Me considero una persona en constante búsqueda de conocimiento. Por ello, el entrar al mundo de las huertas ha despertado en mi una sensación parecida al entrar al kínder (como se decía en mi época). Me siento como una niña dispuesta a recibir conocimiento, a descubrir y a dar pasos cortos pero seguros en este mundo tan profundo y productivo de las huertas caseras, así como la semilla que se planta, así me siento yo, como esa semilla que extiende sus raíces y se alimenta del agua, del sustrato, de la energía del sol y de tantos elementos que lo proveen de los necesario para crecer.

Así me siento yo, así que para dar ese primer paso en este camino tan largo y cautivador comencé con hacer mis propios semilleros. De las semillas de pimentón, ají amarillo, pimentón enano y caléndula, los puse a secar en mi ventana, así comencé mi propio laboratorio.

Inicialmente en un solo recipiente sembré semillas de pimentón enano, ají amarillo y caléndula, era un error mezclarlos pero era mi propio laboratorio y quise ver que sucedía. Lo sorprendente es que en 15 días comenzaron a surgir las plantulitas y hoy todas son muy fuertes y sólidas; pero la caléndula es más territorial y exige más espacio, así que ya es hora de trasplantar, pero ese fue un caso de éxito.

Mi segundo laboratorio fue con cilantro. Adquirí las semillas en el mercado campesino y lo realicé en un cartón de huevos, tenía la idea por otras personas que el cilantro era muy demorado y las plántulas eran débiles y por lo que podía ser difícil sacar unas de buena calidad. Planté las semillas teniendo cuidado de mantenerlas húmedas y después de 20 días comenzaron a aparecer y van en buen camino.

Después de dos casos de éxito, sembré una cama de lechuga pero las planté muy cerca unas de las otras y al competir por alimento, crecieron; pero son unas plántulas débiles.

Todo este laboratorio me enseñó muchas cosas y descubrí detalles de las semillas, de las plántulas, de la luz y de los sustratos; voy en este camino de aprendizaje que cada día me sorprende más.