Con apenas tres meses de vida, la huerta casera de Margarita Parra Corredor, una ama de casa de la localidad de Rafael Uribe Uribe, ya le ha permitido preparar ensaladas y otros platos para el consumo de su familia.
Las personas que transitan por la calle 35 A sur con carrera 18 B, en el barrio Quiroga Central, no pueden evitar detenerse para observar, así sea por unos pocos segundos, una casa esquinera de tres pisos.
No lo hacen para apreciar su fachada, una mezcla de ladrillos vinotintos con paredes de color crema. Tampoco por las abstractas formas del piso del antejardín, cuadrados y triángulos dispersos en un empedrado, o para poder identificar el perro que ladra desde la terraza.
Un rectángulo alargado, encerrado por una malla y con guaduas de gran diámetro como cimientos, es el causante de la curiosidad ciudadana. La razón es que su interior alberga cultivos de acelga, cebolla, rábano, cilantro, perejil, papa criolla, lechuga, brócoli, lulo y otros productos.
Se trata de la huerta casera de Margarita Parra Corredor, una bogotana que desde hace 23 años vive en esta casa de la localidad de Rafael Uribe Uribe junto con su esposo. “Allí vimos crecer a nuestros seis hijos, pero ya todos hicieron su propia familia”, dice.
Decidió llamarla ‘Jose M. y Celeste’, en honor a dos de sus nietos. El techo de la huerta está cubierto por una polisombra blanca, para así evitar que los rayos del sol quemen los cultivos, y los palos de guadua tienen diversas figuras coloridas, como soles, animales y flores.
A simple vista pareciera que Margarita lleva años con su huerta, pero no es así. “Todo empezó hace apenas tres meses, cuando me enteré que el Jardín Botánico de Bogotá iba a realizar unas capacitaciones en agricultura urbana en el salón comunal del barrio Quiroga etapa 1”.
Esta ama de casa ya estaba familiarizada con el proyecto de agricultura urbana y periurbana del JBB, entidad que desde 2004 capacita y le brinda asesoría técnica a los ciudadanos para que puedan elaborar sus huertas caseras, comunitarias, escolares e institucionales.
“Siempre me han gustado los cultivos y quería poder sembrar sin químicos para llevar comida a la mesa. Los expertos del JBB visitaron la casa, que es de mi suegra, y me dijeron que el antejardín era apto para una huerta urbana”, recuerda Margarita.
Con el permiso de su suegra y la asesoría del JBB, Margarita empezó a darle forma a su huerta. Su esposo, que trabaja como reciclador, le ayudó a construir el encierro con la malla y los palos de guadua, y un caminito en medio de la huerta.
“El Jardín Botánico me dio varias plántulas, semillas y la tierra para sembrar. En las capacitaciones aprendí a hacer semilleros y cultivos tubulares, que será mi próxima meta porque tengo mucha pared para aprovechar”.
Huerta familiar
Margarita tiene una rutina diaria con su huerta. Lo primero que hace luego de levantarse es bajar al antejardín para ver que los cultivos estén bien. Si lucen secos les echa el agua lluvia que recoge en un tanque.
“A veces los riego en la tarde, entre 5:30 y 6:00 p.m., como nos enseñaron los expertos. También aporco seguido las hortalizas, es decir cubrirlas con tierra y abono. A todas les hablo y les digo que tienen que seguir bien bonitas”.
A pesar del poco tiempo que lleva con su huerta, a la que llama su séptimo hijo, Margarita ya le ha podido preparar varias ensaladas y platos a sus familiares. “He sacado lechuga, espinacas y perejil para las ensaladas. Con la acelga he preparado unos huevos deliciosos”.
El aprendizaje en la huerta es casi que diario. Por ejemplo, pensó que uno de los cultivos era cilantro, pero los expertos del JBB le informaron que se trataba de zanahoria.
También ha aprendido a manejar de manera agroecológica las plagas de los cultivos. Uno de los remedios más efectivos, según Margarita, es una mezcla de ajo y clavos.
Actualmente, esta bogotana está dedicada a consolidar varios semilleros de rábano, cebollas y plantas aromáticas como manzanilla, toronjil, hierbabuena y menta. “En el futuro es poder llegar a comercializar los productos. Por ahora, me estoy ahorrando unos pesitos al poder comer lo que cultivo”.
Miguel Anyelo, uno de sus hijos que vive en el mismo barrio, también se capacitó con el JBB y le ayuda con la huerta. Por eso, será el encargado de cuidarla en los tres meses que estará de vacaciones fuera del país con su esposo. “Mi huerta es como mi séptimo hijo. Estoy muy orgullosa de lo que he podido cultivar sin necesidad de químicos y por todas las enseñanzas que nos da constantemente el Jardín Botánico”.
La huerta de Margarita hace parte de un convenio suscrito entre el Jardín Botánico y la Alcaldía Local de Rafael Uribe Uribe, el cual busca fortalecer las huertas urbanas de esta localidad del sur de la ciudad.