• Miles de hortalizas, plantas medicinales, frutales y árboles nativos pusieron fin a los escombros y otras problemáticas ambientales que agobiaban a un terreno del barrio Tenerife, en la localidad de Usme.
  • Se trata de Siembra, cuida y cosecha, un parque ecológico comunitario creado en 2019 por indígenas muiscas, jóvenes artistas, líderes sociales y habitantes de esta zona del sur de la ciudad.
  • La huerta comunitaria y aula viva de esta iniciativa ambiental, cultural y ancestral han beneficiado a más de 80 personas, la mayoría niños y jóvenes de dos colegios del sector.
  • Este proceso agroecológico acaba de recibir luz verde por parte del protocolo de huertas en espacio público.

John Fredy Moreno Suárez tiene el corazón enraizado en Usme, uno de los territorios rurales de Bogotá que primero fue habitado y protegido por un pueblo indígena anfibio que veneraba al agua, la tierra, el fuego y el aire: los muiscas.

En sus 29 años de vida, nunca se le ha pasado por la mente la idea de abandonar el sitio que lo vio nacer y crecer. Todo lo contrario, desde muy niño supo que quería hacer algo para beneficiar a la comunidad y los recursos naturales.

Su estrecha relación con el territorio tiene una simple explicación: por sus venas corre sangre muisca. Luis Alfonso Moreno Mahecha, su padre, es un sabedor de esta etnia pacífica que gobernó la sabana cundiboyacense antes de la llegada de los españoles.

“Mi papá nació en el municipio de Vergara (Cundinamarca) y se ha encargado de mantener con vida todo el conocimiento ancestral indígena de nuestros antepasados muiscas. El cuidado de la naturaleza siempre ha estado presente en mi familia”.

Un predio del barrio Tenerife ubicado al lado de la casa de dos pisos donde funciona la Junta de Acción Comunal (JAC), le generaba una profunda tristeza y angustia por la alta proliferación de escombros y otros residuos sólidos.

Según John Fredy, en este terreno ubicado en la calle 91A sur con carrera 14 primero funcionó una plaza de mercado, negocio informal que luego desapareció para darle paso a un extenso parqueadero que se adueñó del espacio público.

“Para nivelar el suelo, el parqueadero rellenó la zona con una gran cantidad de escombros. Sumado a esto, las ferreterías del sector cogieron el predio como punto de almacenamiento de toda clase de materiales”.

Una corazonada diaria le decía que ese terreno agobiado por los desperdicios podía convertirse en ese proyecto ambiental y comunitario que soñó desde niño. Sin embargo, para volverlo realidad primero debía prepararse académicamente.

“Hice cuatro semestres de biología en la Universidad Pedagógica, pero mi gran pasión por la cultura me llevó a cambiar de rumbo y estudiar licenciatura en artes en la Universidad Distrital Francisco José de Caldas”.

El joven licenciado quiso ir más allá. Con su padre y otros amigos que compartían su amor por Usme y el territorio, le dieron vida a la Academia del Escenario, una fundación ubicada en el barrio Tenerife que fusiona la cultura con los temas ambientales.

“También hacemos parte de la comunidad Uquisuanapa, conformada por indígenas muiscas de las localidades de Usme y Sumapaz. Con todas estas manos amigas, ya estábamos listos para hacer algo en el predio de Tenerife repleto de escombros”.

Huerta comunitaria

En 2019, cerca de siete personas de la fundación Academia del Escenario, la comunidad muisca Uquisuanapa y la Junta de Acción Comunal empezaron a recuperar el contaminado predio del barrio Tenerife, un sector que colinda con la avenida principal de Usme.

La primera acción fue montar una pequeña huerta comunitaria que no superaba los tres metros cuadrados, un nuevo reverdecer que le puso freno de mano a la constante ampliación del parqueadero.

Luego, la fachada de la sede de la JAC del barrio Tenerife fue decorada con un extenso y colorido mural que tiene figuras emblemáticas de los muiscas, como el vientre de una mujer con su hijo y varios mamíferos, aves y reptiles.

“Para este muralismo contamos con el apoyo de la Subred Sur. El objetivo era que expresara la siembra, el cuidado y la cosecha del ser humano y por eso fue bautizada como Siembra, cuida y cosecha”.

Al ver las hortalizas, plantas medicinales y frutales, varios habitantes del barrio Tenerife se motivaron a participar en el nuevo proyecto. Según John Fredy, esto dio paso a la ampliación de la pequeña huerta.

“Empezamos a trabajar en un área de 165 metros cuadrados. Fue un trabajo muy duro porque todo estaba lleno de escombros; en esta zona no pudimos retirar esa cantidad de residuos y por eso tuvimos que rellenarla con mucha tierra abonada que trajimos de la vereda El Olarte”.

La huerta comunitaria Siembra, cuida y cosecha fue encerrada con malla y antiguas tablas de madera para evitar los impactos de los transeúntes y mascotas. John Fredy recuerda que a los dueños del parqueadero no les gustó el nuevo proyecto agroecológico y comunitario.

“Como ellos querían seguir ampliando el área del parqueadero, al inicio del proyecto nos rompían las mallas y arrojaban basuras. A través de varios diálogos pacíficos, logramos una concertación con ellos y empezaron a respetar nuestro trabajo comunitario”.

La zona reverdeció con una alta variedad de hortalizas, frutales y plantas medicinales, como cilantro, maíz, cubio, haba, tabaco, durazno, lechuga, acelga, papas nativas, yacón, romero, caléndula, breva y amaranto.

Aula viva

Además de la huerta, los artistas, ambientalistas, muiscas y líderes sociales empezaron a reverdecer el terreno con varios árboles, como borracheros, saucos, cerezos, sangregados y duraznos, y algunas plantas ornamentales de jardín.

Sin embargo, John Fredy no quería que su proyecto se limitara a sembrar y cosechar. Su sueño era darle vida a un aula viva donde los niños y jóvenes aprendieran en medio de actividades ambientales, culturales y ancestrales.

A través de proyectos que le presentaron al Fondo de Desarrollo Local y con el apoyo de la Red de Universidades Públicas, construyeron una pequeña aula ambiental en una zona del predio para empezar a trabajar con los estudiantes de colegios.

Además, con recursos gestionados por la fundación y la comunidad, montaron una zona de plantulación. “El objetivo es que podamos germinar y propagar nuestro propio material vegetal, conservar la humedad del suelo y atraer a los polinizadores”. 

Los colegios Tenerife Granada Sur y San Marino aceptaron la invitación para ser parte de este proyecto educativo y ambiental. La huerta sería el escenario para las clases de biología y química y el aula ambiental para las de artes y música.

“El tejido con los colegios ha sido bien bonito. Hacemos talleres artísticos y ambientales al aire libre con los niños y jóvenes donde aprenden sobre la música andina, las plantas y a hacer abonos en una compostera que nos dio la Uaesp”.

Todos los jueves, estudiantes entre los ocho y 14 años visitan el predio para tomar sus clases de música y danza. Los martes y miércoles son para adquirir conocimientos de biología y química en la huerta.

“Este espacio se convirtió en algo trascendental para la comunidad y los dos colegios, planteles educativos que no dan abasto en los salones para tantos niños. En esta aula viva aprenden, juegan y conocen sobre la ancestralidad muisca”.

Parque ecológico comunitario 

En 2023, debido a la gran acogida por parte de la comunidad, el proyecto fue renombrado como parque ecológico comunitario Siembra, cuida y cosecha, un espacio para dialogar en torno a los recursos naturales, la ancestralidad, el arte y la cultura.

“El objetivo del parque es que se convierta en un sitio de diálogo ambiental y transformación del territorio para las organizaciones sociales e indígenas, colegios, entidades distritales, Junta de Acción Comunal y la comunidad de toda la localidad”.

La huerta comunitaria sigue creciendo. Con una retroexcavadora, los líderes del parque lograron sacar 15 volquetadas de escombros en una nueva zona que ya fue cubierta por tierra abonada y está lista para ser sembrada.

“El Parque Chaquén, ubicado en Sumapaz, nos ha donado muchas semillas nativas y criollas, como papas corneta. Tenemos una buena articulación con el Consejo del Campesinado de esta localidad”.

Más de 80 personas, la mayoría estudiantes de los dos colegios de la zona, se han visto beneficiadas con las actividades ambientales, artísticas, lúdicas y educativas que se realizan en este parque ecológico comunitario.

“La huerta es el  núcleo o centro que le brinda una posibilidad de encuentro a la comunidad. Por ejemplo, varios de los habitantes del barrio nacieron en el campo y acá recuerdan su infancia y las memorias de ese pasado agrícola; sienten mucha satisfacción por volver a sembrar”.

Según John Fredy, este parque ecológico se convirtió en una nueva zona verde del barrio Tenerife, sector de Usme que carece de coberturas vegetales. “Nuestro circuito lúdico y huertero ahora se conecta con el único parque del barrio”.

Actualmente, esta iniciativa ambiental y comunitaria de Usme tiene varias alianzas con las Universidades Distrital y Pedagógica. Sus estudiantes visitan el parque para hacer varias obras sociales y les han ayudado mucho con el montaje de la zona de plantulación.

“También estamos montando nuestro sistema de riego. Ya tenemos dos tanques de 1.000 litros, una tubería interna debajo de la tierra y una electrobomba; solo nos falta instalar un canal en el techo de la JAC para recolectar el agua lluvia”.

Luz verde

John Fredy trabajó durante cuatro años en la Subdirección Educativa y Cultural del Jardín Botánico de Bogotá (JBB), entidad donde conoció que las huertas ubicadas en el espacio público de la ciudad debían tramitar un protocolo.

“Este año les pasamos todos los papeles requeridos al JBB, entidad que luego le envió toda la información al Instituto Distrital de Gestión de Riesgos y Cambio Climático (Idiger), administrador del espacio donde se encuentra nuestra huerta”.

Según el licenciado en arte con sangre y alma muisca, recibir la luz verde del protocolo les permitirá recibir asesoría técnica e insumos y presentarse a varias convocatorias del Distrito para mejorar el parque ecológico comunitario.

Camilo Andrés Peña, técnico del equipo de agricultura urbana del JBB en las localidades de Usme, Rafael Uribe Uribe y Sumapaz, fue el encargado de asesorarlos con todo el trámite del protocolo de huertas en espacio público.

“Visitamos varias veces la huerta y les ayudamos a tomar varios datos. El Idiger nos acaba de informar que el protocolo fue aprobado, es decir que John Fredy y las demás personas que participan pueden continuar con la actividad de agricultura urbana”.

Con esta autorización para sembrar y cosechar de una manera agroecológica, Siembra, cuida y cosecha recibirá toda la asesoría técnica del JBB e insumos como tierra abonada, plántulas y semillas.

“Vamos a trabajar mancomunadamente para organizar mejor las camas, perfeccionar la zona de compostaje y utilizar productos naturales para controlar las plagas. También queremos que se articulen con el banco comunitario de semillas criollas y nativas que tenemos en Usme”.

La luz verde del protocolo le permitirá a John Fredy presentar un proyecto de paneles solares para el parque ecológico comunitario a una nueva convocatoria de la Secretaría de Hábitat llamada Innova tu territorio.

“Nuestro objetivo es seguir gestionando proyectos y ser autosostenibles. No buscamos depender de la institucionalidad, sino articularnos con las diferentes entidades para trabajar juntos con la comunidad”. 

Por ejemplo, la fundación Academia del Escenario y la Universidad Distrital realizaron el inventario de plantas presentes en el parque, que arrojó cerca de 20 especies, y van a publicar los resultados en una cartilla.

“Soñamos con consolidar nuestro vivero para tener material vegetal propio y repartirlo en la comunidad huertera. También le vamos a apuntar a crear un banco de semillas y hacer alianzas pedagógicas, científicas y de investigación con las instituciones”.

Jhon Barros
Author: Jhon Barros

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Jardín Botánico de Bogotá