• El Comité de Seguridad Alimentaria y Nutricional de Bosa reunió a cerca de 20 niños y niñas del Centro Amar de la localidad para que se conectaran con la Madre Tierra.
  • En Ata, la huerta del Cabildo Indígena Muisca, los pequeños conocieron los orígenes indígenas del territorio y aprendieron a hacer oleatos con tres plantas medicinales.
  • También ayudaron a elaborar un álbum botánico con cinco de las plantas más representativas de las huertas: lechuga, uchuva, brócoli, tomate cherry y acelga. 

La jungla de cemento tiene una fuerte presencia en el rostro actual de Bosa. Extensas avenidas, casas de todos los tamaños y formas, nuevos edificios con más de 30 pisos y un comercio bullicioso abundan en sus 2.466 hectáreas.

Los más de 823.000 habitantes la convierten en una de las cinco localidades más pobladas de Bogotá, un territorio del sur de la ciudad distribuido en cinco Unidades de Planeamiento Zonal (UPZ) y que cuenta con 32 colegios distritales y 259 parques.

El verde de la naturaleza es más bien escaso. La biodiversidad está concentrada en sitios como los humedales Tibanica y La Isla, las rondas hídricas de los lastimados ríos Bogotá y Tunjuelo y un bosque urbano que nació por iniciativa de la comunidad.

A las nuevas generaciones les cuesta imaginar a Bosa como un extenso territorio indígena que veneraba al agua, al Sol y a la Luna. Tampoco conciben que los 280 barrios de la localidad antes fueron despensas agrícolas repletas de maíz.

La gran mayoría de niños, niñas y jóvenes bosunos ignora que su casa común fue uno de los principales poblados muiscas durante la época precolombina, una etnia indígena anfibia, pacífica y defensora de la naturaleza.

Tampoco conocen que Bosa significa “cercado del que guarda y defiende las mieses”, es decir el que protege las espigas de los cereales maduros; y que antes de la llegada de los españoles, el territorio fue gobernado por el cacique Techovita.

“Esto también pasa con muchos adultos de la localidad”, dijo Rodrigo Intencipa, profesional del equipo de agricultura urbana del Jardín Botánico de Bogotá (JBB) y habitante de la localidad número siete de la ciudad.

“La ciudadanía en general desconoce la historia de este territorio anfibio y que su verdadero rostro es muisca. Siempre he creído que para cuidar algo, primero debemos conectarnos con sus raíces”.

Unidos por el territorio

A comienzos de este mes, el Comité de Seguridad Alimentaria y Nutricional de Bosa se propuso trabajar de una manera articulada entre varias entidades del Distrito para que las nuevas generaciones se conectaran con las raíces ancestrales del territorio.

Según Intencipa, el Jardín Botánico, la Alcaldía Local de Bosa y la Subred Sur Occidente se unieron para desarrollar una jornada de conexión con varios niños y niñas que asisten al Centro Amar de la localidad.

“El objetivo era mezclar la agricultura urbana agroecológica con las prácticas ancestrales del Cabildo Indígena Muisca de Bosa, una comunidad descendiente de los pobladores originarios del territorio y herederos de sus saberes”.

Las autoridades del cabildo, un sitio ubicado en el barrio San Bernardino y donde funciona uno de los 10 bancos comunitarios de semillas criollas y nativas de la capital, aceptaron la propuesta del comité.

“La jornada con los niños y niñas del Centro Amar contaría con actividades como una conexión con las raíces muiscas de Bosa en la maloca del cabildo, un recorrido por la huerta Ata y un taller de oleatos con plantas medicinales”, informó el profesional del JBB.

Los pequeños también ayudarían a elaborar un álbum botánico con cinco de las plantas más representativas de las huertas urbanas: lechuga, uchuva, brócoli, tomate cherry y acelga, iniciativa que estaría a cargo de la Subred Sur Occidente.

“La actividad fue pensada como un encuentro con las raíces muiscas de Bosa a través de los saberes ancestrales de las autoridades del cabildo y las propiedades de varias de las plantas que se siembran en las huertas de la localidad”, apuntó Intencipa.

Conexión muisca

El martes 19 de noviembre, cerca de 20 niños y niñas del Centro Amar de Bosa llegaron al cabildo para conectarse con la Madre Tierra. Lo primero que vieron fue la maloca, una estructura de madera y paja llamada Qusmuy rodeada por las flores blancas de los borracheros.

“Todavía no pueden ingresar. Las autoridades del cabildo están preparándose para la primera actividad de la jornada. Mientras tanto podemos ver un poco los cultivos de la huerta Ata, palabra chibcha que significa uno”, les dijo Julio Salazar, uno de los huerteros de Bosa.

Luego de un corto recorrido por los alrededores de la huerta, tres autoridades del cabildo hicieron señas para que los pequeños ingresaran al lugar sagrado. Todos debían hacerlo de espaldas y en silencio.

Se ubicaron en unas sillas de madera organizadas alrededor de una fogata y tres múcuras llenas de agua. Las autoridades estaban sentadas detrás de una pequeña mesa con una vela encendida y racimos con las hojas de varias plantas medicinales.

“Bienvenidos a nuestra casa de sanación”, expresó Reinel Neuta. “Antes de conversar vamos a saludar a las plantas sagradas, los cerros y los humedales y les vamos a pedir permiso a nuestros ancestros”.

Una de las autoridades tradicionales del cabildo pasó por los puestos de los niños y niñas con una figura similar a un pebetero que emanaba un humo con olor a sahumerio. “Vamos a hacer una limpieza con estas plantas que limpian el alma”.

Mientras limpiaban las energías negativas, otra de las autoridades tomó la vocería. “Ustedes son el futuro de este territorio muisca y por eso es necesario que se empapen del conocimiento ancestral”.

Los niños y niñas se frotaron en las manos un líquido elaborado con una de las plantas sanadoras. “Pídanle permiso a los abuelos y conéctense con los cuatro elementos: fuego, aire, agua y tierra”.

Luego de una corta presentación por parte de todos los asistentes, los sabedores muiscas compartieron algo de la historia del territorio. “Nuestra cultura empezó a diluirse desde la llegada de los españoles. Sin embargo, no la perdimos, solo se olvidó un poco”.

Los pequeños del Centro Amar, sin ningún celular que los distrajera, escucharon atentos todas las intervenciones de los descendientes del pueblo muisca. Conocieron que el cabildo empezó su proceso de autorreconocimiento en 1995.

“Somos 1.250 familias conformadas por más de 4.500 indígenas descendientes de los muiscas. Tenemos gobierno propio, estamos conformados por 12 autoridades tradicionales y queremos pervivir en el tiempo y recuperar nuestra memoria”.

Los ojos de los niños y niñas estaban puestos en la maloca, un sitio que los muiscas llaman la casa de sanación o un fragmento del universo. Los cuatro palos de madera que sostienen el techo, representan los cuatro elementos y las plantas sagradas.

“Esta casa es como el vientre de la madre. En un sitio de formación donde nos conectamos con el universo, nos alimentamos y nos sentimos seguros. Entramos de espaldas para dejar afuera lo malo y recargarnos con buenas energías”.

“¿Cómo podemos sanar un territorio tan lastimado como Bosa?, murmuró en voz baja uno de los pequeños. Sin escuchar la pregunta, una de las autoridades empezó a hablar sobre el tema asegurando que la Madre Tierra está enferma.

“Para sanar al territorio, el primero que debe sanar es el ser humano. Eso lo hacemos nosotros utilizando las plantas medicinales y recuperando los sitios sagrados donde habitan nuestros abuelos. Acá no hay jerarquías: todos somos iguales y compartimos el mismo espíritu”.

Con una nueva conexión con las raíces ancestrales de Bosa, los cerca de 20 niños y niñas se despidieron de los sabedores indígenas. Antes de salir de la maloca, las autoridades les pidieron hacerlo por la puerta que da hacia el occidente.

“Salimos de espaldas por el occidente para volver a nacer. De la casa sagrada salimos sin cargas; es como un parto donde dejamos las quejas, molestias y enfermedades. Siempre serán bienvenidos para que aprendan a desaprender”.

Aceites medicinales

Rodrigo Intencipa, profesional del JBB, fue el encargado de liderar la segunda actividad de la jornada del Comité de Seguridad Alimentaria y Nutricional de Bosa. En esa ocasión, las plantas medicinales serían las protagonistas.

Una mesa plástica les causó curiosidad a los niños y niñas del Centro Amar. Sobre ella había varias ramas de romero, caléndula y salvia y una pequeña estufa con una olla llena de agua caliente y tres frascos de vidrio en su interior.

“Hoy van a participar en un taller de oleatos, una técnica de extracción de los osmolitos secundarios que tienen las plantas de uso medicinal. No se asusten por estos nombres: lo que vamos a hacer son aceites”.

Según Intencipa, el taller se basaría en una maceración en caliente de las tres plantas medicinales. El primer paso fue introducir hojas y flores en cada uno de los tres frascos de vidrio y luego agregarles un poco de aceite vegetal, en este caso de girasol. 

“Vamos a poner los frascos al baño de María durante aproximadamente 40 minutos. Debemos medir seguido la temperatura en cada recipiente, la cual no debe ser mayor a los 60 grados centígrados porque de lo contrario se evaporan las moléculas”.

El profesional del JBB explicó que el calor se encarga de romper las paredes celulares de las hojas o flores de las plantas. “Esto permite que salgan las moléculas y así extraer los aceites esenciales”.

Mientras los tres frascos con romero, salvia y caléndula y aceite vegetal se calentaban en la estufa, los pequeños del Centro Amar aprendieron sobre las propiedades medicinales de estas especies emblemáticas de las huertas urbanas.

Por ejemplo, Intencipa les informó que el romero es analgésico y antiinflamatorio. Sirve para combatir los dolores musculares, artritis, reumatismo, orzuelos, fuegos y las afectaciones en la piel. “El aceite con las hojas de romero es muy utilizado para hacer masajes”.

Las hojas y flor morada de la salvia tienen moléculas medicinales que ayudan a disminuir la ansiedad y el estrés, regular la energía y tratar la depresión. “Es una de las plantas que más relaja; el aceite lo podemos aplicar detrás de las orejas y en los puntos de pulsación”.

La caléndula, una planta con una llamativa flor de color naranja o amarillo, no es tan olorosa como la salvia o el romero. Sin embargo, es una de las más utilizadas como antibiótico y cicatrizante.

“En aceite o pomada sirve bastante para controlar bacterias y hongos. Sana las heridas, previene las infecciones y además, cuando es sembrada en las huertas, atrae mucho a las abejas”.

Los niños y niñas olieron y se untaron los aceites de estas tres plantas medicinales. “Pensamos que hacer estos aceites era muy difícil, pero es todo lo contrario. Cualquier persona que tenga una estufa los puede hacer y así mejorar su salud”.

Álbum botánico

Los curiosos asistentes se dividieron en cinco grupos para recorrer Ata, la huerta comunitaria del Cabildo Indígena Muisca de Bosa. Este sitio alberga más de 50 especies comestibles y medicinales y está protegido por un plástico que le da un aspecto de invernadero.

Cada grupo tenía como líder a uno de los huerteros y huerteras que participan en este terruño agroecológico, quienes los llevaron a las eras donde se siembran cinco de las plantas más representativas de la agricultura urbana.

“Los agricultores urbanos del cabildo les van a contar sobre las propiedades de la lechuga, uchuva, brócoli, tomate cherry y acelga. Luego, vamos a coger una de sus hojas o frutos para armar nuestro álbum botánico”, dijeron las funcionarias de la Subred Sur Occidente.

En una actividad previa, los niños y niñas del Centro Amor elaboraron las hojas de papel reciclado con las que conformarían los álbumes. “Hoy también les vamos a tomar fotos a las plantas, imágenes que luego pegaremos en las hojas recicladas”.

Durante aproximadamente una hora, los pequeños recorrieron todos los recovecos de la huerta Ata y recogieron el material vegetal para armar los cinco álbumes botánicos. Antes de pegar las hojas o frutos, escribieron algunas de sus propiedades o características.

Estos pequeños herbarios hacen parte de las iniciativas propuestas en el Comité de Seguridad Alimentaria y Nutricional de Bosa. El objetivo es que las nuevas generaciones aprendan de una manera didáctica sobre la soberanía alimentaria.

La Subred Sur Occidente se encargará de darles los últimos detalles a estos álbumes botánicos, “productos que serán socializados en el Centro Amor y otros sitios de la localidad para motivar a otros grupos a participar en este tipo de actividades”, puntualizó Intencipa.

“Hoy fue un día muy especial. Nos conectamos con las raíces ancestrales muiscas de Bosa, aprendimos a hacer aceites con plantas medicinales y culminamos nuestros álbumes botánicos; y lo mejor fue que nos divertimos mucho”, concluyeron los niños y niñas al final de la jornada.

Jhon Barros
Author: Jhon Barros

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Jardín Botánico de Bogotá