• El Cabildo Mayor Indígena Kichwa “Camainkibo”, ubicado en el barrio La Granja de la localidad de Engativá, se subió al bus de la agricultura urbana.
  • Luego de recibir un curso básico de cinco módulos por parte del Jardín Botánico de Bogotá, más de 120 indígenas montaron una huerta vertical conformada por 12 estructuras, cada una con 48 bolsillos para sembrar.
  • El muro huertero reverdeció con cerca de 500 plántulas de especies como perejil, cilantro, menta, caléndula, orégano, tomillo, lechuga, manzanilla y mejorana.

Los kichwa otavalo, etnia indígena a quien debe su nombre la ciudad de Otavalo en Ecuador y toda la región, es uno de los pueblos más reconocidos dentro de toda la América Indígena debido a un proceso sociocultural propio.

Esto les ha permitido fortalecer sus costumbres y tradiciones, donde su música y la habilidad artesanal principalmente, constituyen hoy su carta de presentación al mundo.

Debido a sus constantes migraciones con propósitos comerciales, en Colombia se ubicaron en la ciudad de Bogotá desde la década de 1940, contando actualmente con más de seis generaciones de kichwa bogotanos.

19 de las 20 localidades de la capital colombiana cuentan con la presencia de los kichwa otavalo, indígenas que en los últimos años se han radicado en Los Mártires, Engativá y Kennedy.

En 2005, los kichwa de la capital del país fueron reconocidos institucionalmente por el Gobierno Nacional con el registro oficial de Cabildo Mayor Indígena Kichwa de Bogotá “Camainkibo”.

La Alcaldía Mayor de Bogotá realizó un acto de posesión con los demás pueblos indígenas urbanos para presentar el cabildo, ubicado en el barrio La Granja de la localidad de Engativá.

En esta edificación, calle 77A con carrera 80A, se reúnen los cerca de 2.500 indígenas de esta etnia que habitan en Bogotá, agrupados en más de 590 familias. 

Allí participan en actividades sobre su cultura y cosmovisión y supervivencia en la metrópoli a través de la recuperación de sus derechos como sujetos colectivos

Los indígenas kichwa de Bogotá se dedican al comercio de productos elaborados por ellos mismos, como tejidos de alta calidad en su mayoría. Sin embargo, la música autóctona es su carta de presentación en el mundo andino, así como la danza y la gastronomía tradicionales.

Nuevos agricultores urbanos

Según Juan Gerardo Garzón Moscoso, profesional en desarrollo social del Cabildo Mayor Indígena Kichwa de Bogotá “Camainkibo”, varios miembros de la comunidad estaban interesados en aprender sobre agricultura urbana para montar sus propias huertas.

“Así lo manifestaron las 125 familias kichwa que hacen parte del proyecto Canasta Complementaria Indígena de la Secretaría de Integración Social, que equivalen a más de 600 personas. Por eso, nos comunicamos con el Jardín Botánico de Bogotá (JBB) para recibir asesoría”.

A mediados de este año, Mauricio Mina, profesional de apoyo de agricultura urbana del JBB en la localidad de Engativá, se reunió con las directivas del cabildo y les propuso capacitar a los más de 100 indígenas del proyecto: un representante por familia y que fuera multiplicador de la información brindada con sus allegados.

Mina les ofreció el curso básico de agricultura urbana, una estrategia conformada por cinco módulos que busca el desarrollo de competencias basadas en el saber, el hacer y el ser, es decir aprender los aspectos técnicos para aplicarlos en el montaje de una huerta.

Los indígenas kichwa se dividieron en dos grupos para realizar los cinco módulos del curso: cosecha, transformación y conservación; manejo integrado; suelos, sustratos, reciclaje y fertilización; siembra y propagación; e implementación de la huerta agroecológica.

Sin embargo, la mayoría de los participantes aseguraron que en sus viviendas no contaban con espacios adecuados para aplicar los conocimientos que iban a aprendiendo. “La mayoría vive en arriendo y en sitios que carecen de espacios como terrazas o patios”, dijo Garzón.

Ante este panorama, Mina les planteó una idea novedosa: montar una huerta vertical en una de las paredes de la Tulpa, el centro cultural kichwa ubicado en un espacio cercano a este cabildo del barrio La Granja.

“El centro cultural cuenta con un extenso garaje descubierto donde las plantas pueden recibir sol y lluvia. En este sitio no se puede montar una huerta sobre el suelo porque ingresan varios vehículos; la pared era el lugar ideal para instalar un muro huertero”, informó Mina.    

“Con esta técnica, después de aplicada, las familias podrán realizar el ejercicio de una manera más reducida en sus hogares. Si tienen la necesidad de desplazarse a otro domicilio, las pueden llevar debido a que no se necesita de un amplio espacio y tampoco queda tan pesado para su traslado y ubicación”, comenta Garzón.

Luego de las siete sesiones que duró el curso básico de agricultura urbana, la comunidad kichwa aceptó la idea de la huerta vertical. El JBB se encargaría de suministrarles las plantas y la tierra y el cabildo pondría la madera, polisombra, puntillas y demás material necesario para crear la estructura.

“Acordamos que la huerta vertical se dividiría en 12 estructuras hechas en madera y con una polisombra especial, las cuales no estarían clavadas a la pared. Se pueden mover para evitar que las plantas reciban mucho sol en época de sequía o se vean afectadas por la lluvia en invierno”, precisó Mina.

Cada una de las partes de la huerta vertical sería elaborada, nombrada y apadrinada por un grupo de 10 indígenas kichwa. Todos se comprometieron con el cuidado de las plantas, conocimientos que adquirieron en el curso básico de agricultura urbana.

Nace el muro huertero

El pasado 9 de noviembre, en horas de la mañana, los 125 kichwa se reunieron en la Tulpa del cabildo para darle forma a su sueño huertero. Como el grupo era numeroso, se dividieron en dos grupos.

Días anteriores, los indígenas construyeron las 12 estructuras de madera, cada una de 1,5 metros de alto y 1,2 metros de ancho. Todas estaban ubicadas en la pared del parqueadero del centro cultural.

Los participantes llevaron varios anuncios y vallas publicitarias de la pasada contienda electoral para forrar las estructuras, materiales gruesos y resistentes que evitarán que las plantas se afecten por la humedad. 

El cabildo se encargó de comprar una polisombra especial de color negro con los bolsillos donde serían sembradas las plantas. Cada estructura de madera contaría con 45 bolsillos, es decir 540 en toda la huerta vertical.

Mina llegó con varios bultos de tierra abonada y una canasta con cerca de 500 plántulas de especies como perejil, cilantro, menta, caléndula, orégano, tomillo, lechuga, manzanilla y mejorana.

Liderados por Garzón, Mina y otras autoridades del cabildo, los más de 100 indígenas kichwa, entre mujeres, hombres, jóvenes, niños, niñas y adultos mayores, utilizaron taladros, puntillas, martillos y tijeras para crear los 12 muros huerteros.

Terminada la fase operativa, el profesional del JBB se reunió aparte con cada uno de los grupos para explicarles cómo debían sembrar las plántulas. “Primero vamos a llenar los bolsillos de la polisombra con la tierra abonada y luego introducimos un dedo; ahí va la planta”.

Mina les recalcó que cada estructura debía contar con una variedad de plantas. “Por ejemplo, no vamos a plantar caléndulas en toda una fila; lo que debemos hacer es intercalar cada una de las especies que trajimos y luego de sembrarlas les aplicaremos agua”.

Varios indígenas le preguntaron si luego podían sembrar otras especies, como zanahorias, papas y otros tubérculos. “Este tipo de huertas es solo para plantas con raíces cortas, por lo cual no es apta para esas especies”.

Otra inquietud fue cuándo saldría la primera cosecha. “Aproximadamente en un mes, dependiendo del cuidado que le den, pueden ir retirando las hojas para el consumo. Estas plantas darán en promedio cuatro cosechas, pero las pueden ir reproduciendo por esquejes”.

Luego de más de cuatro horas de arduo trabajo, el muro huertero de la comunidad kichwa reverdeció con las cerca de 500 plántulas. Cada una de las 12 estructuras fueron nombradas por la comunidad.

Tarpuy (sembrar), Nuevo Amanecer Tarpushka, Muyo (semilla), Aiy Muyo, Los Cultivadores, Tarpuna, Ally Tarpuy (buen sembrador), Cultivo Imbabura, Nukanchiy Chakra (huerto) y Zacha Muyo (tiempo de tierra), fueron algunos de los nombres escogidos.

“Sembrar es muy importante para nosotros. Vamos a darles mucho amor y cuidado a estas plantas para que crezcan y podamos obtener alimentos sanos. Acá no aplicamos ningún químico”, dijo Rubertina, indígena que mantiene vivo el legado de los kichwa en su vestimenta y lenguaje.

Seguirá reverdeciendo

El muro huertero de la comunidad kichwa, que continuará recibiendo el apoyo y asesoría técnica del JBB, no es el único proyecto ambiental que tiene el cabildo “Camainkibo”.

Según Garzón, graduado como diseñador industrial, también quieren montar un jardín vertical en una de las paredes de la Tulpa. “Tendrá la forma del cinturón que utilizan nuestras mujeres, el cual cuenta las historias de la comunidad en el campo y la ciudad”.

Mientras se consolida el nuevo proyecto, los indígenas kichwa del cabildo se dedicarán a mantener impecable su huerta vertical. “Es muy importante para nosotros porque nos permite seguir con las costumbres y alimentarnos de una forma saludable”.

Para Mina, la experiencia con este cabildo indígena de la localidad de Engativá ratifica que no se necesitan extensos terrenos para sembrar alimentos. “Las huertas verticales son una excelente opción para las personas que no cuentan con terrazas o patios”.

Jhon Barros
Author: Jhon Barros

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Jardín Botánico de Bogotá