• La localidad de Fontibón alberga el séptimo banco de semillas agroecológicas del Jardín Botánico de Bogotá (JBB).
  • Este reservorio, ubicado en la Casa de Pensamiento Intercultural Misak del barrio Zona Franca, será custodiado por indígenas de esta etnia proveniente del departamento del Cauca. 
  • Los huerteros y huerteras podrán acceder a 21 especies y 48 variedades de semillas criollas y nativas, como maíces y habas de colores, frijoles de altura, tomates y cebada cervecera.

En inmediaciones de los páramos de Las Delicias y El Pisno, fábricas de agua localizadas en el centro y oriente del departamento del Cauca, sobrevive uno de los pueblos indígenas más emblemáticos de Colombia.

Se trata de los misak, palabra que en lengua namtrik significa gente del agua. El municipio de Silvia, donde está ubicado el resguardo Guambía, 18.000 hectáreas con espíritu ancestral, es su principal hogar.

Los también conocidos como guambianos, según la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), tienen una cosmología basada en un sistema dual: lo masculino y lo femenino, lo caliente y lo frío, y el Sol y la Luna. 

“El curandero guambiano es la persona que conoce las plantas medicinales y curativas, previene enfermedades y actúa como intermediario entre los hombres y los espíritus. En los rituales de limpieza utiliza plantas calientes como la coca y el maíz”. 

Los misak son conocidos por sus trajes coloridos y llamativos. Sus colores predilectos son el morado, rojo, negro, verde, azul y marrón, tonos que hacen parte de los estampados de flores y animales que tejen en sus prendas.

La agricultura es el pilar de su economía: son expertos en cultivar maíz, papa, cebolla, zanahoria, ajo y repollo. El trabajo de campo es liderado por los hombres y las mujeres se encargan del hogar, huertos caseros y realizar tejidos y artesanías.

Las raíces u origen de los misak aún son un misterio. La Organización Nacional Indígena de Colombia asegura que no existe un consenso sobre su historia prehispánica, aunque hay varias hipótesis.

Una de ellas viene por parte de los antiguos hacendados y campesinos caucanos, quienes aseguraron que los misak llegaron al territorio colombiano desde Ecuador y Perú como población servil o yanaconas traídos por los españoles. 

“Según registros del cronista Antonio de Herrera, Sebastián de Belalcázar llegó a la región acompañado de indios de servicios. Sin embargo, esto ha sido rechazado por investigadores lingüistas porque los yanaconas hablan lengua quechua”.

Otra hipótesis data de antes de la llegada de los españoles, cuando el Valle de Popayán contaba con diferentes pueblos indígenas que conformaban la Confederación Guambiano Coconuco y compartían territorio, cultura y lengua.

“Otra teoría es la de una sociedad denominada puhenses o pubenenses, integrada por indígenas habitantes de territorios aledaños al Valle de Popayán y de quienes descenderían los misak”.

La ONIC indica que todos los indígenas de esta zona del departamento del Cauca, incluidos los misak, fueron víctimas de la conquista española, que inició en 1535 bajo el comando de Sebastián de Belalcázar.

“Hacia finales del siglo XVI ya habían sido conquistados e incorporados en la estructura socioeconómica colonial. Esto transformó drásticamente su cultura y diezmó demográficamente sus comunidades”.

Con la salida de los españoles del territorio nacional, el sufrimiento y desplazamiento de los misak no llegó a su fin. Durante los siguientes siglos, factores como el conflicto armado y la falta de oportunidades causaron heridas que aún siguen abiertas.

Varios de estos indígenas se han movilizado a otros departamentos del país, como Huila, Cundinamarca, Caquetá, Putumayo, Valle del Cauca y Meta, para obtener nuevas tierras y trabajar la agricultura.

Volver al pasado

María Turubalá fue una de las indígenas misak que salió de su territorio ancestral en Cauca para buscar una mejor vida. Aunque quería seguir sembrando semillas nativas en el suelo fértil, prefirió aventurarse en la gran ciudad.

“Hace 10 años llegué a Bogotá. Escogí vivir en la localidad de Fontibón porque es la zona de la capital que más cuenta con indígenas misak y tiene su propio cabildo”, afirma mientras teje un suéter de lana. 

No ha perdido su identidad indígena y mantiene vivos los conocimientos ancestrales de sus antepasados. Siempre viste los trajes típicos de esta etnia y también habla a la perfección la lengua namtrik.

“Aunque con mi esposo e hijos hemos tenido tiempos duros, puedo decir que la capital me ha tratado bien. En una época trabajé en el Jardín Botánico de Bogotá (JBB) como operaria del grupo de arborización, una labor muy dura”.

Uno de los lugares que más visita es la Casa de Pensamiento Intercultural “Shush Urek Kusreik Ya”, donde más de 140 niños y niñas misak, entre los cero y cinco años, reciben herramientas educativas en el marco del respeto por las raíces ancestrales y culturales.

“En esta casa, ubicada en el sector de Zona Franca en Fontibón, también manejamos el aprendizaje, recuperación y preservación de nuestra cultura desde las prácticas propias y ancestrales de la comunidad misak”.

Como el trabajo de la tierra hace parte de la idiosincrasia de los misak, “Shush Urek Kusreik Ya” cuenta con varias huertas comunitarias donde el maíz es el gran protagonista. “En estos espacios tenemos la oportunidad de hacer lo que amamos: sembrar”.

Hace poco, María se enteró que el Jardín Botánico había escogido la Casa de Pensamiento Intercultural Misak para montar uno de los 10 bancos de semillas agroecológicas con los que contará la capital del país.

“Me puse muy contenta porque en este lugar íbamos a tener la oportunidad de recuperar nuestras semillas nativas, tesoros que lamentablemente han desaparecido de muchos territorios por la llegada de alimentos que no son del país”.

Banco de semillas ancestral

En la Casa de Pensamiento Intercultural, los misak de la localidad de Fontibón tienen un sitio exclusivo para realizar sus encuentros y rituales ancestrales. Se trata de un “poto kuakik”, una estructura parecida a las malocas de los indígenas amazónicos.

En este lugar en forma de choza y con paredes de bahareque, los misak se reúnen a dialogar alrededor de una fogata. Su fachada está pintada con murales que exhiben la cosmología indígena: espirales, tejidos, lagunas sagradas, frailejones y muchos colores.

Más de 15 huerteros y huerteras de la localidad de Fontibón se dieron cita en el “poto kuakik” de los misak para conocer el séptimo banco de semillas agroecológicas del Jardín Botánico. El taita Miguel Tumiñá, gobernador del cabildo indígena, fue el encargado de recibirlos.

“Bienvenidos a la casa del pensamiento de los misak, un sitio donde realizamos procesos de educación integral basados en el cuidado de los recursos naturales. Para nosotros es muy importante proteger la naturaleza porque ella nos da todo; los humanos somos seres temporales”.

También afirmó que el banco de semillas agroecológicas de Fontibón será un espacio de puertas abiertas que permitirá rescatar la ancestralidad. “La siembra de las semillas nativas y criollas va a crecer a través de este sitio. Todos son bienvenidos”.

El taita Miguel y Diomedes Tróchez, sabedor misak encargado de liderar la Casa de Pensamiento Intercultural “Shush Urek Kusreik Ya”, realizaron una pequeña presentación musical andina con un tambor y una flauta.

“Con esta muestra musical del pueblo indígena inauguramos oficialmente el banco de semillas. Nosotros vamos a ser los custodios de las semillas nativas y criollas y con el apoyo del JBB vamos a liderar los préstamos a la comunidad”, dijo Tróchez.

Wilson Rodríguez, coordinador del grupo de agricultura urbana y periurbana del JBB, tomó la vocería para agradecerles a los misak el abrirle las puertas de su espacio ancestral al Distrito y permitir montar el banco de semillas.

“La agricultura urbana en Bogotá es una actividad que requiere de la unión del Distrito y la comunidad. A través de este banco, vamos a fortalecer el trabajo que realizamos con el pueblo misak desde el año 2020”.

Según Rodríguez, los bancos de semillas agroecológicas tienen como objetivo rescatar los saberes ancestrales. “Hemos perdido mucho de ese legado por los avances tecnológicos. Por eso estamos trabajando desde la ancestralidad y con los custodios de semillas de la ciudad”.

Así funcionará

El reservorio ancestral de la localidad de Fontibón está conformado por un stand que contiene 58 frascos de vidrio, cada uno con alguna de las 21 especies y 48 variedades como maíces y habas de colores, frijoles de altura, tomates y cebada cervecera.

Juan David Córdoba, profesional del JBB encargado de liderar la puesta en marcha de los 10 bancos de semillas agroecológicos de la capital (nueve comunitarios y uno institucional), explicó cómo es el funcionamiento de estos espacios.

“Los huerteros y huerteras podrán acceder a las semillas criollas y nativas a través de préstamos. Es decir que por cada semilla que obtengan, la cual debe ser sembrada en las huertas, deberán devolverle al banco el doble cuando haya cosecha”.

En Fontibón, el Cabildo Indígena Misak será el encargado de custodiar las semillas y aprobar los préstamos. “Se analizarán aspectos como el tamaño de las huertas donde se van a sembrar las semillas”, informó Córdoba.

El experto indicó que el ideal no es guardar las semillas que la ciudadanía obtenga del banco. “Hay que movilizar las semillas para que el banco no se quede sin material. Es decir que deben ser sembradas en las huertas”.

La comunidad huertera tuvo la oportunidad de hacer varias preguntas sobre el funcionamiento del banco de semillas. Una de las mayores inquietudes fue si podían ingresar a la casa de pensamiento cualquier día.

“El Cabildo Indígena Misak establecerá las fechas para ingresar y hacer los préstamos. Lo más posible es que sea una vez al mes, información que será divulgada en los próximos días. Todo este proceso contará con la asesoría del JBB”, explicó Córdoba.

La procedencia de las semillas nativas y criollas también los inquietó. Los profesionales del JBB explicaron que provienen de sitios liderados por custodios en departamentos como Nariño, Antioquia y Boyacá. “Todas están libres de químicos”.

El coordinador del grupo de agricultura urbana del JBB manifestó que este banco de semillas queda en buenas manos. “Los misak son custodios de semillas y grandes expertos en agricultura. Estoy seguro que el banco funcionará muy bien en sus manos”.

Los misak históricamente han cultivado la tierra a través de sus saberes, prácticas ancestrales y cuidados de la naturaleza. Dentro de los cultivos insignia están los tubérculos, maíz, habas, calabaza y plantas medicinales.

“Con algunas plantas elaboran biopreparados para el control de insectos, enfermedades y sanarse a sí mismos. Les gusta sembrar semillas nativas y criollas, algunas traídas de su territorio”, mencionó Sonia Bohórquez, coordinadora de agricultura urbana del JBB en Fontibón y Engativá.

La casa de pensamiento intercultural de los misak inició su proceso de huerta urbana en el año 2017. “El JBB apoya este espacio desde 2020 a través de asistencia técnica, fortalecimiento y entrega de insumos”, complementó Bohórquez.

Siembra y culinaria

Terminadas las charlas técnicas y ancestrales, la comunidad misak y los huerteros y huerteras de la localidad de Fontibón se dirigieron hacia una de las huertas para sembrar varias de las semillas que hay en el banco.

“Hoy vamos a sembrar semillas de papa nativa, haba, arveja y espinaca. Los misak hicieron cuatro surcos para esta actividad y esperamos que todos participen. Nuestros operarios los apoyarán en la técnica de siembra, aunque creo que ustedes ya la conocen”, apuntó Córdoba.

Luego de la foto oficial del lanzamiento del banco de semillas agroecológicas, los participantes disfrutaron de varios platos culinarios elaborados por Diego Huertas, chef de la Subdirección Técnica Operativa del JBB.

“Preparamos una chicha de maíz morado y un taco con los siguientes ingredientes cosechados en varias huertas de la ciudad: maíz, col de bruselas, repollo morado, tomate, cebolla, cilantro, calabacín y zucchini”.

Diomedes Tróchez quedó sorprendido con el taco porque la salsa le sabía a carne, proteína que no estaba en la receta. Huertas lo sacó de la duda: “es una desconstrucción que le hice a varias cáscaras de banano. Sabe a carne, pero todos los ingredientes son agroecológicos”.

El cierre del lanzamiento del banco de semillas fue con un brindis de chicha morada, una de las bebidas emblemáticas de los misak. “No hay nada mejor que celebrar la llegada de este reservorio de semillas con un plato típico. Estoy segura que va a ser de gran utilidad para la comunidad”, dijo María Turubalá.

Estrategia transversal

Los bancos de semillas agroecológicas del JBB tienen varios aspectos a destacar. Uno de ellos es brindar condiciones de adaptabilidad genética a las condiciones climáticas actuales, las cuales son irregulares y cambiantes por el calentamiento global. 

“Para ello, se efectuará la siembra de parcelas demostrativas que son las encargadas de conservar y multiplicar las semillas agroecológicas de manera constante”, precisó Córdoba.

También son espacios experimentales y vivenciales que permiten identificar las diferentes especies de semillas agroecológicas, es decir aquellas que proceden de cultivos donde se respeta su ciclo de desarrollo natural.

“Los agricultores seleccionan la mejor fracción de cultivo de cada generación y a las diferentes variedades para la obtención de semillas que se adaptan poco a poco a las condiciones agroclimáticas, como temperatura, suelo y disponibilidad de agua”.

Según Córdoba, esta adaptación hace que este tipo de semillas se vuelvan más resistentes frente a plagas y enfermedades. “Las nuestras están libres de agentes químicos convencionales, pesticidas, herbicidas, fungicidas y conservantes”.

Con el de Fontibón, el JBB ha inaugurado siete bancos de semillas en la capital: uno institucional (ubicado en las instalaciones de la entidad, en Engativá) y seis comunitarios en Suba, Bosa, Rafael Uribe Uribe, Sumapaz y Usme.

“Este mes inauguramos los tres restantes, que estarán ubicados en las localidades de San Cristóbal, Chapinero y Kennedy”, informó Rodríguez.

 

Jhon Barros
Author: Jhon Barros

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Jardín Botánico de Bogotá