- Dos investigadores del Jardín Botánico de Bogotá y la Universidad Uniminuto analizaron los metales pesados presentes en suelos, agua de riego y algunas hortalizas de varias huertas urbanas de la ciudad.
- La investigación arrojó niveles por debajo de los valores permisibles de referencia a nivel local e internacional en metales como plomo, cadmio, cromo, níquel, arsénico y mercurio.
- “Esto nos permite concluir que la agricultura urbana no debe representar un riesgo químico significativo para la salud de los consumidores por la posible ingesta de estos metales pesados”.
Un nuevo estudio científico, publicado en la revista Luna Azul de la Universidad de Caldas, acaba de desvirtuar la hipótesis de que el consumo de los productos de las huertas urbanas de Bogotá es perjudicial para la salud.
Daniel A. Vega Castro (Universidad Uniminuto) y Lili T. Vega Clavijo (Jardín Botánico de Bogotá) analizaron muestras de suelo, agua de riego y hortalizas como lechugas en varios huertos urbanos de la capital para detectar y cuantificar metales pesados como plomo, cadmio, cromo, níquel, arsénico y mercurio.
La investigación demostró que los niveles de estos metales están por debajo de los valores permisibles de referencia a nivel local e internacional, es decir que son mínimos y no ponen en riesgo la salud de los consumidores.
En el agua lluvia recolectada para el riego de hortalizas en las huertas urbanas, los investigadores evidenciaron que no contiene metales pesados. Esto evidencia que es completamente segura para el uso agrícola.
“Esto nos permite concluir que la agricultura urbana no debe representar un riesgo químico significativo para la salud de los consumidores por la posible ingesta de estos metales pesados”, cita el artículo llamado ‘Niveles de metales pesados: huertos urbanos en Bogotá’.
Ante estos hallazgos, Vega Castro y Vega Clavijo manifestaron que la agricultura urbana debería ser tenida en cuenta en los planes locales de desarrollo de las ciudades y ampliar los aportes positivos a la seguridad y soberanía alimentaria que esta práctica propone.
“Sin embargo, es necesario continuar investigando esta temática para actualizar o generar bases para el establecimiento de niveles de referencia frente al contenido de metales y elementos traza en aguas, suelos y alimentos hortofrutícolas”.
Algunos datos del estudio
Los investigadores visitaron un total de 100 huertas urbanas ubicadas en 13 de las 20 localidades de la ciudad: Rafael Uribe Uribe, Ciudad Bolívar, Antonio Nariño, La Candelaria, Los Mártires, Santa Fe, Engativá, Teusaquillo, Barrio Unidos, Suba, Usaquén, Kennedy y Puente Aranda.
“Las huertas urbanas, todas con manejo agroecológico y que reciben apoyo técnico del Jardín Botánico, fueron seleccionadas con base en estándares como: lejos de ríos contaminados, cerca de rutas de alto flujo vehicular y con lechugas próximas a ser cosechadas”, dice la investigación.
Vega Castro y Vega Clavijo tomaron 49 muestras de suelo y las enviaron en bolsas herméticas de seguridad al laboratorio. El agua se recolectó de las respectivas fuentes de riego de las huertas: acueducto y agua de lluvia.
“Se tomaron muestras específicas con base en la metodología propuesta por el Instituto Nacional de Salud de Colombia. Este análisis se realizó para descartar o corroborar la presencia de metales pesados en el agua de riego”.
Según los investigadores, la selección de las lechugas para el estudio se basó en tres razones: es uno de los artículos de la canasta familiar más populares, es una planta común en las zonas urbanas y sus hojas son el órgano de consumo directo.
“En cada lugar seleccionado se muestrearon aleatoriamente tres plantas de lechuga. Las recolectamos utilizando cuchillos de acero inoxidable y luego fueron empacadas y transportadas en bolsas de papel Kraft”.
Las concentraciones más altas de metales pesados en las muestras de suelo fueron de plomo, cromo y níquel, pero ninguna por encima de los valores permisibles por las normas locales e internacionales.
Entre tanto, las aguas utilizadas para riego en las huertas seleccionadas dieron como resultado la no detección de metales pesados, mientras que en las hortalizas todas las variables estuvieron bajo una significación del 5%.
“Todos los valores se encontraron muy por debajo de los contenidos máximos de metales pesados en los alimentos establecidos por la normativa de la Unión Europea”, concluyeron los investigadores.
El artículo científico completo puede ser consultado en el siguiente link: https://revistasojs.ucaldas.edu.co/index.php/lunazul/article/view/8870/7117