• Hace siete años, varios ciudadanos de distintas profesiones se unieron para sembrar la semilla de la agricultura urbana en las comunidades.
  • El colectivo Terrazas Verdes ha apoyado la creación de más de 40 huertas comunitarias en la ciudad. 
  • Más de 800 personas han participado en los ciclos de talleres gratuitos de esta iniciativa social y ambiental, donde aprenden sobre agroecología, semillas nativas, transformación de alimentos y hábitos de vida saludable.
Huertas del sur

El colectivo Terrazas Verdes ha dejado huella en varias comunidades de la ciudad.

El Valle de Tenza, una región cundiboyacense atravesada por la cordillera Oriental y conformada por climas que van desde el frío perpetuo del páramo hasta el cálido de las tierras bajas, fue su primer amor.

En esta zona, uno de los territorios que fueron habitados por los muiscas, Iván Andrés Ramos pasó su niñez y parte de su adolescencia, épocas en donde aprendió a trabajar la tierra y se convirtió en un defensor de la naturaleza.

Nació hace 37 años en tierras boyacenses, por lo cual lleva el campo en sus venas. “A los 20 años salí de mi tierra para irme a estudiar zootecnia en Bogotá, donde tuve el privilegio de conocer muchas comunidades en Bosa, Suba, Usme y Puente Aranda”.

Desde hace una década está radicado en San Eusebio, un barrio de la localidad de Puente Aranda ubicado entre la Avenida Primera de Mayo y Avenida 68 donde el verde palidece cada vez más por la jungla de cemento.

Huertas del sur

Desde pequeño, Iván Andrés Ramos supo que destinaría su vida al trabajo ambiental y social.

“Luego de graduarme como zootecnista me convertí en extensionista e hice una especialización en gestión agropecuaria. También he hecho varios cursos y técnicos, como de acuicultura y turismo”.

En sus años universitarios este boyacense hizo grandes amigos, personas de otras carreras con los que compartía su amor por la siembra y la biodiversidad. “Queríamos crear un proyecto donde las comunidades fueran las protagonistas”.

En 2016, luego de madurar más la idea, nació el colectivo Terrazas Verdes, conformado por cerca de 10 personas de diferentes profesiones, como psicólogos, filólogos, sociólogos, estadísticos, ingenieros ambientales y zootecnistas.

“Somos un grupo que busca construir comunidad promoviendo la reconexión socioambiental. Creamos espacios que promueven la conciencia ambiental, promoción de hábitos de vida saludable, rescate de cultivos y saberes ancestrales, la salud y soberanía alimentaria”.

Según el zootecnista, Terrazas Verdes nació porque querían trabajar en el proceso de reconciliación del ser humano con la naturaleza. “El humano no es un factor antrópico dentro del proceso ecológico. Somos actores constantes dentro de todos los ecosistemas o sistemas”.

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El colectivo Terrazas Verdes lleva siete años trabajando con las comunidades de varias zonas de la ciudad.

Huertas: las protagonistas

Este colectivo busca generar un espacio de participación e integración de la comunidad en torno a las temáticas ambientales. Por eso, sus miembros evidenciaron que la mejor forma de hacerlo era a través de las huertas urbanas comunitarias y familiares.

“Creamos ciclos de talleres sobre agricultura urbana, hábitos de vida saludable y salud ambiental para ofrecerlos de una manera gratuita a la comunidad en general, empezando por los habitantes del barrio San Eusebio”, indicó Ramos.

Este barrio de la localidad de Puente Aranda cuenta con casas de amplias terrazas, espacios que en algunos casos son desaprovechados. El grupo encontró uno de estos sitios en la Junta de Acción Comunal (JAC), una edificación ubicada en la Avenida Primera de Mayo con carrera 52.

“En ese momento, Diana Chavarro, una de las personas del colectivo, era parte de la JAC. Les presentamos el proyecto y llegamos a un acuerdo: ellos nos prestaban la terraza y nosotros le aportamos a la misionalidad social de la junta con inversión social”.

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El colectivo ofrece cursos gratuitos de agricultura urbana y otras temáticas a las comunidades.

La terraza de la JAC, con una vista panorámica de la Avenida Primera de Mayo, se convirtió en el centro de operaciones del colectivo y por eso allí empezaron a montar la huerta comunitaria. Como es una zona de cemento, no podían sembrar directamente en el suelo.

“Empezamos a gestionar materiales con instituciones, como estibas y llantas para construir las primeras camas de los cultivos, las cuales no tienen puntillas; este trabajo contó con la participación de varios habitantes del barrio”.

Cuando la huerta quedó lista, se convirtió en una terraza verde donde se cultivan 163 especies de hortalizas, frutales y plantas aromáticas y medicinales de una manera agroecológica, es decir sin utilizar químicos.

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La huerta San Eusebio, ubicada en la terraza de la JAC del barrio, es el centro de operaciones de este colectivo.

Cruzando fronteras

En la huerta comunitaria San Eusebio, el colectivo Terrazas Verdes inició sus ciclos de talleres gratuitos con varios habitantes del barrio, la mayoría adultos mayores que en el pasado trabajaron la tierra.

“Uno de nuestros objetivos es trabajar en la adaptación que tienen ciertas especies de clima caliente en los pisos térmicos más bajos, como Bogotá. Por eso experimentamos sembrando aguacate, plátano, abano, guayaba y batata”.

La comunidad del barrio se encargó de llevar varias de estas especies a la huerta, ya que muchos de ellos son personas de provincias. “Ellos traen estas plantas cuando van a sus pueblos y las siembran en la huerta durante los cursos; es una transmisión de conocimiento de las regiones”.

El grupo también busca rescatar, reconocer y reivindicar los alimentos ancestrales. “En las regiones son muy valorados, pero en Bogotá algunos son vistos como alimentos de pobre. Estamos perdiendo una infinidad de recetas y por eso las estamos rescatando en los talleres”.

En los cursos gratuitos, los ciudadanos aprenden a sembrar y cosechar sus propios alimentos de una forma agroecológica en sitios como terrazas, jardines o patios, además de adoptar hábitos de vida más saludables que no impacten el ambiente.

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Rescatar las semillas nativas es uno de los objetivos del colectivo Terrazas Verdes.

El proyecto cruzó las fronteras del barrio San Eusebio. Otros grupos y personas contactaron a los miembros del colectivo para replicar sus actividades en otros espacios de la ciudad donde querían montar huertas comunitarias.

“Comenzamos a movernos en las redes sociales destacando siempre que las comunidades deben ser las protagonistas. Nos empezaron a invitar a otros sitios de Bogotá para que compartiéramos nuestro conocimiento”.

A través de sus talleres, Terrazas Verdes ha apoyado la creación de más de 40 huertas comunitarias en localidades como Puente Aranda, Suba, Kennedy, San Cristóbal, Rafael Uribe Uribe, Teusaquillo y Usaquén.

“Por medio del trabajo en la huerta San Eusebio hemos capacitado a más de 800 personas de Bogotá y habitantes de municipios como Soacha, Chía, Tenjo y Zipaquirá. Cerca de 60 personas del barrio se han visto beneficiadas”.

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El colectivo Terrazas Verdes ha ayudado a montar más de 40 huertas en la ciudad.

Aula ambiental

El colectivo destina dos días de la semana, martes y sábado, para hacer el mantenimiento de la huerta San Eusebio. El jueves es exclusivo para los ciclos de talleres con la comunidad, actividad que va de siete a once de la mañana.

“Esta huerta se convirtió en un aula ambiental. Como no podíamos ir a todos los sitios que nos invitaban, lo que hicimos fue abrir las puertas de este lugar para que las personas de otras localidades pudieran tomar los talleres”.

Al finalizar los talleres, los ciudadanos reciben una certificación de educación no formal. “El curso más largo fue de 220 horas, es decir casi igual a un diplomado. En estos talleres fomentamos el liderazgo, ya que todos son capaces de liderar procesos”.

Para Ramos, los talleres de agricultura urbana son un espacio para fortalecer la convivencia y participación comunitaria, “un punto de encuentro donde todos contamos nuestras experiencias y hacemos actividades como aromaterapia”.

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La educación ambiental y huertera es el espíritu de este colectivo.

En el ciclo de talleres la comunidad conoce cuáles materiales pueden utilizar para construir huertas. “Por ejemplo, las materas o tejas de fibrocemento no son aptas para la agricultura urbana porque contienen asbesto; los elementos metálicos tampoco por su contenido de plomo”.

Las personas también aprenden a llevar una vida más saludable a través de las clases de hábitos y cocina saludables y ancestrales. “Promovemos todos los alimentos saludables que sirven como remedio o medicamento”.

El zootecnista define al colectivo como un proyecto de ciencia y experimentación. “Otro de nuestros ejes es el llevar el conocimiento empírico a términos de ciencia. La gente no sabe que todos los días aplicamos física y química, es decir que hacemos ciencia; eso lo aprenden en los talleres”.

Al rescatar el conocimiento empírico y darle una configuración científica, todos se ven beneficiados. “Mezclamos nuestros conocimientos con los de la comunidad. Por ejemplo, en los talleres las personas hacen sus biopreparados y nosotros los asesoramos en temas como el tiempo de fermentación”.

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Este colectivo es un proyecto de ciencia y experimentación.

Trabajo en red

Terrazas Verdes comenzó a interactuar con otros colectivos para llevar su proyecto a otras comunidades. En ese proceso apareció la Fundación Biosferas, que estaba trabajando con los procesos comunitarios de Puente Aranda.

“Nos vinculamos con la fundación en un proyecto llamado ‘Huertos circuitos’, un tipo de rutas que busca fortalecer las huertas comunitarias en la localidad, destacar sus procesos y ayudar a las personas, la mayoría desplazadas por la violencia”.

El arte también hace parte del proyecto del colectivo. Por eso, las paredes de la terraza donde está ubicada la huerta comunitaria San Eusebio fueron pintadas con figuras de la biodiversidad de la sabana de Bogotá, como tinguas, abejas, mariposas y varias aves.

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El colectivo utiliza material reciclado para el montaje de las huertas.

“Estos murales fueron pintados por la Fundación HBG con apoyo de la comunidad. Ellos quisieron donar su arte y nosotros no les impusimos nada. En este colectivo caben todos, porque como decía Carlos, un señor de 101 años, todos somos de una misma familia con distintos apellidos”.

Ramos asegura que el verdadero espíritu del colectivo es generar una red real de apoyo con los demás aliados y la comunidad. “Este trabajo en red nos permite gestionar los recursos para los proyectos. No pretendemos que las ayudas nos lleguen del cielo, lo que hacemos es buscar alternativas para convertir las actividades en realidades”.

La mayoría de los recursos para el mantenimiento de la huerta y los talleres y proyectos del colectivo han sido gestionados con el sector público, además de algunas donaciones de la comunidad y alianzas con empresas privadas.

“Los recursos que gestionamos no son para fines personales. Lo que hacemos es destinar el dinero en la compra de materiales para la huerta y los talleres; nuestra vocación no es lucrarnos, sino darles sostenibilidad a las actividades del colectivo”.

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Las personas que participan en los curso del colectivo aprenden a sembrar en varios envases.

Semillas y acuicultura

Según Ramos, la comercialización de los productos de la huerta San Eusebio no es una de las finalidades del colectivo. “Somos un aula ambiental con una experimentación constante, donde las personas de la comunidad siembran en las camas y hacen mezcla de sustratos”.

Durante la pandemia del coronavirus, los miembros de Terrazas Verdes evidenciaron que el proyecto debía trabajar en la producción de semillas agroecológicas para repartirlas en la comunidad y constituir un banco propio.

“En la huerta producimos semillas y hacemos un kit, el cual se lo damos a las personas que participan en los talleres para que lo repliquen en sus huertas. El objetivo es tener semillas propias y hacer intercambios con la comunidad”.

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La biodiversidad está presente en forma de arte en la huerta San Eusebio.

En ese trabajo con las semillas, el colectivo observó que la siembra depende del lugar donde se realice. “Bogotá tiene ocho microclimas y por eso algunas semillas se adaptan mejor acá en Puente Aranda que en Usme. Hay que experimentar para buscar la planta que mejor se adapte a las condiciones climáticas”.

En la localidad de Puente Aranda, Terrazas Verdes busca constituir bancos de semillas comunitarios. “Deben estar cerca para hacer los intercambios de semillas, que en sí es el objetivo de los bancos”.

Uno de los proyectos más llamativos del colectivo es el de acuicultura, una actividad que consiste en el cultivo de algunas hortalizas y la producción de organismos acuáticos, es decir peces.

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El colectivo trabaja en un proyecto de acuicultura en la huerta San Eusebio.

“Como zootecnista aprendí bastante sobre esta actividad y el potencial de la producción animal y vegetal. Por eso, destinamos una zona de la huerta San Eusebio para montar una infraestructura de acuicultura”.

Antes de la pandemia, el colectivo consiguió dos tanques y cuatro tubos para tener peces (carpas) y sembrar plantas como lechugas. “Este sistema saca lechugas a los 50 días y genera un impacto ambiental mínimo porque utilizamos agua lluvia y no consume energía durante todo el día”.

Ramos instaló un controlador de energía en el sistema, el cual solo se enciende durante 20 minutos cada hora. “La idea a futuro es tener un sistema fotovoltaico y un sistema de riego en la huerta”.

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Este colectivo sigue innovando en la agricultura urbana y agroecología.

Proyección

En los siete años que lleva este colectivo sembrando la semilla de la agricultura urbana en las comunidades, sus miembros han logrado darle vida a una red conformada por varias huertas comunitarias y otros proyectos.

En Puente Aranda, además de la huerta y aula ambiental de la JAC de San Eusebio, el centro de operaciones del colectivo, hay varios procesos agroecológicos que han recibido de su asesoría, como las huertas EnVerdeSiendo, Dulcinea y Villa Inés.

En Bosa está la huerta PIWAM y en la Universidad Distrital la huerta de biología, coordinada por un grupo de estudiantes de biología que cuenta con un banco de semillas vivas, en especial de frijoles nativos.

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Los adultos mayores son los que más visitan la huerta San Eusebio.

También están las huertas Atp PRODA, donde se hacen procesos de lombricomposta, producción de biogás y extracción de aceites esenciales; y la huerta familiar Doña Clara en Suba, destacada por la cosecha de agua.

Otros dos proyectos que hacen parte de la red son: Bazero, que busca organizar un modelo de gestión integral de residuos sólidos aprovechables a partir de la Red Basura Cero; y la Fundación HBG, organización juvenil que busca aportar al desarrollo sostenible y el mejoramiento de la calidad de vida de los grupos sociales.

“Queremos seguir llevando la agricultura urbana por toda la ciudad para ampliar la red, en sitios como las huertas comunitarias, espacios públicos, propiedad horizontal, Juntas de Acción Comunal y parques”, apuntó el zootecnista.

El objetivo del colectivo es fortalecer el trabajo de las comunidades, potencializar las huertas, formar líderes ambientales y fomentar la producción agroecológica de alimentos sanos. “Seguiremos compartiendo nuestro conocimiento y destacando el ejercicio de apropiación responsable del territorio de la comunidad”.

La ventana de Terrazas Verdes son las redes sociales. Los ciudadanos que quieran conocer su proceso pueden encontrarlos en Facebook, en su página web o enviando un correo a colectivo.terrazas.verdes@gmail.com.

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Más de 800 personas han participado en los cursos y talleres de este colectivo.

 

Jhon Barros
Author: Jhon Barros

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Jardín Botánico de Bogotá