- La entrada de Abriendo Caminos, un jardín infantil afro ubicado en la localidad de Rafael Uribe Uribe, se llenó con un centenar de plantas medicinales y hortalizas.
- Los regalos de esta huerta, llamada Trenzando Saberes, son transformados en pomadas y aceites medicinales. Varias sabedoras se encargan de transmitir las tradiciones ancestrales del Pacífico y Caribe colombianos.
- Más de 110 niños y niñas, además de padres de familia y trabajadores del jardín, participan en las jornadas de siembra y cosecha en medio de cantos y arrullos.
En septiembre de 2023, la Secretaría Distrital de Integración Social abrió las puertas del tercer jardín infantil afro de Bogotá. Se trata de Abriendo Caminos, una edificación de varios pisos ubicada en el barrio Granjas de San Pablo de la localidad de Rafael Uribe Uribe.
En este sitio, más de 110 niños y niñas afro, mestizos e indígenas reciben una atención pedagógica basada en la interculturalidad y tradiciones ancestrales de la cultura de las regiones del Pacífico y Caribe colombianos.
Un equipo de profesionales y sabedoras se encarga de transmitir esos conocimientos a los pequeños de caminadores, párvulos y prejardín, lecciones que buscan generar una conexión con las raíces culturales afrocolombianas.
La sala de música del jardín cuenta con instrumentos musicales tradicionales como cununos, bombos, xilófonos, marimbas, palos de agua y panderetas. Según la Secretaría de Integración, las sabedoras lideran un trabajo importante con las niñas y niños.
“Ellos sienten mucha curiosidad por los peinados, trenzas, turbantes y bailes de nuestra cultura. En el jardín fortalecemos los saberes afro y son compartidos a niñas, niños y sus familias”, informó la entidad el día de la inauguración del jardín.
Según Leidy Tatiana Palacios Urrutia, responsable del jardín, esta estrategia educativa nace de la deuda histórica que tiene el Estado con la población afro. Por eso, el talento humano es afro y se encarga de compartir los aprendizajes que tuvieron en sus territorios.
“También nace para mitigar el racismo. Acá recibimos a todos los niños y niñas sin importar el color de piel, procedencia o costumbres; buscamos que aprendan a convivir con todo tipo de personas, sin importar su forma de pensar”.
En el jardín, los pequeños, la mayoría de familias del Chocó, la Costa Atlántica e incluso Venezuela, conocen los saberes tradicionales de los territorios afros del país, como son los arrullos y cantos. “Nuestras actividades giran en torno al enfoque diferencial”.
Huerta ancestral
La entrada del jardín afro, una zona protegida por una reja de color blanco, fue dotada con un jardín horizontal conformado solo por plantas ornamentales. Las profesoras y sabedoras conocieron esta cobertura vegetal el día de la inauguración.
“La temporada de sequía de este año acabó con la mayoría de las plantas. En esa época, uno de los niños nos motivó a darle un cambio al sitio cuando le preguntamos de dónde vienen los alimentos y él respondió que de la nevera”, dijo Leidy Tatiana.
El objetivo era transformar el antiguo jardín en una huerta ancestral. Según la responsable del jardín, una mujer nacida en el Medio San Juan del Chocó, de esta manera los pequeños iban a conocer todo lo que se necesita hacer para tener comida en la mesa.
“La siembra es algo muy importante para nosotros. Sin embargo, hemos vivido en una escasez y vulnerabilidad debido a que hemos perdido esa tradición; es fundamental que las nuevas generaciones aprendan a sembrar y cosechar sus propios alimentos”.
En marzo de este año, Nicolasa Ibargüen, una de las sabedoras del jardín, recorrió el terreno, en ese entonces el suelo lucía árido y con exceso de maleza. “Contamos con el espacio suficiente para sembrar varias de las plantas sanadoras de nuestro territorio”, les informó.
Con la ayuda de las personas de mantenimiento, se retiró la tierra que no servía de los cajones horizontales de madera del antiguo jardín. También se recuperaron algunas plantas, la mayoría suculentas.
Luego, varios familiares de los niños y trabajadores de Abriendo Caminos gestionaron recursos para comprar las plántulas de las hortalizas y plantas medicinales y aromáticas. La sabedora tuvo que ausentarse un tiempo del proceso debido a problemas de salud.
“Sembramos plantas muy importantes para nuestra cultura, en especial para las parteras, como el llantén, caléndula, acetaminofén e insulina. Varias de ellas se las compramos al familiar de una señora de servicios generales que tiene un invernadero”.
Manos amigas
Mientras la huerta cogía forma, personas del Kilombo de Rafael Uribe Uribe, uno de los centros medicinales de atención principalmente femenina basados en saberes tradicionales afro, visitaron el jardín.
“Las parteras nos dieron varios consejos para mejorar la huerta. Además, nos informaron que el Jardín Botánico de Bogotá (JBB) brinda asesoría técnica e insumos a los procesos de agricultura urbana en la ciudad”, recuerda Leidy Tatiana.
Le dieron el contacto de Sebastián Molina, uno de los profesionales del JBB que trabaja con los huerteros de la localidad. La chocoana le contó sobre la huerta ancestral del jardín y ambos agendaron una visita.
Cuando Molina conoció la huerta, evidenció que el proceso estaba bastante avanzado. Sin embargo, se comprometió con darles varios insumos, como más tierra abonada y plántulas, además de clases de agricultura urbana.
Durante sus visitas al jardín, Sebastián los capacitó en temas como el manejo adecuado del suelo, el control de las plagas con productos naturales y a hacer compostaje, algo que la comunidad afro hace de manera distinta en el territorio.
“La alianza con el JBB nos ha permitido fortalecer mucho la huerta. Por ejemplo, organizamos mejor las plantas y estamos utilizando alelopatía para evitar que los insectos las afecten; también instalamos varias señaléticas con los nombres y propiedades de las especies”.
Lechuga, acelga, acetaminofén, insulina, hierbabuena, menta, toronjil, llantén, cebolla de rama y cabezona y caléndula, son algunos de los tesoros que le dieron un nuevo aspecto y olor a la huerta, nombrada Trenzando Saberes.
“Nuestra intención es que la huerta cuente con varias de las plantas que utilizamos en nuestros territorios, algunas de las cuales son desechadas y no les ponen mucha atención a pesar de contar con muchas propiedades medicinales”.
Aceites, pomadas y mucha unión
Las sabedoras, profesoras y algunas madres de familia transforman las plantas medicinales y aromáticas de la huerta en pomadas y aceites que alivian las dolencias del cuerpo y del alma. La caléndula es la más utilizada.
“Nos gustaría que los niños se alimentaran con las plantas comestibles, pero para eso se requiere del permiso de la nutricionista. Sin embargo, nosotros preparamos deliciosas ensaladas para el grupo de talento humano del jardín”.
Los más de 100 niños y niñas que estudian en el jardín afro han estado relacionados con la huerta. Las profesoras los llevan seguido para que ayuden con la siembra, cosecha y hacer el deshierbe.
“Todos tienen que tocar la tierra, algo que a algunos no les gustaba mucho al comienzo porque se ensucian la ropa. Eso ha cambiado bastante y ahora la mayoría sabe de dónde vienen los alimentos que ven en las neveras”.
Una clave para que las plantas crezcan hermosas es hablarles con amor. Según Leidy Tatiana, todas las personas que participan en la huerta lo hacen y por eso el verde intenso es el color que manda la parada.
“Cuando se ponen marchitas, inmediatamente las llenamos de cariño y les hablamos con mucho amor; al poco tiempo vuelven a su forma natural y se ponen hermosas. Así hicimos con las plántulas pequeñas que nos dio el JBB y hoy están casi listas para cosechar”.
El terruño agroecológico del jardín ha convertido a varios de los padres de familia en huerteros. “Les hemos dado esquejes y semillas para que monten sus huertas caseras. No se requiere de grandes espacios para sembrar”.
Futuro esperanzador
El Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud (Idipron) también aportó su granito de arena para darle más color y vida al sitio donde está ubicada la huerta Trenzando Saberes.
En la fachada del jardín infantil Abriendo Caminos, varios muchachos de esta entidad pintaron un mural con los rostros de cuatro niños de diferentes tonos de piel y algunas formas geométricas con colores encendidos.
Leidy Tatiana no puede ocultar el orgullo cuando ve el aspecto actual de la huerta. Asegura que no es un espacio común, sino un terreno con un propósito especial: unir a las familias, niños, niñas y talento humano del jardín.
“Acá rompimos esquemas. En la huerta no solo sembramos y cosechamos, también les cantamos y hablamos con amor a las plantas, enseñanzas que han calado mucho en la población infantil”.
Cuando alguna persona intenta llevarse una de las plantas, Luz Adriana Jiménez, vigilante del jardín, les habla con respeto para que no lo hagan. “Les digo que si quieren les regalamos un hijito para que se lo lleven a la casa; poco a poco esta problemática ha disminuido”.
El futuro de la huerta es esperanzador. Según la responsable del jardín, la meta es continuar fortaleciendo este proceso ancestral que le ha permitido a la comunidad cambiar su forma de ver a las personas afro.
“En Trenzando Saberes estamos cambiando los esquemas de que las mujeres afro somos rudas y bruscas. Con la huerta demostramos que somos maternales y tenemos mucho amor y conocimiento para dar”.
Con esta experiencia, las profesoras del jardín crearon una experiencia significativa que llamaron “Sembrando saberes desde la huerta y la territorialidad”, la cual presentaron a Premios por la Niñez.
“Nuestro objetivo no era ganar, sino visibilizar todas las actividades y ejercicios que hacemos en pro de una comunidad de niños que son educados para disminuir el racismo contra la comunidad afro”.
Un linda experiencia, gracias a el JARDÍN BOTÁNICO DE BOGOTÁ