• Yuly Gallego lleva dos años reciclando los residuos sólidos de los habitantes de este barrio de la localidad de Kennedy, material que transforma en abonos orgánicos y ecobotellas.
  • Con su colectivo ambiental ‘Vive Vibra Verde’ y el apoyo de la Junta de Acción Comunal, esta bogotana también le dio vida a una huerta comunitaria donde se cultivan hortalizas libres de químicos.
  • Hoy, en el Día Mundial del Reciclaje, los invitamos a conocer la historia de esta líder ambiental.
Mujeres huerteras

Yuly Gallego, una joven de 30 años, está dejando huellas con el reciclaje y agricultura urbana.

Los olores nauseabundos y vectores como ratas y zancudos que deben soportar los ciudadanos de Ciudad Bolívar que habitan cerca del relleno sanitario Doña Juana, donde a diario llegan más de 7.500 toneladas de roda clase de residuos sólidos, fueron el punto de quiebre que le dio un vuelco radical a su vida.

Hace dos años, Yuly Gallego, una joven habitante de la localidad de Kennedy, recuerda que quedó perturbada con las alarmantes imágenes y duras historias que aparecían en los medios de comunicación y redes sociales sobre el día a día de las personas que viven en los barrios Mochuelo Alto y Bajo.

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“Empecé a sentir una tristeza enorme por ese desalentador panorama, una crisis que todos estamos causando al no reciclar ni reutilizar los residuos sólidos. Ver como el planeta se va acabando por todo lo que le quitamos a la naturaleza es indignante».

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La inadecuada disposición de los residuos sólidos la motivó a crear un colectivo ambiental.

Yuly no se quedó de brazos cruzados ante la problemática ambiental y social. Con Wilson Moreno, un amigo que tiene conocimientos técnicos sobre el manejo y disposición adecuada de los residuos sólidos, empezaron a hacer experimentos en su casa, ubicada en el barrio Floralia, donde vive con su esposo, hija, padres, hermana y abuelita.

“Hicimos varias pruebas para el tratamiento de los residuos orgánicos. Encontramos que con un proceso de deshidratación solar, es decir poner al sol los residuos durante aproximadamente tres días, podíamos producir abonos orgánicos”, afirma esta bogotana.

Con el descubrimiento, Yuly dejó a un lado su carrera como contadora pública para dedicarse de lleno a tocar puertas en las Juntas de Acción Comunal (JAC) de la localidad de Kennedy; su objetivo era trabajar mancomunadamente en un proyecto de reciclaje.

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Además de reciclaje, Yuly está comprometida con la agricultura urbana.

“Luego de una ardua búsqueda, la presidenta de la JAC del barrio Carvajal Osorio nos dio luz verde para el proyecto. Al lado del salón comunal, la junta tenía un predio ideal para poder reciclar y montar la infraestructura del proceso de deshidratación solar de los residuos”.

Flor María Mecón, que lleva cinco años como presidenta de esta JAC, recuerda muy bien cuando la joven le presentó su novedoso proyecto. “Yuly vino en diciembre y me encontró con los adultos mayores del barrio haciendo las figuras de dos metros para el pesebre en material reciclable. Le dije que habláramos mejor en febrero”.

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Cuando se sentaron a conversar, Flor María quedó maravillada con la propuesta. “Sin pensarlo dos veces le dimos el aval a Yuly. Sabíamos que con el proyecto le íbamos a dar un vuelco total al barrio Carvajal Osorio y motivaríamos a la comunidad a luchar por el medioambiente”.

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En estas infraestructuras, Yuly y los miembros del colectivo ambiental hacen abonos con los residuos orgánicos.

Ruta del reciclaje

Con el visto bueno de la JAC nació el colectivo ambiental ‘Vive Vibra Verde’, un laboratorio o aula en el que participan cinco personas: Yuly, su amigo Wilson, la presidenta y el vicepresidente de la junta y otra joven del barrio.

El primer paso del nuevo emprendimiento fue empezar a concientizar a la comunidad del barrio Carvajal Osorio sobre el reciclaje y manejo adecuado de los residuos, como enseñarles a los habitantes a separar las basuras en sus casas.

“Muchas personas empezaron a visitar el predio para dejar sus residuos y conocer más sobre el proyecto. Pero como queríamos llegarles a todos, definimos una ruta de recolección y compramos un triciclo para recoger el material. Eso nos permitió darnos a conocer en el barrio”.

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El colectivo ‘Vive Vibra Verde’ es bastante conocido en el barrio Carvajal Osorio.

Todos los lunes, miércoles y viernes, entre las 7 y 9:30 de la mañana, una joven del barrio que hace parte del colectivo se sube al triciclo para hacer la ruta y recoger los residuos. Siempre va acompañada de Yuly, ambas vestidas con un overol verde, y la presidenta de la junta, quienes se encargan de enseñar a reciclar.

“Esto ha logrado concientizar a la gente. Ellos hacen la separación en sus casas y nos entregan bolsas con los residuos orgánicos y botellas plásticas. También recibimos aceite usado, que lo llevamos a uno de los puntos de recolección autorizados en la ciudad, y cartón para un reciclador de oficio que nos acompaña en el recorrido”.

Al conocer la iniciativa de reciclaje, el IDPAC postuló al colectivo para participar en un proyecto de obra de saldo pedagógico. “Como ganamos nos dieron recursos económicos para comprar la madera que se requería para la construcción de los deshidratadores solares y hacer las adecuaciones del centro de acopio”.

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Yuly Gallego abandonó su profesión como contadora para dedicarse al reciclaje y la agricultura urbana.

Los residuos orgánicos son puestos en los deshidratadores solares que instalaron en una terraza del predio de la JAC, un tipo de máquinas de madera construidas por su amigo Wilson. “Allí se deshidratan durante tres días hasta que queda un abono orgánico, producto que vendemos y aplicamos en los árboles del parque”.

Los residuos plásticos se convierten en ecobotellas, es decir botellas con plásticos en su interior como los empaques de las golosinas y del mercado diario, bolsas de agua y las etiquetas que traen las gaseosas.

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“El plástico se puede transformar. Tenemos un convenio con la Universidad Santo Tomás para hacer un parque con este material el Altos de Cazucá, para lo cual necesitamos recoger seis toneladas de ecobotellas. A futuro, el objetivo es hacer uno de estos parques en el barrio Carvajal Osorio”.

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Yuly Gallego se ha convertido en una «titán» del reciclaje y la agricultura urbana.

Huerta comunitaria

El predio de la JAC también alberga una huerta donde se siembran algunas hortalizas. Sin embargo, Yuly se percató que estaba un poco desorganizada y le propuso a la presidenta adecuarla y mejorarla.

“La huerta no contaba con surcos o eras, por lo cual había mezcla de cultivos. Con la plata que recibimos del proyecto de obra de saldo pedagógico del IDPAC empezamos a arreglarla”, dice esta joven de 30 años.

Con la asesoría de los técnicos del Jardín Botánico de Bogotá (JBB), entidad encargada de capacitar a la ciudadanía en agricultura urbana y periurbana, los miembros del colectivo ambiental fueron armando las eras para los cultivos de lechuga, zanahoria, rábano y cebollín.

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La huerta comunal Carvajal Osorio es visitada por varios de los habitantes del barrio.

“El renacer de la huerta inició en diciembre de 2020. Al ver los cultivos organizados y todos libres de químicos, la comunidad del barrio empezó a visitar este espacio para llevar comida sana a su casa”.

Las mujeres del barrio van a cosechar a la huerta y pagan por los productos que necesitan. “Cada vez que hay cosecha informamos por las redes sociales o grupos comunitarios. Mantenemos precios bajos y los productos son mejores que los de las tiendas, ya que no utilizamos químicos ni para el control de plagas”.

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Según Yuly, el Jardín Botánico ha sido fundamental para el buen estado de la huerta. Además de constantes capacitaciones técnicas, los profesionales de la entidad les ha dado plántulas, insumos y tierra.

“Para el control de las plagas, el JBB nos enseñó a hacer biopreparados con ají, ajo y cebolla. Además, varias ciudadanas del programa ‘Mujeres que reverdecen’ nos ayudaron con el raleo y la limpieza de la huerta”.

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Yuly quiere que su colectivo y proyecto de reciclaje sea un ejemplo para toda la capital.

Cambio comunitario

En los dos años que lleva liderando este trabajo ambiental y comunitario, Yuly ha visto un cambio radical en los comportamientos de los habitantes del barrio. Por ejemplo, cuando pasan con el triciclo por las calles ya no deben hacer la separación de los residuos.

“Las personas hacen la separación en sus casas y además vienen a la huerta a comprar las hortalizas. Es un cambio positivo muy bonito que no se ve en la mayoría de la ciudad de Bogotá y el cual se está fortaleciendo con nuestro trabajo voluntario”.

Su hija de seis años ha dado certeras muestras de seguir con el legado ambiental de esta joven. “Ya sabe reciclar y separa los plásticos de los residuos orgánicos. Cuando llega del colegio tiene los bolsillos llenos de paquetes plásticos, los cuales deposita en una de las ecobotellas; también motiva a sus amigos para que lo hagan”.

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Yuly quiere que toda la ciudadanía aprenda a reciclar para ayudar a los recursos naturales.

El esposo de Yuly, que trabaja como contratista arreglando diversas cosas, también se enamoró del colectivo ambiental. “Su aporte es fundamental porque nos ayuda a hacerle mantenimiento a los deshidratadores. Ese trabajo necesita la fuerza de un hombre”.

La presidenta de la JAC ha sido testigo de ese cambio en los habitantes del barrio. “Desde que empezamos con el triciclo y la sensibilización, la gente se motivó a reciclar y separar los residuos. 80 adultos mayores también se metieron en el cuento”, asegura Flor María.

Ninguno de los miembros del colectivo tiene un sueldo fijo por su labor ambiental. Según Yuly, distribuyen equitativamente las ganancias que deja el reciclaje, la huerta y los abonos orgánicos, las cuales no son muchas.

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La huerta del barrio Carvajal Osorio tiene leyendas sobre las propiedades de las hortalizas.

“Por ejemplo, en la huerta hay más de 100 lechugas listas para cosechar. Cada una cuesta como 3.000 pesos, es decir que si las vendemos todas ganaremos 300.000. Pero la cosecha se da cada dos meses”.

Eso no la desmotiva y va todos los días a su aula ambiental cargada de amor y nuevas ideas. “Actualmente estamos trabajando en la construcción de unos biodigestores, los cuales sacan gas y al calor aceleran el proceso de secado; con esto tendríamos una mayor capacidad de recibir residuos orgánicos”.

Flor María hace énfasis en que el colectivo ambiental necesita de una inyección financiera. “De reconocimientos nadie vive. Todos tenemos hogares, hijos y obligaciones, y la venta de los abonos, el reciclaje y las hortalizas no es suficiente para sobrevivir”.

Yuly concluye que todos debemos ser más conscientes con el planeta y cambiar las acciones que lo están dañando. “Por ejemplo, podemos dejar de ser tan consumistas, es decir no comprar ropa y zapatos innecesarios cada vez que nos llega el sueldo. Yo hace mucho que no me compro un bolso: utilizo la maleta que mi hermana llevaba al colegio y la cuido como un tesoro”.

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Aunque el reciclaje y la huerta no arrojan muchos recursos económicos, Yuly seguirá en su lucha ambiental.

Jhon Barros
Author: Jhon Barros

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Jardín Botánico de Bogotá