• Stella Mendoza y Jorge Barreto se conocieron hace cuatro años en un curso de pintura al óleo. Él era el profesor y ella la aplicada alumna que quería olvidar un poco las tristezas en el arte.
  • Entre pinceles y lienzos forjaron una gran amistad y decidieron revivir la huerta que Jorge tenía en el patio de su casa, proyecto que Stella sacó a flote con los conocimientos del programa ‘Mujeres que reverdecen’.
  • Berna Reverdece se convirtió en una huerta próspera y organizada, un terruño donde estos amigos siembran y cosechan más de 50 especies de hortalizas y plantas aromáticas.
Huertas de Antonio Nariño

Berna Reverdece es la huerta que floreció de la amistad de Stella Mendoza y Jorge Barreto.

Aunque pasó toda su niñez en una finca de Villavicencio, donde sus padres cultivaban arroz, maíz y soya y criaban vacas y caballos, Stella Mendoza Torres admite, con algo de pena, que el trabajo de la tierra no le llamaba mucho la atención.

“Las plantas y los cultivos estuvieron presentes en toda mi infancia, pero lamentablemente en esa época no les prestaba mucha atención. Quería salir de la capital del Meta para hacer mi bachillerato en Bogotá; el estudio siempre me ha apasionado”.

Cuando cumplió 17 años, Stella comenzó a darle forma a su sueño. Se fue a vivir a la capital del país donde estaban dos de sus hermanos e inmediatamente se matriculó en un colegio para convertirse en bachiller, estudios que ella se pagó con el fruto de su trabajo.

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Stella Mendoza admite que el amor por las plantas se le alborotó en el programa ‘Mujeres que reverdecen’.

“La vida en la gran ciudad era muy dura y no encontraba buenas opciones laborales cuando me gradué. Por eso regresé a los Llanos Orientales, hice un curso de secretariado auxiliar contable en el SENA y conseguí trabajo en varias empresas como secretaria”.

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El amor tocó a su puerta a los 22 años. Stella se casó y decidió radicarse con su esposo en Bogotá, donde arrendaron una casa en el barrio Restrepo de la localidad de Antonio Nariño, en el sur de la ciudad.

“Tuvimos tres hijos: Sandy Carolina, Carlos Hernán y Manuel Guillermo. Yo me dediqué a las actividades de la casa y criar a mis niños, mientras que mi esposo trabajaba como ingeniero mecánico”.

Huertas de Antonio Nariño

Stella ha ayudado a fortalecer varias huertas urbanas del sur de la ciudad.

A pesar de que lograron darles estudios bachilleres y universitarios a sus tres hijos, la relación amorosa se resquebrajó y decidieron separarse. Stella se independizó y arrendó otra casa en el Restrepo, donde vive con su hijo menor.

“Mis hijos son mi mayor orgullo. Por ejemplo, la mayor se radicó en Suiza y el menor está terminando inglés y filología en la Universidad Nacional; los tres me ayudan económicamente porque sola no puedo con todos los gastos”, recuerda Stella, hoy con 66 años de vida.

La separación y los problemas económicos le causaron muchas angustias y tristezas. “Necesitaba ocupar la mente en algo. Quería dejar salir toda esa tristeza con algo productivo o artístico, ya que siempre me gustó pintar”.

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Stella hizo parte del grupo de ‘Mujeres que reverdecen’ que fortaleció la huerta del hospital San Carlos.

Líder y huertero

Jorge Alberto Barreto nació hace seis décadas en Ibagué, capital del departamento del Tolima donde tuvo el privilegio de conocer algunos de los cultivos más emblemáticos de la zona, como el arroz y el algodón.

“La casa familiar era muy amplia y desde pequeño pensé que era un espacio ideal para sembrar. Sin embargo, mi objetivo era estudiar y por eso me fui para Bogotá a los 17 años a estudiar diseño gráfico en la universidad”.

Luego de conocer a Catalina, el amor de su vida, Jorge Alberto empezó a conformar su propio hogar. Primero encontraron una casa en arriendo en el barrio Ciudad Berna, ubicado en la localidad de Antonio Nariño, donde llegaron sus dos hijos.

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La pintura, el trabajo comunitario y la agricultura urbana, son las grandes pasiones de Jorge Barreto.

“Estuvimos en arriendo 10 años, hasta que gracias a un crédito pude comenzar a pagar nuestra casa propia. Desde que la vi me enamoré porque era bastante amplia y me recordaba mucho a la vivienda familiar en Ibagué”.

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El patio de la casa fue lo que más le gustó de su nueva morada. “Tiene dos zonas: una para colgar la ropa y otra bastante amplia donde con mi esposa comenzamos a plantar algunas plantas de jardín”.

El tolimense intentó montar una huerta en ese sitio, pero su trabajo como diseñador gráfico no le dejaba casi tiempo libre. “Hace siete años tomé la decisión de construir la huerta. No quería sembrar a ras del piso porque con los años me empezaron a doler las rodillas y la cintura”.

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Jorge Barreto lleva varios años como presidente de la Junta de Acción Comunal del barrio Ciudad Berna.

Luego de conseguir varias tablas de madera, Jorge dio paso al montaje de las cuatro camas grandes de su huerta. “Tienen una altura de 60 centímetros y fueron rellenadas con una tierra que un vecino me regaló cuando terminó con una jardinera que tenía”.

Según su esposa Catalina, a quien Jorge llama Tata, lo primero que sembraron en las camas fueron acelgas, lechugas, maíz, uchuva, perejil y espinacas, pero estas últimas no se dieron muy bien. “En una época salió un bosque de lechugas hermoso y se las regalamos a los vecinos”.

Las cosas del destino

Además de la pintura y la agricultura urbana, este diseñador gráfico siempre ha sentido una gran pasión por el trabajo comunitario. Esto lo llevó a meterse de lleno en la Junta de Acción Comunal del barrio Ciudad Berna desde el año 2016.

“Me dediqué a hacer proyectos y actividades que beneficiaran a la comunidad, como brindar talleres de pintura al óleo a las personas de la tercera edad. Por ese trabajo social descuidé bastante la huerta y lamentablemente se convirtió en una selva de plantas”.

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Stella y Jorge se conocieron en un curso de pintura al óleo que el brindaba en la JAC de Ciudad Berna.

Hace cuatro años, cuando Stella estaba buscando alguna actividad para dejar salir las tristezas y preocupaciones que le arrugaban el corazón y el alma, dio con el curso de pintura al óleo y en acrílico que Jorge hacía en el salón comunal del barrio.

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“Yo estaba en una crisis personal cuando una amiga me dijo del curso. El primer día conocí a Jorge, quien sería nuestro profesor, un hombre sociable y con una personalidad hermosa. Las demás compañeras me recibieron muy bien”.

Entre pinturas, pinceles y lienzos, las tristezas de Stella comenzaron a desvanecer. “Al pintar con las lecciones que nos daba Jorge, me fui tranquilizando y los problemas se fueron agachando. Sólo él sabe el cambio que tuve gracias al arte”.

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Stella ayudó a darle vida al mural que engalana la fachada de la JAC del barrio Ciudad Berna.

Jorge les puso un reto a las aplicadas alumnas del curso, más de 50 mujeres de la tercera edad: ayudar a darle vida a un mural muy grande en el parque principal del barrio Ciudad Berna.

“Yo fui una de las más juiciosas en la elaboración del mural, una obra de arte que cuenta con varios dibujos de la naturaleza. Eso se debe a que cuando hago algo me concentro y dejo todo lo demás a un lado”.

Stella y Jorge forjaron una buena relación como alumna y profesor y poco a poco se se convirtieron en grandes amigos. Luego de la pandemia del coronavirus, la cual afectó las clases de pintura por las cuarentenas, se propusieron trabajar juntos en un nuevo proyecto.

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La huerta Berna Reverdece es fruto de la amistad de Stella y Jorge.

Nace un amor por las plantas

En septiembre del año pasado, Stella ingresó a ‘Mujeres que reverdecen’ con el Jardín Botánico de Bogotá (JBB), un programa que le enseñaría a más de 1.000 ciudadanas actividades ambientales como agricultura urbana, jardinería y arbolado.

“El programa me llegó como caído del cielo. Debido a mi edad y algunos quebrantos de salud no podía conseguir trabajo y por eso me tocaba solicitar varios subsidios para sobrevivir. Además, veníamos de atravesar los meses más duros de la pandemia”.

La llanera entró al grupo de 38 mujeres de las localidades de Antonio Nariño y Rafael Uribe Uribe. Lo primero que hizo fue comprar un cuaderno y muchos esferos para anotar todo lo que le iban a enseñar los profesionales del JBB en las capacitaciones.

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Stella aplicó todos los conocimientos ambientales del programa ‘Mujeres que reverdecen’ en la nueva huerta.

“Tengo una política inamovible: antes de hacer las cosas prefiero entenderlo todo muy bien. Por eso abrí mi mente y escribí en mi cuaderno todo lo que me decían los expertos sobre arbolado, huertas y jardinería”.

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Uno de los primeros retos de este grupo de mujeres fue reverdecer la huerta La Carlota, ubicada en la Fundación Hospital San Carlos y la cual tiene una extensión de 220 metros cuadrados. Stella define este trabajo como duro pero satisfactorio.

“Nos tocó hacer la huerta desde cero. Limpiamos la zona, quitamos los ladrillos viejos, removimos el suelo y el profesor Miguel Tobar del JBB nos puso a dibujar posibles diseños; el mío fue uno de los mejores”.

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Las hortalizas de la huerta Bern Reverdece son de grandes tamaños.

En la huerta La Carlota, donde Stella trabajó duro y parejo durante tres meses, se enamoró perdidamente de las plantas. “Me entró un agradecimiento y amor eterno por las plantas, ya que son las que nos permiten vivir”.

Todas las semanas, esta madre cabeza de familia llamaba a Jorge, su amigo y maestro de pintura, para contarle todas sus experiencias ambientales. “Le conté que en las huertas se fueron minimizando mis problemas de salud, como la artrosis y dolores de columna”.

Proyecto juntos

Jorge ya le había comentado a su disciplinada alumna sobre la huerta que había creado en el patio de su casa. En diciembre del año pasado, los amigos se reunieron para empezar a concretar su tan anhelado proyecto.

“Nos propusimos revivir la huerta de Jorge aprovechando todos los conocimientos ambientales que el JBB me estaba enseñando. Sin embargo, debido a los tiempos de ambos, no pudimos comenzar inmediatamente”, asegura la llanera.

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En la huerta, Stella y Jorge fortalecieron aún más sus lazos de amistad.

En febrero de este año, Stella se metió de cabeza en el patio de su amigo para reverdecer la huerta. El estado del terreno, lleno de arvenses o las mal llamadas malezas, con algunas de las camas deterioradas e invadido de uchuvas, no la desmotivó.

“Era el sitio ideal para trabajar como huertera. Debido a la artrosis, problemas de columna y desgaste de cadera no me puedo estar agachando mucho, y por eso las camas altas que construyó Jorge eran perfectas para que yo pudiera cultivar”.

Jorge y su esposa Catalina le abrieron las puertas de su casa a Stella para que reverdeciera la huerta. “Lo primero fue retirar toda la maleza, un trabajo en el que se me fueron varias semanas porque parecía una selva. Yo iba casi todos los días a darle vida al terreno”.

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Las manos de Stella fueron las que le dieron vida a la huerta Berna Reverdece.

Las plagas también hacían parte del terreno. La huertera recuerda que había hongos, babosas, palomillas y chizas. “Primero hice riegos con productos orgánicos para hacer un control. Sin embargo, eran tantas que tocó sacarlas manualmente para no afectaran a las futuras plantas”.

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Luego de cernir y mejorar la tierra con abonos del compostaje y arreglar las tablas de las camas que estaban deterioradas, Stella comenzó a investigar cuáles eran las plantas más nutritivas para pintar de verde la huerta.

“Con Jorge conseguimos varias semillas y plantas de todas las edades. El Jardín Botánico nos ayudó con algunos insumos y asesorías para que nuestro trabajo saliera perfecto y también nos capacitó para hacer un lombricultivo”.

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Stella documentó todo su trabajo en la huerta y lo plasmó en un tipo de tesis.

Los amigos bautizaron su proyecto como la huerta Berna Reverdece, un terreno de 36 metros cuadrados con camas de tres por tres metros donde sembraron más de 50 especies de hortalizas y plantas medicinales y aromáticas.

“Tenemos remolacha, cubio, haba, cilantro, ajo, kale, cebolla, ortiga, rúcula, orégano, arracacha, espinaca, hinojo, menta, romero, caléndula, lechugas, tomate, repollo, col de Brusela, toronjil, tabaco, rábano, brócoli, apio, albahaca, y muchas más”.

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Todas las especies dela huerta están escritas en una pared del patio de Jorge.

Nuevo jardín

Stella no se conformó con revivir la antigua huerta de su amigo, un terreno que pasó de una selva de maleza a un policultivo con hortalizas y plantas de todos los tamaños, colores, sabores y olores.

“Le dije a Jorge que en el programa ‘Mujeres que reverdecen’ también aprendí a hacer jardines y soñaba con crear uno yo sola. Él y su esposa me dieron luz verde para hacerlo en la entrada de su casa”.

En un tablero de acrílico blanco ubicado en una de las paredes de la entrada, Stella fue dibujando el diseño del jardín en forma de espiral, como lo aprendió en su trabajo en la huerta La Carlota.

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Stella también fue al encargada de montar un jardín en la entrada de la casa de Jorge.

“A Jorge y Catalina les gustó el diseño y luego comenzamos a comprar las plantas. Las primeras las conseguí en el salón comunal del barrio Gustavo Restrepo y en varias plazas”.

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Ya con todo el material necesario para hacer el jardín, Stella y Jorge adecuaron el terreno. “Fue un proceso similar al de la huerta. Tuvimos que retirar los escombros y conseguir compostaje para crear suelo, el cual fue enriquecido con cascarilla de arroz”.

El par de amigos elaboró un semillero para sembrar las semillas de las plantas de jardín que Stella trajo de la huerta La Carlota. “Cuando empezaron a nacer sentí una felicidad enorme. Las primeras que salieron fueron las margaritas”.

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Este fue el diseño que Stella creó para darle vida al jardín de su amigo.

El nuevo jardín también cuenta con varias suculentas, caminos con piedras blancas y ladrillos, pequeños faroles y ollas de barro. “Es el hijo de la huerta Berna Reverdece, un pequeño jardín que cada vez luce más hermoso y colorido”.

En mayo de este año, cuando Stella se graduó con méritos como una de las ‘Mujeres que reverdecen’ del Jardín Botánico, les entregó a las directivas de la entidad el fruto de su arduo trabajo en forma de libro.

“Con Jorge plasmamos todo el proceso de la huerta y el jardín en un documento que parece un proyecto de grado. Se lo obsequié a la directora del JBB, Martha Liliana Perdomo, y le gustó tanto que al poco tiempo decidió visitar nuestro proyecto; quedó maravillada”.

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Stella recibió un diploma por parte del JBB que la certifica como ‘Mujer que reverdece’ y jardinera.

Seguirán de la mano

Una de las paredes de la huerta Berna Reverdece exhibe una de las obras que Stella hizo mientras recibía las clases de pintura al óleo de Jorge. Se trata de un mural con dos campesinas de espaldas, varios cultivos de todos los colores y una imponente cadena montañosa.

“Lo dibujé en el salón comunal y Jorge decidió que debía ser parte de la huerta. Es una obra muy bonita que me recuerda cómo la pintura y el apoyo de mi amigo me ayudaron a dejar la tristeza y ser una nueva mujer”.

Aunque Jorge trabaja como presidente de la Junta de Acción Comunal de Ciudad Berna, labor que desempeña de lunes a viernes de siete de la mañana a nueve de la noche; y Stella continúa como una de las ‘Mujeres que reverdecen’ del JBB en la segunda etapa, ambos seguirán cuidando la huerta.

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El mural de Stella le da más color y vida a la huerta Berna Reverdece.

“El reverdecer de esta huerta es fruto del trabajo, dedicación, disciplina y amor de Stella. Por eso, las puertas de nuestra casa siempre estarán abiertas para ella y vamos a seguir trabajando en nuestro proyecto”, aseguró Jorge.

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Catalina, su esposa, solo tiene palabras de agradecimiento para esta mujer guerrera y disciplinada. “Stella fue la que mejoró toda la huerta. Gracias a su trabajo ahora podemos hacer infusiones con plantas aromáticas que nos ayudan mucho con los problemas de salud”.

Los amigos ya trabajan en un nuevo proyecto: su propio banco de semillas. Según Jorge, el objetivo de la huerta nunca ha sido comercializar las hortalizas o abastecer las necesidades alimenticias de las dos familias.

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Stella lleva seguido a sus compañeras de ‘Mujeres que reverdecen’ a la huerta.

“Lo que queremos es consolidar un banco de semillas para que las plantas de la huerta se mantengan a futuro y también hacer intercambios con otros huerteros. Nuestro espíritu nunca ha sido la comercialización, sino el aprendizaje”.

Jorge y Stella hacen parte de la red de agricultores urbanos de la localidad de Antonio Nariño, una iniciativa que cuenta con el apoyo del Jardín Botánico. Hace poco, la huerta Berna Reverdece fue el lugar de una de las reuniones de esta red.

“Es muy importante conocer los procesos de los otros huerteros para así intercambiar experiencias y aprendizajes. Por ejemplo, antes de empezar a reverdecer nuestra huerta visitamos varios huerteros en la localidad y nos inscribimos en cursos de agricultura urbana”, dijo Stella.

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Stella y Jorge trabajan en consolidar su propio banco de semillas.

Estos dos huerteros también comparten una gran pasión por el estudio. Por eso compraron varios libros sobre agricultura urbana, tesoros que ubicaron en una pequeña biblioteca en la casa de Jorge y los cuales consultan seguido.

“Nuestra huerta es un proyecto de aprendizaje. Como sigo en la segunda etapa de ‘Mujeres que reverdecen’, voy a seguir aplicando todos los nuevos conocimientos del Jardín Botánico en Berna Reverdece, un terruño que cuido como a otro hijo”.

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Stella y Jorge preparan recetas saludables con las plantas de la huerta.

Jhon Barros
Author: Jhon Barros

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Jardín Botánico de Bogotá