• Hace 17 años, María Elena Villamil fusionó sus dos grandes pasiones: la gastronomía y la agricultura urbana.
  • En la huerta Santa Elena, esta bogotana nacida y criada en el barrio La Perseverancia siembra la materia prima con la que elabora novedosas recetas dulces y saladas.
  • Con remolacha, brócoli, cebolla, zanahoria, espinaca, acelga y plantas aromáticas prepara helados, mermeladas, dulces, mayonesas, patés, salsas y encurtidos.

María Elena Villamil no se cansa de hablar de La Perseverancia, un barrio tradicional de la localidad de Santa Fe donde nació, pasó toda su niñez y adolescencia y se enamoró profundamente de la cocina.

Esta bogotana de estatura baja, piel trigueña y voz gruesa recuerda que en su niñez se la pasaba horas observando cocinar platos típicos a las mujeres que habitaban en los apartamentos de la casa colonial donde vivía con su madre y hermanos. 

“La señora Olimpia hacía rellena y chicha y se las vendía a los hombres que iban a jugar tejo a la casa. Todas las mujeres tenían emprendimientos culinarios y por eso cultivaban cilantro, cebolla, tallos, habas, frijoles y plantas aromáticas en los patios de la casa”.

A los siete años, María Elena se escondía para observar detalladamente a las cocineras de La Perseverancia y luego probar su sazón. También se escapaba a la casa de unos vecinos a ver preparar carne de chivo y rellena.

“A la que más observaba era a mi madre Anatilde, una mujer que hacía la comida de los matrimonios, bautizos, fiestas y primeras comuniones del barrio. Ella me enseñó a cocinar y me tocaba replicar sus platos al pie de la letra para no recibir un pellizco”.

Luego de vivir en otros barrios de la capital del país, trabajar en varias empresas desde antes de cumplir la mayoría de edad y tener a sus tres hijas, María Elena regresó al barrio que tanto ama y se encargó de atender la tienda de una de sus hermanas.

“A los pocos meses encontré una hermosa casa en el barrio San Martín, abajo de La Perseverancia, y monté un local donde vendía líchigo, golosinas, chance, mis manualidades y cervezas”.

En esa época tuvo la oportunidad de aplicar todos los conocimientos de cocina que adquirió durante su niñez. Los obreros de una construcción le dijeron que si les podía preparar los almuerzos y desayunos.

“Sin embargo, empecé a sentir la necesidad de estudiar algo. Primero me inscribí en unos cursos de pastelería del SENA y luego continué mis estudios con un técnico en panadería y repostería y otro de complementación en cocina”.

Uno de sus profesores le propuso trabajar como panadera en un restaurante del norte de la ciudad y luego estuvo en sitios reconocidos como Félix, La Fragata y Átomos Volando. En 2001 decidió montar su propio negocio.

“Primero puse un restaurante en el barrio Julio Flórez y luego en la zona industrial de Paloquemao. Me sentía muy cansada y pensé que en mi casa tenía el espacio ideal para mi propio restaurante, el cual llamé Ellas”.

Huertera

En 2007, una de sus mejores amigas le dijo que tenía suficiente espacio para cultivar en la casa y así obtener la principal materia prima para todas las recetas que preparaba en su restaurante familiar. 

Cuando salieron las primeras mazorcas, María Elena cocinó los granos y empezó a pensar en fusionar el restaurante con una huerta, como lo había visto en un programa de televisión presentado por Gloria Valencia de Castaño. 

“Pero antes quería aprender a sembrar sin utilizar químicos. En 2008 fui a donde Crispín, el padre de la parroquia que trabajaba con el SENA en muchos proyectos, y le propuse que hiciéramos un curso de agricultura urbana”.

El SENA les pidió un mínimo de 70 personas para el curso. Según María Elena, los ciudadanos fueron capacitados durante dos años y aprendieron mucho de compostaje, “pero descubrimos que en mi patio no salía la comida directamente del suelo por la sombra de un gran pino”.

Con ayuda de sus vecinos, esta cocinera de La Perseverancia montó varias camas elevadas con materiales reciclados para sembrar varias hortalizas, frutales y plantas medicinales, productos que luego vendían en la zona.

“Un proyecto de la Alcaldía Local de Santa Fe y la ONG Manos Amigas me ayudó con la construcción del invernadero, una estructura fundamental porque todos los días llegaban muchas aves y gatos a hacer estragos en los cultivos”.

En la cocina del restaurante de su casa, el cual renombró como Huerta y Sazón, María Elena empezó a preparar ensaladas y otros platos con las hortalizas y verduras de la huerta; los clientes siempre quedaban satisfechos con el sabor.

En 2015, debido a que su hija Luz Ángela ya no podía ayudarle con el restaurante por una nueva oferta laboral, la nueva huertera tomó una de las decisiones más dolorosas en su vida: cerrar su exitoso negocio.

“Me dediqué de lleno a la huerta y la nombré Santa Elena por recomendación del profesor del SENA Alberto Mogollón. Fue muy triste dejar en el pasado el restaurante donde florecí como mujer”.

Emprendimiento novedoso

María Elena tenía claro que la cocina no iba a salir de su vida. Con la huerta cada vez más consolidada, empezó a pensar en un emprendimiento donde pudiera fusionar sus conocimientos culinarios con los cultivos agroecológicos.

“Mi objetivo era hacer helados, mermeladas, dulces, mayonesas, postres, patés, salsas y encurtidos elaborados con remolacha, brócoli, cebolla, zanahoria, espinaca, acelga, plantas aromáticas, entre otros”.

Esta idea nació en los años que tuvo el restaurante, un negocio que duró más de ocho años, cuando comprendió que podía utilizar los productos de la huerta no solo para hacer cosas saladas como ensaladas y sopas. 

“Empecé con las mermeladas de cebolla, cilantro y remolacha, las cuales ofrecía los días viernes en el restaurante, y luego experimenté con los helados. Los clientes fueron mis conejillos de indias y todos quedaron sorprendidos con los sabores”.

Sus novedosas preparaciones fueron cogiendo fama en los barrios tradicionales de este sector de la localidad de Santa Fe, como La Perseverancia, San Martín y La Macarena. Algunas personas le dijeron que registrara los productos ante el INVIMA, pero no le interesó.

“Nunca he tenido la intención de vender como loca por toda la ciudad. El que quiera probar mis productos debe venir a la casa a conocer la huerta y la historia de este proceso comunitario que ya supera los 15 años de vida”.

Sus hijas y varios jóvenes que ha conocido en su largo viaje en la agricultura urbana, le ayudaron a crear sus propias cuentas en redes sociales como Facebook (Huerta Santa Elena), Instagram (@huertasantaelena) y TikTok (huertasantaelena1).

“También monté mi propia página web (https://huertasantaelena.wixsite.com/misitio) y canal de YouTube (@huertasantaelena9968). Los ciudadanos pueden ingresar a cualquiera, conocer algo de la historia y cuadrar una visita para probar las recetas”.

Para conocer la fusión de la gastronomía con la agricultura urbana que hace María Elena en su huerta, ubicada en la carrera 5a # 31-40, la comunidad puede escribir un correo (huerta.santaelena@gmail.com) o llamarla a su número de celular (313 8285482).

Cuando recibe las llamadas, lo primero que les informa a sus clientes es cuáles hortalizas o plantas hay en la huerta. “Todas las huertas deben ser dinámicas. En Santa Elena hay épocas en las que no puedo preparar ciertos productos porque todo ya fue cosechado”.

En la huerta, María Elena también tiene varias marihuanas sembradas en materas y botellas plásticas, plantas con las que elabora pomadas, aceites y gotas que ayudan a aliviar las enfermedades. 

“Desde que cultivo cannabis mis hijas dicen que me la fumo verde porque tuve un cambio radical en mi forma de pensar. Las molesto mucho cuando van a la iglesia y ellas me contestan que así las crie; pero yo ahora soy más moderna”.

Jhon Barros
Author: Jhon Barros

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