• La huerta comunitaria de la unidad residencial El Gualí tiene como protagonista al cuerpo celeste que ilumina con su magia la penumbra de la noche.
  • Se trata de las Fases de la Luna, un terruño agroecológico creado hace dos años por 28 habitantes de este conjunto de apartamentos del barrio Bosque Popular en la localidad de Engativá.
  • Las camas de los cultivos donde se siembran 117 variedades de hortalizas, frutales y plantas medicinales y ornamentales, llevan los nombres y formas del ciclo lunar. 
  • El reciclaje, compostaje, la educación ambiental y un banco de semillas nativas, también hacen parte de este proyecto de agricultura urbana. 

La quietud, el descanso y el ocio no hacen parte de la vida de Ana Mercedes Preciado, una tolimense delgada, de estatura baja y piel trigueña que trabajó durante 32 años como enfermera en la Clínica El Bosque de Bogotá.

“Nunca estoy de brazos cruzados. Trato de aprovechar al máximo el tiempo y por eso no me gusta estar sentada o acostada viendo televisión; la cama y la casa me pican”, asegura esta habitante de la unidad residencial El Gualí.

Esta personalidad la empezó a forjar desde su infancia en Ibagué, ciudad que la vio nacer. Recuerda que en el colegio era una niña muy inquieta y los fines de semana se la pasaba jugando en los cultivos de la finca familiar en el municipio de Cajamarca.

Ana Mercedes Preciado es la líder de la huerta comunitaria de la unidad residencial El Gualí.

“Sin embargo, por ser la menor de tres hermanos y la única mujer, mis papás no me dejaban sembrar y hacer las demás actividades del campo. En esa época, las niñas solo podíamos estudiar y ayudar en las labores de la casa”.

En la enfermería encontró la profesión ideal para no tener mucho tiempo libre. Los largos turnos para atender a los pacientes no le disgustaban y al llegar a casa se encargaba de la crianza de sus dos hijas.

“Cuando recibí la pensión, un privilegio que no todos podemos conseguir, me alcancé a asustar. No quería quedarme encerrada en el apartamento viendo para el techo; necesitaba ocuparme en un nuevo proyecto de vida”.

Con varias vecinas del conjunto, Ana Mercedes lideró un grupo defensor de los animales, en especial de los gatos. Durante varios meses hicieron jornadas de esterilización, atención veterinaria y adopción.

Al terminar el proyecto, a mediados de septiembre de 2022, el destino le puso en su camino a un profesional del Jardín Botánico de Bogotá (JBB), un centro de investigación de la biodiversidad ubicado a unos pocos metros del conjunto de 21 bloques y 740 apartamentos.

“A Mauricio Prieto, ingeniero agrónomo, lo conocí un día en uno de los restaurantes del barrio Bosque Popular. Le pregunté si el JBB le brindaba cursos de jardines o agricultura a la comunidad y su respuesta fue positiva”.

El profesional le comentó que debía conseguir un grupo de más de 15 ciudadanos para tomar alguno de los cursos sobre el cuidado de las coberturas vegetales de la ciudad, como arbolado, jardinería o agricultura urbana.

“Inmediatamente me comuniqué con el administrador y el consejo de administración de la unidad residencial Gualí, sitio donde vivo desde hace 15 años, para que me ayudaran con la divulgación del curso”.

Talleres huerteros

28 residentes del conjunto aceptaron la invitación para participar en el curso de agricultura urbana del Jardín Botánico, una capacitación de 20 horas donde aprenderían sobre las principales técnicas para sembrar de una manera agroecológica.

Dilia Aragón, una de las habitantes más antiguas de El Gualí nacida en Riohacha, capital del departamento de La Guajira, fue una de ellas. Esta madre de tres hijos quería volver a sembrar como lo hizo durante toda su niñez y adolescencia en el Caribe colombiano.

“Nuestra casa en Riohacha tenía un patio enorme lleno de árboles de mango, guayaba agria y guanábana. También sembramos maíz, yuca, fríjol, plátano, banano, culantro, orégano y hojitas, algo que acá es conocido como cilantro”.

Cuando se enteró de la capacitación con el JBB, esta guajira se transportó a la época donde nació una estrecha relación con las plantas y en la que se encargaba de bajar los frutos de los árboles y cosechar el maíz para hacer los bollos de mazorca.

Dilia Aragón, una de las huerteras de Las Fases de la Luna.

“Esa hermosa huerta era nuestra nevera. Yo me la pasaba metida todos los días entre los cultivos y quería volver a vivirlo en el conjunto residencial del barrio Bosque Popular donde vivo con mi esposo desde hace 33 años”.

Durante los cuatro sábados del taller con el JBB, los 28 habitantes del conjunto aprendieron técnicas como la preparación del sustrato, siembra de semillas y plántulas, elaboración de biopreparados para combatir las plagas y hacer pequeños semilleros con el cascarón del huevo.

Uno de los requisitos del curso de agricultura urbana era montar una huerta comunitaria dentro del conjunto. La administración les dio luz verde para hacerlo en un terreno de 196 metros cuadrados ubicado en la parte trasera. 

Según Ana Mercedes, esa zona verde estaba ocupada por desechos de materiales de la construcción, como cemento, ladrillos y vidrios. El reto era aplicar todos los conocimientos del curso para convertir el terreno en una huerta agroecológica.

Fotos: cortesía huerta las Fases de la Luna.

“Esas 20 horas de clases me hicieron enamorar de las plantas. Antes pensaba que todas eran iguales y les decía matas, una palabra muy fea porque tiene relación con la muerte o una matanza”.

Luego de la capacitación, los 28 nuevos huerteros y huerteras del conjunto Gualí destinaron varias semanas para adecuar el terreno, un trabajo arduo que contó con la asesoría técnica del profesional del Jardín Botánico.

“La entidad también nos suministró algunas plántulas y tierra abonada. Sin embargo, nosotros hicimos colecta para comprar tierra de montaña, malla para el cerramiento, semillas y cal agrícola para que el suelo de huerta fuera apto para sembrar”, informaron las dos huerteras.

La Luna como protagonista

El grupo huertero de El Gualí también se encargó de hacer el diseño del futuro terruño agroecológico. Tiene forma circular y evoca la técnica que utilizaban los muiscas para sembrar sus alimentos.

“Decidimos que la huerta le haría honor a la Luna, un cuerpo celeste que es sagrado para los muiscas. Las eras tienen el nombre y forma de las cuatro fases del ciclo lunar: luna nueva, luna llena, cuarto creciente y cuarto menguante”, precisó Ana Mercedes.

El 15 de octubre de 2022, los 28 residentes del conjunto sembraron la primera semilla en el nuevo suelo fértil del terreno: un maíz de Boyacá que fue donado por unos conocidos. Luego de una lluvia de ideas, decidieron bautizar la huerta como Fases de la Luna.

Imagen: cortesía huerta las Fases de la Luna.

Ana Mercedes y Dilia, más conocida por sus amigos como Yiya, aseguran que las plantas y semillas tienen una estrecha relación con la forma de la Luna, una técnica ancestral que fue aplicada por los muiscas en sus cultivos de maíz.

“La siembra de las plantas debe hacerse en cuarto creciente, fase en la que también se recomienda trabajar el suelo. La poda es en luna nueva, el abono en luna llena y las curaciones en luna menguante”.

Las eras que honran a la Luna fueron reverdecidas con más de 117 variedades o clases de hortalizas, frutales y plantas medicinales y ornamentales, todas sembradas de una forma asociativa y aplicando la técnica de alelopatía.

“Por ejemplo, sembramos la caléndula, una planta medicinal y aromática, cerca de los repollos para que aleje a las plagas. Eso mismo hacemos con el cilantro y las lechugas y en el caso de las papas preferimos plantarlas solas en macetas para que no se extiendan en las eras”.

Todos los cultivos de los surcos están bordeados por miles de botellas plásticas que las huerteras y huerteros consiguieron por medio de una campaña de reciclaje en el conjunto residencial. Estos residuos fueron pintados con colores vivos.

“Esas botellas terminan de completar la explosión de colores de la huerta, un terreno donde tenemos el privilegio de contar con tres árboles, dos cerezos y un chicalá amarillo, que les brindan alimento y refugio a las aves”.

Con sus propios recursos y algunas manos amigas, el grupo huertero montó dos sistemas de riego: una serie de mangueras con aspersores en las eras que están conectadas al servicio de acueducto (una donación comunitaria) y varios tanques para recoger el agua lluvia.

Uno de los huerteros, un profesor de idiomas pensionado, se encargó de hacer el aviso de las Fases de la Luna, una obra con frases en tres idiomas: español, inglés y francés. A su vez, diseñó el centro de reuniones de la huerta.

“Él nos ayudó a construir nuestro salón social, un sitio que cuenta con varios muebles y tapetes viejos, un lavaplatos, una estufa y una biblioteca. Acá nos reunimos a conversar, descansar y cocinar recetas con las plantas que cosechamos en la huerta; hacemos unos huevos pericos deliciosos con kale y tomate cherry”.

Un pequeño sector del terreno fue destinado para el lombricultivo de lombrices rojas californianas. Allí, los residuos orgánicos que les dan los habitantes del conjunto casi a diario se transforman en abonos.

“Compramos una trituradora para procesar los residuos. También tenemos un sitio de germinación y propagación del material vegetal, un vivero de plantas ornamentales e intentamos montar varias pacas digestoras”.

Una huerta para educar

La cosecha de las hortalizas, frutales y plantas medicinales de la huerta es para el consumo de las personas que participan en este proyecto comunitario agroecológico. Sin embargo, la administración del conjunto solo les permite vender a los residentes.

Las ganancias se destinan en las actividades de mantenimiento que requiere la huerta. Por ejemplo, hace poco tuvieron que reubicar el salón social porque se cayó la reja que los separa del edificio del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF).

En febrero de este año, las huerteras y huerteros de El Gualí participaron en un curso de agricultura urbana de la Alcaldía Local de Engativá, un taller que les permitió hacer nuevas amistades, dar a conocer su proyecto y adquirir nuevos conocimientos.

“Tres personas que no son del conjunto se enamoraron de la huerta y vienen esporádicamente a ayudarnos. Uno de ellos, un pensionado del SENA, se encarga de las labores de electricidad y otro hace el trabajo pesado en el lombricultivo”.

Los niños y jóvenes también han hecho parte del proceso huertero comunitario. Ana Mercedes y Dilia crearon talleres lúdicos, didácticos y ambientales para que disfruten en la huerta de sus vacaciones de receso escolar.

“En esos talleres tratamos de replicar lo que aprendimos con el Jardín Botánico. Les enseñamos sobre las propiedades de las plantas, la técnica de las fases de la Luna y les damos como estímulo una pequeña plántula en un vaso para que luego la trasplanten en sus casas”.

El grupo de redes agroecológicas del JBB ha organizado talleres comunitarios mensuales en la huerta, como elaboración de jabones, pomadas, biopreparados y recetas saludables y novedosas de la gastrobotánica.

Según Ana Mercedes y Dilia, esto les ha permitido recibir a cientos de ciudadanos, como huerteros y huerteras de la ciudad, funcionarios de entidades públicas y estudiantes y docentes de universidades de países como Costa Rica, México y Colombia.

A todos los visitantes les explican que la mayoría de las plantas que encuentran en la huerta son de la sabana de Bogotá. También enfatizan que uno de sus objetivos es cumplir con las ‘3 R’, es decir reciclar, reutilizar y reusar. 

Una de las creaciones comunitarias que más les llama la atención a los ciudadanos que visitan el proyecto es el himno de la huerta Fases de la Luna, obra escrita por Óscar Mateus, uno de los huerteros del conjunto.

“Adelante valientes huerteros, las labores van a comenzar. Todo el día azadones guerreros, la tierrita van a transformar. Los vecinos de todo El Gualí aquí pueden venir a ayudar y si labores no pueden hacer, lo que pueden es venir a comprar y uno que otro pesito donar”.

Ana Mercedes y Dilia sacan pecho cada vez que hablan del lombricultivo de lombrices californianas que se alimentan con los residuos orgánicos, material que les entregan a diario en baldes los vecinos del conjunto.

“Nuestras lombrices son tan gorditas y numerosas que hemos decidido regalar algunas a los huerteros que conocemos o visitantes que se enamoran del proceso. Hace poco, unos ciudadanos de la isla de San Andrés se llevaron un tarro lleno y nos dieron algunas semillas”.

Siguen soñando

Aunque el número de personas que participan en las actividades de la huerta ha caído drásticamente, de 28 habitantes del conjunto El Gualí en 2022 a no más de ocho en la actualidad, los que continúan no paran de soñar con el proyecto.

“Las Fases de la Luna empezó cuando apenas terminaba la pandemia del coronavirus y las personas permanecían más tiempo en sus casas. Con el retorno del trabajo y estudio presencial, muchos ya no tenían tiempo para ayudarnos”.

Ese no es el caso de Ana Mercedes y Dilia, dos mujeres que lideran este terruño agroecológico y lo recorren y mantienen todos los días. Antes tenían a Alba, otra residente que tuvo que dejar de huertear para cuidar a sus nietos.

Mauricio Mina, profesional del JBB, es el que se encarga actualmente de asesorar a las huertas de las Fases de la Luna.

“Nuestros hijos salieron del nido hace muchos años y por eso podemos dedicarnos de cabeza a la huerta. Este terruño es mi reino, un sitio donde me regargo con la energía de las plantas y el cansancio no se siente; acá somos muy felices”, dice Dilia.

El primer proyecto a corto plazo de estas huerteras es lograr que otros habitantes del conjunto, en especial los niños y jóvenes, se enamoren del proceso y las ayuden a mantener con vida a las Fases de la Luna.

“Vamos a fortalecer nuestras campañas para acercarnos más a la comunidad. Es muy importante hacerlo con los más pequeños para hacer el cambio generacional; cuando nos vayamos de este mundo, alguien debe seguir con el proceso”.

Algunos colegios de la localidad de Engativá les están copiando la idea. Por ejemplo, varios docentes quieren llevar a sus estudiantes a la huerta. “Acá van a aprender y se inspirarán a montar sus propios proyectos agroecológicos”.

Ana Mercedes llevó el amor por las plantas y el verde a otro nivel. Ahora está haciendo un diplomado de terapia de naturaleza en el Jardín Botánico, un nuevo aprendizaje con el que espera complementar sus talleres de yoga.

“Yo me puedo comunicar con las plantas. Ellas nos dan señales cuando están enfermas o necesitan de algo; desde que soy huertera, me convertí en una observadora del verde y aprendo mucho a diario de la naturaleza”. 

Nuevo banco de semillas

Las Fases de la Luna avanza en un nuevo proyecto con el Jardín Botánico de Bogotá. El objetivo es que esta huerta se convierta en uno de los bancos comunitarios de semillas nativas y criollas que hay en la ciudad.

“Actualmente contamos con nueve bancos comunitarios en varias localidades y uno madre en el JBB. Estamos trabajando para que la huerta liderada por Ana Mercedes y Dilia sea el banco de Engativá”, informó Mauricio Mina, profesional del JBB que actualmente asesora a la huerta del conjunto El Gualí.

En un escaparate ubicado en el salón social de la huerta, reposan decenas de frascos de vidrio con miles de semillas de diversas formas, tamaños y colores. La mayoría son de las hortalizas, plantas medicinales y frutales de la huerta.

“Nuestro banco o reservorio de semillas ya está cogiendo forma. Mauricio Mina y Juan David Córdoba, profesionales del JBB, nos están asesorando para que sea un sitio que surta de semillas a otras huertas de la localidad; el objetivo es hacer trueques con otros huerteros”.

Según Mina, las Fases de la Luna cumple con todos los requisitos para ser uno de los bancos comunitarios de semillas de la ciudad. “Tiene seguridad por estar dentro del conjunto residencial. Además, el sitio donde quedará ubicado cumple con la humedad y temperatura”

El Jardín Botánico continuará brindando asesoría técnica a este proyecto agroecológico de la localidad de Engativá. “Cada vez que evidencian algún problema, ellas me llaman y yo visito la huerta para ver qué está pasando. Es un proceso autosostenible que solo requiere de asesoría”.

El profesional del JBB también les recalca en todas sus visitas que continúen rotando los cultivos en las eras para que el suelo pueda descansar y apliquen al pie de la letra lo que dice el calendario lunar. 

“Por ejemplo, en luna creciente se deben sembrar hortalizas y no tubérculos; en esa fase, la savia que corre por sus vasos vasculares va hacia arriba y todos los nutrientes se van a las hojas”, apuntó Mina.

Ana Mercedes y Dilia quieren fortalecer sus conocimientos sobre la transformación de los productos de la agricultura urbana a través de los cursos de gastrobotánica y elaboración de jabones y pomadas del JBB.

“Ya aprendimos a hacer jabones con la caléndula y encurtidos con algunas de las plantas de la huerta. A largo plazo podemos consolidar un emprendimiento natural con los regalos que nos da las Fases de la Luna”.

Jhon Barros
Author: Jhon Barros

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Jardín Botánico de Bogotá