• Tejer y unir a la comunidad estudiantil a través de la agricultura urbana, es el principal objetivo de este proyecto agroecológico de la localidad de Fontibón.
  • En la huerta Manos Unidas, estudiantes, docentes y padres de familia del Instituto Técnico Internacional siembran, cosechan y aprenden sobre las propiedades de las plantas con la asesoría del Jardín Botánico de Bogotá.
  • Martha Fraile, líder ambiental, huertera y representante del consejo de padres, ha puesto su alma y corazón para sacar adelante este proceso.

Por sus venas corre sangre campesina. Sus padres nacieron en Susa, municipio del departamento de Cundinamarca donde tenían decenas de vacas y gallinas en una próspera finca, mientras que sus abuelos maternos eran agricultores expertos en labrar la tierra.

Aunque nació en Bogotá, Martha Fraile Ramírez tuvo una infancia con olor y sabor a campo. En ese entonces, hace 40 años, la localidad de Fontibón aún era rural y varios de sus habitantes sobrevivían de la siembra de hortalizas y la cría de animales de corral.

“En el patio de la casa familiar, ubicada en el barrio La Giralda, mis padres montaron una huerta con cultivos de papa, maíz, frijol y arveja. Yo me crie en medio de los maizales y allí empezó mi amor por la agricultura”.

Con el paso de los años, Martha quiso ampliar el abanico de cultivos de la huerta casera de sus progenitores. La curiosa joven empezó a consultar algunas técnicas en libros y conversar con los campesinos del barrio. 

“Siempre les preguntaba a mis padres por qué no sembraban más cultivos, a lo que siempre me contestaban que su experiencia era con el ganado. Ver la misma técnica para sembrar me parecía aburrido y por eso comencé a estudiar para aprender de manera empírica”.

Debido a su gran interés por la agricultura, varios de sus familiares pensaron que iba a estudiar algo relacionado con el campo. Sin embargo, Martha se inclinó por dos carreras bastante distintas: idiomas y negocios internacionales y desarrollo publicitario. 

“Pero no dejé a un lado la huerta de mis padres. La seguí nutriendo con nuevos cultivos y luego la nombre huerta casera agroecológica Fra Roja Mar: Fra de Francisco, mi papá; Ro de Rosa, mi mamá; ja de Javier, mi hermano; y Mar de Martha, mi nombre”.

En esa casa huertera del barrio La Giralda, Martha conformó su propia familia. Con la ayuda de su esposo, ha sembrado la semilla de la agricultura urbana agroecológica, es decir sin utilizar químicos, en sus dos pequeños hijos.

Durante la pandemia del covid-19, esta huertera de Fontibón conoció a un grupo de jóvenes entre los 15 y 30 años que querían montar varias huertas comunitarias en el espacio público de la localidad y así brindarles alimentos sanos a las personas afectadas por la crisis económica.

“Ellos no tenían espacio en sus casas para montar huertas, algo que para mí era extraño porque yo nací y me crie en medio de una. Decidí apoyarlos y nos aventuramos a huerterar por varias partes de la localidad”.

En el parque del barrio La Giralda, Martha lideró el montaje de una huerta comunitaria, un proyecto que nació con la tala de un caucho de la India que tenía 35 años de vida. “Lo hice en honor a ese hermoso árbol”.

La huerta La Giralda, elaborada en forma circular como una alabanza al Sol, solo duró dos meses. Según la líder de la iniciativa, varios vecinos del sector se opusieron al proyecto asegurando que el parque solo era para el disfrute de los niños o pasear a los perros.

“Como no habíamos tramitado el protocolo de huertas en espacio público, con mucho dolor nos vimos obligados a cerrar La Giralda. En ese momento le dije al alcalde local de Fontibón que no quería causar un conflicto por la huerta; no necesitamos más guerra en este mundo”.

¡A unir a la comunidad estudiantil!

Martha no se quedó de brazos cruzados. Con el apoyo de la biblioteca de La Giralda le dio vida a Sembrando Palabras, un colectivo que buscó sembrar la agricultura urbana en la mente de la comunidad.

“Durante un año, realizamos talleres educativos todos los sábados en la antigua huerta. Este proyecto fue una resistencia comunitaria de manera pedagógica, inteligente y no violenta por medio de la lectura”.

También siguió fortaleciendo su huerta casera agroecológica Fra Roja Mar, un sitio donde utiliza algunas de las plantas para hacer aceites y pomadas y también hace talleres. “Con los frutos de un níspero que mi mamá sembró hace 20 años, hacemos mermeladas deliciosas”.

La huertera y líder ambiental quería seguir replicando sus conocimientos en otros espacios de la localidad. Sin embargo, no estaba interesada en volver a vivir los conflictos comunitarios que se dieron con la huerta La Giralda.

El colegio Instituto Técnico Internacional, plantel educativo del Distrito donde estudian sus dos hijos y hace parte del consejo de padres de la jornada de la mañana, se convirtió en el sitio ideal para darle rienda suelta a un nuevo proyecto ambiental y comunitario.

“Primero empecé a trabajar el tema ambiental en el colegio a través de capacitaciones y talleres a los estudiantes, docentes y padres de familia sobre reciclaje, cuidado del agua y recorridos por los humedales de Fontibón, como Capellanía y Meandro del Say”.

En 2022, Francisco Beltrán Amado, rector en ese entonces del colegio, le propuso participar en ECO, un proyecto mancomunado con la Secretaría Distrital de Educación que trabaja en tres líneas estratégicas: ambiental, comunicaciones y deportes. 

“La línea ambiental tiene como protagonista a la agricultura urbana. El objetivo era montar una huerta estudiantil con varios de los docentes de la institución, como Yaneth Rodríguez, Yaneth Cordero, Angélica Álvarez, Gustavo Puertas, entre otros”.

Sirly Meriño Jiménez, actual rectora del colegio, les autorizó trabajar en una zona verde y lineal ubicada en la parte trasera del colegio, área donde se había intentado hacer la huerta y que cuenta con algunos árboles de gran porte y colinda con varios salones de clase.

 “Nuestro ideal es unir a la comunidad estudiantil por medio de la agricultura urbana, es decir a los más de 3.300 estudiantes, docentes y parte administrativa del colegio, y a los padres de familia. La huerta fue concebida como un espacio donde todos puedan participar”.

Huerta Manos Unidas

El terreno para montar la huerta requería de un material fundamental para sembrar las hortalizas y plantas aromáticas y medicinales: un suelo abonado. Para esto, Martha se contactó con sus amigos huerteros de la red de agricultores urbanos de Fontibón.

“Uaque-Maloka, huerta jardín comunitaria de Ciudad Salitre Occidental, nos donó 20 bultos de tierra abonada y algunas plántulas de lechuga. Yo traje algunas arvejas y yacones que habían germinado en la huerta familiar de mi casa en el barrio la Giralda”.

El paso a seguir fue darle forma a las primeras camas con picos, palas y azadones, una actividad en la que participaron varios docentes y estudiantes de los grados 10 y 11 de bachillerato que hacen parte del Comité Ambiental.

Mientras el terreno cogía forma de huerta, Martha le comentó del proyecto agroecológico del Instituto Técnico Internacional a Mauricio Mina, profesional de agricultura urbana del Jardín Botánico de Bogotá (JBB) en la localidad de Fontibón.

“Luego de visitar la huerta del colegio, Mauricio nos trajo más tierra abonada y varias plántulas. También se comprometió con brindarnos una constante asesoría técnica para que el proyecto fuera exitoso”.

Con la tierra abonada y todo el material vegetal listo, como lechugas crespa, verde y morada, cebolla cabezona, menta, cilantro, yacón, arveja y acelga, el terreno fue dividido en varias zonas: una para los niños de preescolar y primaria y otras para los de bachillerato y los padres de familia. 

“Este proyecto, llamado huerta escolar Manos Unidas, ha unido a toda la comunidad estudiantil. Luego de varias jornadas de trabajo duro, logramos consolidar 17 camas donde sembramos más de 200 plántulas de una gran variedad de especies”.

Según Martha, en esta huerta estudiantil han participado directamente cerca de 1.600 estudiantes entre los tres y 18 años de preescolar, primaria y bachillerato de la jornada de la mañana, además de algunos alumnos de tres grados de octavo de la tarde.

“También hemos contado con las manos amigas de las directivas, coordinadores y docentes del colegio, al igual que varios padres y madres de familia y cuidadores. Es una huerta para todos y las plantas lo saben; ninguna es celosa y por eso crecen hermosas”.

Para Mauricio Mina, técnico del JBB, esta huerta es un espacio que les permite a los niños, jóvenes, docentes y padres de familia interactuar con las plantas en medio de un espacio natural y al aire libre.

“Les seguiremos brindando asistencia técnica e insumos como tierra abonada, plántulas, herramientas y fertilizantes a base de extractos de plantas. Los ayudaremos a seguir fortaleciendo este gran proyecto educativo de agricultura urbana”.

Unir y tejer

Según la líder ambiental y huertera de Fontibón, el objetivo de este proyecto agroecológico es tejer y unir a todo el colegio y así conformar un aula viva de aprendizaje en un pequeño espacio lleno de tranquilidad donde se escuchan los cantos de las aves como el colibrí chillón. 

“La huerta une y teje. La del colegio es un espacio donde nos encontramos todos. Los niños juegan y al mismo tiempo aprenden sobre agricultura urbana; allí cogen y sienten la tierra, algo que la mayoría de ellos no había podido hacer”.

Durante las dos jornadas escolares, Manos Unidas poco permanece sola. Los docentes organizan actividades en la huerta para realizar actividades como el deshierbe, riego, siembra, cosecha y protección del suelo con el pasto cortado.

“Hay varios horarios en la huerta. Por ejemplo, los lunes a las siete de la mañana vienen los padres de los niños de preescolar y durante toda la mañana y tarde los docentes traen a sus alumnos a hacer las actividades diarias que necesita el terreno”.

Martha lidera el trabajo con los padres de familia y también acompaña a los docentes con los niños y jóvenes. “Esta huerta acerca a la familia y allí entendemos que todos somos diferentes y cabemos en un mismo espacio; estamos educando de una manera diferente a lo tradicional”. 

El trabajo en Manos Unidas ya ha cruzado las fronteras del colegio. Por ejemplo, varios de los padres y madres han empezado a montar huertas en sus casas con algunas de las plantas que se siembran en la institución educativa.

“Es un proyecto que nos beneficia a todos. Los niños, como mis dos hijos, son los más emocionados porque les gusta tocar, observar, preguntar y untarse de tierra. Cuando trabajan en la huerta se desconectan del salón de clases y aprenden de una manera didáctica; los profesores han sido muy activos y colaborativos”. 

La líder ambiental ya tiene un nuevo proyecto verde en el Instituto Técnico Internacional: revivir uno de los jardines verticales del colegio con el montaje de una huerta botánica con plantas medicinales.

“Con esta nueva huerta, la comunidad estudiantil tendrá una alternativa natural médica y agroecológica para aliviar los dolores de cabeza y estómago y ayudar al sistema inmune. Vamos a sembrar menta, caléndula y manzanilla”.

El Jardín Botánico le brindará asesoría técnica para este nuevo proyecto. “La idea es tener una alta diversidad de plantas en el muro y la huerta para que los polinizadores tengan alimento y a su vez combatir las plagas y enfermedades”, apuntó Mina.

Voces de los huerteritos

Los estudiantes de preescolar, primaria y bachillerato del colegio Instituto Técnico Internacional han encontrado en la huerta Manos Unidas un espacio para conectarse con la naturaleza, recargar energías y sentirse en calma.

  • Emily Celeste Vega (transición)

“Cuando vengo a la huerta a echarle cáscaras de huevo y naranja, siento que las plantas y la tierra me hablan. Me dicen buenos días, quiero que me des amor y las ayude a ponerse bonitas. Me gusta mucho sembrar cilantro, papa criolla, pimentón y lechuga”.

  • Yeiberson Medranos (tercero de primaria)

“He sembrado muchas lechugas y acelgas y ayudo todos los viernes con el riego de las plantas y a echarle pasto al suelo para que no se seque tanto. En la huerta me siento alegre porque jugamos, aprendemos y cuidamos la naturaleza”.

  • Annie Victoria Pascuas (jardín)

“Me siento muy tranquila y feliz cuando siembro las lechugas. Algunas de ellas me hablan y me dicen gracias por ayudarlas a estar bien. Lo más importante en el planeta son las plantas y por eso debemos amarlas”.

  • Valery Cruz Fraile (tercero de primaria)

“Vengo cada dos semanas a la huerta y cuido mucho las lechugas moradas y perejiles. Les hecho agua y pongo el pasto en suelo para que no las dañe el Sol. Me siento feliz, tranquila y contenta en la huerta porque comparto con mis amigos y jugamos en medio de las plantas”. 

  • Betsy Cortés (tercero de primaria)

“La huerta me produce mucha paz y alegría. Es muy chévere salir del salón de clases para ayudar al planeta sembrando plantas, algo que todas las personas debemos hacer para cuidar el medio ambiente y alimentarnos sanos”.

  • Sebastián Cruz (octavo de bachillerato)

“En mi casa tengo una huerta casera y por eso conozco cómo se debe sembrar. Llevo dos meses en la huerta del colegio y ayudé mucho a abrir los huecos con una pala para sembrar las semillas. Este sitio es muy hermoso y ahora luce lleno de vida”.

  • David Herrera (tercero de primaria)

“Cuando estoy en la huerta me encargo de echarle cáscaras de huevo y frutas a la tierra. Sueño con poder sembrar lechugas para tener más contacto con la naturaleza y sentir las energías positivas de las plantas”.

  • Oliver Quiroga (tercero de primaria)

“En la huerta me siento feliz porque estoy ayudando a que la naturaleza se vuelva más fuerte. Es la primera vez que siembro, algo que me pareció mágico y me puso contento porque vamos a tener comida saludable”.

Docentes y madres de familia

Angélica Álvarez, docente de ciencias naturales de tercero de primaria, aseguró que la huerta estudiantil Manos Unidas es fruto del trabajo y compromiso de Martha Fraile, una mujer que los enamoró de la agricultura urbana.

“Ella nos ha inyectado muchos conocimientos y por eso la apoyamos en todo lo que necesita. Con esta huerta queremos fomentar en los niños la educación ambiental, el amor por la naturaleza y la alimentación saludable”.

La profesora destinó un tiempo en sus horas de clase para llevar a los estudiantes a la huerta. “En el salón les hablamos sobre agricultura urbana y en la huerta ayudamos con la siembra y actividades como el riego y deshierbe”.

Gustavo Puertas, docente de ciencias sociales en la jornada de la tarde, también ha llevado a sus estudiantes al terreno agroecológico del colegio para ayudar con la organización de los surcos y camas, riego, retiro de maleza y protección de suelo con el pasto.

“Este proyecto es un ejercicio de conciencia ambiental donde los estudiantes se salen de la rutina del aula de clases. En la huerta tienen contacto directo con la naturaleza y aprenden de agricultura urbana”.

El profesor realiza varias reflexiones con sus estudiantes en la huerta. “Reflexionamos sobre la importancia de saber cultivar e identificar las plantas que podemos comer, algo que todos debemos conocer en el caso de que lleguemos a un punto crítico por alimentos en el planeta”.

Puertas ha evidenciado varios cambios en el comportamiento de los niños y jóvenes cuando trabajan con la tierra. “Al tocar el suelo y las texturas de las plantas, todos se tranquilizan y entran en un estado de calma que no se ve en las cuatro paredes del salón de clases”.

Viviana García, profesora de biología de bachillerato, destacó que, además de la huerta Manos Unidas, el proyecto ECO del colegio logró la creación de un periódico ambiental y ha realizado constantes salidas a diversos ecosistemas de la ciudad.

“Muchos de nuestros alumnos ahora tienen una sensibilización ambiental gracias a estos proyectos. Con la huerta, trabajo que fortaleció Martha Fraile, estamos uniendo a toda la comunidad estudiantil”.

Varios de sus estudiantes participaron en la organización del terreno, construcción de las camas, siembra y jornadas de riego. “Al tener contacto con la naturaleza se genera un cambio en la actitud y todos demuestran felicidad y tranquilidad”.

García asegura que el objetivo es que todos los estudiantes, docentes y padres de familia participen en la huerta. “Por eso se consolidaron áreas para los de preescolar, primaria, bachillerato y los padres. Queremos seguir cultivando unidos”.

Italia Díaz y Geraldine Hernández hacen parte del grupo de padres de familia que participan en las actividades de la huerta, un proyecto que les permitió sembrar por primera vez y el cual están replicando en sus casas.

“Nosotros ayudamos mucho con el montaje de la huerta, un trabajo pesado porque el pasto estaba muy enraizado. Cuando sembramos las primeras plántulas y semillas, nuestros corazones latieron más de pura felicidad”.

Estas madres, cada una de dos niños que estudian en la institución, se sienten muy contentas por ser parte del grupo de agricultores urbanos del colegio. “Hemos compartido mucho con otros padres y algunos ya montamos huertas pequeñas en nuestras casas”.

Jhon Barros
Author: Jhon Barros

198 visitas
0

Jardín Botánico de Bogotá