- 25 pacientes de la unidad renal de esta clínica, ubicada en la localidad de Rafael Uribe Uribe, participan en el curso básico de agricultura urbana del Jardín Botánico de Bogotá (JBB).
- Mientras reciben sus diálisis, estos ciudadanos de diversas edades aprenden sobre propagación vegetal, contenedores y manejo de las plagas y enfermedades de los cultivos.
- Todos están interesados en montar pequeñas huertas en sus casas, para así contar con los alimentos sanos que incluyen sus dietas nutricionales.
A las 5:30 de la mañana, 40 hombres y mujeres de varias localidades de Bogotá llegan al Centro Policlínico del Olaya para recibir diálisis, un tratamiento que se encarga de eliminar las sustancias dañinas de la sangre cuando los riñones no pueden hacerlo.
Decenas de enfermeras los esperan en la entrada de la unidad renal, ubicada en el primer piso de la torre 4 de la clínica. Luego de un saludo fraternal, las profesionales los llevan a un amplio recinto blanco, donde los pacientes se quitan los zapatos, se acuestan en unas camillas acolchadas y se cubren con una sábana aguamarina para mermar el frío mañanero.
Dejan al descubierto alguno de sus brazos para que las enfermeras les conecten un catéter en una de las venas, un tubo delgado que conduce la sangre a las unidades de hemodiálisis, máquinas de última tecnología encargadas de purificar el líquido vital de color rojo.
Ocho televisores anclados en el techo son encendidos para entretener a los pacientes durante las cuatro horas que dura la hemodiálisis, un procedimiento que retira los excedentes de sal, agua y productos de desecho de la sangre y ayuda a producir glóbulos rojos y controlar la presión sanguínea.
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Algunos prefieren destinar ese largo tiempo para leer un libro, escuchar música o ver películas o series en sus celulares. Sin embargo, el cansancio y el agotamiento del tratamiento se apodera de los cuerpos de la mayoría de los pacientes y quedan bastante somnolientos.
Luego de cuatro horas de hemodiálisis, las máquinas se apagan y dejan de hacer ruido. A las 9:30 de la mañana, las enfermeras retiran los catéteres y sus pacientes, ayudados por sus familiares y amigos, se alistan para regresar a casa.
Nueva actividad
Desde finales de mayo de este año, la rutina de estos ciudadanos en el Policlínico del Olaya cambió durante una hora del día jueves, tiempo en el que reciben la visita de Alma Melo, técnica de agricultura urbana del Jardín Botánico de Bogotá (JBB) en la localidad de Rafael Uribe Uribe.
“Los pacientes de la unidad renal están participando en el curso básico de agricultura urbana del JBB, donde durante un mes aprenderán a hacer semilleros, tubulares y controlar las plagas; el ideal es que con los aprendizajes de estos talleres puedan montar huertas pequeñas en sus casas”, dijo Melo.
Según Jazmín González, trabajadora social de la clínica, a los 40 pacientes que reciben diálisis en el primer turno de la unidad renal, entre las 5:30 y 9:30 de la mañana, se les informó si querían participar en este curso, de los cuales 25 aceptaron la invitación.
“La dieta nutricional de estos pacientes es muy especial y restringida. Por eso, con el curso de agricultura urbana van a conocer los alimentos que pueden sembrar de una manera agroecológica en sus propias casas. Además, con estos talleres ocupan parte del tiempo que dura el tratamiento”.
A la fecha, la profesional del JBB ha realizado dos talleres de agricultura urbana en la unidad renal de la clínica. El primero fue de propagación vegetal y el segundo de los contenedores que se pueden utilizar para sembrar en áreas reducidas.
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“En el primer taller aprendieron a hacer semilleros en los cascarones de los huevos. Fue una actividad muy especial porque, además de aprender, los pacientes se rieron e hicieron varios chistes sobre los huevos; en la hora de la capacitación se les olvidó que estaban conectados a una máquina”.
Para el taller de contendedores, Melo llevó un canasto, una bolsa negra delgada y dos botellas plásticas. “En estos elementos se pueden sembrar diversas especies de hortalizas y plantas medicinales. Lo más bonito de esta jornada fue que la mayoría de los pacientes vencieron el sueño e hicieron muchas preguntas”.
Un día de taller
El pasado jueves 2 de junio, Alma Melo llegó antes de las siete de la mañana al Centro Policlínico del Olaya, ubicado en el barrio Restrepo, para realizar el segundo taller del curso básico de agricultura urbana con los 25 pacientes del primer turno de la unidad renal.
Luego de tomarse un café bien cargado, llamó a Juan Guillermo López, psicólogo de la clínica, para que la ayudara con el ingreso. La técnica del JBB dejó sus pertenencias en la oficina del profesional y se dirigió a un pequeño salón para ponerse la bata azul y el gorro quirúrgico y desinfectarse las manos.
Jazmín González la esperaba en el amplio salón donde estaban los 25 pacientes acostados en sus camillas. La trabajadora social tomó un micrófono conectado a una pequeña máquina y se dirigió al público.
“Hoy vamos a recibir el segundo taller del curso de agricultura urbana. Sé que algunos se sienten muy cansados, pero saquen fuerzas para aprender las nuevas lecciones que luego les permitirán montar su propia huerta en la casa”.
Los 25 pacientes interrumpieron sus siestas para escuchar a Melo. Algunos tenían en sus manos cascarones de huevo con tierra en su interior, donde sembraron semillas de zanahoria en el primer taller de propagación; en algunas de ellas se veían diminutas plantas.
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“La clase de hoy será sobre contenedores. Por eso traje tres elementos que podemos utilizar en nuestras casas para sembrar hortalizas y plantas medicinales de una manera agroecológica, es decir sin aplicar ningún químico”.
Con ayuda de los profesionales de la clínica, Melo les mostró dos botellas plásticas de gaseosa, un canasto forrado en su interior con un plástico y una bolsa larga y negra. “Lo primero que debemos hacer es determinar la especie que vamos a sembrar para así escoger el contenedor”.
“¿Qué creen ustedes que podemos sembrar en una botella plástica?”, preguntó la técnica del JBB. Un par de pacientes, los cuales tienen conocimientos sobre el manejo de los cultivos, respondieron que la botella era ideal para especies de tamaños largos, como la cebolla larga.
“Es correcto. Debemos utilizar dos botellas de la misma marca y tamaño, preferiblemente las más grandes. A ambas les vamos a quitar la parte superior, donde está el embudo, y a una de ellas le vamos a dejar la base”.
La botella con su parte inferior intacta fue forrada en su interior con una bolsa negra con orificios a sus lados. “En la bolsa vamos a echar la tierra y las semillas de la cebolla. El objetivo de los orificios es que, en el momento de regar, el agua salga por ellos y quede contenida en la base, líquido que luego es absorbido por las raíces”.
La otra botella sin la base fue introducida en el primer recipiente. “Vamos a aplicar tierra en los alrededores para que la cebolla crezca mejor. Es muy importante que la bolsa sea negra, porque de lo contrario las raíces no se van a formar con mucha fuerza; recordemos que la raíz es la que le da soporte a la planta y la que toma los alimentos”.
El segundo contenedor fue el canasto o matera, el cual fue forrado en su interior con una bolsa negra. Según Melo, este recipiente es ideal para sembrar especies anchas y con raíces de poca profundidad, como las lechugas.
“Todas las plantas anchas tienen raíces cortas”, dijo la experta. Uno de los pacientes le preguntó si este contenedor servía para sembrar frijol. “En este caso es mejor utilizar un contenedor de mayores dimensiones, como una caneca, porque el frijol se extiende bastante”.
La bolsa plástica negra, el tercer contenedor, es una de las técnicas más utilizadas en la agricultura urbana para sembrar en áreas reducidas y con poca luminosidad, es decir ideales para sitios como los apartamentos.
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“Se llaman tubulares, aunque en el argot popular son conocidos como chorizos. Pueden medir desde 60 centímetros hasta tres metros de largo y no más de 33 centímetros de ancho, y además tienen un sistema de riego interno con una botella”.
Esta técnica permite la siembra de una amplia variedad de plantas, como lechuga, tomillo, cebolla, zanahoria, remolacha, acelga, espinaca, caléndula, perejil, menta, hierbabuena y rábano.
“Se siembra en forma de triángulo y podemos hacer las combinaciones que queramos. Los tubulares se pueden colgar o ubicar de forma horizontal sobre una base; a los más pequeños les caben hasta 12 plántulas”.
Melo y los profesionales de la clínica pasaron por cada una de las áreas donde están las camillas de los 25 pacientes que decidieron tomar el curso de agricultura urbana, para que así escucharan detalladamente las lecciones sobre los contenedores.
Todo un reto
Para la técnica del JBB, estas capacitaciones en el Policlínico del Olaya han sido todo un reto, ya que las capacitaciones sobre agricultura urbana normalmente se realizan al aire libre y untándose de tierra.
“En este caso las clases son teóricas porque las personas están recibiendo su tratamiento médico. Lograr estimularlos y entusiasmarlos sin mostrar un solo gramo de tierra o llevar un proceso práctico de agricultura, es un desafío”.
Según Melo, para que los pacientes se interesen en las lecciones de agricultura urbana hay que ser muy creativos y manejar mucho material didáctico, como fue el caso de los tres contenedores y los cascarones de los huevos para los semilleros.
“Hay que pensar muy bien cada taller para que les queden los conceptos claros y puedan vencer el sueño que les causa el tratamiento. Para mí fue muy duro al comienzo ver tanta gente joven y evidenciar el sufrimiento que les causa la diálisis”.
El entusiasmo y la participación activa de los 25 pacientes durante los dos talleres, llenaron de alegría y satisfacción a la técnica del JBB. “El taller es personalizado, donde además de enseñarles sobre huertas urbanas les pregunto sus nombres y cómo se sienten; este curso es más humano que técnico”.
Muchos de los pacientes de la unidad renal de la clínica vienen del campo, por lo cual han intercambiado conocimientos con Melo. “En el curso se reencuentran con sus raíces y por eso participan y preguntan mucho. Me siento muy contenta porque los estoy motivando y veo sus rostros más felices”.
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Durante las próximas semanas, los 25 pacientes recibirán nuevos conocimientos, como el manejo de plagas y enfermedades en los cultivos y un taller especial sobre preparación de alimentos saludables. “El ideal es poder llevarlos al comedor para que prueben las recetas y atenderlos como se debe”.
Al final del curso de agricultura urbana, Melo visitará las casas de las personas que quieran montar su propia huerta. “Esta actividad será muy importante porque se van a sentir útiles y les va a servir como terapia, ya que por su enfermedad no pueden trabajar y hacer ciertas actividades”.
Hablan los pacientes
Aunque los 25 pacientes de la unidad renal han estado muy pendientes y participativos en los talleres de agricultura urbana del JBB, los profesionales de la clínica aseguran que tres de ellos están bastante entusiasmados.
Uno de ellos es Rodrigo Mendieta, habitante de la localidad de Suba que asiste dos veces por semana al Policlínico del Olaya para recibir diálisis. “Me inscribí en el curso para tener nuevos conocimientos sobre el campo y refrescar la memoria de las clases de ciencias naturales del colegio”.
En su casa, este bogotano de 69 años cuida a diario el cascarón de un huevo donde sembró una semilla de zanahoria. “Le echo agüita seguido y estoy muy contento porque ya salieron las primeras ramitas. Por ahora es mi nuevo pasatiempo”.
En el taller de contenedores, Rodrigo quedó maravillado con la técnica de las botellas plásticas. “Aprendí que son ideales para la cebolla larga y que es muy fácil de hacer. Voy a experimentar en mi casa y ya sé que debo utilizar bolsas negras”.
Cuando termine el curso, lo primero que hará es invitar a la técnica del JBB a su casa para ver si es posible montar su propia huerta. “No tengo terraza, pero la señora Alma me dijo que podemos hacer tubulares o botellas. Estoy muy interesado en sembrar mis alimentos sanos y libres de químicos”.
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Mario Calderón vive en el barrio Juan Rey y es un experto en labrar la tierra. Lleva décadas sembrando cilantro, habas, ají y cebolla en un lote cerca de su casa, donde no aplica ningún tipo de químico.
“Aunque soy un huertero de 57 años, no sabía que también se puede sembrar en áreas muy pequeñas y encerradas, como las casas y apartamentos. Con lo que he aprendido en el curso ya estoy preparando todo para montar mi huerta casera en tubulares y botellas plásticas”.
La casa de Mario tiene las puertas abiertas para la visita de Melo. “Además de montar mi huerta casera, quiero que la experta me ayude a mejorar el terreno donde siembro desde hace años; la agricultura urbana es una terapia que me mantiene entretenido”.
Luis Francisco González, habitante del municipio de Soacha, está muy entusiasmado con el huevo vacío donde sembró zanahoria. “Lo puse dentro de un vaso tintero y está en el solar de mi casa. Le echo agua a cada rato, pero aún no le han salido las ramitas”.
Asegura que decidió participar en el curso del JBB para estar entretenido durante la diálisis. “Pero ahora lo que quiero hacer es montar mi huerta casera. Mi objetivo es tener alimentos sanos en la casa y dedicar el tiempo libre al cuidado de la huerta; la profe Alma dijo que me iba a visitar pronto”.
La huerta del Policlínico del Olaya
Jazmín González, la trabajadora social del Policlínico del Olaya, informó que el curso de agricultura urbana del JBB surgió de la idea de crear una huerta dentro de la clínica, la cual será un homenaje a las personas que fallecieron por covid-19.
“En los últimos dos años pasamos por una situación muy dura debido a la pandemia, una época donde varios de nuestros pacientes de la unidad renal fallecieron. Por eso me propuse crear una huerta como un homenaje a la vida”.
González le envió un correo al Jardín Botánico y le informó el objetivo de la nueva huerta. “Luego, Alma Melo se comunicó con nosotros y nos informó que, antes de la creación de la huerta, debíamos hacer el curso con los pacientes de la unidad renal”.
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Esta futura huerta, que estará ubicada en el primer piso de la torre 4, muy cerca de la unidad renal, contará con la participación de los pacientes. “La idea es que los pacientes se involucren y aprendan de la huerta, donde encontrarán los alimentos con manejo agroecológico que hacen parte de sus dietas nutricionales”.
El diseño será definido entre las directivas de la clínica y los profesionales del JBB. “Queremos consolidar una huerta llamativa y bonita, y que sea un lugar de encuentro para los visitantes, pacientes y trabajadores de la clínica”.
La trabajadora social creó una frase que será plasmada en un aviso en la huerta: cada familia tiene una historia, bienvenidos a la nuestra. “En esta huerta queremos plasmar la historia de la unidad renal, la cual ahora cuenta con el apoyo del JBB. El objetivo es que también participen las demás áreas de la clínica”.
Según Melo, la primera huerta del Centro Policlínico del Olaya debe tener a las plantas medicinales, aromáticas y ornamentales como protagonistas.
“Veo ese espacio como un jardín productivo lleno de canastas colgantes, donde sembraremos plantas ornamentales con flores hermosas y varias aromáticas y medicinales; el diseño debe contemplar la reutilización del agua lluvia”.
Que bonito homenaje a la vida
Agradecemos al jardín botánico por la participación y por involucrarse con nuestros usuarios, ustedes dejan una huella con nosotros. Mil gracias por todo el apoyo.