• La huerta comunitaria Villa Inés, un proyecto agroecológico de la localidad de Puente Aranda ubicado en el predio de la Junta de Acción Comunal, tiene alma, corazón y aroma de mujer.
  • Las manos de 20 adultas mayores siembran especies comestibles, medicinales y ornamentales en las 22 eras de este terreno, una zona que fue utilizada como un depósito de escombros.
  • En los ocho años que llevan con esta iniciativa ambiental y social, las huerteras han sacado adelante proyectos de sistemas de recolección del agua lluvia, lombricultivo, pacas biodigestoras y un invernadero.  

Las personas que transitan por la carrera 38A con calle 1D siempre detienen su caminata al frente de la sede social y comunitaria del barrio Villa Inés, una edificación enladrillada donde funciona la Junta de Acción Comunal (JAC).

Fijan sus ojos en una pared pintada con murales coloridos y figuras de la fauna colombiana, como el oso de anteojos, colibrí y copetón. Al agudizar la mirada se sorprenden con hileras llenas de hortalizas, plantas medicinales y frutales.

El muro también cuenta con una leyenda que los embruja y atrae aún más. Al leer las palabras “En la huerta Villa Inés, naturaleza urbana para una vida sana”, los transeúntes buscan la puerta de la reja de color blanco para ingresar.

En medio de los cultivos está Yaneth Bolívar Garzón, una bogotana que lleva más de 40 años en este barrio de la localidad de Puente Aranda y quien mira con orgullo las 22 eras repletas de lechugas, fresas, moras, acelgas, cebollas, caléndulas, kales, sábilas y coloridas plantas de jardín.

“Es inevitable no sacar pecho por este tesoro comunitario que lleva ocho años. En 2016, cerca de 20 mujeres del barrio, con el apoyo de la Junta de Acción Comunal, decidimos darle vida a un predio que estaba repleto de escombros”.

Según Yaneth, esta huerta comunitaria nació cuando Alicia Romero, presidenta de la JAC de Villa Inés, les abrió las puertas del lugar a las mujeres del barrio que querían destinar sus horas libres sembrando plantas de jardín.

“Esa zona carecía de colores: era un relleno de escombros cubierto por un pasto kikuyo que nos llegaba a la cintura. Con picas y palas, las cerca de 20 mujeres pasamos muchas semanas sacando todo ese material”.

En esas actividades, las mujeres comprendieron que necesitaban conocer cuáles eran las técnicas más adecuadas para sembrar. Alicia, una mujer apasionada por el trabajo comunitario, se comunicó con el Jardín Botánico de Bogotá (JBB).

“Alicia le metió el hombro a nuestro proyecto ambiental y social. El JBB nos recomendó hacer el curso básico de agricultura urbana, donde un profesional de la entidad nos iba a presentar el mundo mágico de las plantas”, recuerda Yaneth.

Édgar Lara, ingeniero del equipo de agricultura urbana, fue el profesional designado. Durante más de un mes, les dio clases relacionadas con la siembra, las especies para montar una huerta y algunas técnicas para combatir las plagas.

“En ese curso maravilloso nuestro proyecto cambió: ya no solo íbamos a recuperar el terreno con plantas de jardín, sino a montar varias eras para sembrar muchas especies comestibles y aromáticas de la agricultura urbana”, apuntó la huertera.

Luego de retirar los escombros y limpiar el terreno, las 20 mujeres de Villa Inés y otros barrios aledaños, algunas acompañadas por sus familiares, aplicaron los conocimientos aprendidos durante el curso. Lo primero que hicieron fue construir las 22 eras con ladrillos viejos.

“Dejamos algunas eras para las plantas de jardín y en las demás empezamos sembrando cebolla, lechuga y acelga. Aprendimos que hay muchas variedades de lechugas y acelgas, algo que nos sorprendió porque pensábamos que solo eran las que veíamos en los supermercados”.

Huerta femenina

Desde que empezaron a darle forma a esta huerta comunitaria femenina, las cerca de 20 mujeres llegaron a varios acuerdos para evitar conflictos. El primero fue que el viernes sería el día de trabajo en grupo.

“También acordamos dividir las actividades dependiendo de nuestras cualidades, es decir sembrar, deshierbar, cosechar o regar. Acá ninguna es la jefa y todas tenemos claro qué es lo que debemos hacer”, asegura Yaneth.

Otros de los acuerdos fueron que todas las cosechas debían ser para el autoconsumo de las familias de las huerteras y que si alguna persona se acerca a pedir alguna de las plantas, la respuesta siempre iba a ser positiva.

“La huerta Villa Inés es de puertas abiertas a la comunidad. Cualquier persona puede participar, pero en el caso de no poder hacerlo y si necesita cilantro, una lechuga o alguna planta medicinal, lo puede pedir de manera educada”, recalca Yaneth.

Los hombres y jóvenes también tienen cabida en este proyecto agroecológico que no utiliza ninguna clase de químicos. En los ocho años que lleva la huerta, algunos muchachos y representantes del género masculino han participado, pero de manera intermitente.

“Mi hermano nos ayudó mucho durante el montaje de la huerta, pero por cuestiones laborales no pudo continuar. Así también nos pasó hace poco con un joven que estuvo varios meses con nosotras; al encontrar trabajo tuvo que abandonarnos”, informó la habitante de Villa Inés.

Además de sembrar y cosechar, estas agricultoras urbanas de la localidad de Puente Aranda celebran varias de las fechas especiales en la huerta, como los cumpleaños, aniversarios e incluso algunas Novenas de Aguinaldos.

“Todos los viernes, cada una trae algo de sus casas para compartir. En los descansos del trabajo en la huerta, tomamos tinto con pan mientras adelantamos cuaderno. También hacemos una salida fuera de Bogotá al año”. 

Al ver los colores vivos de la huerta, Yaneth no puede evitar regresar al pasado de este terruño, una época en la que sin saber mucho del mundo de las plantas, decidió meterse de lleno en la agricultura urbana comunitaria.

“Yo nunca había sembrado una sola lechuga y solo sabía mantener vivas y hermosas las plantas del interior de mi casa y antejardín. Me picó el bicho de la agricultura porque quería aprender y ayudar a recuperar ese terreno sin vida”.

Adelia, su mamá, también comparte esa historia. “Ella es amante de las plantas y decidió participar en la huerta para aprender a sembrar alimentos sanos y así llevarlos a la casa. En la JAC de Villa Inés nos volvimos huerteras y cada una tiene su propia huerta casera”.

La gestora de proyectos

Además del trabajo de las cerca de 20 mujeres que han puesto su alma, corazón y esfuerzo en la huerta comunitaria Villa Inés, este proyecto agroecológico ha salido a flote gracias al trabajo y talento de Alicia Romero.

Según esta llanera que lleva 32 años en el barrio, su pasión por el trabajo social nació cuando era niña y acompañaba a su padre a recorrer varios municipios del Meta buscando recursos para mejorar la calidad de vida de la comunidad.

“Cuando empecé a trabajar en el Telecom de Villavicencio, lideré varios proyectos sociales para ayudar a las personas más necesitadas. Por ejemplo, les llevamos mercados a las personas que sufrían de lepra en Agua de Dios”.

Su espíritu social se siguió fortaleciendo en Bogotá, ciudad a la que llegó en 1982 y donde estudió derecho. “Hice parte de la asociación de padres y otros grupos sociales en los colegios donde estuvieron mis hijas”.

En Villa Inés, las personas que participan en la Junta de Acción Comunal vieron su talento para trabajar con la comunidad y le propusieron ser parte del grupo. “En 2014 fui elegida como presidenta de la JAC, un trabajo no remunerado que espero seguir liderando”.  

Alicia fue quien evidenció que una zona de la sede social y comunitaria del barrio debía ser reverdecida con la participación de las mujeres. “Todos los escombros de la construcción de la edificación fueron enterrados allí”.

Como sabía que el Jardín Botánico era la entidad encargada de las coberturas vegetales de la ciudad, la líder pidió su asesoría. “Conocimos a Édgar Lara, nuestro ángel de la guarda. Él nos ayudó a montar la huerta y nos convirtió en huerteras a través de sus conocimientos”.

Mientras la zona se pintaba con el verde y los otros colores de las hortalizas, frutales y plantas medicinales, Alicia comenzó a tocar las puertas de varias entidades con el propósito de gestionar proyectos comunitarios para la huerta de Villa Inés.

“Encontramos en el programa obras con saldo pedagógico del Instituto Distrital de la Participación y Acción Comunal (IDPAC) una buena oportunidad para fortalecer el tejido social del barrio y nuestra hermosa huerta”.

La primera iniciativa que formuló Alicia con la ayuda de las mujeres del sector fue mejorar la infraestructura de las eras de los cultivos. “Nos ganamos recursos para cambiar los ladrillos viejos por un material más adecuado y comprar muchas más herramientas”.

Luego le dieron vida a un sistema de recolección del agua lluvia, propuesta llamada la cosecha de agua que les dio varios tanques para recoger el líquido que cae del cielo y así poder regar los cultivos de la huerta.

“Las obras con saldo pedagógico también nos permitieron embellecer las paredes del lugar. Un artista que hace parte de un colectivo de jóvenes de Puente Aranda fue quien pintó esos hermosos murales de la biodiversidad colombiana”.

Alicia también lideró un proyecto para construir el invernadero, un sitio donde las mujeres propagan las semillas de las especies que siembran en la huerta y que también cuenta con un lombricultivo nutrido por los residuos orgánicos de las cocinas.

“Además, estamos dedicadas al montaje de pacas digestoras que hacemos con los residuos orgánicos en la parte de atrás del predio. El objetivo es contar con un buen suelo y así aplicarlo en la huerta”.

En una de las paredes del predio, gracias a las obras con saldo pedagógico del IDPAC, las mujeres ayudaron a pintar un telón donde los niños y adultos mayores ven películas. “Villa Inés es un sitio de puertas abiertas para las personas que quieren tejer tejido social y ambiental”.

El proyecto más reciente de esta llanera y abogada con espíritu social es un presupuesto participativo para fortalecer la agricultura urbana en las Juntas de Acción Comunal de la localidad de Puente Aranda.

“De las 53 juntas de la localidad, 24 decidieron participar. El objetivo es contar con recursos para mejorar todos los procesos de agricultura urbana que hacemos con la comunidad en estos bonitos espacios como Villa Inés”.

Proyectos futuros

Las 20 huerteras de Villa Inés son mujeres inquietas, curiosas y emprendedoras. Por eso, ya tienen en mente varios proyectos futuros para fortalecer su proyecto de agricultura urbana comunitario.

Según Yaneth, lo primero es que el sistema de riego funcione adecuadamente. “Ya estamos conversando con varias entidades para que nos ayuden con eso. El objetivo es que los tanques lleven el agua lluvia a través de mangueras a la huerta, pero eso ha presentado fallas”.

Aunque la comercialización de las hortalizas, frutales y plantas medicinales no está en su radar, las mujeres quieren crear un emprendimiento ambiental con algunas de las plantas. “El Jardín Botánico nos va a enseñar a hacer aceites esenciales con el romero y la lavanda”.

Estas indomables huerteras sueñan con contar con la participación y ayuda de los jóvenes y hombres de la zona, algo que ya han intentado en varias ocasiones sin alcanzar algún resultado contundente.

 “La huerta es un proceso de dedicación y paciencia y por eso los jóvenes y hombres poco duran. Nosotras somos adultas mayores y el cuerpo ya no nos da para hacer algunas actividades de mantenimiento”, apuntó Yaneth.

Alicia está en conversaciones con el Jardín Botánico de Bogotá para crear varios jardines de polinizadores en otras zonas del predio de la JAC de Villa Inés. “Queremos que este lugar sea la casa de las abejas, mariposas y aves”.

El mayor reto de este grupo femenino huertero es aumentar el número de participantes en la huerta. “Varias de las mujeres se han retirado por temas de salud. Para que la huerta siga con vida, necesitamos que otras personas empiecen a enamorarse y participar en el proyecto”.

Mientras llegan nuevas manos ayudas, estas huerteras han llevado los conocimientos de la agricultura urbana a sus hogares. Con la asesoría del JBB, todas montaron huertas caseras en sus terrazas, patios o antejardines.

“Mis hijas y esposo también han sido parte de este proceso. Por ejemplo, una de ellas es nutricionista y ha montado varias huertas en sus proyectos laborales a través de los conocimientos que aprendió en Villa Inés. La otra también lo hizo en Chile”, concluyó Yaneth.

La community manager

La ciudadanía puede conocer el trabajo de las huerteras de Villa Inés a través del ciberespacio. Hace poco, estas mujeres abrieron sus propias redes sociales en Facebook (Huerta Villa Ines) e Instagram (huertavillaines).

Patricia Torres, quien participa en este grupo de agricultoras urbanas de Puente Aranda desde el año 2018, es la encargada de tomar las fotografías, hacer los videos y publicar todo el material en la red para que más personas se enamoren del proceso.

“Aunque no soy experta en el tema, algunas personas dicen que soy la community manager. Es muy bonito leer los comentarios positivos de la gente, ciudadanos que nos piden consejos y dicen que quieren conocernos”.

Además de las redes, Patricia se ha encargado de organizar el material visual de antaño en varias bitácoras. “En esos cuadernos podemos ver cómo ha sido todo el trabajo y la evolución de la huerta”.

Sumando a esto, esta huertera siente un gran cariño por el invernadero, una guardería de semillas y plántulas que luego son sembradas por las mujeres en las 22 eras de la huerta. “Tenemos varios semilleros y yo me encargo de anotar todos los registros en cuadernos”.

En este sitio de la huerta, Patricia cuida meticulosamente un banco o reservorio de semillas, algunas de ellas nativas o criollas del territorio nacional. “Todo lo llevo documentado. Recuerdo mucho unas semillas de maíz que nos dieron como 60 envueltos deliciosos”.

El invernadero también alberga tableros con los nombres, fechas de cumpleaños y actividades de las huerteras. “Cada semana les escribo una nueva frase para motivarlas más y que se sientan muy queridas”.

Otro sitio que le encanta y cuida es el lombricultivo, zona del invernadero con cientos de lombrices rojas americanas que nutren todos los viernes con las cáscaras de frutas, verduras y huevos que salen de las cocinas.

“Esta parte de la huerta, que también cuenta con botellas de amor llenas de las envolturas de las golosinas, es de donde más saco la mayoría del material que publico en las redes sociales. Investigo a diario para mejorar más en este campo tecnológico”.

Voces huerteras

  • Luz Helena Bolívar

“Hace seis años, cuando me pensioné, decidí participar en la huerta de Villa Inés. Aprendí a sembrar y conocí muchas de las propiedades de las plantas que nos permiten contar con una mejor salud. Cada una de nosotras aporta sus capacidades y somos una hermosa familia huertera”.

  • Anasael Ariza

“Después de la pandemia, cuando salí pensionada, me enamoré completamente de esta huerta. Una amiga me trajo y conocí a unas mujeres maravillosas que me permitieron recordar mi niñez sembrando en el campo, pero ahora utilizando mejores técnicas. Siempre vengo con mi mamá y ambas somos felices en los cultivos”.

  • Ana Cecilia Sastoque

“Estos cinco años en la huerta me han permitido aprender muchas cosas sobre la agricultura urbana, como replantar, nutrir el suelo y hacer pacas. Lo más bonito es que nos estamos alimentando más sano y todas compartimos nuestros conocimientos. Es una terapia muy buena para los adultos mayores donde nos sentimos aliviados”.

  • Miriam Fandiño

“Estoy en la huerta desde sus inicios. Todas las ampollas que nos salieron cuando sacamos los escombros y el pasto arrojaron hermosos frutos y hoy en día Villa Inés luce hermosa. Acá he aprendido mucho sobre agricultura urbana, me enamoré de las plantas y tengo una familia de mujeres que nos damos mucho cariño”.

  • Mariela Niño

“Soy la más nueva del grupo. Llevo un poco más de dos años aprendiendo de estas hermosas mujeres que siembran la semilla de la agricultura urbana. No sabía un carajo de plantas y ahora ya me considero una huertera. Todas nos reímos y contamos cuentos en medio de los cultivos libres de químicos; debemos enseñarles mucho a los niños para que sigan con ese legado”.

  • Isabel Méndez

“Entré hace ocho años a la huerta porque siempre me ha gustado todo lo relacionado con la jardinería y los cultivos. Acá he conocido muchas propiedades de esos tesoros verdes y estoy muy contenta con todos los compartires que hacemos con las mujeres. Acá se me pasa el tiempo y aprendo demasiado”.

  • Miriam Salas

“También soy de las más antiguas. Primero me integré a la JAC y así conocí el proceso que estaban haciendo para montar la huerta. Somos un grupo basado en el respeto donde cada persona puede opinar sin miedo a un regaño. Villa Inés nos sirve como terapia a los adultos mayores y además seguimos aprendiendo sobre agricultura urbana”.

  • Bárbara Díaz

“Esta huerta es un sitio muy bello que me ha permitido sembrar y aprender mucho en compañía de mi hija. Todas las mujeres son muy especiales conmigo y me tienen paciencia. Me crie en el campo y acá tuve la oportunidad de volver a sembrar y darles cariño a las plantas”.

  • Clara Suárez

“Este terreno estuvo durante muchos años invadido por el pasto y los escombros. Me siento muy orgullosa de haber participado en la recuperación del sitio desde el inicio y luego convertirlo en una hermosa y próspera huerta”. 

Jhon Barros
Author: Jhon Barros

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Jardín Botánico de Bogotá