- René Méndez, un tolimense que vive en el barrio Pesebre, lleva nueve años sembrando lechuga, cilantro, perejil, coliflor, papa y zanahoria en su terraza.
- Desde pequeño aprendió a cultivar la tierra en el municipio de Flandes, conocimientos que ha fortalecido a través de las asistencias técnicas del Jardín Botánico de Bogotá.
- Este huertero se convirtió en el profesor de agricultura urbana de Juan Pablo, un niño que vive en uno de los apartamentos que tiene en arriendo en su casa.
Rafael Uribe Uribe, una de las localidades más extensas del sur de la ciudad, fue bautizada en honor a un abogado, político, parlamentario y militar antioqueño que participó como general liberal en la Guerra de los Mil Días.
Más de 370.000 ciudadanos habitan en este sector que limita con San Cristóbal, Tunjuelito, Antonio Nariño y Usme. Muchos de ellos provienen de municipios de las regiones más fértiles y agrícolas del país, por lo cual llevan el arte de labrar la tierra en su sangre.
Esta localidad es reconocida como uno de los terruños capitalinos insignia en agricultura urbana, una actividad que se basa en sembrar y cosechar alimentos de una manera agroecológica en espacios pequeños como patios y terrazas.
Con el fin de fortalecer esta práctica, a finales del 2020 el Jardín Botánico de Bogotá (JBB) y la Alcaldía Local de Rafael Uribe Uribe firmaron un convenio para fortalecer 100 huertas familiares y 20 comunitarias en la localidad.
“Aunque la puesta en marcha del convenio fue compleja por los estragos de la pandemia del coronavirus, logramos capacitar a más de 400 personas a través de cursos básicos y especializados de agricultura urbana”, dijo Alma Melo, técnica del JBB.
René Méndez, un tolimense de 66 años que desde hace tres décadas vive en Pesebre, un barrio ubicado en una montaña alta al que también llaman Río de Janeiro, fue uno de los beneficiados de este convenio.
Con la asesoría del JBB logró fortalecer su huerta casera, ubicada en el tercer piso de su casa, donde hay terraza. Allí tiene seis camas llenas de lechuga, cilantro, perejil, coliflor, papa y zanahoria, además de decenas de materas con plantas ornamentales.
“Mi huerta nació hace nueve años porque quería volver a sembrar, una actividad que aprendí muy pequeño en el municipio de Flandes, donde nací. Desde esa época he recibido mucho apoyo y asesoría del Jardín Botánico y la Alcaldía Local”.
Aunque es experto en labrar la tierra, a René le encanta fortalecer sus conocimientos constantemente. Por eso, en febrero del año pasado se inscribió en el curso básico de agricultura urbana del Jardín Botánico.
“Además de aprender nuevas técnicas para controlar las plagas que afectan a los cultivos, a través de este curso recibí insumos para mejorar mi huerta, como tierra abonada, semillas y plántulas”.
Con la asesoría de Alma Melo, este tolimense construyó más camas para sus cultivos. “Antes tenía solo tres y gracias al curso ahora cuento con seis. Esto me ha permitido contar con más alimentos sanos y sin químicos para llevar a la mesa”.
Sembrando semillas
René no ha estado solo como huertero. María Verónica, su esposa, le ayuda a ratos a sembrar, cosechar o regar las plantas. “Sin embargo, desde hace poco tengo un ayudante fijo: Juan Pablo, un niño de ocho años que vive en uno de los apartamentos que tengo en arriendo en la casa”.
Según este flamenco que trabaja en la construcción, desde que Juan Pablo vio la huerta se contagió con la agricultura urbana. “Me ayuda mucho a regar y sembrar. Cuando llega del colegio sube a la terraza y se come pedacitos de lechuga y cilantro”.
El niño huertero lo tiene muy contento. “Ya me dijo que cuando sea grande y tenga casa propia, lo primero que va a hacer es montar una huerta. Me llenó de alegría cuando me aseguró que quería ser como yo”.
Todo lo que cosecha en la huerta es para el consumo de su familia, conformada por su esposa y su hija Sady Maritza, a quien no le gusta mucho el trabajo de la huerta. “La comercialización no es mi objetivo. En los años que llevo con la huerta no he vendido una sola rama de cilantro”.
En su casa viven otras cuatro familias en arriendo, las cuales se han beneficiado con la huerta. “Siempre que hay cosecha voy a los apartamentos que tengo en arriendo y les entrego a los inquilinos los productos sanos y frescos”.
René también hace trueques con un vecino que tiene una huerta. “Yo le llevo cilantro, papa y cebolla y él a cambio me da frutas, plantas aromáticas y mazorcas. El trueque es el espíritu de la agricultura urbana”.
La terraza no es la única parte de la casa que luce verde. “Siempre he sido un amante empedernido de las plantas, por lo cual tengo cien matas ornamentales en sitios como las escaleras, colgadas en los techos y en el apartamento donde vivo”.