• Este colegio privado de la localidad de Fontibón, montó una huerta para que sus alumnos aprendieran de agricultura urbana.
  • Cerca de 50 niños y jóvenes germinan, propagan, siembran, riegan, cosechan e investigan en este terreno agroecológico.
  • Este proyecto huertero en el que participan varios docentes, recibe asesoría técnica e insumos del Jardín Botánico de Bogotá.

El Ruby, un barrio de la localidad de Fontibón ubicado cerca de la avenida Ferrocarril de Occidente y del humedal Capellanía, alberga un plantel educativo octogenario reconocido por su alto nivel académico, educación en valores y énfasis en inglés, tecnología y emprendimiento.

Se trata del Instituto Infantil y Juvenil (INJUV), colegio que fue fundado en 1944 por Aurora Quijano solo para la educación básica primaria. En 1964, cuando fue adquirido por Manuel Bernardo Bernal, inició su proceso de enseñanza en secundaria y en 1978 se graduaron los primeros bachilleres.

En sus 81 años de vida, este instituto con laboratorio integrado, aula múltiple y de sistemas, cancha múltiple, salones de música y tienda escolar, ha sacado a flote varios proyectos ambientales en los que participan los estudiantes de preescolar, primaria y bachillerato.

A través del Proyecto Ambiental Escolar (PRAE), los docentes de ciencias naturales crearon la “Ruta del plástico”, una estrategia que busca disminuir el consumo de este residuo. Por su parte, los de ciencias sociales le dieron vida a una cátedra para la paz y la afrocolombianidad.

Pileo, un proyecto institucional de lectura, escritura y oralidad, fomenta en los estudiantes el fortalecimiento de las competencias comunicativas; y el PESCC promueve la educación para la sexualidad, la salud y el reconocimiento de los derechos humanos, sexuales y reproductivos.

En 2019, el INJUV empezó a gestar su propia iniciativa de agricultura urbana. Según Giovanni Alonso Baquero, docente externo que asesora el PRAE desde hace dos años, todo empezó con una invitación de la Academia Colombiana de las Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.

“La Academia invitó a 20 colegios a una capacitación formal sobre cambio climático con la Organización de las Naciones Unidas (ONU). De esta forma iniciamos un proceso para reducir el consumo y encontrar alternativas ante una crisis alimentaria que tuviéramos en Colombia”.

Según Giovanni, quien fue docente de ciencias naturales en el instituto durante cinco años, primero se hicieron campañas ambientales en todos los cursos y luego los estudiantes crearon varios proyectos específicos con el apoyo de algunas entidades.

Con Édgar Balbuena, otro docente del colegio, empezaron a montar una pequeña huerta ubicada a espaldas de uno de los edificios de los salones. El terreno estaba abandonado y vieron un potencial para un nuevo proyecto.

“Aunque sembramos algunas plantas, el proyecto se enfocó en un cultivo de hongos en un invernadero que hicimos cerca de la huerta. Poco a poco comenzamos a involucrar a los estudiantes”.

Durante los meses más críticos de la pandemia, los dos docentes capacitaron a sus estudiantes de manera virtual. “Sin embargo, el profe Édgar murió de covid-19. Fue una pérdida muy dolorosa para toda la comunidad y por eso decidimos fortalecer más el proyecto”.

EcoINJUV

En 2023, Giovanni se comunicó con el Jardín Botánico de Bogotá (JBB) para que le ayudara a mejorar la huerta, un terreno de 45 metros cuadrados que requería de una inyección de conocimientos técnicos y varios insumos.

“Nosotros manejábamos la huerta de una forma empírica y a través de lo que sabíamos como profesores. El objetivo era tecnificarla y así dar marcha a varios proyectos con los estudiantes”.

Con la ayuda de varios profesionales del equipo de agricultura urbana del Jardín Botánico, la huerta empezó a coger una mejor forma. Se montaron 10 camas, las cuales fueron pintadas con los colores de más de 30 especies de hortalizas y plantas medicinales.

“Nos enseñaron las técnicas adecuadas para sembrar y tratar los suelos. También aprendimos sobre los biopreparados para combatir las plagas y montamos un lombricultivo, conocimientos que les fuimos inyectando poco a poco a nuestros estudiantes”.

Además de asesoría, el JBB les suministró insumos como plántulas, semillas y sustrato. Cuando la huerta, nombrada EcoINJUV, quedó lista, los docentes comenzaron a capacitar a más de 30 niños y jóvenes entre preescolar y bachillerato.

El invernadero para los hongos se convirtió en una sala cuna o guardería de plantas. En este sitio, los estudiantes germinan y propagan varias de las especies utilizadas en la agricultura urbana para luego sembrarlas en la huerta.

“También se llevan varias semillas a sus casas para que monten sus propias huertas caseras. Este proyecto es un laboratorio con procesos como germinación y propagación en el invernadero y la siembra cuando las plantas superan los cinco centímetros de altura”, dijo Giovanni.

El asesor del instituto aseguró que los estudiantes han colaborado en otras huertas de Fontibón. “21 alumnos hacen su servicio social en una de Zona Franca. El proyecto también ha contado con el apoyo del Ministerio de Educación, las Secretarías de Ambiente y Educación y la Alcaldía Local”.

50 ‘huerteritos’

Jennifer Paola Aguilera, docente de ciencias naturales en los grados séptimo y octavo, es la actual líder de la huerta EcoINJUV, un proyecto de agricultura urbana e investigación que sigue contando con la asesoría de Giovanni.

“Nuestro objetivo siempre ha sido que la huerta sirva de apoyo a los procesos sociales, culturales y de soberanía alimentaria. En total participan cerca de 50 estudiantes: dos por cada curso de bachillerato, primaria y preescolar que hay en el instituto”.

Cada dos o tres veces a la semana, los ‘huerteritos’ hacen actividades en este terruño agroecológico, como siembra, deshierbe y cosecha en la huerta o germinación y propagación en el semillero del invernadero.

Fotos: cortesía Giovanni Baquero.

“Normalmente venimos los miércoles y jueves en grupos de 15 niños. Los demás profesores del instituto nos brindan un poco de tiempo durante sus clases para que podamos mantener bien próspera la huerta”.

Cuatro estudiantes de grado noveno que participan en la huerta desde hace dos años, lideran un proyecto de comercialización. Según Jennifer, ellos cosechan las hortalizas y luego se las venden a los padres de familia y trabajadores del INJUV.

“Son muchachos muy juiciosos y están bastante motivados con la agricultura urbana. Hicieron un estudio de mercado para conocer los precios de las hortalizas y también se encargan de concientizar a los demás estudiantes sobre el consumo de alimentos saludables”.

El dinero que les pagan los padres de familia y trabajadores del instituto por los productos, es reinvertido en la huerta. Jennifer y Giovanni compran algunos insumos que se necesitan; hace poco hicieron la señalética de las más de 30 especies. 

“Los estudiantes de noveno entrenan y les enseñan a los más pequeños. A través de su experiencia en la huerta, incentivan el cuidado por el medio ambiente y motivan a otros alumnos a ser parte del proyecto”.

Desde el año pasado, Mauricio Mina, profesional de campo del equipo de agricultura urbana del JBB en la localidad de Fontibón, les brinda capacitaciones y asistencia técnica a los cerca de 50 ‘huerteritos’ y docentes del instituto.

“Mauricio nos ha enseñado mucho sobre semillas, plantas, fertilizantes y alelopatía, una técnica que se basa en sembrar algunas plantas en conjunto para así disminuir la presencia de plagas y enfermedades en los cultivos”, informó Jennifer .

Según Mina, esta huerta va mucho más allá de sembrar y cosechar. “Es un proyecto donde el verdadero espíritu es la investigación. Los niños anotan los tiempos de siembra y cosecha y el crecimiento de las plantas; ya están trabajando en el nuevo lombricultivo”.

¡A investigar!

Los dos docentes ya tienen en la mira varios proyectos de investigación con sus estudiantes en la huerta EcoINJUV. El más avanzado es el montaje de pequeños proyectos de agricultura urbana en sus hogares.

“Varios de ellos han montado huertas en sus casas y apartamentos, sitios a los que le hacen seguimiento y socializan los datos en el colegio. Están muy contentos porque además se alimentan de las hortalizas que siembran”.

Giovanni lidera un proyecto de investigación en el invernadero. Cada vez que una planta es germinada y propagada, hace un taller sobre las generalidades de la especie y los ‘huerteritos’ anotan todo en sus cuadernos.

“Ahora queremos trabajar en un proyecto de injertos, es decir cómo se comporta una planta con otra y si se fortalecen genéticamente. Además, Mauricio Mina ya nos inscribió en un curso de bancos de semillas nativas y criollas para empezar a sembrar estas especies en nuestra huerta”.

También tiene proyectado montar un mariposario en el invernadero, revivir el lombricultivo y transformar las plantas medicinales, como la caléndula, en pomadas, aceites, cremas o bálsamos labiales.

“El profesional del Jardín Botánico también nos ofreció el curso de gastrobotánica que dicta el chef Diego Huertas. Queremos aprender a transformar las plantas en productos como mermeladas y que los niños y jóvenes las puedan vender en la comunidad estudiantil”.

Mauricio Mina afirmó que ya está tramitando la logística para los futuros cursos o talleres de gastrobotánica, transformados y semillas nativas. “Estos aprendizajes les permitirán trabajar en nuevos proyectos de investigación”.

Testimonios huerteros

Santiago Vanegas e Isabel Ortiz, estudiantes de noveno grado, llevan dos años de aprendizaje en la huerta EcoINJUV. Hacen parte del grupo que cosecha y vende las hortalizas a los padres de los niños de primaria.

“El tema ambiental nos gusta desde que éramos muy niños. En 2023, cuando nos dijeron que iban a mejorar la huerta, fuimos los primeros en participar; en esa época, el terreno tenía mucha maleza y solo se veían pocas lechugas, acelgas y caléndulas”.

En los talleres de los docentes de ciencias naturales y profesionales del Jardín Botánico, estos niños de 15 y 14 años han llenado sus mentes con conocimientos sobre los fertilizantes naturales y cómo los colores y aromas de algunas plantas repelen o atraen a los insectos. 

“Han sido dos años con muchos aprendizajes y desafíos que nos permitieron organizar bien la huerta y crear proyectos de investigación. Nos hemos equivocado durante el proceso, pero los errores son los que nos hacen crecer”.

Fotos: cortesía Giovanni Baquero.

Los dos ‘huerteritos’ piensan seguir en el proyecto hasta que obtengan su diploma como bachilleres. Además de liderar la línea de comercialización, ya están pensando en nuevas acciones a corto y mediano plazo.

“En el colegio hay muchas paredes y por eso queremos implementar huertas verticales. A corto plazo debemos proteger nuestra huerta porque está muy expuesta a los transeúntes; nos botan basura y arrancan algunas plantas”.

Los papás de Santiago, un niño que sueña con pilotar un avión ecológico, lo felicitan a diario por su proyecto huertero. “Están muy orgullosos porque soy uno de los más niños activos y sensibilizo a los más pequeños para que se unan”.

Isabel, que quiere estudiar ingeniería mecánica para desarrollar proyectos ambientales, montó una minihuerta en su casa. “Siembro varias plantas que luego utilizamos en la cocina. Una huerta es bastante dinámica y divertida”.

María Juliana y María Alejandra, de 14 y 16 años respectivamente, fortalecen sus lazos de amistad en esta huerta estudiantil de la localidad de Fontibón. Ambas se consideran ambientalistas y por eso decidieron participar en el proyecto hace dos años.

“Queríamos aprender a sembrar y cosechar nuestros propios alimentos, ya que los procesados que hay en las tiendas y supermercados vienen con muchos químicos y afectan la salud. Nuestro objetivo siempre fue hacer huertas en nuestras casas”.

Durante el fortalecimiento de la huerta, las “Marías” aprendieron a recuperar el suelo con abonos y se apasionaron por los biopreparados, mezclas de algunas plantas de la agricultura urbana que evitan la llegada de plagas y enfermedades.

“También estamos en el grupo que cosecha acelga, cilantro y hierbabuena, productos que les vendemos a los padres de los estudiantes de primaria, y ya tenemos nuestras huertas caseras. Lo mejor es que nos estamos alimentando más sano”.

Aunque se gradúan este año, Sara Gabriela Suárez y José Manuel García, jóvenes de 16 años, quisieron participar en el proyecto de agricultura urbana del instituto para aprender un poco más sobre botánica.

“Queríamos conocer las propiedades de las plantas de las huertas urbanas y hacer algo diferente en el colegio. En los talleres de los profesores y el Jardín Botánico, aprendimos sobre los fertilizantes naturales y la identificación de varias hortalizas”.

Fotos: cortesía Giovanni Baquero.

Los biopreparados maravillaron a Sara Gabriela. “No perjudican a las abejas, los grandes polinizadores del planeta, y por eso creo que todos deberían utilizarlos. Otra cosa que me gustó mucho fue la técnica del tutorado para las arvejas y tomates”.

José Manuel, que quiere ser botánico, aprendió sobre varias plantas de las huertas que desconocía. “Una de ellas fue la mizuna morada, una lechuga asiática que fue utilizada de forma medicinal en la época antigua”. 

Los dos adolescentes aseguraron que este proyecto los convirtió en nuevos huerteros. “Vamos a seguir aplicando los conocimientos en nuestra vida adulta. Por ejemplo, voy a montar una huerta en el jardín que tiene mi abuela”, puntualizó José Manuel.

Jhon Barros
Author: Jhon Barros

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Jardín Botánico de Bogotá