• En su paso por el Jardín Botánico de Bogotá, Saray Frías volvió a sentirse valorada como mujer y encontró la fuerza que necesitaba para sacar adelante a sus cuatro hijos.
  • Esta venezolana conoció la agricultura urbana en las huertas de Ciudad Bolívar y Tunjuelito, sitios donde aprendió sobre las propiedades de las plantas y le dio vida a un emprendimiento verde.
  • Se trata de “Kaia: lo mejor de la tierra para ti”, champús sólidos, jabones faciales y acondicionadores naturales que siempre presenta en los Mercados Campesinos Agroecológicos de la entidad.

Saray Frías Ramos tiene el corazón clavado en Valencia, la capital y ciudad más poblada del estado de Carabobo en Venezuela. Allí nació y pasó toda su niñez y adolescencia en una época marcada por la prosperidad y felicidad.

“Solo tengo recuerdos bonitos de esos años en mi Venezuela del alma, un país que fue muy próspero y exitoso. Cómo era muy buena estudiante, me dieron una beca para estudiar ingeniería industrial y me gradué con méritos”.

Esta joven delgada y de ojos expresivos encontró trabajo al poco tiempo de graduarse en la parte administrativa de una empresa de distribución de quesos, donde se encargaba de la contabilidad y la supervisión.

Cuando se enamoró perdidamente de uno de los muchachos del barrio, Saray salió de la casa de sus papás, se organizó con su nueva pareja y así fueron llegando tres hijos: Valentina, Valeria e Isaac.

La felicidad por tener su propia familia, algo que soñó desde niña, no duró mucho. La relación se tornó tóxica por los comportamientos de su esposo, un hombre que la acosaba y celaba en su trabajo.

“Me separé y regresé a la casa de mis padres. Mi ex pareja se perdió del mapa, no respondió por sus hijos y ni siquiera llamaba para ver cómo estaban. Me convertí en madre cabeza de familia”.

En 2018, en medio de la crisis económica y social de Venezuela, Saray le dio otra oportunidad al amor. “Por suerte di con un buen hombre y al poco tiempo de conocernos quedé embarazada en medio de la situación más crítica de mi país”.

El dinero no le alcanzaba ni para comer, algo que la tenía sumida en una gran angustia por el futuro de Giselle, la hija que le crecía en el vientre. “Los precios en los supermercados estaban por las nubes. Mis hijos se pusieron muy flaquitos y la situación estaba cada vez peor”.

Cuando nació Giselle, Saray y esposo tomaron la decisión de buscar una mejor vida en Colombia. En noviembre de 2018, su compañero cruzó la frontera y ella lo hizo a los pocos días con los cuatro niños.

“Una amiga nos iba a recibir en Ciudad Bolívar, una localidad del sur de Bogotá. Cuando salí de mi país, me ataqué a llorar porque sabía que era un adiós definitivo a mi país, familia, raíces, recuerdos y a todo lo que había conseguido”.

Crisis de estrés

La vida en Bogotá no era la que pensaban. Saray y su esposo no encontraron trabajos formales y por eso ella se puso a vender dulces en los buses rojos de TransMilenio, algo que le pareció muy duro.

“Por ser venezolana, la mayoría de personas me miraban mal. También trabajé cuidando a una niña y haciendo oficio en una casa por los lados del aeropuerto. Menos mal mi esposo consiguió empleo en una empresa”.

La madre de cuatro hijos se dedicó a su cuidado y a las labores del hogar.  “A los tres mayores los llevaba al colegio por las mañanas y los recogía al mediodía, tiempo en el que me quedaba en casa con Giselle. Las tardes eran para las tareas”.

Las cuarentenas decretadas durante la pandemia del coronavirus, le causaron una crisis de estrés. Con toda su familia en casa, debido a que su esposo se quedó sin trabajo, la venezolana no paraba de llorar.

“Además del llanto, se me brotó toda la cara, se me cayó el cabello y me puse más flaca de lo normal; no tenía ganas de comer, arreglarme y me sentía una mujer fea”.

Yarinel Frías, una de sus hermanas, estaba muy preocupada por el estado de salud de Saray. “Me decía que parecía un palo por lo flaca y me daba mucha comida; yo creo que por el estrés y la depresión en la que estaba, nada me alimentaba”.

¡A florecer!

En 2021, Yarinel le comentó que iba a participar en un programa con el Jardín Botánico de Bogotá (JBB) que consistía en ayudar a reverdecer la ciudad y a cambio iba a recibir una contribución económica.

“Me dijo que llenara el formulario de ‘Mujeres que Reverdecen’, pero le dije que no tenía tiempo por todas las responsabilidades que tenía en la casa y con los niños. De solo pensarlo, me estresé más”.

A los pocos días recapacitó y se inscribió. El JBB la llamó para informarle que había sido seleccionada para estar en un grupo de 30 mujeres de las localidades de Ciudad Bolívar y Tunjuelito.

“Íbamos a aprender sobre las coberturas vegetales, como arbolado, jardines y agricultura urbana. El primer día estaba muerta de susto porque yo solo socializaba con mi hermana, esposo e hijos desde que llegué de Venezuela”.

Diana Castro, ingeniera agrónoma del JBB, la fue guiando para que venciera sus miedos y timidez. “La profe nos hizo talleres de meditación, autoconocimiento y perdón; poco a poco empecé a florecer como mujer gracias a mis compañeras y Diana”.

Saray ayudó a fortalecer varias huertas urbanas de Tunjuelito y Ciudad Bolívar, como Chihiza-Ie, El Edén, Renacer, ASOGRANG y Años Dorados. También embelleció el sur de la capital con nuevos árboles y jardines.

“Las huertas y las palabras de la profe y mis compañeras, fueron desvaneciendo mi depresión y comencé a sentirme mucho mejor anímicamente. El brote de mi cara desapareció y el cabello me volvió a nacer”.

En medio de las hortalizas y plantas medicinales, Saray volvió a sentirse libre, bonita y feliz. Sus hijos notaron su cambio y le dijeron que ya no era una mamá regañona, amargada y con mala cara.

“Yo creo que florecí como mujer por la satisfacción de sentirme útil y hacer algo para la comunidad y el planeta; sembrar vida en las huertas y los parques de la ciudad ha sido una de las experiencias más hermosas que he vivido”.

Empresaria verde

La ingeniera Diana Castro no solo se encargó de enseñarles a trabajar en las coberturas vegetales a las 30 mujeres del grupo que tuvo a su cargo. También las motivó a crear emprendimientos ambientales.

“Para podernos graduar como ‘Mujeres que Reverdecen’, teníamos que darle vida a un proyecto relacionado con alguno de los aprendizajes del programa. Como a mí me enamoró la agricultura urbana, decidí irme por esa línea”, recuerda Saray.

La nueva mujer, una venezolana que antes no se veía al espejo y había perdido las ganas de arreglarse, aprendió a transformar algunas de las plantas aromáticas y medicinales de las huertas en productos naturales.

“La profe Diana nos enseñó a hacer champús sólidos, jabones faciales y acondicionadores. Con mi hermana decidimos incluirles los extractos de algunas plantas y así nació ‘Kaia: lo mejor de la tierra para ti’, nuestro emprendimiento ambiental que nos tiene muy contentas”.

Según Saray, los champús sólidos son benditos para el cabello. “El de sábila es para hidratar, romero para evitar la caída, manzanilla para los rubios, menta para el pelo normal y jengibre con limón para el graso”.

La prueba de fuego de este emprendimiento ecoamigable fue uno de los Mercados Campesinos Agroecológicos ‘Bogotá es mi Huerta’ del Jardín Botánico, donde Saray y su hermana mostraron por primera vez su obra.

“A los visitantes les llamó mucho la atención nuestros champús y nos compraron muchos. Para mí fue todo un reto porque siempre he sido algo tímida y me cuesta conversar con extraños; pero creo que logré vencer esos miedos”.

La calidad de sus productos y el talento de estas dos venezolanas han hecho que ‘Kaia: lo mejor de la tierra para ti’ siga creciendo. Por ejemplo, ya cuentan con redes sociales para vender a través del ciberespacio.

“Nos pueden encontrar en Facebook (Kaia Champú Sólido) y en Instagram (@kaiachampuy). Manejamos pagos electrónicos y también hacemos domicilios”.

Saray ha presentado este emprendimiento verde a varias iniciativas que le han permitido mejorar los champús y jabones. “Nos han dado recursos para comprar máquinas y hacer toda la publicidad. Todas las plantas provienen de huertas urbanas del sur de la ciudad”.

‘Kaia: lo mejor de la tierra para ti’ ahora hace parte de los emprendimientos locales que siempre participan en los Mercados Campesinos Agroecológicos del JBB, actividad realizada los primeros fines de semana de cada mes.

“Siempre estaré eternamente agradecida con el Jardín Botánico, una entidad que me dio la fuerza para seguir adelante, me hizo florecer como mujer y me enseñó muchas cosas de la agricultura urbana para convertirme en empresaria ambiental; es mi segunda casa”.

Saray concluye con una reflexión para todas las mujeres. “Cuando uno es mamá muchas veces se pierde como mujer por dedicarse a los hijos. Eso cambió con la oportunidad que me dio el JBB, donde me sentí plena, hermosa y valiosa; mi interior reverdeció y soy una nueva mujer”.

Jhon Barros
Author: Jhon Barros

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Jardín Botánico de Bogotá