• Lady Rodríguez, habitante del barrio El Paraíso en la localidad de Chapinero, fue una de las “Mujeres que Reverdecen” del Jardín Botánico de Bogotá que logró darle vida a su propio emprendimiento ambiental.
  • Durante el programa montó una pequeña huerta en el patio de su casa y la llenó de caléndula, una planta medicinal que fusiona en bálsamos labiales, exfoliantes y aceites desmaquillantes.
  • Sus productos naturales fueron presentados en los Mercados Campesinos Agroecológicos. Con la ayuda de sus hijas y esposo, esta bogotana quiere consolidar su negocio verde. 

Los cerros orientales, ese cordón montañoso donde el sol despunta sus primeros rayos y que abarca zonas de las localidades de Usme, San Cristóbal, Santa Fe, Chapinero y Usaquén, es una de las principales joyas biodiversas de la capital del país.

Según la Fundación Cerros de Bogotá, en este territorio verde habitan por lo menos 30 especies de mamíferos, 140 de aves, seis de reptiles y ocho de anfibios, como zorros cangrejeros, chuchas, ardillas, colibríes, curíes, lagartijas y ranas.

Aunque su vegetación original ha palidecido por la introducción de especies foráneas como el pino, eucalipto y acacia, aún conserva varios de sus representantes nativos: arrayán, cucharo, corono, encenillo, mano de oso, laurel de cera y raque, son tan solo algunos.  

Desde lo más alto de los cerros tutelares de Bogotá descienden cerca de 1.100 hilos hídricos que nutren la sabana, como es el caso de los ríos Arzobispo, Fucha, San Francisco o Vicachá y Teusacá, y las quebradas Las Delicias y La Vieja.

Lady Rodríguez Cuervo, habitante del barrio El Paraíso (localidad de Chapinero), desde niña fue testigo de la explosión de biodiversidad de los cerros. En esa época, las construcciones y las vías no eran parte del paisaje. 

“El Paraíso está ubicado arriba del Parque Nacional, por lo cual es una zona con mucho verde, ríos y quebradas. Cuando era niña iba con mis amigos y dos hermanos a jugar en el Arzobispo, un río que luego es canalizado y termina muy mal en el río Bogotá”.

Esta bogotana asegura que creció en medio de un paraíso natural maravilloso. “Es un barrio humilde y con gente guerrera y echada para adelante. Aunque su magia biodiversa ha sufrido un poco, aún sobreviven muchos tesoros que pocos bogotanos conocen”.

En su niñez y adolescencia, Lady intercaló sus estudios con largos recorridos por los cerros de la capital. “Como no tuvimos papá, Isabel Cuervo, nuestra mamá, nos dio techo, comida y los estudios de bachillerato”. 

Luego de obtener el título de bachiller, la joven hizo un técnico en enfermería. Luego, debido al gusto que tenía por el maquillaje y los peinados, se matriculó en varios cursos de belleza. “A los 20 años conocí al amor de mi vida, John Velazco, y nos organizamos en la casa de mi mamá”.

La vida le dio tres retoños: Lorena, Dulce María y Juan Sebastián, pero su último hijo falleció al poco tiempo de nacer. “La pérdida de mi bebé me dejó con el alma rota. No quería ni levantarme de la cama”.

En medio del dolor y la tristeza, Lady montó un negocio de belleza para hacerles las uñas a sus vecinas y conocidas del barrio. “Después de perder a mi niño me dediqué al hogar y a atender a las clientas en la casa para tener más recursos económicos”.

Reverdece el alma

La pandemia del coronavirus causó heridas profundas en su núcleo familiar. Debido a las cuarentenas y restricciones, las clientas se esfumaron y su esposo se vio perjudicado por la falta de trabajo.

“Estábamos pasando una crisis económica muy angustiante, tanto así que nuestras hijas pasaron de estudiar en un colegio privado a uno público. Me sentía desesperada porque no veía una luz en este panorama oscuro”.

En septiembre de 2021, Lady recibió una propuesta del Jardín Botánico de Bogotá (JBB): ser parte del programa “Mujeres que Reverdecen”, el cual ayudó económicamente a miles de ciudadanas por reverdecer la ciudad.

“Los expertos del JBB nos iban a capacitar sobre huertas urbanas, jardines y arbolado y luego recibiríamos transferencias monetarias por ayudar a fortalecer las coberturas vegetales. Esa noticia me causó una paz emocional enorme”.

Lady quedó entre las cerca de 1.000 “Mujeres que reverdecen” vinculadas voluntariamente al Jardín Botánico e ingresó al grupo de 28 ciudadanas de la localidad de Chapinero que estuvieron a cargo de la ingeniera Claudia Veloza.

“Cómo nunca había sembrado una sola planta, al comienzo me dio susto. Pero la profe Claudia me tuvo paciencia y me llenó de muchas ganas de aprender de todas estas temáticas ambientales tan bonitas”.

Veloza llevó a sus alumnas a varias huertas del barrio San Luis, al parque de la 85, a las jardineras de la Universidad Javeriana y al parque de Las Margaritas, donde poco a poco se volvieron expertas en agricultura urbana, jardinería y arbolado.

“Lo más hermoso para mi fue el trabajo en las huertas. Luego de sembrar las semillas y plántulas, lo más lindo es cosechar los alimentos. Generar vida es un tesoro y por eso no me importa madrugar, sudar, ensuciarme y guerrearla en las calles”.

La adecuación de los terrenos para las huertas le pareció un trabajo duro. “Nos tocó limpiar y adecuar sitios llenos de maleza y mugre para montar huertas. La recompensa fue sembrar y cosechar hortalizas y plantas libres de químicos”.

Fusión natural

Cuando la ingeniera Claudia Veloza les dijo a las 28 mujeres que tenían que crear un emprendimiento ambiental para aplicar los conocimientos adquiridos en el programa, Lady pensó en la actividad con la que se gana la vida.

“Como soy estilista, la profe me dijo que fusionara algunas plantas medicinales en la elaboración de productos de belleza. Claudia me recomendó utilizar la caléndula, una planta medicinal con muchas propiedades que mejoran la salud”.

El objetivo era utilizar las hojas y flores de la caléndula para hacer bálsamos labiales y aceites desmaquillantes, productos que Lady manejaba al derecho y al revés desde que hizo los cursos de belleza.

“La profe me enseñó a hacer exfoliantes para la piel con el cuncho del café, algo que ignoraba totalmente. Me gustó mucho esta idea porque al reutilizar un residuo ayudo al medio ambiente y además los productos son benditos para la salud”.

Lady aprendió que la caléndula, una planta que alcanza los 60 centímetros de altura y se propaga por semillas, tiene poderes antiinflamatorios y sus hojas combaten las infecciones cutáneas y ayudan a cicatrizar. “También alivia los dolores del cuerpo e hidrata la piel”.

Para darle marcha a su emprendimiento, la bogotana montó una pequeña huerta en el patio de su casa utilizando canecas de plástico, envases donde sembró principalmente las caléndulas con flores de color naranja.

También reverdeció la huerta con lechugas, tomates, acelgas, remolachas y rábanos. “Lo más importante es que no utilizo ningún tipo de químico. Con esas hortalizas y plantas preparo deliciosas ensaladas”.

“Al Natural”, nombre de su negocio verde, consta de un kit de belleza conformado por aceite desmaquillante, exfoliante con el cuncho del café y bálsamo labial. “La caléndula es la protagonista en estos tres productos”.

Según Lady, el aceite desmaquillante tiene aceite de coco o almendras y los bálsamos miel de abejas. “Todos son naturales y sirven para hidratar la piel, algo que me tiene muy contenta y orgullosa”.

Su emprendimiento fue presentado oficialmente en uno de los Mercados Campesinos Agroecológicos del JBB. “Mis hijas y esposo me ayudaron a decorar el stand y hacer la publicidad de los productos. Me fue súper bien porque vendí todos los kits”.

Lorena, su hija mayor, la acompañó a vender en el mercado campesino. “La traje para que interactuara con la gente, perdiera la pena y viera que en esta vida toca guerrear y luchar honradamente”.

La empresaria verde ofrece sus productos a través de los contactos que tiene en WhatsApp. “Mis hijas me van a ayudar a crear las redes sociales y también quiero participar en otras ferias por toda la ciudad”.

Según Lady, al comienzo ninguna de sus hijas ninguna le ayudaba a sembrar y cuidar las caléndulas de la huerta. “Ahora son mis manos amigas. Mi hija menor no arranca una sola flor y me dice que toca cuidar y amar a todas las plantas”.

Esta emprendedora asegura que el programa “Mujeres que reverdecen” la ayudó económicamente, le permitió hacer nuevas amigas y la convirtió en una persona que ayuda a cuidar los recursos naturales.

“Antes me daba miedo salir a la calle y hablar con la gente. Pero la profe Claudia, que es bastante metedora y sociable, me ayudó a perder la pena. Ella es como una hermana mayor que ahora hace parte de mi corazón y mi alma”.

Con sus compañeras, Lady compartió el momento más duro de su vida: la pérdida de su hijo Juan Sebastián. “Varias de mis nuevas amigas pasaron por lo mismo. Durante el programa hablamos de esas experiencias y ahogamos las tristezas sembrando en las huertas”.

Jhon Barros
Author: Jhon Barros

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Jardín Botánico de Bogotá