• Los miembros de este colectivo comunitario llevan más de siete años cultivando romero, lavanda, menta, hierbabuena, salvia, cidrón y llantén en una huerta comunitaria de la localidad de San Cristóbal.
  • Con estas plantas medicinales, los jóvenes huerteros del sur de la ciudad elaboran productos de uso personal que, según ellos, ayudan a combatir algunas enfermedades y quebrantos de salud.

El respeto por la naturaleza, la conexión espiritual con la tierra y la alimentación sana los unió para darle vida a una huerta urbana comunitaria. Su sueño era sembrar hortalizas libres de químicos y plantas medicinales y aromáticas que sanaran las dolencias del cuerpo.

Así nació Guakes del Zuque, un colectivo comunitario conformado por 10 jóvenes del barrio Morelia, en la localidad de San Cristóbal, que lleva varios años dedicado a la agricultura urbana, la agroecología y otras labores sociales y ambientales.

El primer paso para concretar su sueño común fue buscar el sitio para la huerta, ya que ninguna de las casas de los futuros agricultores urbanos contaba con el espacio necesario ni adecuado para tal fin.

Lina Joanna Rojas, miembro del colectivo, recuerda que el proyecto empezó a coger forma en un terreno donde el Instituto Distrital de Gestión de Riesgos y Cambio Climático (Idiger) hizo un aula ambiental en 2015.

“En este predio, detrás del colegio Moralba, vimos que había un espacio más que suficiente para montar la huerta: un espacio de aproximadamente una hectárea”.

Los jóvenes iniciaron la siembra orgánica de hortalizas, frutales y plantas aromáticas y medicinales, como romero, lavanda, menta, hierbabuena, menta chocolate, salvia amarga y dulce, cidrón, lengua de vaca, llantén, entre otros.

“La huerta quedó totalmente constituida en 2017. Este logro fue posible gracias a los conocimientos que adquirimos en varias capacitaciones que realizó el Jardín Botánico de Bogotá (JBB) en la localidad”, recuerda Lina.

Los regalos que da la huerta son destinados de manera distinta. Por ejemplo, las hortalizas son para el consumo de las familias que hacen parte del colectivo, alimentos agroecológicos que benefician la salud.

Entre tanto, las plantas aromáticas y medicinales son utilizadas para Misterios Naturales, un emprendimiento que los jóvenes crearon con el objetivo de elaborar y luego vender productos naturales de uso personal.

“Lo llamamos así porque la naturaleza es todo un misterio. Con estas plantas elaboramos jabones, bálsamos labiales, pomadas, champús, esencias, oleatos y aceites, productos que comercializamos en nuestras redes sociales (Misterios naturales en Facebook e Instagram)”.

Según Lina, la elaboración de los productos es totalmente artesanal y sencilla. Luego de cosechar las plantas en la huerta, las lleva a su casa, donde vive con su esposo y sus dos hijos.

“En el cuarto piso de la casa hacemos la producción. Ponemos las maticas en un cajón para que se sequen y luego las molemos para incluirlas en los productos”.

El olor de todos los productos es el mismo de las plantas de la huerta. Lina asegura que además de oler a naturaleza, las pomadas, jabones y champús tienen poderes medicinales que sanan las dolencias.

“Las pomadas ayudan a combatir los dolores, congestión del pecho, venas varices y afecciones en la piel; los jabones limpian la energía, relajan los músculos y nervios y quitan las manchas de la piel; y los bálsamos son ideales para los que sufren de labios cortados o secos”.

Estos jóvenes también aprovechan los poderes del cannabis. “Tenemos aceite de cannabis, bendito para las personas que sufren de dolores crónicos por cáncer, párkinson o epilepsia. Indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta nos mandan hoja de coca para algunos aceites”.

Seguir con la tradición

La idea de cultivar plantas medicinales en una huerta tiene sus raíces en el pasado de Lina. Cuando era pequeña, su abuela le inyectó esa sabiduría y respeto por la naturaleza.

“Cuando iba a la finca a visitarla y me dolía algo, mi abuela Flor iba a su huerta y cosechaba planticas para hacer infusiones o sacaba las pomadas que hacía para los masajes. El emprendimiento del colectivo es un homenaje a ella”. 

Esta joven quiere que sus dos hijos continúen con ese legado ancestral de su abuela. “En la casa todos somos vegetarianos. A mi hijo mayor lo llevo mucho a la huerta para que se familiarice con las plantas. Es muy curioso y las coge todas”.

Lina le hace un llamado a todos los ciudadanos para que hagan cambios en sus vidas y no depreden los recursos naturales. 

“Lo primero es la Madre Tierra y por eso debemos protegerla, sembrar ese seno que son los alimentos y cuidar las fuentes hídricas. No podemos seguir con ese consumismo desenfrenado y desconectados con la tierra y nuestras raíces muiscas”.

Jhon Barros
Author: Jhon Barros

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Jardín Botánico de Bogotá