• Más de 70 adultos mayores que reciben atención integral en el Centro de Cuidado Transitorio del barrio Quiroga, se convirtieron en huerteros.
  • Luego de recibir el curso básico de agricultura urbana del Jardín Botánico, estos antiguos habitantes de calle le dieron vida a una huerta próspera.
  • Las hortalizas y plantas medicinales son comercializadas en ferias locales. Todos los ingresos son repartidos entre ellos.

José Luis Ferro nació hace 75 años en Soatá, municipio del departamento de Boyacá que en la época prehispánica fue un territorio muisca. Su nombre en lengua chibcha significa labranza o dominio del Sol. 

Los campesinos de este territorio de 136 kilómetros cuadrados sobreviven de la agricultura y la ganadería. Sus cultivos más representativos son la caña de azúcar, café, tomate, maíz, trigo, cebada y papa.

Aunque se crio en una finca agrícola, José Luis nunca sembró una sola planta durante su niñez y adolescencia. Solo se encargaba de llevarles la comida a los trabajadores y en algunas ocasiones daba recorridos por los extensos maizales.

“No terminé los estudios porque lo que siempre me ha apasionado son los camiones. Primero fui ayudante y luego conductor, trabajo que hice durante más de 50 años y el cual me permitió conocer muchos lugares del país”.

El destino lo llevó a Bogotá, una jungla de cemento donde su vida dio un cambio radical. “Por cosas de la vida que prefiero no recordar, terminé viviendo en la calle y corté relación con mi familia; a veces uno solo piensa en el hoy y se olvida del mañana”.

Hace año y medio, José Luis llegó al Centro de Cuidado Transitorio del barrio Quiroga en la localidad de Rafael Uribe Uribe, un sitio de la Secretaría Distrital de Integración Social que se convirtió en su nuevo hogar.

“En este centro, muchas personas mayores habitantes de calle o en riesgo de habitarla, recibimos una atención integral. Acá tengo una cama cómoda para dormir, recibo las tres comidas diarias y participo en varias actividades lúdicas”.

En los cinco Centros de Cuidado Transitorio que hay en Bogotá, el Distrito atiende personas mayores de 60 años que se encuentran en riesgo o situación de habitabilidad en calle. Allí se promueven acciones de autocuidado y dignificación.

Entre los servicios que prestan están el alojamiento, alimentación, aseo personal, acompañamiento interdisciplinario y una participación en procesos ocupacionales y de desarrollo humano.

“No estamos obligados a permanecer todo el día en el centro. Podemos salir a hacer otras actividades y los que quieran retirarse lo hacen de manera voluntaria. Ese no es mi caso porque valoro mucho este nuevo hogar”, precisó José Luis.

La huerta como emprendimiento

Desde que llegó al Centro de Cuidado Transitorio del Quiroga, José Luis fijó su mirada en uno de los patios donde el verde es el común denominador. Enseguida vio algunos de los cultivos que conoció en su niñez.

“Me transportó a mi infancia en Soatá porque reconocí varias lechugas, cilantros y acelgas. Se trataba de una huerta que también cuenta con arbustos de mediano porte, muchas plantas de jardín y la figura de una Virgen”.

Según Vanessa Manrique, terapeuta ocupacional del centro, esta huerta nació en 2022 a través de una articulación con el Jardín Botánico de Bogotá (JBB). El objetivo era consolidar un escenario de participación social e intercambio de saberes con las personas mayores.

“La mayoría de los adultos mayores que reciben atención en este sitio vienen del campo y por eso tienen muchos conocimientos sobre la agricultura. Quisimos montar una huerta para que recordaran sus raíces campesinas y tuvieran una nueva actividad en sus tiempos libres”. 

Alma Melo y Sebastián Molina, profesionales del equipo de agricultura urbana del JBB, han sido los encargados de asesorarlos en este proceso agroecológico a través de capacitaciones. También les dieron semillas, plántulas y tierra abonada para montar la huerta.

“Ha sido un proceso muy exitoso en el que han participado muchos adultos mayores que hacen parte del centro transitorio. Ellos son los que se encargan del cuidado y mantenimiento de la huerta”, informó Alma.

Al inicio, toda la cosecha de las hortalizas era para la alimentación de los adultos mayores. Esto empezó a cambiar cuando unas estudiantes de la Universidad Nacional hicieron sus pasantías en el centro y les propusieron crear un emprendimiento.

“Ellas vieron una oportunidad de negocio para los adultos mayores con las hortalizas de la huerta. Así empezamos a comercializar en diferentes ferias con el fin de que ellos tuvieran un nuevo ingreso económico para cubrir algunas necesidades u ocios”, apuntó Vanessa.  

Los regalos de esta huerta, como lechuga, cebolla, cilantro y acelga, han sido presentados en ferias de la localidad. También han vendido plantas para interiores como los jades y las famosas suculentas.

Estudiantes huerteros

José Luis soñaba con participar en la huerta. Sin embargo, no quería aventurarse sin antes recibir todos los conocimientos necesarios para que una semilla se convierta en hortaliza. “No sabía nada sobre eso”.

El sueño de este boyacense empezó a cumplirse en septiembre de este año, cuando Vanessa se comunicó con el Jardín Botánico para solicitar el curso básico de agricultura urbana y periurbana con enfoque agroecológico. 

“La idea era reforzar los conocimientos sobre la huerta y que se vincularan nuevos adultos mayores que estaban en el centro. En total, 72 adultos mayores iban a recibir el curso que dictarían Alma y Sebastián Molina”.

Cuando los profesionales del JBB visitaron el centro para cuadrar la logística, uno de los adultos mayores los sorprendió. “Nos preguntó si el curso iba a durar un año. Le aclaramos que estaba programado para alrededor de mes y medio y con una clase semanal”.

Entre septiembre y noviembre, más de 70 adultos mayores recibieron los cinco módulos del curso de agricultura urbana: generalidades de las huertas, propagación vegetal, suelos, manejo integrado y cosecha y postcosecha. 

“Todos demostraron muchas ganas e interés por aprender. Para nosotros fue un reto porque por ser personas mayores, debimos utilizar un lenguaje muy sencillo, pero conservando la técnica”, anotó Alma.

El equipo social del Centro de Cuidado Transitorio del Quiroga fue fundamental para esta actividad. Según la técnica del JBB, se encargaron de suministrar todo el material, los espacios y las personas para dar las clases. 

“El curso tenía como propósito que aprendieran a aprovechar al máximo el área de la huerta. Uno de los adultos mayores propuso poner papel periódico sobre el suelo de las acelgas para atrapar las babosas; todos quedamos maravillados con su idea”.

A mediados de noviembre, 72 adultos del centro se graduaron como huerteros. En una ceremonia, cada uno recibió un diploma por participar en el curso básico de agricultura urbana del JBB.

“Fue un día maravilloso. Todos estaban muy felices, emocionados y ansiosos; cuando pasaron a recibir el diploma, fue evidente que se les llenaba el alma. Muchos nunca habían recibido un solo diploma en su vida”, dijo Alma.

Los diplomas fueron organizados en un cuadro de honor ubicado en una de las paredes del centro. “Ellos solo tienen una maleta donde cargan toda su vida. Hicimos este cuadro de honor para que no se dañen los diplomas”, precisó Vanessa.

El guardián de la huerta

Los adultos mayores de este centro transitorio participan activamente en la huerta. Sin embargo, uno de ellos la visita casi a diario durante las mañanas para regar las plantas y quitar la maleza. 

Se trata de José Luis, el amante de los camiones que se convirtió en huertero durante el curso básico de agricultura urbana del JBB. “Por fin pude aprender a sembrar. Fue una capacitación muy chévere y con un lenguaje muy aterrizado”.

El boyacense se encarga del cuidado de las lechugas y de la preparación del suelo para volver a sembrar. “En el curso nos enseñaron muchas cosas que aplico en la huerta, como el control de las plagas con productos naturales y las mejores épocas para sembrar”.

El nuevo huertero también ha participado en algunas ferias ofreciendo los regalos de la huerta. “En una vendimos 600.000 pesos y todo el dinero fue repartido entre nosotros. Con esos ingresos podemos comprar cositas para el día a día”.

Recibir por primera vez un diploma, le llena el pecho de orgullo. “Como me dediqué a manejar camión, dejé a un lado el estudio. Me siento muy contento en la huerta, un espacio donde comprendí que nunca es tarde para aprender”.

También tiene muchas palabras de agradecimiento para los profesionales del JBB. “El muchacho Sebastián y Alma fueron maravillosos. Ella es una excelente maestra con un carácter fuerte; nos enseñó de una manera entendible y sin rodeos”.

Jhon Barros
Author: Jhon Barros

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Jardín Botánico de Bogotá