- María Isabel Orjuela y su hija Alexandra Arias lograron convertir un terreno gobernado por el olvido en un emporio agrícola con manejo agroambiental repleto de hortalizas, frutales, plantas aromáticas, conejos y gallinas.
- Micaela hace parte de las cinco huertas de Suba que conforman la primera ruta agroecológica ‘De huerta en huerta’ de Bogotá, una iniciativa del Jardín Botánico que incentiva la seguridad alimentaria, el turismo, la reactivación económica y la agricultura urbana.
- Esta es la historia de una de las huertas insignias de la capital del país y uno de los emprendimientos familiares que más participa en los mercados campesinos agroecológicos.
Hace cinco años y medio, el dueño de una finca ubicada en la localidad de Suba estaba buscando una familia que se encargara del cuidado de su predio, el cual estaba abandonado desde hace varios años y el cual quería recuperar.
La noticia le llegó a María Isabel Orjuela, una mujer con raíces campesinas, en una tienda bar que tenía por la zona, ubicada en el área periurbana del barrio Alaska. “Aunque nací en Chía me crie en esta parte de Bogotá y la conozco muy bien. Entonces empecé a preguntarle a los conocidos hasta que di con don Miguel, el dueño”.
En esa época, María Isabel vivía con sus tres hijos y compañero de vida en una casa en arriendo cerca de la Universidad Corpas. Cuando el propietario los conoció, inmediatamente les propuso que se mudaran a la finca, llamada Micaela.
“Lo único que teníamos que hacer era cuidar la casa y limpiar toda la basura que le habían echado los vecinos a la finca. Como nadie vivía ahí todo estaba abandonado, pero como ya estaba cansada de atender borrachos en la tienda, acepté de una”, asegura esta madre de familia y amante del campo.
Luego de limpiar la finca, María Isabel se percató que había mucha tierra para construir una huerta y una granja. “Entonces le propuse un negocio al dueño: que nos dejara cultivar hortalizas y frutales y tener gallinas, vacas y conejos para vender, y que a cambio le dábamos la mitad de las ganancias”.
Alexandra Arias, una de sus hijas, recuerda el ojo clínico de su madre cuando vio el terreno. “Mi mamá se percató inmediatamente de que era un sitio bastante amplio y fértil, suficiente para crear una huerta y tener corrales y sitios para los animales”.
Con el permiso del dueño, madre e hija empezaron a reverdecer la finca. María Isabel había heredado todo el conocimiento campesino de sus padres, hermanos y abuelos, una sabiduría campesina que también le llegó a Alexandra.
“Mis padres nacieron en Boyacá. A mi papá le gustaban los cultivos y a mi mamá las gallinas, ovejas y vacas, por lo cual me enseñaron a trabajar el campo desde que tengo uso de razón. Llevo el amor por la tierra en la sangre”, dice la madre.
Ambas empezaron a sembrar lechugas y espinacas en la huerta, que cuenta con aproximadamente 1.250 metros cuadrados. El compañero de María Isabel se encargó de construir los corrales para los animales.
“A punta de azadón le dimos forma a la huerta. Desde que iniciamos nos propusimos hacer una agricultura sin ningún tipo de químicos, para así tener productos sanos que no nos generen enfermedades o problemas en el futuro”, recuerda la matrona de la familia.
Manos amigas
Aunque madre e hija fueron las que reverdecieron el terreno, pronto se dieron cuenta que necesitaban conocimientos más específicos para evitar que las plagas se comieran las hortalizas y frutales.
Se enteraron que el Jardín Botánico de Bogotá (JBB) tenía un proyecto de agricultura urbana y periurbana, con el cual capacita a las personas que tienen o quieren crear sus propias huertas y además les ayuda con insumos, mano de obra y asesoría técnica.
“Recibimos muchas capacitaciones en todo lo que tiene que ver con la agricultura urbana y periurbana, una ciencia que incluye actividades para mejorar la producción y calidad de los cultivos, la entrega de insumos como compostaje, semillas y herramientas para trabajar la tierra y la capacitación para elaborar productos naturales que alejan las plagas”, indica Alexandra, hoy con 33 años de vida.
Con las manos amigas de los expertos del Jardín Botánico y el trabajo diario y duro de María Isabel y Alexandra, el abandono que gobernaba la finca Micaela quedó en el pasado, un renacer que le dio paso al verde intenso de las hortalizas, frutales y plantas aromáticas.
“Los corrales para los conejos, gallinas y vacas también fueron mejorando con el paso de los años. Además de sembrar con un manejo agroecológico en la huerta, queríamos consolidar una granja para vender los productos animales con los vecinos del barrio y conocidos”, precisó la hija.
Para generar ganancias con las plantas comestibles de la huerta y los animales de los corrales, madre e hija hicieron un voz a voz sobre su emprendimiento en varios barrios de la localidad de Suba, una técnica que arrojó resultados positivos al poco tiempo.
“La gente empezó a hacernos pedidos, así que decidimos realizar domicilios. Sumado a esto, el Jardín Botánico y la Secretaría Distrital de Desarrollo Económico nos convocaron para participar en los mercados campesinos agroecológicos, donde nos hemos dado a conocer”.
En los casi seis años que lleva la huerta Micaela, esta familia campesina ha logrado consolidar una clientela importante que hace muchos pedidos cada vez que hay cosecha. “La mitad de las ganancias de la huerta y la granja van para el dueño”, informó María Isabel.
Varias mujeres van a la huerta a cosechar lo que quieren llevar, mientras que, en los espacios como los mercados campesinos agroecológicos, casi siempre son el primer puesto que vende todas las hortalizas, verduras y plantas medicinales.
Los animales de la granja les permiten vender huevos, leche, cuajada, queso, mantequilla y carne de conejo para consumo. “Tenemos 10 vacas y más de 50 conejos. Todos se alimentan con los productos de la huerta, es decir que sus derivados también son sanos”, manifiestan madre e hija.
Legado familiar
En Micaela, Alexandra encontró el trabajo ideal. Como se encarga de la crianza de su hijo Matías, de 10 años, no puede estar fuera de casa. “Con mi mamá, quien fue la que me enseñó a sembrar, estamos dedicadas de lleno a la huerta, una iniciativa que nació del amor familiar”.
Todos los días, sin falta alguna, madre e hija madrugan para atender las necesidades de la huerta, como regar los cultivos o darles de comer a los animales. “Las plantas las regamos bien temprano o en la tarde, cuando baja el sol. Durante el resto del día sembramos y cosechamos, dependiendo de los domicilios que tengamos”.
Lo que da la huerta también les permite llevar comida a la mesa. Además, todos los residuos orgánicos y de los corrales son reutilizados en el compostaje. “Nosotras hacemos abonos. Acá nada se desperdicia”.
Matías, el hijo de Alexandra, ya ha dado muestras de seguir con el legado de cultivar la tierra de su madre y abuela. “Le encantan las zanahorias, por lo cual las coge cuando están en cosecha y algunas se las come. Le gusta ensuciarse con la tierra y alimentar a los conejos”.
Su abuela no oculta la felicidad que le produce ver que su nieto podría seguir en el futuro con su trabajo en la huerta. “Mi nieto tiene el privilegio de crecer en la naturaleza. Ya sabe de dónde vienen los huevos, cómo nace un ternero y lo que sale de la huerta. Estoy segura que eso lo aplicará cuando sea grande”.
Según Alexandra, el aprendizaje en la huerta es constante. Por ejemplo, el Jardín Botánico les ha enseñado que ciertas plantas se encargan de espantar las plagas e insectos que afectan los brócolis. “Todos los días aprendemos algo nuevo”.
Esta joven asegura que las huertas orgánicas ayudan a la seguridad alimentaria, la reactivación económica y al medio ambiente. “Con los productos de la huerta, todos cultivados con amor, nos alimentamos de una manera sana. Los precios son mucho más bajos que los de las tiendas o plazas, y al no aplicar químicos no estamos afectando los recursos naturales”.
Por ejemplo, según la joven, una lechuga orgánica grande de la huerta Micaela, de casi dos libras, tiene un precio que oscila entre los 2.500 y 3.000 pesos y alcanza para cuatro ensaladas en promedio. “En otros sitios una lechuga pequeña ya supera los 3.000 pesos”.
María Isabel le hace un llamado a todos los ciudadanos para que apoyen estos emprendimientos agroecológicos. “Los que no pueden tener una huertica en la casa nos pueden ayudar comprando los productos de los huerteros. En mi caso nos beneficiamos tres familias”.
Pionera en Suba
Micaela hace parte de la ‘Ruta del sol y del agua’ de la localidad de Suba, la primera ruta agroecológica “De huerta en huerta” en Bogotá que está conformada por cinco huertas (las otras son Guerreros y Guerreras Unidos en Acción, Vivero Ambientes Naturales, Cobá, el hogar de las abejas y el aula ambiental Mirador de Los Nevados).
Esta apuesta del Jardín Botánico busca generar turismo en torno a la agricultura urbana y periurbana, crear experiencias locales auténticas, apoyar el comercio de productos locales, generar beneficios económicos a los agricultores y consolidar huertas como escenarios de educación ambiental.
Las cinco huertas de Suba se destacan por sus amplias áreas de cultivo, diversidad de especies, programación de siembra, cultivos escalonados, aprovechamiento de los residuos, autosostenibilidad para las familias, seguridad alimentaria y productos limpios.
El ideal es que los ciudadanos recorran las huertas de la red y conozcan su amplia variedad de especies frutales, aromáticas, plantas medicinales, cereales y hortalizas; además de participar en talleres de agricultura urbana, alimentar animales de la granja y aprender sobre el proceso de producción de la miel.
La meta del Jardín Botánico es crear cinco rutas agroecológicas en Bogotá, para así fortalecer los procesos de agricultura urbana y periurbana en la ciudad y generar espacios de participación ciudadana y un ambiente más sano, sostenible y biodiverso.
«Con la ruta agroecológica de Suba, los ciudadanos pueden visitarnos, conocer la experiencia de cada huerta y comprar los productos que tenemos. Además, forjamos lazos con los otros huerteros y crecemos a través del turismo sostenible. Los que quieran participar en esta experiencia pueden comunicarse con el Jardín Botánico para agendar los recorridos», puntualizaron madre e hija.
Muy interesante, me gustaría ir, en qué parte de suba se encuentran y cuándo hay productos para la venta?
Buenos días Gloria. Puedes contactar a la señora María Isabel para que te informe sobre la venta de productos (3115258170).
Ese lugar es mágico. Cerca están las sementeras de Labfarve donde ésta empresa siembra las plantas para sus productos medicinales.(detrás de la clínica Corpas) Ojalá pueda contactar las rutas agroecológicas. En la Alcaldia de Suba deben saber. Los productos se ven apetitosos. Mucha suerte y que sigan creciendo.
Me gustaría saber si hacen visitas guiadas para colegios y de ser así, cuál es el canal para gestionarlas. Gracias por su atención.
Hola! Claro que sí. Por favor escribe a reservavisitas@jbb.gov.co. Quedamos atentos.
Buenas tardes
Me gustaría tener información sobre planes y tarifas para 90 estudiantes de preescolar
Puedes escribir tu solicitud al siguiente correo: rutaagroecologica@jbb.gov.co