- Desde hace más de 10 años, Otilia Sanabria cultiva agroecológicamente hortalizas, frutas y plantas medicinales en dos huertas que tiene en las localidades de Usme y Barrios Unidos.
- En una de ellas, comunitaria y ubicada en una zona rural de Usme, hace procesos educativos y ambientales con niños, jóvenes y mujeres, y tiene un apiario donde cuida a las abejas y aprovecha su polen, miel y propóleo.
Tuvo una crianza entre la ciudad y el campo. Nació en Bogotá, donde vivió toda su infancia y adolescencia junto a sus padres y cinco hermanos en el barrio San Fernando (localidad de Barrios Unidos), pero todos los fines de semana, sin falta alguna, recorría los campos llenos de cultivos de las tierras boyacenses.
“Mis papás eran de Boyacá, por lo cual nos inculcaron el amor por el campo en la finca y nos enseñaron a cultivar productos como el maíz. Eso permitió que desde muy pequeña sintiera un gran respeto por la tierra, el trabajo de los campesinos y el cuidado de la biodiversidad”, recuerda Otilia Sanabria Patarroyo, hoy con más de 65 años de vida.
Ese conocimiento sobre la agricultura y el respeto por los recursos naturales la llevó a estudiar licenciatura en biología y química, ramas que le permitirían mezclar esas dos pasiones. “Quería ser maestra para enseñarle a mis alumnos a cultivar de una manera sostenible, es decir sin generar grandes impactos a la naturaleza. También estudié artes plásticas”.
En sus años como estudiante conoció a Gustavo Aponte, quien al criarse en diversos cultivos del departamento del Tolima, también compartía ese amor por el campo. Con él se organizó, tuvo dos hijas y aprendió mucho sobre las abejas, insectos que Otilia cataloga como los grandes polinizadores del planeta.
“Siempre quisimos construir una huerta urbana donde pudiéramos trabajar la agricultura y apicultura. Pero en esa época no contábamos con el espacio suficiente en las casas donde vivimos, como en la localidad de Bosa, y el tiempo tampoco lo permitía”.
Cuando sus padres fallecieron, Otilia y sus cinco hermanos heredaron la casa donde crecieron en el barrio San Fernando. Acordaron que lo mejor era no venderla sino ampliarla para construir apartamentos donde todos pudieran vivir con sus respectivas familias.
“La casa tiene una terraza bastante amplia, un espacio más que suficiente para poner una huerta urbana casera. Con la ayuda de mi esposo y dos hijas, quienes también heredaron ese amor por el campo, empezamos a sembrar algunas plantas medicinales y ornamentales”.
Al poco tiempo, Otilia, quien ya estaba próxima a pensionarse como maestra, se enteró que el Jardín Botánico de Bogotá (JBB) contaba con un proyecto de agricultura urbana y periurbana, con el cual capacitaba a los ciudadanos para que construyeran o mejoraran sus huertas.
“Luego de las capacitaciones, el JBB nos dio semillas y sustratos. Los expertos me enseñaron a realizar siembras en sitios duros como las paredes y materas, y a preparar productos orgánicos para evitar las plagas, conocimientos que mejoraron mi huerta. Como tenemos gatos en la casa, decidimos encerrar los cultivos con mallas”.
En su huerta casera, llamada ‘Siembra y consume’, Otilia tiene plantas comestibles como papas nativas, remolacha, cilantro y varios tipos de cebollas y ajos; aromáticas (toronjil, hierbabuena, canelón, ajenjo y caléndula); y ornamentales (geranios, suculentas y orquídeas).
“Lo que cultivo en mi huerta es para consumo de la familia, es decir que no comercializo los productos. También hago trueques con las amigas agricultoras de la localidad, lo que nos permite contar una mayor variedad de hortalizas orgánicas para preparar platos sanos”.
Según Otilia, una de las enseñanzas más grandes que le ha dado el Jardín Botánico es la recuperación de las semillas. “Lo que hago es recogerlas para sembrarlas en la huerta y luego llevarlas a otros sitios. Por ejemplo, yo recojo semillas de nogal, las siembro en mi casa y las llevo a una finca que tiene mi esposo en Santa Isabel, Tolima”.
Nuevos aires
Mientras le daba forma a su huerta casera en Barrios Unidos, Otilia y su esposo decidieron ampliar su nuevo proyecto de vida. En esa época, una de sus hijas, que estudiaba química en la Universidad Distrital, trabajaba en un proyecto agroecológico en la vereda El Uval, una zona rural de la localidad de Usme.
“Varios estudiantes de la Distrital y la Pedagógica, incluida mi hija, crearon la biblioteca agroecológica rural El Uval, un sitio para que los niños, jóvenes y adultos de la vereda pudieran aprender a cultivar de una forma más sostenible; allí primero leen y luego siembran”.
Otilia, que hacía parte de la Mesa Distrital de Agricultura Urbana, visitó el proyecto y decidió participar. “Nos arrendaron una parte del predio para poder sembrar. El primer paso fue llevar a Usme las semillas y plántulas que teníamos en nuestra huerta casera”.
En la huerta comunitaria de la biblioteca El Uval participan aproximadamente 20 personas de distintas localidades, quienes siembran cebolla, habas, papas nativas, arracachas y plantas medicinales y ornamentales.
“El trueque es el protagonista en esta huerta. Por ejemplo, las mujeres de la zona llevan a la biblioteca los residuos orgánicos de sus casas, donde tenemos cultivos de lombrices para hacer abonos, y a cambio les damos hortalizas. Todo el que ayuda recibe alimentos sanos”.
Como la huerta comunitaria está ubicada en la zona rural de Usme, Otilia y su esposo vieron el espacio ideal para empezar a concretar otro sueño: trabajar con las abejas.
“Mi esposo lleva más de 30 años trabajando con abejas. Con su conocimiento construimos apiarios en Santa Isabel (Tolima), Tocancipá, Cachipay y en la huerta de Usme, de donde sacamos polen, miel y propóleo para nuestro emprendimiento `Abejita Catalina’”.
Los frascos con estos productos de las abejas los venden en sitios como los mercados campesinos agroecológicos del Jardín Botánico y la Secretaría de Desarrollo Económico. “También realizamos mucho voz a voz en el barrio y lugares donde tenemos conocidos”.
Mano amiga para el ambiente
El manejo agroecológico en las dos huertas y el emprendimiento con las abejas, son el granito de arena de Otilia y su familia para salvar el planeta. “Al cultivar productos de una forma agroecológica, es decir sin químicos, no le causamos daño a nuestros recursos naturales y nos alimentamos sano. Con la apicultura estamos protegiendo a los grandes polinizadores del mundo, las abejas”.
Los niños, jóvenes, estudiantes y mujeres que visitan la huerta comunitaria de la biblioteca agroecológica El Uval, aprenden agricultura urbana, reciclaje, apicultura y polinización. “Mi espíritu de docente sigue vivo. A todos los que vienen les enseño sobre la importancia de cuidar las abejas y sembrar orgánicamente”.
Para Otilia, una huerta con manejo agroecológico permite alimentarse sano, cuidar la biodiversidad y mejorar la economía. “Todo se ve beneficiado: la salud, el ambiente y el bolsillo. Para mí, la huerta es un espacio que genera vida, transforma los comportamientos de la sociedad y empodera a las mujeres”.
Esta bogotana le hace un llamado a la ciudadanía para que se suba al bus de la agricultura urbana. “Todos deberíamos tener plantas en nuestros hogares, tanto ornamentales como comestibles y medicinales. Donde hay verde llegan las abejas y las aves, especies que se están quedando sin espacio para vivir”.
Buen día
Somos estudiantes del Sena del tecnólogo en gestión de destinos turísticos. Nos encontramos realizando un proyecto de investigación sobre apicultura en Usme. Por favor nos interesa conocer su apiario.
Gracias por el interés. Puedes comunicarte con Otilia al 3123848140.