- ‘Las Orquídeas’ son un grupo de 10 mujeres de esta localidad del sur de la ciudad que decidieron ampliar sus conocimientos ambientales para montar pequeñas huertas en las terrazas y patios de sus casas.
- Durante el mes de marzo, participaron en el curso básico de agricultura urbana del Jardín Botánico de Bogotá (JBB), donde recibieron talleres sobre la adecuación del espacio para las huertas, semilleros, reciclaje, compostaje, lombricultivos, biopreparados y transformación de alimentos.
- Estas madres con diferentes edades e historias de vida, recibieron un diploma que las certifica como huerteras de Usme, una actividad agroecológica que replicarán con sus familiares y conocidos.
Algunas hicieron citas en las peluquerías del barrio para que les arreglaran el cabello y les pintaran las uñas de las manos. Todas mandaron a la lavandería sus mejores vestidos y pidieron la ayuda de sus hijas para que les maquillaran los rostros y así lucieran como si fueran a asistir a una fiesta.
Luz Erika Hernández, una madre de dos hijos y habitante del barrio Virrey de la localidad de Usme, madrugó para dejar impecable su casa. Organizó los muebles de la sala y el comedor en forma de círculo, compró una decoración dorada y plateada y mandó a pedir varias cajas de arroz chino.
Eran las 11 de la mañana del pasado sábado 9 de abril, un día frío pero con un cielo sin rastro de una sola nube. Poco a poco, la morada de Erika, de tres pisos y ubicada cerca del CAI Yomasa, empezó a llenarse con la presencia dicharachera de nueve de sus mejores amigas, todas vestidas con sus mejores indumentarias, emperifolladas y perfumadas.
La pena y la timidez no fueron parte del encuentro matutino. Las 10 mujeres de Usme, algunas acompañadas por sus hijos, conversaban con un tono de voz elevado, fiestero y fraternal, charlas que fueron amenizadas por los vallenatos, salsas y merengues que emergían de un equipo de sonido.
Un mensajero tocó el timbre para entregar un brazo de reina relleno con fresas y a los pocos minutos llegó otro repartidor con cinco cajas de arroz chino, varias gaseosas, platos y vasos plásticos y un par de botellas de champaña.
La puerta de la casa de Erika estaba abierta. Las mujeres salían a menudo para ver si observaban a alguna persona uniformada con la chaqueta verde institucional que utilizan los servidores públicos del Jardín Botánico de Bogotá (JBB).
Cuando Faber Torres, técnico de campo del JBB, y Sebastián Niño, coordinador de agricultura urbana de las localidades de Usme y Rafael Uribe Uribe, ingresaron a la casa, las mujeres hicieron un escándalo similar a cuando un cantante sale a cantar a la tarima.
“Profes, es un gusto tenerlos hoy en mi casa para que disfrutemos de nuestra graduación. Todas estamos muy contentas por todo lo que aprendimos con ustedes sobre agricultura urbana; hoy es una fecha especial que debemos celebrar”, dijo Erika.
Huerteras de Usme
Durante todo el mes de marzo, estas 10 mujeres participaron en el curso básico de agricultura urbana del Jardín Botánico, una actividad que tiene como objetivo convertir a los ciudadanos en huerteros.
Para la mayoría de estas ciudadanas, era la primera vez que iban a recibir un diploma académico, razón por la cual decidieron celebrar su grado como agricultoras urbanas por todo lo alto y vestirse con sus mejores prendas.
“Araminta Bautista, habitante de Usme con la que ya había trabajado en temas relacionados sobre agricultura urbana, se comunicó conmigo para informarme que tenía un grupo de mujeres interesadas en tomar un curso básico”, aseguró Faber Torres.
El técnico de campo del JBB hizo su primer acercamiento con estas mujeres a comienzos de marzo en la casa de Erika Hernández, la anfitriona de la graduación. “Me contaron que hacían parte del programa ‘Mujeres que reverdecen’ y estaban vinculadas voluntariamente a la Secretaría Distrital de Ambiente (SDA) desde octubre de 2021”.
En esa jornada, sus futuras alumnas también le informaron que decidieron bautizar al grupo como ‘Las Orquídeas’, una planta que desde 1936 fue reconocida como la flor emblemática de Colombia y flor nacional.
“Les comenté que el curso básico de agricultura urbana constaba de cinco talleres, uno cada semana, y que debíamos definir el día y la hora que les quedara mejor. Todas acordaron que fueran los viernes, de tres a cinco de la tarde, en el garaje de la casa de la señora Erika”.
El primer taller fue sobre la adecuación del espacio en sus casas para montar huertas urbanas caseras. “Las mujeres no cuentan con el espacio suficiente para crear una huerta comunitaria. Por eso, lo que hice fue visitar sus casas y encontramos que habían sitios ideales para huertas caseras en las terrazas y patios”.
Luego, las mujeres aprendieron a hacer sus propios semilleros. “En el segundo taller conocieron sobre los cuidados de los semilleros, los problemas que se pueden presentar, cuándo se deben trasplantar las plantas a las materas, recipientes o botellas plásticas y las distancias de siembra. El JBB les ayudó con varios insumos, como semillas y tierra”.
El tercer taller fue sobre reciclaje y compostaje con los residuos orgánicos que salen de las cocinas, como las cáscaras de frutas, verduras y huevos. “Les enseñamos a hacer abonos orgánicos con estos residuos. La señora Erika tuvo la oportunidad de montar su propio lombricultivo y está muy interesada en dedicarse a esa actividad”.
Uno de los requisitos de la agricultura urbana agroecológica es no utilizar ningún tipo de químico en las huertas, por lo cual el cuarto taller fue sobre los biopreparados que ayudan a controlar las plagas. “También conocieron las plantas medicinales y aromáticas que hacen control de los insectos al atraerlos o repelerlos”.
El último taller del curso de agricultura fue sobre cosecha y postcosecha de los productos de las huertas. “Todas estas mujeres de Usme lograron montar sus propias huertas en las casas y saben cuál es la fecha indicada para cosechar y sembrar”.
Debido al buen comportamiento y compromiso de estas mujeres, Faber decidió realizar un taller extra sobre transformación de alimentos. “Aprendieron a hacer encurtidos y el ideal es que logren consolidar un emprendimiento con esto. Ya tienen las bases para organizarse como empresa pequeña y están muy interesadas en lograrlo”.
Según el experto, que lleva varios años trabajando la agricultura urbana con las comunidades del sur de Bogotá, ‘Las Orquídeas’ son uno de los grupos más comprometidos y juiciosos que ha conocido. “Estas mujeres, en su mayoría cabezas de familia, tienen un potencial muy grande y estoy seguro que seguirán como agricultoras urbanas de Usme”.
La graduación
Luego de compartir un pedazo de brazo de reina y actualizarse en los últimos eventos de sus vidas, las mujeres se sentaron en las sillas de la sala y comedor de Erika para recibir los diplomas que las acreditan como agricultoras urbanas de Usme.
Sebastián Niño, uno de los coordinadores de agricultura urbana del JBB, tomó la vocería para agradecerles a ‘Las Orquídeas’ por su compromiso con el curso y su trabajo impecable en las huertas caseras. “Ustedes van a inspirar a otras ciudadanas para que tomen el curso y se conviertan en huerteras. Estoy seguro que seguirán sembrando en sus huertas de una manera agroecológica y compartiendo los conocimientos como amigas”.
Faber y Sebastián se repartieron los diplomas y comenzaron a llamar por sus nombres a cada una de las mujeres: Flor Marina Olivares, Araminta Bautista, Martha Ovidia Torres, Erika Hernández, Ángela Parra, Claudia Melgarejo, Angélica Martínez, Blanca Nieves Sanabria, Nubia Ramírez y Josefina Ávila.
La algarabía, los aplausos y los gritos de emoción se apoderaron de la sala de Erika, donde instaló serpentinas doradas y plateadas y un aviso que decía “Mi graduación”. Todas sacaron sus celulares para inmortalizar el momento de la graduación y comenzaron a mandarles las fotos a todos sus conocidos.
“Hace muchos años que el Jardín Botánico no entregaba diplomas ni hacía este tipo de ceremonias por un curso básico de agricultura urbana. Nos da mucha alegría ver todo lo que han hecho con los conocimientos adquiridos, como es el caso de las 10 huertas caseras que crearon”, dijo Niño.
Luego de la entrega de diplomas, las mujeres sacaron las botellas de champaña para hacer el brindis oficial. Luego, algunas de ellas, a pesar de estar entaconadas, salieron corriendo a la cocina para servir el arroz chino y disfrutar de un almuerzo con sus profesores.
“Aunque el curso ya culminó, el profe Faber ya hace parte del grupo de ‘Las Orquídeas’. Además de enseñarnos muchas cosas sobre agricultura urbana y el cuidado del medio ambiente, se convirtió en un gran amigo y esperamos que nos siga acompañando durante toda la vida”, aseguraron las mujeres.
Al final de la tarde, estas mujeres de Usme decidieron seguir con el festejo. “Uno no se gradúa todos los días. Hoy estamos de fiesta y vamos a celebrar como se debe por este logro tan importante, en el que además demostramos que no todas las mujeres somos conflictivas y problemáticas las unas con las otras”.
El alma de la fiesta
Martha Ovidia Torres, habitante del barrio Alfonso López, le puso color a la graduación de ‘Las Orquídeas’ con el vestido rojo carmesí y transparencias negras que hizo con sus propias manos en la máquina de coser que tiene en su casa.
Maneja a la perfección los tacones altos y le encanta ponerse minifaldas. Sus compañeras aseguran que es una de las mujeres más conversadoras y alegres del grupo, y la encargada de que todas pasen un buen momento pero bajo el respeto mutuo.
“Me crie en el barrio Suba Rincón con mis 17 hermanos y padres. Tuve una infancia hermosa y somos una familia muy unida, tanto así que cuando me casé, a los 15 años, mis papás no me dejaron ir de la casa y le abrieron las puertas a mi esposo”.
Tuvo tres hijos con su pareja y se organizaron en el barrio Alfonso López hace más de 20 años. Pero el amor no fue eterno y decidieron separarse de una manera pacífica. “Ambos nos aburrimos porque no tuvimos adolescencia y queríamos vivir otras cosas”.
Luego conoció a otra persona y tuvo a su hija menor, con quien vive actualmente. “No me quise organizar con él, pero me ayuda con la crianza de la chiquita. Nunca había trabajado, pero como sé coser, monté un negocio de costura en la casa, donde hago hasta mis vestidos bonitos y ceñidos al cuerpo”.
El noviembre del año pasado, Martha fue seleccionada como una de las ‘Mujeres que reverdecen’ a cargo de la Secretaría de Ambiente, un programa que la ha conectado profundamente con la naturaleza capitalina.
“Aprendimos mucho sobre temas relacionados con el calentamiento global, el manejo de las basuras y a hacer abonos libres de químicos. Trabajamos mucho en la casa de cultura de Usme, pero también nos llevaron a limpiar quebradas y humedales y fuimos al páramo de Sumapaz”.
Esta bogotana que habla en medio de risas, asegura que el programa ‘Mujeres que reverdecen’ la ha sensibilizado mucho sobre el cuidado del medio ambiente. “Creo que la principal lección es ver cómo los seres humanos hemos descuidado la naturaleza y lo terrible que la tratamos. En este programa aporto un poquito para frenar esa depredación ambiental”.
En el programa conoció a las otras nueve ‘Orquídeas’ de Usme, un grupo que se ha conformado a través del compañerismo, respeto y formas de ser bastante espontáneas. “Las primeras fuimos Erika, Araminta y yo, y luego se nos fueron uniendo las demás”.
Todas acordaron que querían aprender sobre agricultura urbana, como lo hacen las ‘Mujeres que reverdecen’ a cargo del Jardín Botánico. “Araminta nos presentó al profe Faber y comenzamos a hacer el curso de agricultura. Fueron clases muy didácticas y entretenidas, donde aprendimos sobre lixiviados, lombricultivos, compostaje, abonos y a hacer cojines y tubulares para sembrar las plantas”.
Marthica, como le dicen sus amigas, montó su huerta casera en el patio de la casa. “El profe me visitó y evidenciamos que lo más viable era sembrar en tres tubos de PVC que puse en las paredes. Allí metí semillas de lechuga, acelga, tomate, arveja y frijol, y también estoy sembrando en una vasija y una canasta”.
Todos los días, sin falta alguna, el alma de la fiesta de ‘Las Orquídeas’ riega y les habla a las plantas de su huerta. “Las riego, les pongo más tierra cuando veo que están creciendo y estoy pendiente de que les entre mucho sol. Mi hija Juliana me ayuda bastante, ya que también le gustan las plantas”.
Huertera y cocinera
Blanca Nieves Sanabria tuvo la dicha de nacer y criarse en el campo, en una finca bastante próspera que sus padres sacaron adelante en el municipio de Pacho, Cundinamarca, y la cual tiene un nacedero de agua propio.
“Mis papás sembraban café, yuca, frutales y mucha caña. En ese tesoro pachuno me crie con mis 14 hermanos y aprendí el arte de cultivar y arriar el ganado. Teníamos un trapiche y mi padre hacía trueques con las otras fincas; todos sus hijos teníamos obligaciones fijas en el campo”.
Cuando su padre enfermó, Blanca, otra de ‘Las Orquídeas’ que se fue bien elegante a la graduación del curso de agricultura urbana, tuvo que irse a Bogotá para trabajar y así ayudar a su mamá con los gastos de la finca.
“Primero trabajé en varias casas de familia haciendo oficio. Como desde chiquita me gustó mucho la cocina, en una casa de ricos me delegaron esa función y de eso he sobrevivido hasta el día de hoy”.
Solo pudo hacer hasta primero de bachillerato. Al poco tiempo conoció a su futuro esposo y juntos procrearon tres hijos: Sandra, Luz Dary y José Alejandro. Pero la vida le dio un giro cargado de tristeza y oscuridad cuando mataron a su pareja.
“Me quedé sola con mis hijos y estuve tres años sumergida en el alcohol. Mi esposo me daba todo y con su pérdida ya no quería seguir viviendo. Un amigo me llevó a una iglesia cristiana y así logré dejar a un lado ese mundo oscuro del alcoholismo”.
‘La Mona’, como le dicen sus amigos más cercanos, se propuso como meta conseguir un trabajo estable para comprar una casa propia. “Dios me puso en el camino una oportunidad en la Brasa Roja, un restaurante donde estuve más de 12 años en la zona de cocina. Haciendo turnos dobles y con subsidios de la empresa, logré comprar un lote en el barrio Chicó Sur, en la localidad de Usme, donde hice mi casa de cuatro pisos”.
Blanca lleva 29 años en la casa de sus sueños, un sitio donde decidió replicar lo que aprendió de sus padres en la finca de Pacho. “Hace más de un año monté una huerta casera en la terraza, donde siembro espinaca, lechuga, apio, cilantro, hierbabuena, canelón y ruda, alimentos que utilizo en la casa y los cuales me permiten ahorrar mucha plata”.
En octubre del año pasado ingresó a ‘Mujeres que reverdecen’ con la Secretaría de Ambiente, un programa que le ha permitido conocer varios humedales, quebradas y parques de la ciudad. “Ahí conocí a las otras nueve ‘Orquídeas’ y decidimos que queríamos aprender más sobre agricultura urbana”.
En los talleres del curso de agricultura, ‘La Mona’ fortaleció sus conocimientos adquiridos en el campo. Por ejemplo, aprendió cosas nuevas como el compostaje, los biopreparados y la siembra de hortalizas en cojines y tubulares.
“El profe Faber nos dio semillas para montar los semilleros. Uno de los talleres que más me gustó fue el de la preparación de los encurtidos, ya que mi pasión por la cocina sigue intacta. Con ‘Las Orquídeas’ queremos concretar bien ese emprendimiento”.
Esta mujer de estatura baja y acento campesino marcado, les ha ayudado bastante a sus nueve amigas para que monten sus huertas. “Por ejemplo, con el profe Faber le dijimos a Erika que su huerta no podía estar en el piso porque tiene gatos. Le aconsejamos que pusiera tablas en la pared para poner las más de 20 materas y envases plásticos con las hortalizas”.
La finca de Pacho aún sigue viva, pero su aspecto actual le ha causado incontables lágrimas. “Un hermano quedó a cargo de ella y acabó con todos los cultivos. Cuando la vi me senté en un palo y me puse a llorar como loca. Ya estamos haciendo las vueltas para venderla”.
‘La Mona’ manifiesta que sembrar y cosechar en su huerta le genera mucha felicidad y la transporta a su niñez en el campo. “La tierra nos brinda una terapia y aparecen esos recuerdos hermosos de la infancia. Estoy totalmente comprometida con la agricultura urbana”.
Sembrar por primera vez
Angélica Martínez, madre de dos hijos y habitante del barrio Usminia, se puso su mejor vestido para recibir el diploma como agricultora urbana, un traje negro, corto, escotado y con varias transparencias. También escogió unos tacones altos para disimular un poco su baja estatura.
Esta rola permaneció su infancia y parte de la adolescencia en un barrio del centro de Bogotá, donde sus papás conformaron su hogar. “La niñez fue muy linda porque con mis hermanas jugábamos en la tierra y no había tanta inseguridad”.
A los 20 años salió de la casa paterna para casarse y organizarse en el barrio Santa Marta, ubicado en la localidad de Usme. “Allí llegaron mis dos hijos, pero el matrimonio no funcionó. Para llevar comida a la casa y darles estudio a mis pequeños, trabajaba haciendo oficios en casas y oficinas”.
El año pasado, cuando se enteró del programa ‘Mujeres que reverdecen’, no lo pensó dos veces para inscribirse porque quería aprender sobre plantas, humedales y recursos naturales. “Siempre me ha gustado la naturaleza, pero nunca había tenido la oportunidad de hacer algo por ella”.
Ingresó al programa en noviembre y recibió sus primeras clases teóricas en la casa de la cultura de Usme, ubicada en Cantarrana. “Nos dieron clases teóricas y nos mostraron videos sobre el cuidado del agua y las coberturas vegetales. Luego me pusieron en un grupo de 80 mujeres del sur de Bogotá y empezamos a reverdecer varias zonas a través de jornadas de limpieza y siembra de árboles”.
En ese grupo primero conoció a Martha, Erika y Araminta, las primeras ‘Orquídeas’ y juntas forjaron fuertes lazos de amistad. “Luego se fueron uniendo las demás mujeres y decidimos que queríamos aprender sobre agricultura urbana; así fue como acordamos hacer el curso del JBB con el profe Faber”.
En los cinco talleres, Angélica aprendió a hacer tubulares y cojines para sembrar semillas y plántulas y conoció técnicas como el compostaje y el lombricultivo. “El último taller fue muy chévere porque aprendimos a hacer los encurtidos, productos que queremos vender en los barrios de Usme”.
Esta mujer cabeza de familia asegura que con la huerta casera que puso en la terraza de su casa en Usminia, donde vive en arriendo con su hijo menor, cumplió el sueño de sembrar por primera vez.
“Tengo lechugas, aromáticas, tomate y cilantro en pequeñas materas y envases plásticos. Nunca había sembrado una sola planta, por lo cual esta experiencia es una de las más hermosas que he vivido. Me gusta mucho untarme de tierra, olerla y trabajar con ella; además, cuando siembro se me olvida el mundo de afuera y las penas”.
Cuando una de las semillas de su huerta se transforma en una pequeña planta, Angélica siente como si estuviera dando a luz a un hijo. “Siento mucha alegría cuando veo salir una matica porque es como un hijito más. También me gusta mucho ver cómo las lombrices convierten los residuos orgánicos en abonos”.
Con las 10 ‘Orquídeas’, esta bogotana se siente plena y contenta. “Creo que nunca en mi vida me había sentido tan bien en un grupo de mujeres. No peleamos y el conflicto no hace parte de nosotras. Todas nos respetamos y cada una tiene voz y voto; espero seguir en este grupo para siempre”.