- Alexandra Rodríguez y Orlando Gómez cambiaron las sumas y restas de la contabilidad para consolidar el sueño de construir un vivero con una huerta libre de químicos, un terruño rural donde también mantienen vivo el legado ancestral de los muiscas.
- Lo llamaron Vivero Ambientes Naturales, uno de los cinco emprendimientos de la localidad de Suba que conforman la primera ruta agroecológica de huertas en Bogotá.
Hace cinco años, el estrés y el cansancio producidos por las constantes mediciones y análisis para el manejo adecuado del capital que realizaban en varias entidades y empresas, causaron un cambio radical en la vida de una pareja de esposos graduados como contadores públicos.
Alexandra Rodríguez y Orlando Gómez anhelaban con encontrar un terreno pintado de verde en la localidad de Suba para montar un vivero, un sueño que los perseguía desde hace un tiempo y el cual les permitiría dejar a un lado las preocupaciones contables al tener un contacto profundo y directo con la naturaleza.
“Ambos venimos de familias criadas en el campo del altiplano cundiboyacense, por lo cual tenemos esa vena como agricultores y un gran respeto y amor por la naturaleza. Además, la familia de mi esposo tiene experiencia en jardinería y el manejo de las plantas”, afirma la contadora.
Los esposos dieron con un predio que estaba en arriendo en la zona rural del barrio Alaska, cerca al humedal La Conejera y la reserva forestal Thomas van der Hammen. En agosto de 2017, y con la mano de obra de algunos de sus familiares, comenzaron a darle forma a su nuevo emprendimiento.
“No queríamos construir un vivero donde la gente solo viniera a comprar flores, plantas ornamentales y árboles en medio del afán y sin interactuar con nosotros. El ideal era constituir un espacio donde las personas vivieran una experiencia ambiental y una estancia tranquila, es decir con una temática más familiar que comercial”.
Lo llamaron Vivero Ambientes Naturales, un espacio lleno de plantas ornamentales para reverdecer los jardines, terrazas, balcones e interiores de las viviendas. “Paralelo al vivero dimos marcha a la construcción de una cabaña que sirve como cafetería”, recuerda Alexandra, quien vive con su esposo y única hija Laura Valentina en la localidad de Suba.
En este terruño cubierto hay plantas como en botica: de interior (geranios, guineas, dalias y coralitos) y de exterior (eugenias, durantas, amarantos y lenguas de suegra). Por ahora no tienen árboles nativos o frutales porque según Alexandra, requieren un trabajo demasiado especial.
Cultivos saludables
Pero Alexandra y Orlando querían ir más allá del vivero. Por eso, a comienzos del año pasado se contactaron con el Jardín Botánico de Bogotá (JBB) para recibir capacitaciones en agricultura urbana y periurbana, lo que les permitiría crear una huerta con manejo agroecológico.
“Las capacitaciones, asesoría técnica y acompañamiento del JBB nos sirvieron mucho. Aprendimos sobre abonos, las especies de plantas comestibles y medicinales, preparaciones naturales para las plagas y las mejores técnicas de siembra”, afirma la esposa.
Una zona paralela al vivero fue la escogida para la huerta, la cual empezó a reverdecer con la siembra de aproximadamente 12 especies de hortalizas libres de químicos. “Arrancamos en mayo y en agosto salieron las primeras cosechas de rábanos y lechugas. El JBB nos ayudó a hacer adecuaciones y organizar las eras”.
La huerta está conformada por 25 camas o eras con hortalizas y plantas aromáticas y medicinales, un ramillete que incluye remolacha, espinaca, lechugas (verde lisa y morada, crespa), mizuna, pimienta, tomate cherry, cebolla larga o puerro, perejil, apio, cilantro, hierbabuena, limonaria, menta, romero, eneldo, poleo, tomillo y orégano.
Según Alexandra, cada vez que se cosecha dejan descansar la tierra por un tiempo y se hace una rotación de cultivos. Además, las aromáticas y medicinales son el fuerte de la huerta. “A futuro queremos elaborar productos transformados con estas plantas medicinales para luego comercializarlos. Actualmente, lo que sale de la huerta es para nuestro consumo y ventas pequeñas a las personas que nos visitan”.
El agua para el riego de las plantas de la huerta y el vivero proviene del cielo. “Nuestro sistema de riego actual es a través de la recolección del agua lluvia. Sin embargo, queremos consolidar mejores técnicas para canalizar el agua y que así no se desperdicie, algo vital en las épocas de verano”.
La preparación de los abonos orgánicos está entre las principales enseñanzas que el JBB le ha dado a la pareja de contadores. “Con el compostaje que nos enseñó a hacer el Jardín Botánico elaboramos abonos totalmente naturales que son aplicados en los cultivos de la huerta”.
Para combatir las plagas, Alexandra y Orlando aprendieron sobre alelopatía, un control biológico que hacen ciertas plantas y el cual sirve para repeler o atraer los insectos y gusanos.
“Por ejemplo, entre las hortalizas sembramos algunas plantas aromáticas que atraen los insectos y evitan que lleguen a los demás cultivos. En contados casos hemos aplicado unos productos naturales de la fundación Confiabonos, los cuales no afectan la producción y el estado de las plantas”.
Para mejorar la producción en la huerta, los esposos han contado con la ayuda de expertos en suelos. “Mandamos a hacer un estudio de suelos que mostró un poco de acidez por el agua lluvia, pero no arrojó nada perjudicial para la salud. Ya tenemos contemplado otro estudio para analizar los nutrientes”.
Homenaje a los muiscas
En la época prehispánica, los terrenos que hoy conforman Suba fueron ocupados por los muiscas, un pueblo indígena pacífico que veneraba el agua, la naturaleza y los cultivos. Hoy en día, varios de los descendientes de esta etnia habitan en la localidad.
Como el emprendimiento de Alexandra y Orlando está ubicado en esas tierras fértiles de los muiscas, ambos tomaron la decisión de hacerle un homenaje a su legado construyendo dos chozas o cabañas donde los visitantes aprenden sobre la historia ancestral del territorio.
“Las llamamos Sol y Luna, astros que fueron venerados por los muiscas y que hacen parte del ritual del círculo de la palabra. En las chozas una persona del cabildo muisca de Suba cuenta la historia de la localidad y el legado indígena en medio de un compartir con aguas aromáticas de las plantas de la huerta”.
Según Alexandra, esta actividad busca rescatar esas historias y sabidurías de nuestros antepasados indígenas y hacerle un homenaje a la ancestralidad. “Lo hacemos con mucho respeto, por lo cual las charlas las realiza una persona del cabildo. Nuestro objetivo es devolverle algo de lo que le hemos quitado a la naturaleza y que no hemos sabido administrar”.
El vivero, la huerta y las cabañas donde se hacen tertulias ancestrales hacen parte de una apuesta pedagógica que los esposos quieren consolidar con los estudiantes de la localidad. “Queremos trabajar con los colegios para que los niños y jóvenes vengan y aprendan sobre el cuidado de la naturaleza. Hay una frase que me gusta mucho: no pensar en el planeta que le vamos a dejar a nuestros hijos sino la clase de personas que le vamos a dejar al planeta”.
Esto surgió al ver el comportamiento de los niños que visitan el emprendimiento. “Todos preguntan sobre las plantas, se untan de tierra cuando siembran y le piden a sus padres que les compren una matica. Los niños y jóvenes tienen esa conciencia que la mayoría de mayores hemos perdido”.
Ruta de huertas en Suba
El año pasado, Suba se convirtió en la primera localidad de Bogotá con una ruta agroecológica de huertas, iniciativa liderada por el Jardín Botánico, el Instituto Distrital de Turismo (IDT) y la Alcaldía Local que busca generar turismo en torno a la agricultura urbana y periurbana.
Cinco huertas fueron seleccionadas para este hito en la ciudad debido a sus amplias áreas de cultivo, diversidad de especies, programación de siembra, cultivos escalonados, aprovechamiento de los residuos, autosostenibilidad para las familias, seguridad alimentaria y productos limpios.
Vivero Ambientes Naturales, Micaela, Guerreros y Guerreras en Acción, Cobá y el aula ambiental Mirador de Los Nevados, conforman la ‘Ruta del sol y del agua’, una experiencia donde los ciudadanos pueden recorrer las huertas y conocer su amplia variedad de especies frutales, aromáticas, plantas medicinales, cereales y hortalizas.
“Desde que recibimos la asesoría técnica y capacitación, el JBB nos propuso que si queríamos ser parte de esta ruta. Ha sido una experiencia maravillosa que nos ha permitido darnos a conocer, aprender de la experiencia de los otros huerteros y potenciarnos como un proyecto turístico ambiental”, dice Alexandra.
Hace poco, la contadora fue convocada por el IDT para participar en un diplomado de turismo rural sostenible en Fundapanaca, 30 días que le dejaron muchos conocimientos. “Aprendí que debemos trabajar en cadena, ser asociativos y no individualistas y aprovechar toda la riqueza natural para hacer un turismo sostenible”.
La mayoría de los participantes del diplomado ignoraba que más del 75% de Bogotá es rural y que en el casco urbano son cada vez más las personas que tienen huertas. “No solo somos cemento y vías. Bogotá es una ciudad biodiversa y con huertas que buscan la soberanía alimentaria”.
Las personas que visitan la ruta agroecológica de Suba aprenden cosas distintas en cada una de las cinco huertas. “En nuestro emprendimiento el recorrido inicia en la huerta, donde las personas conocen de agricultura urbana y tienen la oportunidad de sembrar o cosechar; luego se empapan con la ancestralidad de los muiscas en las charlas; y por último les informamos sobre la importancia de las plantas ornamentales en el vivero”.
Para esta bogotana, una de las experiencias más enriquecedoras de la ruta es intercambiar conocimientos con los otros huerteros. “Parece que nos conociéramos de toda la vida. Nos une el amor por la tierra y una pasión por trabajar juntos sin egoísmos ni protagonismos individuales. Tenemos una retroalimentación continua y compartimos los conocimientos”.
Paz natural
Con el Vivero Ambientes Naturales, los esposos han encontrado la tranquilidad que no tenían en la contaduría pública. “Aunque es una profesión muy bonita, el nivel de responsabilidad es demasiado estresante. Con nuestro emprendimiento hacemos una actividad más agradecida, amable y tranquila, una terapia que deja huella en los que nos visitan”.
Alexandra es la que está a la cabeza del nuevo proyecto de vida familiar. Va casi todos los días a liderar a los dos trabajadores que tienen y se unta de tierra sembrando y cosechando en la huerta.
“Acá revivo todos esos recuerdos de la infancia cuando íbamos a visitar a los abuelos en la finca, me escapo del estrés de la ciudad y respiro un aire puro. Ya no trabajo como contadora para ninguna empresa, algo en lo que mi esposo sigue pero de forma independiente”.
La alimentación en su hogar cambió desde que iniciaron con el emprendimiento. “Cuando hay cosecha llevo a la casa lechugas, perejil, apio, remolacha, tomates cherry y cebolla. Con mi esposo y mi hija ahora estamos comiendo productos mucho más sanos y sabrosos”.
Los domingos, un padre que se enamoró de la huerta y el vivero, realiza una misa católica, una nueva ventana para que los feligreses conozcan el emprendimiento. “Cuando termina la misa las personas hacen todo el recorrido, compran los productos de la huerta y aprenden sobre agricultura urbana”.
Laura Valentina, su hija de 15 años, se está dejando contagiar por el trabajo ambiental de sus padres. “Desde muy pequeña es muy cuidadosa con la naturaleza y ama a los animales. Es demasiado sensible con esos temas, tanto que en el colegio decidió meterse en un grupo de reciclaje. No le imponemos nada, sólo dejamos que nuestro ejemplo hable”.
Esta contadora con espíritu ambiental promociona su emprendimiento por las redes sociales (Vivero Ambientes Naturales en Facebook y @viveroambientesnaturales en Instagram), espacios donde también le hace un llamado a la ciudadanía para que sea parte de la agricultura urbana.
“Se pueden crear huertas en espacios sencillos y organizados en las casas con envases de plástico, canastos y canecas. Tener y consumir estos productos genera una soberanía alimentaria y a su vez ayudan a conservar los recursos naturales al no utilizar químicos”.
Extraordinario artículo. Felicitaciones