• Flor Marina Vargas fue una de las líderes comunitarias y ambientales del barrio Marsella que lograron poner fin a un botadero de escombros y convertirlo en una próspera huerta comunitaria.
  • En este terruño agroecológico de la localidad de Kennedy, esta cundinamarquesa con sangre campesina realiza actividades de compostaje, reciclaje y transformación de productos con la ayuda de más de 10 mujeres del barrio.
  • Su nuevo sueño es convertir la huerta en un aula de educación ambiental para los niños y jóvenes de colegios y universidades.

Flor Marina Vargas tiene bastante frescos los recuerdos de su niñez en Junín, un municipio montañoso de Cundinamarca ubicado en la provincia del Guavio donde el agua y la tradición campesina son las protagonistas.

“Mi pueblo es un paraíso donde abunda el líquido vital. El agua cubre toda la cordillera que protege a Junín y está presente en los frondosos árboles y lagunas como La Bolsa, Juan Vaca, Tembladares y El Soche”.

Según esta mujer de familia campesina, la explosión de agua del municipio es la principal razón de que sea un territorio ideal para la siembra de papa, arveja, maíz, fríjol, tomate de árbol, mora, feijoa y otros cultivos.

“Cuando era niña, mi papá me enseñó a sembrar sin la necesidad de utilizar químicos, además de preparar el abono y deshierbar. A él le debo mi gran amor por los árboles y toda la naturaleza”.

Cuando terminó el bachillerato en el colegio Normal Superior de Nuestra Señora del Rosario, Flor Marina salió de su paraíso hídrico y biodiverso para radicarse en Bogotá y así cumplir el sueño de ser profesional.

“Me fui a la capital a los 16 años con el objetivo de ser maestra en la Universidad Pedagógica, donde estudié administración y supervisión educativa; al mismo tiempo trabajé en un proyecto en la vereda Laguna Verde, un sitio de la localidad de Usme que hace parte del páramo de Sumapaz”.

Luego de graduarse, el amor tocó a su puerta. Se casó con Adriano Romero y se organizaron en un barrio de la localidad de Kennedy donde al poco tiempo llegaron sus dos hijos: Edison y Adriana Milena.

“Como soy amante del estudio, hice una especialización en ambiente en la Universidad Nacional y otros cursos en la Universidad Javeriana. Quería trabajar por la comunidad de esta localidad del sur de la ciudad”.

Líder en Marsella

Hace aproximadamente 16 años, Flor Marina y su esposo se enamoraron del barrio Marsella, un sitio residencial ubicado cerca de la Avenida Las Américas y el río Fucha donde sobreviven varias zonas verdes.

Al poco tiempo de comprar la casa de sus sueños, su pasión desbordada por el trabajo comunitario llevó a la cundinamarquesa a vincularse a la Junta de Acción Comunal (JAC) del barrio.

“Dividí el tiempo entre mi trabajo como docente, las labores del hogar y las actividades comunitarias. Me propuse convertirme en una líder para solucionar las principales problemáticas sociales y ambientales”.

Un botadero de escombros ubicado atrás del parque Marsella no la dejaba dormir. Era un predio repleto de toda clase de residuos sólidos que se estaba convirtiendo en un sitio peligroso.

Los miembros de la JAC se propusieron poner fin al botadero, un sitio con un tamaño descomunal donde antes se había construido un vivero que quedó abandonado, para luego convertirlo en algo útil para la comunidad.

“En 2010 decidimos que la mejor opción era montar una huerta comunitaria. Pero como no contábamos con los conocimientos suficientes para limpiar y adecuar la zona, llamamos al Jardín Botánico de Bogotá (JBB)”.

Con ayuda de los profesionales de la entidad y las manos de la comunidad, el predio empezó a cambiar de aspecto. Según Flor Marina, sacaron una gran cantidad de escombros y basura y luego desinfectaron el terreno para adecuarlo.

Más de 30 habitantes del barrio participaron en la transformación del predio. Sin embargo, con el paso de los días la mayoría no volvió y quedaron solo mujeres que querían empezar a sembrar.

“Hicimos una nueva convocatoria y consolidamos un grupo de más de 10 mujeres adultas mayores del barrio Marsella, todas muy comprometidas con lograr sacar adelante nuestra huerta comunitaria agroecológica”.

Luego de adecuar y limpiar el terreno, el grupo femenino reverdeció la zona con la siembra de plántulas y semillas de hortalizas, frutales y plantas medicinales y le dieron rostro a una huerta próspera.

El proyecto agroecológico de 600 metros cuadrados fue llamado Marsella. Luego de las primeras siembras, el paso a seguir fue cerrar el predio para evitar el ingreso de los habitantes de calle y mascotas.

“El presidente de la JAC empezó a buscar recursos con entidades como la Alcaldía Local de Kennedy para comprar las mallas y convertir las zonas antiguas del vivero en una cocina, baño y sitio para reuniones comunitarias”. 

Las más de 10 huerteras de Marsella instalaron varios avisos de madera, CDs viejos y botellas plásticas con el nombre de las especies de las plantas. También le dieron vida a dos espantapájaros elaborados con ropas antiguas.

“También construimos un vivero para propagar las semillas y plántulas que luego son sembradas en la huerta. Es una guardería que nos ha permitido contar un material muy hermoso”.

Aliados y futuro

La huerta comunitaria Marsella ha contado con el apoyo de entidades como el Jardín Botánico, la Alcaldía Local de Kennedy, el Instituto Distrital de la Participación y Acción Comunal (IDPAC) y la Secretaría de Desarrollo Económico.

“Varios estudiantes de carreras ambientales de las Universidades Nacional y La Salle hicieron varios estudios de suelos en la huerta y nos dieron varias recomendaciones para mejorar nuestra producción”.

Una de las mayores alianzas fue con la Universidad Uniminuto, jóvenes que visitan la huerta para hacer sus trabajos de grado y de paso les ayudan a las mujeres con nuevos insumos técnicos y conocimientos.

“Nuestra huerta es un sitio de saberes de puertas abiertas para toda la comunidad que quiera participar. No le cobramos a nadie por el ingreso, lo único que tienen que tener es voluntad, ganas de trabajar y amor por la naturaleza”.

Marsella fue seleccionada para ser parte de un proyecto del Jardín Botánico y el Instituto Distrital de Turismo (IDT): la ruta agroecológica ‘De huerta en huerta’ de Kennedy, una estrategia que pretende apoyar estos proyectos de la agricultura urbana.

Esta ruta la conforman Marsella, Granja Mundo Aventura, Carvajal Osorio, Monterrey y El Alebrije de la Biblioteca El Tintal, sitios que cuentan con productos transformados a partir de las plantas y técnicas sostenibles como el reciclaje.

“Estamos muy contentas porque muchos turistas nacionales e internacionales han venido a nuestra huerta y nos apoyan económicamente con la compra de nuestras hortalizas y mermeladas que hacemos con las plantas”.

Según Flor Marina, las mujeres de la huerta están trabajando duro para fortalecer el proyecto de compostaje, iniciativa en la que participan varios de los habitantes del barrio. “Con el JBB estamos mejorando la compostera donde hacemos abonos con los residuos de cocina”.

El sueño a corto plazo es convertir a Marsella en un sitio de aprendizaje para los niños y jóvenes del barrio y de la localidad de Kennedy, un proyecto que ya han tratado de consolidar.

“Con los colegios del sector no ha sido fácil. Todo lo contrario ocurre con los universitarios, jóvenes que comparten nuestro amor por la naturaleza y nos ayudan a perfeccionar nuestros proyectos”.

Esta huerta comunitaria y femenina de Kennedy es el proyecto de vida de las huerteras de Marsella. “Aunque nos falta mucho por hacer y aprender, estamos seguras que con nuestro amor, respeto y compañerismo, vamos a seguir cosechando grandes frutos”.

Jhon Barros
Author: Jhon Barros

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Jardín Botánico de Bogotá