• Una huerta agroecológica es uno de los proyectos de investigación de este colegio del barrio Country, en la localidad de Rafael Uribe Uribe.
  • Desde hace dos años, 13 estudiantes se encargan de la siembra, cosecha y mantenimiento de este terreno de 100 metros cuadrados llamado Creando Vida.
  • También le venden hortalizas y plantas medicinales a la comunidad educativa y hacen compostaje con los residuos orgánicos en un lombricultivo.

El Carmen Teresiano, un colegio con seis décadas de vida que pertenece a la congregación de las hermanas Carmelitas Teresas de San José, lleva cuatro años trabajando la agricultura urbana con varios de sus estudiantes de bachillerato.

En 2020, varios docentes de este plantel educativo ubicado en el barrio Country Sur, al lado del emblemático bosque de San Carlos, crearon un proyecto de investigación para montar una huerta y que así sus alumnos aprendieran a sembrar y cosechar alimentos saludables.

Sin embargo, los primeros intentos no fueron efectivos. En los terrenos seleccionados, las semillas no se convertían en plantas debido a la acidez del suelo; esto los llevó a cultivar en otros espacios, como materas.

Durante el primer semestre del año pasado, la profesora Maritza Torres se metió de lleno para lograr que El Carmen Teresiano contará con su propio terruño agroecológico. El primer paso fue convocar a 13 alumnos de los grados octavo, noveno y décimo.

Un terreno esquinero de 100 metros cuadrados ubicado en una de las zonas verdes del colegio, se convirtió en el experimento huertero. Con insumos donados por las hermanas Carmelitas, la huerta fue cogiendo forma.

Según Geraldine Barajas, profesora de biología y química que actualmente lidera este proyecto de investigación, los 13 estudiantes ayudaron a retirar el césped e hicieron jornadas para recoger recursos económicos y así comprar la tierra abonada.

“Como el colegio tenía varias obras, utilizamos una de las retroexcavadoras para abrir los huecos y luego montamos siete camas o eras. Las semillas y plántulas de diferentes hortalizas, frutales y plantas medicinales, fueron compradas por las directivas religiosas del colegio”.

En el montaje también participaron dos personas de servicios generales. Rigoberto Arciniégas, que lleva 10 años en el colegio, recuerda que la huerta fue cercada y se instaló una polisombra como techo la cual está sostenida por medio de varias guaduas.

“Nos demoramos como un mes armando esa estructura y echando pala para abrir los huecos de las camas. Desde que quedó lista, me encargo del deshierbe, riego y guadañar. Cuando los niños salen de vacaciones, yo soy el guardián de la huerta”.

El proyecto de investigación huertero de El Carmen Teresiano fue exitoso. En 2023, los 13 estudiantes se encargaron de sembrar y cosechar especies como cebolla, lechuga, acelga, kale, curuba, uchuva, tomillo, perejil, apio, pimentón, ají, zanahoria y espinaca.

Los ‘huerteritos’ empezaron a comercializar los regalos que da la huerta con la comunidad estudiantil. En las entregas de notas y eventos del colegio, les vendían a los padres de familia y demás docentes.

“Este proyecto le apunta a varios objetivos de desarrollo sostenible, como la seguridad alimentaria. Busca que los estudiantes aprendan sobre el cuidado de las plantas y la importancia de consumir alimentos saludables”, dijo Geraldine.

Apoyo institucional

Este año, cuando le encomendaron liderar el proyecto de investigación huertero del colegio, Geraldine se propuso mejorar técnicamente la huerta con el apoyo y asesoría del Jardín Botánico de Bogotá (JBB).

“Yo no tengo mucha experiencia en el estudio de las plantas, ya que mi fuerte son los animales. Por eso, para fortalecer el proyecto y aprender sobre agricultura urbana, le solicité ayuda al JBB. En mayo nos visitó un técnico de la entidad que nos ha ayudado mucho”.

Faber Torres, quien asesora a los huerteros de las localidades de Usme y Rafael Uribe Uribe, evidenció que las siete camas de la huerta, nombrada Creando Vida, estaban muy bajas. También vio que era necesario hacer una rotación de cultivos y mejorar la distancia de siembra.

“Además de brindarnos muchos consejos, nos dieron más de 180 bultos de tierra abonada, productos naturales para controlar las plagas, rastrillos, tijeras, palas, plántulas y muchas semillas”, informó la docente de biología y química.

Entre las recomendaciones que les dio el técnico del JBB están la adecuación de las camas y la  alelopatía, es decir sembrar plantas medicinales y aromáticas para poder controlar las plagas sin utilizar químicos.

“También les recomendé hacer una siembra escalonada y que aprovechen el banco comunitario de semillas nativas y criollas que tenemos en la localidad de Rafael Uribe Uribe para que la huerta tenga una alta variedad de productos”.

Faber quedó bastante sorprendido con el compromiso de la profesora y los estudiantes por sacar adelante este proyecto que sirve como aula ambiental, algo que no sucede en varias de las huertas estudiantiles que ayuda a fortalecer.

“Muchos docentes, estudiantes, directivas y trabajadores del colegio han participado en las jornadas de limpieza y adecuación que hemos hecho en la huerta. Este ha sido un proceso muy enriquecedor porque tienen muchas ganas de sacar adelante la huerta”.

Aunque las siete camas ya no están tan profundas debido a la aplicación de los bultos de tierra abonada, aún es necesario elevarlas más. “Eso lo tenemos proyectado hacer el año entrante; de esta manera, se van a mitigar los encharcamientos y la pudrición de las plantas”, apuntó Faber.

El técnico del JBB considera que la huerta Creando Vida tiene mucho potencial para convertirse en un centro experimental de la agricultura urbana a nivel escolar y en un sitio que puede ser visitado por otros colegios.

“El JBB seguirá apoyando este proyecto de investigación. El objetivo es fortalecer cada vez más la huerta y enseñarles a los estudiantes y docentes otras técnicas para mejorar las hortalizas, frutales y plantas medicinales que comercializan”.

Por ejemplo, en 2025 la entidad tiene proyectado ayudarlos a mejorar su proceso de compostaje, un lombricultivo que es alimentado con los residuos orgánicos que salen de las cocinas y el cual genera los abonos para la huerta.

Testigo directo

Juan Diego Villamil, un joven de 17 años y estudiante de décimo de bachillerato, ha estado desde los inicios del proyecto de investigación de agricultura urbana del colegio El Carmen Teresiano.

“En 2020, cuando no teníamos un terreno grande para sembrar, hicimos pequeñas huertas en algunas materas. Recuerdo que me parecía muy difícil porque la mayoría de plantas no me crecían; creía que tenía mala mano”.

Este año, volvió a escoger la huerta como proyecto de investigación. “Hay varios proyectos en el colegio, como deportes y física robótica. Escogí el de agricultura urbana porque es una actividad más tranquila y nos permite generar vida”. 

Los 13 estudiantes se rotaron las actividades de siembra, riego, mantenimiento, cosecha y comercialización durante todo el año escolar. La que más le gustó a Juan Diego fue vender hortalizas y plantas medicinales en el colegio.

“Al comienzo me daba mucha pena hablarles a los estudiantes, docentes y padres de familia, una timidez que se fue desapareciendo con el paso del tiempo. En las exposiciones de los proyectos, les contamos a los padres sobre la historia de la huerta y varios nos compran”.

Asegura que los productos que más venden son el perejil y la acelga, los cuales están presentes siempre en la huerta. “Todo el dinero de las ventas es para la sostenibilidad de la huerta. Se han comprado muchas semillas, plántulas y herramientas”.

Con Creando Vida, Juan Diego y sus compañeros huerteros siembran la semilla de la alimentación saludable y la soberanía alimentaria. “Todos nuestros productos son libres de químicos. Queremos que la gente sepa que sí se puede sembrar alimento en la ciudad”.

Este joven alto y delgado aún no sabe si el próximo año escoja de nuevo este proyecto de investigación. “Aunque me parece una experiencia bonita, enriquecedora y tranquila, tal vez me incline por otro para aprender cosas nuevas. Pero me haría mucha falta la huerta”.

Comunidad unida

Geraldine asegura que esta huerta de 100 metros cuadrados ha unido a la comunidad estudiantil de El Carmen Teresiano, un colegio fundado en 1965 que tuvo su primera sede en la plazoleta de Las Aguas, en el centro de la ciudad.

Los 13 estudiantes que cada año siembran y cosechan en el terreno agroecológico, no son los únicos que participan. También está Rigoberto Arciniégas, trabajador del colegio encargado del mantenimiento, y otros docentes. 

“Amadeo, profesor de física robótica, nos está ayudando a implementar un sistema de riego con varias canecas. Hemos tenido un enorme apoyo de las hermanas Carmelitas Teresas del colegio, quienes están muy pendientes de la huerta”.

La hermana Yolanda Vargas, directora del plantel educativo, es la que más compra los productos agroecológicos. “Todos los viernes nos pide algo y dice que la huerta es como el bebé del colegio. La hermana Yamile es la que nos compra todos los insumos que necesitamos”.

Varios niños y jóvenes ya manifestaron su interés de participar en el proyecto. “Solo tenemos 13 cupos y por eso les hacemos varias evaluaciones a los interesados. Algunos se han mantenido desde el inicio, pero creo que en 2025 contaremos con nuevos que quieren aprender sobre agricultura urbana”.

Jhon Barros
Author: Jhon Barros

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Jardín Botánico de Bogotá