- Cerca de 10 mujeres del barrio Rincón del Valle siembran hortalizas y plantas medicinales en una zona que colinda con el Parque Ecológico Distrital de Montaña Entrenubes.
- Esta huerta comunitaria de la localidad de Rafael Uribe Uribe nació en la pandemia del covid-19 y se convirtió en una terapia durante los días de confinamiento.
- Gina Cáceres, una defensora de la naturaleza, es la encargada de liderar este proyecto agroecológico que les brinda alimentos sanos a varias familias de la zona.
Un tapete de bosque que cubre 626 hectáreas de los cerros orientales en las localidades de Rafael Uribe Uribe, Usme y San Cristóbal, es el sitio favorito de Gina Cáceres, una líder ambiental con manos benditas para la siembra.
Se trata de Entrenubes, un Parque Ecológico Distrital de Montaña conformado por los cerros Guacamayas, Juan Rey y la Cuchilla del Gavilán y que debe su nombre a la altura de 3.100 metros de uno de sus picos.
“Tengo el privilegio de vivir en el Rincón del Valle, un barrio ubicado en las faldas de este hermoso paraíso del suroriente de la capital. Todos los días, lo primero que veo desde la ventana de mi casa es el bosque de una de sus montañas”, asegura Gina.
Este punto estratégico que conecta a los cerros tutelares, el páramo de Sumapaz y la cuenca hidrográfica del río Tunjuelo y por donde fluyen cristalinas las quebradas Chiguaza, Verjones, Seca y Bolonia, también es un aula ambiental.
En Entrenubes se realizan diversos procesos de educación ambiental, como recorridos interpretativos por sus senderos para observar la biodiversidad del bosque altoandino. “En esas actividades me enamoré más de ese pulmón verde”, apunta la líder ambiental.
Esta madre de cinco hijos ha trabajado en varios proyectos ambientales en el sur de la ciudad, liderados por entidades como la Alcaldía Local de Rafael Uribe Uribe, la Secretaría Distrital de Ambiente y el Jardín Botánico de Bogotá (JBB).
La restauración y recuperación ecológica en zonas rurales y el mantenimiento de las coberturas vegetales urbanas, como huertas, jardines y arbolado, están entre las actividades que ha tenido durante sus contratos con el Distrito.
“Estuve en el programa ‘Mujeres que Reverdecen’ con el JBB, ciudadanas que ayudamos a fortalecer las coberturas vegetales de la ciudad y a cambio recibimos incentivos económicos. Me llena de orgullo decir que pinté de verde muchas zonas de mi localidad”.
Huerta femenina
Gina siente una gran pasión por la agricultura urbana. En su casa del Rincón del Valle, donde vive con su esposo, tres de sus hijos y su único nieto, ha sembrado en materas varias hortalizas y plantas medicinales.
“Entrenubes tiene varias huertas comunitarias lideradas por la Secretaría de Ambiente, sitios donde he aprendido mucho sobre el arte de sembrar. Uno de mis grandes sueños era montar una en el barrio con varias de mis vecinas y amigas”.
Desde 2011, cuando llegó al barrio, la líder ambiental analizó con lupa los posibles terrenos para montar una huerta, pero ninguno cumplía con las condiciones o la comunidad no quería trabajar la agricultura urbana.
El sueño huertero empezó a consolidarse en marzo de 2020, justo cuando empezaron las restricciones para controlar los contagios del covid-19. Gina evidenció que un predio cerca de su casa quedó abandonado.
“Era una zona donde el Instituto Distrital de Gestión de Riesgos y Cambio Climático (IDIGER) realizaba obras de mitigación con guaduas para montar varios jardines. Sin embargo, el proyecto no siguió”, recuerda Gina.
La defensora de la naturaleza habló con varias de sus vecinas y familiares para que juntas le dieran vida a la huerta comunitaria. Patricia, María del Mar, Nubia (su mamá) y Helen (una de sus hijas), le copiaron la idea.
Para llenar el terreno con hortalizas y plantas medicinales era necesario contar con manos amigas. Gina se contactó con la coordinadora del Parque Entrenubes para solicitarle algunas plántulas y tierra abonada.
“Clara, la administradora, nos dio muchos repollos, otras especies y tierra. Luego, las cinco empezamos a sembrar en los cajones en guadua de la obra y poco a poco la huerta fue cogiendo forma”.
La huerta comunitaria fue nombrada Sarita, como se llama su hija de nueve años que también le gusta sembrar. Según Gina, el terreno fue fundamental para soportar las largas cuarentenas de la pandemia.
“En la huerta dejamos atrás el aburrimiento y la depresión que nos causó el encierro. Con el tapabocas y respetando la distancia de dos metros, nos metimos de lleno a sembrar muchas hortalizas y plantas medicinales”.
Con las manos de estas mujeres, el terreno se pintó con los colores de plantas comestibles y medicinales como kale, acelga roja y blanca, espinaca, lechuga, caléndula, cilantro, maíz, frijol, arveja y manzanilla.
Comunidad huertera
Esta huerta comunitaria ubicada en las faldas de Entrenubes se convirtió en una despensa para las mujeres del barrio Rincón del Valle que participan en el proceso. Toda la cosecha es repartida entre ellas para que sus familias tengan alimentos sanos.
“Varias habitantes del barrio, la mayoría adultas mayores, han sembrado y cosechado en los cuatro años que lleva la huerta Sarita. Actualmente somos como ocho, ya que algunas fallecieron o se mudaron”.
Para evitar que las mascotas hagan estragos en los cultivos, las huerteras instalaron un enmallado en la cerca de alambre de púas con la que fue encerrado el predio. También sembraron varias plantas de jardín.
La huerta es de puertas abiertas para la comunidad. Las mujeres van a cualquier hora a sembrar, cosechar, regar o deshierbar y todos los domingos se reúnen para trabajar en equipo y deleitarse con la belleza de Entrenubes.
“Nubia, Helen, Patricia, Ángela, Concepción, Concha y yo somos las más activas. Mi hija Sara tiene una pequeña era donde ella misma siembra y cosecha varias lechugas. Es nuestro espacio para conectarnos con la naturaleza”.
Estas huerteras de Rafael Uribe Uribe ya pasaron todos los documentos requeridos para el protocolo de huertas en espacio público. Según Gina, el Jardín Botánico ya le envió los papeles al IDIGER, entidad administradora del área.
“Ya hicieron la visita técnica y creo que nos fue bien. Esperamos que nos aprueben pronto el protocolo para fortalecer la huerta comunitaria con la ayuda de entidades como el Jardín Botánico”.
Las mujeres han participado en varias ferias locales donde vendieron una gran cantidad de brócolis, acelgas y uchuvas. También están empezando el montaje de un lombricultivo para tener tierra abonada.
“Queremos hacer un germinadero y semillero para no estar buscando plántulas en otros lados. El objetivo es sacar semillas, ponerlas a germinar y así enriquecer más la huerta. Ese es nuestro proyecto a corto plazo”.
La huerta Sarita se proyecta como un espacio de educación ambiental para los niños, niñas y jóvenes del barrio. “Acá se van a enamorar de los cultivos y de la belleza del bosque de Entrenubes. El cuidado de la naturaleza debe empezar con los más pequeños”.