• Sara Caicedo y Felipe Londoño unieron sus talentos, ella como administradora de empresas y él como diseñador industrial, para darle vida a un negocio donde la agricultura urbana juega de titular.
  • Estos esposos elaboran camas elevadas novedosas y de diferentes formas para sembrar hortalizas frescas y libres de agroquímicos. Además, brindan asesoría para que más personas se conviertan en sembradores orgánicos urbanos.
  • Con Milagros Urbanos, estos emprendedores verdes también trabajan proyectos con comunidades vulnerables y quieren comercializar lupino, una legumbre andina catalogada como un superalimento.

El tiempo parece no correr en la Niza Antigua, un barrio de la localidad de Suba que fue construido entre 1964 y 1970 a través de un proyecto de vivienda en serie del Banco Central Hipotecario.

La mayoría de las casas de dos pisos conservan la arquitectura que mezcla el ladrillo con paredes blancas, al igual que extensas zonas verdes llenas de flores coloridas tanto en su frente como en el patio.

El bullicio del comercio y las bocanadas de humo del transporte público no hacen parte del panorama de sus alargadas cuadras. No hay una sola tienda para comprar mecato ni un bus que transite por el corazón del barrio.

Los árboles de gran porte, como sauces llorones que extienden sus ramas en forma de lágrimas hasta el suelo, decoran el paisaje del sector. El canto de las aves que habitan o visitan el humedal de Córdoba, su vecino más cercano, es una constante durante todo el día.

Una de las viviendas que aún conserva su aspecto de antaño llama la atención de los ciudadanos, como habitantes de esta zona ubicada entre la Avenida Suba, calle 116 y Avenida Boyacá que caminan, trotan, montan cicla o sacan a pasear a sus mascotas.

Una cama elevada de madera pintada de azul claro y con varias hortalizas y plantas medicinales y aromáticas en su interior, atrae sus miradas. Un pequeño aviso que dice “Milagros Urbanos: Revolución Botánica” los termina de cautivar.

Se trata del hogar de Sara Caicedo y Felipe Londoño, unos esposos que se mudaron a la Niza Antigua en abril de 2012 con el objetivo de darle rienda suelta a su propio emprendimiento de agricultura urbana.

“Milagros Urbanos nació con el fin de crear soluciones listas para usar en la agricultura orgánica urbana y permitiéndoles así a todas las personas tener una huerta móvil, estética y funcional en su casa, apartamento, empresa o áreas comunes”, informó la pareja.

El gran plus de este negocio ambiental es la elaboración de camas elevadas de diferentes formas y tamaños, estructuras estéticas y decorativas donde se puedan sembrar hortalizas y hierbas aromáticas y gastronómicas de manera orgánica.

Sara y Felipe buscan convertir la huerta urbana en un objeto decorativo para espacios interiores o exteriores. También brindan asistencia técnica en agroecológica y lideran proyectos sociales en comunidades vulnerables.

Los inicios

Milagros Urbanos empezó a gestarse en 2011 como una necesidad personal de Sara y Felipe. En ese año querían sembrar hortalizas y otros productos para alimentarse más sano, pero no contaban con el espacio suficiente.

“En esa época vivíamos en un apartamento en Chapinero Alto y solo teníamos como espacio una terraza compartida. A Felipe, que es diseñador industrial, se le ocurrió crear un mueble de tres pisos y con ruedas para sembrar y poder movilizar la estructura” recuerda Sara.

Un año después, ya radicados en su amplia casa de la Niza Antigua, los esposos convirtieron la idea personal en un negocio enfocado en la elaboración de muebles estéticos y llamativos para sembrar hortalizas frescas y libres de agroquímicos.

“Nuestro primer producto fue ese mueble de tres pisos que elaboramos con aluminio y lona y que tenía un tipo de invernadero. Vendimos algunos, pero debido a lo costoso de los materiales, empezamos a experimentar con otros modelos”, informó Felipe.

Uno de ellos fue desarrollado para el montaje de la huerta ubicada en el antejardín de la casa. Sara quería sembrar varios productos para el consumo de la familia y después de varios experimentos, Felipe elaboró un mueble sencillo de un piso en madera sintética.

“Ese material, es decir madera hecha con botellas plásticas, es bastante resistente y por eso esa estructura aún se mantiene en buen estado. Así fue que empezamos a elaborar diferentes diseños de camas elevadas”, apuntó el diseñador industrial.

Sara hizo uso de todo su talento como administradora de empresas para registrar la marca, es decir Milagros Urbanos, y con la ayuda de varios diseñadores le dieron vida a un logo donde el color verde es protagonista.

“Yo quería llamarlo Jardín Victoria, un homenaje a los Victory Gardens, es decir esos jardines que hicieron las mujeres en Estados Unidos durante la primera y segunda Guerra Mundial. Pero el nombre ya estaba registrado”.

La nueva emprendedora se reunió con los diseñadores para hacer una lluvia de ideas. Les dijo que el nombre debía representar la fe y religiosidad de la pareja de esposos y así surgió la palabra milagros (mil-agros).

“Empezamos a promocionar los muebles de Felipe con amigos y conocidos y poco a poco el negocio fue creciendo. Luego comenzamos a mostrar los productos en redes sociales como Facebook”.

¡A dejar volar la imaginación!

Según Felipe, una de las llamadas que confirmó que el emprendimiento estaba cogiendo alas vino por parte de la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria (Corpoica), hoy llamada Agrosavia.

“Nos contactaron para hacer las camas elevadas de una huerta para niños que la entidad tiene en su Centro de Investigación Tibaitatá, ubicado en el municipio de Mosquera. Hicimos 12 modelos utilizando madera de teca, metal y acero inoxidable”.

Todas las camas elevadas debían armarse, desarmarse y movilizarse con facilidad, ya que en ese entonces Corpoica iba a mudar la huerta a otro espacio. “Hicimos camas sencillas, dobles y hexagonales”, apuntaron Sara y Felipe.

La experiencia con la corporación fue bastante positiva y los esposos se metieron de lleno en ampliar la oferta de productos del emprendimiento. Felipe dejó volar su imaginación en un taller que construyó en el garaje de la casa.

Por ejemplo, la cama elevada desarrollada con Corpoica, llamada Ubuntu, puede albergar 25 hortalizas con raíces hasta de 20 centímetros, como papas, lechugas, zanahorias, fresas y apio. Está disponible en tamaños de uno y dos metros cuadrados.

Es una estructura ergonómica y desarmable elaborada en madera teca de bosques reforestados y acero con tratamiento resistente a la intemperie. Todos los materiales empleados son 100% biodegradables.

‘Ubuntu pentágono’ es un modelo para espacios exteriores, una estructura ampliada con cuatro módulos independientes en forma de “C” o “S” para optimizar el diseño del huerto.

Felipe le dio vida a varios ‘Gardinus’, modelos ideales para sembrar hierbas aromáticas y culinarias como romero, salvia, perejil y hierbabuena. Son estructuras desarmables elaboradas en madera teca con ruedas que permiten moverlas fácilmente.

“Estos modelos, dependiendo del tamaño, pueden ubicarse en espacios exteriores o interiores, terrazas o balcones. También elaboramos camas levantadas o cajones de siembra para los jardines al aire libre sobre tierra”.

Los esposos también crearon un modelo vertical en guadua para sembrar plantas con raíces más pequeñas, como lechugas, menta y cebollín. “Son estructuras ideales para instalar en las paredes”.

Debido a la crisis económica durante la pandemia del coronavirus, Felipe experimentó con un modelo mucho más económico elaborado con hierro y la madera de la caña de castilla, un tipo de bambú.

“La creación más reciente es una cama elevada en forma circular, estructura en hierro que puede ubicarse en patios o interiores y que es bastante decorativa. Dios le dijo a Felipe que experimentara con esa forma y así lo hizo”, recuerda Sara.

Talleres, redes y proyectos sociales

Felipe y Sara tienen una sinergia que ha permitido convertir a Milagros Urbanos en un emprendimiento exitoso. Él se encarga de todo el tema de diseño y elaboración de las camas elevadas y ella del componente social y administrativo.

“Siempre he sido una mujer muy estudiosa y curiosa y por eso me inscribo en todos los cursos de agricultura urbana que veo. Recuerdo que entre los primeros estuvieron un diplomado de la Universidad Nacional y luego un curso con el Jardín Botánico de Bogotá (JBB)”.

A través del ciberespacio, esta administradora de empresas también ha participado en cursos en el extranjero. Por ejemplo, fue certificada como agricultora urbana en una academia de Inglaterra y ya suma más de tres experiencias académicas en Norteamérica.

Con su mente llena de todos esos aprendizajes agroecológicos, Sara se encarga de liderar los talleres de capacitación en técnicas de agricultura urbana, como biopreparados, alelopatía, compostaje y técnicas de siembra.

“En la pandemia me contactaron bastante para dictar cursos de agricultura urbana. Uno de ellos fue el huerto medicinal, taller que grabé y hoy en día sigo compartiendo con las personas interesadas en aprender”.

Con el paso de los años, Sara ha fortalecido las redes sociales para que el emprendimiento llegue a más personas. Además de Facebook (Milagros Urbanos), publicitan sus productos en Instagram (@milagros.urbanos) y X (@milagrosurbanos).

También tienen su propia página web (www.milagrosurbanos.com), canal en YouTube (@milagrosurbanos75) y una cuenta en TikTok donde la huertera y administradora de empresas sube contenido en video.

“Estoy muy entusiasmada con TikTok porque es un editor de video gratuito que no requiere de mucho tiempo para elaborar contenidos. Yo soy acelerada y me gusta publicar rápido todo lo que grabo del emprendimiento”.

En 2014, Sara contrató a una asistente para escribir un blog sobre todos los procesos y actividades del emprendimiento. “Hicimos muchas cosas interesantes y todo lo publicamos en nuestras redes; así nos hemos dado a conocer más”.

Además de las capacitaciones y redes sociales, Milagros Urbanos ha desarrollado varios proyectos sociales para que la agricultura urbana realmente trascienda a través de iniciativas colectivas.

El objetivo es estructurar y ejecutar proyectos para que las comunidades vulnerables mejoren su soberanía alimentaria y nutrición a través del análisis de sus necesidades, la capacitación en técnicas de agricultura urbana, el diseño de módulos a la medida, la asesoría técnica y el acompañamiento en el proceso.

“Hemos trabajado con varias fundaciones y colegios en Bogotá y municipios aledaños. Por ejemplo, a una escuela en Guasca le regalamos 20 camas elevadas de porte bajo donde hoy en día están sembrando muchos rábanos”.

Proyectos verdes novedosos

Además de ser el taller donde elaboran las camas elevadas estéticas, prácticas y novedosas, la casa de estos esposos en la Niza Antigua se ha convertido en un laboratorio de aprendizaje y una despensa al aire libre.

“En nuestra casa están todos los modelos que ha hecho Felipe. Allí hemos sembrado de todo, plantas comestibles, aromáticas y frutales que están rodeadas por especies con muchas flores. Entre los productos más llamativos están las alcachofas, espárragos y muchas variedades de papas nativas”.

Sumado a las huertas caseras, sitios de donde sacan alimentos sanos para brindarle a su hijo Daniel, Sara y Felipe incursionaron en un proyecto novedoso con un fruto de color amarillo o blanco que pocas personas conocen.

Se trata del lupino, una legumbre catalogada como un superalimento debido a su gran contenido proteico. Sara lo conoció hace varios años cuando viajaba mucho a Ecuador como consultora de una universidad.

“Los ecuatorianos me hablaban mucho de un chocho que era una gran fuente de alimento, pero solo lo conocí hasta mi quinto viaje a Quito. Recuerdo que estaba desayunando cuando me ofrecieron una coca con esos frutos y quedé sorprendida con su sabor parecido al a queso o aceituna”.

Sara y Felipe destinaron una hectárea de su finca en el municipio de Tenjo para sembrar solo Lupinus mutabilis, una especie nativa de los Andes que es conocida como lupino, soya de los Andes o chocho.

Sin embargo, Sara sintió que debía conocer detalladamente el fruto antes de incursionar en el negocio. Por eso, su espíritu de investigadora y amante del estudio la llevó a consultar varios libros y hablar con personas expertas.

“Es un superalimento que necesita de mucho estudio porque es bastante complejo. Por ejemplo, aprendí que para llegar a comerse el fruto toca desamargarlo durante 11 días y luego cocinarlo para bloquear la germinación”.

Luego de experimentar con la producción que dio el cultivo en la finca, Sara empezó a preparar platos en la casa como sopas, ceviches, ensaladas frías e incluso pan y arepa. “Para estos dos últimos utilizo mitad de lupino y mitad de harina”.

Según Felipe, los frutos del lupino son excelentes para calmar el hambre. “Como más de la mitad es proteína, solo basta con comer 10 pepas para quedar lleno. El pan y arepa que hace Sara son una delicia”.

En su investigación de esta legumbre, Sara descubrió que le salvó la vida a los españoles durante la Guerra Civil. “No tenían más que comer y así sobrevivieron. Sin embargo, no hay que comerlo en exceso porque se intoxica; debe estar desamargado”.

En la entrada de su casa, Sara y Felipe plantaron varios lupinos, arbustos que arrojan unas flores blancas y lilas. “Nuestro objetivo es consolidar un emprendimiento con estos frutos. Tenemos un banco de semillas y una vez a la semana reemplazamos la proteína animal por el lupino”.

Rompiendo mitos

En los 13 años que llevan con Milagros Urbanos, Sara y Felipe han logrado romper con un mito relacionado con la agricultura urbana: que sembrar hortalizas y otras plantas es sinónimo de desorden y carece de estética.

“Nuestro eslogan es soluciones estéticas y funcionales para sembrar en casa, es decir que las huertas se vean organizadas y visualmente atractivas y que además se conviertan en un orgullo para mostrar en las casas”.

Las camas elevadas también favorecen la salud de los agricultores urbanos. “Son estructuras extraordinarias de buena calidad que cumplen con toda la funcionalidad. Para sembrar y cosechar no toca agacharse y por eso nadie sufre de dolores de espalda”.

Con este negocio, los esposos buscan contribuir a la disminución de la huella de carbono del transporte de alimentos, incrementar las áreas verdes productivas en las ciudades y generar ahorros en el gasto de alimentos.

Uno de sus sueños es convertir la huerta urbana en un objeto decorativo para espacios interiores o exteriores y que las personas hagan un uso racional de los recursos, como reciclar y el compostaje de desechos orgánicos.

“Nos proyectamos como una organización que continuamente marque tendencias en soluciones de agricultura urbana, identificando oportunidades de reciclar materiales, con un estilo fresco y elegante de tal manera que sean objetos funcionales y decorativos”.

A mediano y largo plazo, Sara y Felipe buscan consolidar alianzas con ONG, entidades distritales y nacionales y la comunidad para darle vida a nuevos proyectos que tengan incidencia y marquen la diferencia.

“Nosotros pondríamos el diseño, las entidades los materiales y la comunidad la mano de obra. Entre todos podemos hacer cosas maravillosas para que la agricultura urbana crezca de una forma estética y nos beneficie a todos”.

Jhon Barros
Author: Jhon Barros

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Jardín Botánico de Bogotá