridas y quebrantos de salud. “El aceite de ruda sirve para combatir los calambres y dolores musculares, mientras que el de manzanilla combate el estrés y las alergias”.
El ungüento de caléndula mejora mucho la piel manchada y hasta hace desaparecer los orzuelos. “Todas las personas que han probado nuestros productos naturales quedan satisfechos con los resultados”.
Ante la creciente demanda y los buenos comentarios de la ciudadanía, María Elsy, Dannis y Alejandra decidieron hacer domicilios por toda la ciudad. “No nos importa atravesar toda la ciudad. Nos pueden llamar o escribir por WhatsApp a los números 300-2054824 y 315-7551548”.
Las tres nuevas empresarias van mucho más allá. Por ejemplo, inscribieron su emprendimiento en el Fondo Emprender y recibieron recursos económicos con los que compraron un deshidratador y un destilador
“Nuestro objetivo es mejorar cada día más para que nuestro emprendimiento crezca y podamos vivir de él y sacar adelante a nuestros hijos. Ahora soñamos con montar nuestro propio local, algo en lo que estamos trabajando”.
María Elsy, Dannis y Alejandra aseguran que el programa “Mujeres que Reverdecen” les cambió la vida. “Reverdecimos Bogotá con el JBB, nos convertimos en empresarias y elaboramos productos naturales que mejoran la salud. Estamos muy contentas con esta experiencia”.
También agradecen mucho la colaboración de directivas del centro de encuentro de Bosa. “Gracias a ellos hemos podido continuar con nuestra huerta y nos invitan a participar en diversos proyectos”.