• Julio Roberto Salazar, un agrólogo y licenciado en química y biología, logró convertir un predio afectado por los escombros y basuras en una huerta urbana de 144 metros cuadrados que hoy luce repleta de hortalizas, plantas aromáticas y frutales.
  • La llamó la Muralla Verde, un terruño ubicado en una de las montañas de Usme donde recibe a los niños de la zona para que siembren y cosechen de una manera agroecológica y elabora abonos con los residuos orgánicos de las cocinas que le entregan las vecinas.
  • “La comercialización no es el objetivo de mi huerta. Lo que quiero es convertirla en un espacio de puertas abiertas para que la comunidad aprenda sobre la agricultura urbana y la alimentación saludable”.
Huertas de Usme

Julio Salazar lleva cuatro años con la huerta Muralla Verde, un sitio de Usme para aprender sobre agricultura urbana.

No viene de una familia campesina ni se crio en medio de espacios naturales o cultivos. Pasó toda su niñez y adolescencia en una casa humilde en el sur de Bogotá junto a sus dos padres y ocho hermanos, donde no había abundancia económica pero tampoco hambre, necesidades o desgracias.

Al terminar el bachillerato, Julio Roberto Salazar Cáceres, hoy con 67 años, quiso estudiar medicina, pero le parecía casi imposible ingresar a la Universidad Nacional por lo difícil que es pasar el examen. Descartó de tajo matricularse en un plantel privado por lo costoso de la carrera y para no dejar sin estudios a sus hermanos.

“También me gustaba la arquitectura y me pensé que era más accesible porque no era tan cara como la medicina. Recuerdo que en esa época mi mamá daba clases de modistería y varias señoras llevaban planos parecidos a los de la arquitectura para hacer los moldes de los vestidos, una imagen que no me gustó mucho”.

Huertas de Usme

Antes de consolidar la Muralla Verde, Julio Salazar tuvo que recorrer muchos caminos y tropiezos.

De repente, como si se tratara de un designio enviado por los astros, a la mente de Julio Roberto le llegó la idea descabellada de estudiar una carrera relacionada con la agricultura o el arte de labrar la tierra, algo que su papá trató de disuadir. “Me dijo: ¿a usted qué le pasa chino?, usted nunca ha estado en el campo y nosotros ni siquiera tenemos finca”.

Sin embargo, este bogotano sabía que durante su niñez se había untado con la tierra fértil de los cultivos de arroz, por lo cual empezó a hacer memoria para comprender la raíz de su nuevo propósito y así convencer a su progenitor. Recordó que cuando tenía siete años pasó unas vacaciones en la finca de un tío lejano en una zona rural de Neiva (Huila).

“Me acordé que visité esa finca con varios de mis hermanos. El tío nos mostró una cajita de madera con tierra y cubierta con un vidrio, en donde metimos granos y semillas para ver germinar las plantas. Comprendí que ese fue el momento donde me enamoré del campo”.

Huertas de Usme

A los siete años, Julio Roberto tuvo su primer contacto con los cultivos, en una finca de Neiva.

Julio Roberto quería estar seguro de tomar la decisión correcta y evitar que sus padres perdieran el dinero que tanto esfuerzo les costaba conseguir en el caso de arrepentirse. Se contactó con su tío lejano para volver a la finca, pero en su primer intento lo trataron como a un niño de ciudad.

“No me llevó a los cultivos sino a sitios urbanos y turísticos de Neiva, como centros comerciales. Luego regresé y le dije que quería conocer detalladamente la producción en los arrozales de la finca, donde tuve la oportunidad de conversar con varios agrónomos. En ese momento tomé la decisión de estudiar esa carrera”.

Agricultor y comerciante

En Tunja, Julio Roberto encontró la mejor opción para estudiar agronomía. Lo hizo en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC), un plantel público que lo desmotivó por las constantes protestas y marchas estudiantiles.

“Me demoré 11 meses en cursar solo el primer semestre. Aunque aprendí mucho, hablé con mi papá y le dije que a ese ritmo nunca me iba a graduar. Le propuse estudiar agrología en la Universidad Jorge Tadeo Lozano en Bogotá, una ciencia dedicada a analizar los suelos donde se establecen los cultivos”.

Huertas de Usme

La vida de Julio Roberto ha estado marcada por los cultivos y la agrología.

Su sueño era captar todo el conocimiento necesario para poder producir comida, por lo cual complementó sus estudios universitarios con cursos en el SENA sobre el manejo de hortalizas. “Siempre fui un estudiante muy aplicado y me gradué como uno de los mejores. Quería especializarme en el exterior, ya fuera en Israel o los Países Bajos, donde sabía que daban becas”.

El amor puso fin a su nuevo reto académico. Ya llevaba varios años de noviazgo con una joven que había conocido en la universidad y quien le había hablado en constantes ocasiones de formalizar su relación. “Cuando le dije que quería viajar para especializarme, Martha, hija de comerciantes de papa en Corabastos, me puso el tatequieto y por eso le pedí matrimonio”.

Corría la mitad de la década de los 80. Con el cartón como agrólogo, Julio Roberto cumplió el sueño de sembrar, primero maíz con un compañero de la universidad en el municipio de Cáqueza (Cundinamarca) y luego en la localidad de Bosa, donde un colega universitario tenía unos lotes.

Huertas de Usme

El objetivo de Julio Roberto era producir alimentos de una manera agroecológica.

“En esos terrenos sembramos mucho apio y otras hortalizas. En esa época el río Bogotá se desbordó y acabó con muchos cultivos, pero los nuestros se salvaron y sacamos cosechas que vendimos en varios imperios de la comercialización, como Corabastos”.

Como la familia de su esposa llevaba décadas trabajando en esa plaza, el agrólogo decidió participar en el negocio. “Aprendí bastante sobre el mercado de la papa y sus precios, hacía acarreos y fui subasistente financiero. En Corabastos estuve como 20 años, un largo tiempo donde comprendí lo duro que es el mundo de la comercialización de los productos del campo”.

Los esposos se organizaron en el barrio Mandalay, en la localidad de Kennedy, y tuvieron tres hijos: Damián, Leonidas y Evelyn. Aunque el negocio en Corabastos era próspero, Julio Roberto buscaba otras opciones, tanto laborales como académicas, para seguir aprendiendo sobre el arte de cultivar.

Huertas de Usme

Julio Roberto trabajó durante 20 años en Corabastos, lugar donde aprendió bastante sobre la comercialización de la papa.

“Estudié licenciatura en química y biología en la Universidad Antonio Nariño; sembré cilantro en Fusagasugá, una planta que no se daba en el municipio; y estuve más de un año en Caldas trabajando en un proyecto para una central hidroeléctrica en el río La Miel, donde aprendí de fotointerpretación y viví en carne propia lo duro que es la labor de campo por las largas caminatas en las montañas, las culebras, el clima y la violencia”.

Espíritu docente

Durante esos años laborales nació el alma docente de Julio Roberto. Las horas de la mañana y tarde las destinaba a comercializar en Corabastos, y durante la noche daba clases en la Corporación Tecnológica de Bogotá (CTB), donde fue profesor durante 34 años.

“En la CTB, antes conocida como la Escuela de Química y Farmacia y donde mi mamá también fue maestra, dicté la materia de geografía económica de Colombia. También trabajé como profesor en la Universidad Tadeo, mi alma mater, y otras universidades”.

Huerteros del sur

Además de sembrar y cosechar de una forma agroecológica, Julio Roberto está dedicado al reciclaje.

Luego de una década de matrimonio, el amor llegó a su fin. El agrólogo recuerda un episodio que casi le arrebata la vida durante los últimos momentos de la unión marital, cuando fue víctima de un robo en el municipio de Soacha.

“Unas personas me contrataron para un acarreo de fresas. Íbamos en el carro cuando me dijeron que siguiera derecho por una zona solitaria donde solo se veía monte, algo que no me alertó. De repente me dijeron que era un atraco, me amarraron y amordazaron, se llevaron la camioneta y quedé botado en un bosque”.

Julio Roberto estuvo varias horas tratando de quitarse las ataduras de los atracadores. En esos momentos de zozobra y angustia solo les pedía a los ángeles, como llama a sus hermanos y abuela fallecidos, que lo ayudaran a salir y les hacía promesas como ser un hombre más juicioso.

Huertas de Usme

La Muralla Verde es el logro más importante en toda su vida laboral.

“Además de rogar por el bienestar de mis hijos, les pedí a los ángeles que si salía de esta me enviaran una nueva mujer, ya que no quería seguir solo como una pelota. Un año después del incidente, vi a uno de los atracadores cuando me dirigía en un bus a dictar clases; quedé petrificado en el momento de cruzar miradas, pero él no me reconoció”.

Con la separación, Julio Roberto cortó raíces con Corabastos y se dedicó de lleno a la docencia. Los tres hijos decidieron quedarse con la madre porque así tendrían una mejor vida económica por los frutos del negocio.

“Damián siguió con el negocio de la papa, Leonidas es pastor cristiano y Evelyn es maestra de preescolar, algo que no le gustó a mi ex esposa. Mi hija me comentó que su mamá le advirtió que si estudiaba esa carrera iba a terminar igual de vaciada que su papá. Yo le contesté: aunque no vas a hacer mucha plata como docente, sí vas a encontrar satisfacciones enormes que no tienen precio”.

Huertas de Usme

La Muralla Verde también tiene cabida para la fauna bogotana.

Aunque seguía dando clases por las noches, Julio Roberto tenía que encontrar más opciones para sobrevivir en su nueva vida de soltero. La edad lo angustiaba bastante, ya que tenía cerca de 45 años en el momento del divorcio. “Empecé a buscar trabajo como profesor en colegios para aplicar mis conocimientos como licenciado en química y biología. Mi mamá me llamaba cada vez que veía un clasificado en la prensa”.

Nace un huertero

El docente encontró trabajo en cuatro planteles educativos de la capital para dictar clases de ciencias naturales y química, una de las experiencias más bellas y satisfactorias de su vida en la que destinó cerca de 10 años.

“En todos los colegios hice huertas con los estudiantes, algo con lo que ya estaba familiarizado. Por ejemplo, mi trabajo de grado de agrología fue sobre cultivos de cebolla larga en el ICA utilizando abonos como estiércol de gallina, y el de la licenciatura fue una propuesta pedagógica para el establecimiento de una huerta escolar”.

Huertas de Usme

Julia Roberto ha montado varias huertas urbanas en colegios de Bogotá.

Julio Roberto recuerda que uno de los productos de la propuesta de la licenciatura era crear una cartilla sencilla que resumiera el paso a paso para construir una huerta, un trabajo que requería de un terreno para experimentar.

“En el barrio Mandalay había un albergue de niños de la calle que contaba con una zona ideal. Hablé con la señora que los cuidaba y me dio luz verde para el proyecto de grado. Con los niños hice semilleros, trasplantes de plantas, deshierbes, riegos y cosechas de zanahoria, remolacha y espinaca”.

Esa cartilla, la cual atesora y pretende digitalizar, fue la hoja de ruta para consolidar huertas en los cuatro colegios en los que fue contratado después del divorcio, ubicados en las localidades de Engativá, Suba y La Candelaria.

Huertas de Usme

Las fresas son algunas de las frutas que Julio Roberto siembra en su huerta de Usme.

“En los colegios de la capital empezamos sembrando hortalizas en botellas plásticas y pequeñas bandejas, ya que la condición de los terrenos era precaria por la disposición de residuos. Pero con el paso de los años logramos consolidar las huertas: todo lo complementaba con mis conocimientos en química ambiental y agrícola, clases que daba en la CTB”.

Durante los años dedicado de lleno a la docencia, el amor volvió a tocar a su puerta. En la Corporación Tecnológica de Bogotá conoció a Victoria Neuta, quien llevaba algún tiempo como estudiante pero nunca se había fijado en ella.

“En el último semestre coincidimos en una clase de biotecnología. Cuando Victoria se graduó empezamos a salir, dejamos que el amor fluyera y nos casamos. Mi esposa, con la que tengo una niña de 12 años, es una indígena descendiente de los muiscas de la localidad de Bosa, por lo cual ha trabajado mucho por su comunidad”.

Huertas de Usme

Julio Roberto pesa y anota todo lo que cosecha de la huerta la Muralla Verde.

Julio Roberto pensó en construir su nuevo hogar en el barrio Tihuaque, ubicado en la localidad de Usme y donde tenía unos lotes que adquirió en sus años de trabajo en Corabastos.  “Para evitar que me invadieran los terrenos, en uno de ellos construí una casa prefabricada. Pero la verdad casi nunca iba y algunas zonas las invadieron”.

Victoria no quería radicarse en Usme porque la zona no era la ideal para la crianza de una niña. Además, quedaba muy lejos y hacía mucho frío. “Entonces tomamos la decisión de echar raíces en Bosa, donde mi esposa había heredado algunas tierras de sus padres luego de una larga batalla jurídica; ya llevamos más de 11 años allá”.

Su esposa hace parte de la red agroecológica del cabildo muisca de Bosa, la cual está conformada por más de 30 familias que tienen huertas urbanas. “La comunidad me adoptó como indígena y empecé a conocer el trabajo que hace el Jardín Botánico de Bogotá (JBB) sobre agricultura urbana, con capacitaciones y asistencias técnicas”.

Huertas de Usme

El Jardín Botánico de Bogotá lo ha apoyado con asesoría técnica y algunos insumos.

La Muralla Verde

El agrólogo y licenciado no dejó a la deriva los lotes que tenía en Usme. En uno de ellos y con los estudiantes de la CTB, primero puso en marcha cuatro proyectos de investigación sobre temáticas como biosólidos y fertilizantes.

Sin embargo, su mente curiosa no se cansaba de decirle que construyera una huerta urbana en esos terrenos de alta pendiente. “El problema era que no tenía mucho tiempo. En las mañanas y tardes daba clase en los colegios y por las noches estaba en la corporación”.

Hace aproximadamente cuatro años, cuando los contratos en los colegios llegaron a su fin, Julio Roberto comenzó a darle forma a su nuevo proyecto de vida: una huerta urbana en Usme que sirviera como aula de puertas abiertas para aprender sobre agricultura urbana.

Huertas de Usme

La huerta la Muralla Verde es fruto del trabajo, disciplina y paciencia de Julio Roberto.

“Fue empezar de cero porque el lote solo contaba con un encerramiento alto en ladrillos. Como en la zona llueve bastante, el primer paso fue construir un tipo de invernadero. Luego, mis hijos me enviaron residuos sólidos de Corabastos para nutrir el suelo, el cual es ácido y tenía algunos escombros”.

Julio Roberto elaboró un plano para montar su huerta, que abarca cerca de 144 metros cuadrados. La dividió en más de 20 melgas, es decir parcelas de tierra señaladas con números (las de adentro) y letras (las de afuera), y empezó a darle forma.

“A punta de azadón, poco a poco fui adecuando el terreno, un proceso muy difícil por lo duro que estaba el suelo debido a los escombros y piedras. Luego hice terrazetas para evitar la erosión e infiltración y conseguí tierra para las camas o eras de los cultivos; recuerdo que lo primero que sembré fueron arvejas, habas, acelgas y coliflores”.

Huertas de Usme

El sueño verde de Julio Roberto lleva más de cuatro años.

La cartilla que hizo como trabajo de grado en la universidad ha sido el mapa de navegación de la huerta, la cual nombró la Muralla Verde por la forma que le dio. “Empecé en las melgas del interior. Lo que hago es ir sembrando una por una, para ver con calma como van germinando las semillas y así motivarme. También hice caminos alrededor de las melgas”.

La Muralla Verde ha sido todo un experimento de falla, error y éxito. Por ejemplo, Julio Roberto recuerda que sufrió bastante con las acelgas y coliflores. “Como es un suelo tan delicado, algunas semillas y plántulas no crecen. Cuando eso pasa investigo o llamo a los amigos para que me den una mano”.

Huertas de Usme

Julio Roberto no está interesado en comercializar. Lo que quiere es convertir su huerta en un aula para el aprendizaje.

El reverdecer

Durante aproximadamente seis meses, este bogotano le metió la ficha a alistar el terreno de su huerta, un proceso que consistió en echar azadón, sembrar y ensayar. “Poco a poco, cada melga fue pintándose de verde, un reverdecer que llegó a su máximo esplendor durante los meses más duros de la pandemia del coronavirus, cuando me la pasé más allá que en Bosa”.

Hortalizas como lechugas, acelgas, remolachas, habas, ajos y coliflores; frutales como lulo, uchuva, fresa y curuba; y plantas medicinales, condimentarias y aromáticas como caléndula, sábila, menta, cilantro y perejil, hacen parte de la Muralla Verde de Usme.

Según Julio Roberto, el Jardín Botánico ha sido una mano amiga en todo el proceso de su huerta, ya que sus expertos lo visitan seguido para ayudarle a combatir algunas plagas, asesorarlo técnicamente o entregarle insumos como semillas, abonos y plántulas.

Huertas de Usme

Varios niños han sembrado y cosechado en la Muralla Verde e inmortalizaron los cultivos con sus nombres.

“Con la asesoría de Daniela Cubillos, experta del JBB que me ha acompañado en la huerta, hemos preparado biopreparados para controlar las plagas sin necesidad de químicos. También sembramos plantas aromáticas en medio de los demás cultivos, ya que estas se encargan de repeler o atraer a los insectos”.

Esta unión también ha ayudado a fortalecer el suelo de la huerta. “Los microorganismos son vitales para el suelo, ya que mejoran sus condiciones y capacidad de intercambiar cationes. Daniela me ayudó a hacer un biopreparado con sábila, ajo, ortiga y aguapanela o melaza, el cual es utilizado para fortalecer el sistema radical de las plantas al sembrarlas”.

Cada vez que siembra una semilla, Julio Roberto aplica los biopreparados o abonos orgánicos que elabora con los desechos de la cocina que los vecinos le dejan en la puerta de la huerta. “Dos señoras me dan las cáscaras de frutas, verduras y huevos, y yo a cambio les entrego aromáticas, lechugas y otros productos”.

Huertas de Usme

Daniela Cubillos, experta del JBB, es la encargada de asesoran a Julio Roberto.

Todos los cultivos rotan, es decir que cada vez que hay cosecha se cambia de producto. “Hoy es papa y mañana puede ser lechuga. Esta rotación debe ser constante, además de tener una amplia diversidad y no mucha cantidad en las eras o camas”.

El reciclaje es una política en la huerta. Por ejemplo, Julio Roberto reutiliza las cajas de leche y envases plásticos para hacer pequeños semilleros de hortalizas y aromáticas. También hizo un lombricultivo que nutre con los residuos orgánicos que le dan las vecinas. “Los linderos de la huerta los construí con madera y algunas botellas plásticas. Quiero llenar las paredes de con tarros llenos de hortalizas”.

Para el riego de la huerta, este docente utiliza tanto el agua del acueducto como la de la lluvia. “Hice varias canaletas que conducen el agua lluvia a dos canecas. Prefiero utilizar más este líquido, ya que el agua del acueducto tiene mucho cloro y no beneficia los cultivos”.

Huertas de Usme

Julio Roberto consigna todos los datos de la huerta en varios cuadernos o bitácoras.

El agrólogo también hizo una huerta más pequeña en el otro lote que tiene en Usme, donde está la casa prefabricada. “Es una huerta a menor escala que la destino más que todo para la alimentación del gallo y las 11 gallinas que tengo en un corral, animales que me dan los huevos para llevar a Bosa y que me permiten hacer abonos orgánicos con su estiércol”.

Esta casa está totalmente equipada. Tiene estufa, nevera, baño con ducha de agua caliente, un comedor y una habitación. “Yo vengo a las huertas día de por medio. Decidí tener la casa así para descansar un rato de las largas jornadas, hacer algo de comer, ducharme si lo necesito o por si me coge la noche y me toca quedarme a dormir”.

Daniela Cubillos, ingeniera del JBB, ha sido testigo del crecimiento de la Muralla Verde. “Cada vez que le hago una visita, don Julio tiene algo nuevo. Ha mejorado mucho la calidad del suelo con los biopreparados que le enseñamos a preparar y sigue fortaleciendo su compostaje. Es uno de los huerteros más juiciosos que hay en Bogotá”.

Huertas de Usme

En la huerta, Julio Roberto tiene varios cojines con remolachas, espinacas y lechugas.

Aula verde

La comercialización de las hortalizas, verduras, plantas y frutos de la huerta no es el objetivo que tiene trazado Julio Roberto. Todo lo contrario, descarta de tajo esa idea porque lo transporta a sus duras épocas en Corabastos.

“Ya destiné 20 años de mi vida a comercializar y la verdad no me gustó. Lo que quiero con mi huerta es enseñar, compartir y orientar a la ciudadanía sobre la agricultura urbana. También sigo con las ganas intactas de seguir aprendiendo, por lo cual me acabo de inscribir en un curso de seguridad alimentaria con el SENA”.

Aunque la Muralla Verde está totalmente oculta por las paredes de ladrillo, es un espacio de puertas abiertas para todas las personas que quieran aprender. “Este trabajo educativo empezó con los vecinos del barrio, quienes ya conocen la huerta y ahora la ven como parte del territorio”.

Huertas de Usme

Julio Roberto es un gran apasionado por el reciclaje. Las botellas plásticas hacen parte del paisaje de la huerta.

El año pasado, 12 niños del barrio Tihuaque sembraron en la huerta y bautizaron los cultivos con sus nombres. “Luego cosecharon y llevaron lechugas, repollos y acelgas a sus casas. Al final del curso hicimos un tipo de graduación, donde hicimos ensaladas con frutas de la huerta y les regalamos libros. Ellos pueden venir cuando quieran y quiero seguir con ese vínculo en el territorio”.

Las personas mayores del barrio, que en su mayoría nacieron en el campo, son las que más visitan la huerta. “La tierra y los cultivos los llaman. Ellos entran, le dan la vuelta a la huerta y me dan consejos para mejorar la producción. Uno de los viejitos, que tiene problemas respiratorios, viene seguido para calentarse con el calor que produce el invernadero”.

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Julio Roberto no para de aprender. Investiga, hace cursos y recibe asesoría del JBB.

Otros huerteros de la localidad han visitado la Muralla Verde para mejorar sus emprendimientos. “Don Julio siempre está dispuesto a compartir su conocimiento y darse a conocer. Hicimos un taller con varias mujeres jóvenes de una huerta comunitaria en Usme, quienes se motivaron aún más por los resultados que vieron en la Muralla”, asegura la experta del JBB.

Este docente con alma de huertero anota todas las cifras de lo sembrado y cosechado de su huerta, además de los errores y casos efectivos. “Esto me ha permitido documentar todo el proceso y así investigar más a fondo para mejorar. Por ejemplo, ya tengo identificadas las mejores fechas de cosecha en cada una de las eras y peso en una báscula todo lo que va saliendo”.

A futuro, Julio Roberto quiere traer niños de los colegios a la huerta, algo que ya ha intentado sin resultados positivos. “Las directivas son muy tercas y les cuesta ver todo lo que podríamos hacer con los estudiantes en la huerta. Eso sembraría semillas en la sociedad y estaríamos aportando a la seguridad alimentaria sana. Mi nuevo reto es que la Muralla Verde esté llena de niños y jóvenes de los colegios”.

Huertas de Usme

Julio Roberto quiere convertir su huerta en un aula abierta para los niños y jóvenes estudiantes.

Jhon Barros
Author: Jhon Barros

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Jardín Botánico de Bogotá