- Más de 60 campesinos de Sumapaz se dieron cita en el colegio Erasmo Valencia, ubicado en el corregimiento de San Juan, para dialogar sobre seguridad alimentaria y nutricional.
- Profesionales del Jardín Botánico y la Subred Sur realizaron un taller con fotografías que plasmaban la agricultura convencional y la agroecología, actividades que la comunidad campesina maneja a la perfección.
- Los participantes, vestidos con ruanas, guantes y gorros, aseguraron que necesitan apoyo para comercializar sus productos y capacitaciones que les permitan dar marcha a una producción más sostenible.
Hacia las nueve de la mañana, el canto embrujador de las aves y las ranas, la melodía tierna del viento que choca contra las montañas y la sinfonía de los ríos diáfanos y cristalinos que descienden de lo más alto de las cumbres del páramo más grande del planeta, se vieron entorpecidos.
El pasado jueves 19 de mayo, decenas de camionetas blancas con los logos de algunas entidades del Distrito y varios buses escolares transitaban por las trochas empedradas y embarradas de Sumapaz, un complejo que alberga más de 1.500 especies de plantas, mamíferos, aves, anfibios e insectos.
Luego de más de cuatro horas de recorrido, un viaje donde los visitantes quedaron maravillados con las postales de ensueño del paisaje paramuno, como millones de frailejones centenarios, lagunas y riachuelos inmaculados, casas de bahareque y una neblina densa, la caravana detuvo su marcha en la vereda Vegas, ubicada en el corregimiento de San Juan.
Los funcionarios, uniformados con chaquetas verdes, rojas y azules, colores que identifican a algunas de las entidades del Distrito, se bajaron de los vehículos y cogieron rumbo al polideportivo del colegio Erasmo Valencia, donde los esperaban ansiosos más de 60 campesinos del páramo de Sumapaz.
Cientos de niños y jóvenes del colegio, la mayoría con los cachetes pintados de rojo por el frío viento del páramo, revoloteaban por la cancha de baloncesto. En el lugar había varias carpas blancas que exhibían algunos de los productos del campo, como quesos, yogures, habas, maíz tostado, lechugas y papas.
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Los campesinos, vestidos con ruanas, gorros y guantes de lana para hacerle un poco el quite al inclemente frío, se fueron organizando en las sillas plásticas para escuchar las palabras de Sebastián Saldarriaga, un ingeniero forestal que acaba de ser designado como nuevo alcalde de la localidad de Sumapaz.
“Hoy vamos a realizar el primer Consejo Local de Política Social (CLOPS) de este año en la localidad de Sumapaz, el cual estará enfocado en la seguridad alimentaria y nutricional. El objetivo de este evento es escuchar sus inquietudes para definir cómo estamos los sumapaceños en alimentación”, dijo Saldarriaga.
Según el alcalde local, la lluvia de ideas de los campesinos permitirá fortalecer la política de seguridad alimentaria y nutricional de la localidad más rural de Bogotá. “Durante todo el día, los funcionarios públicos de diferentes entidades del Distrito realizarán varios talleres, donde ustedes tendrán la vocería”.
Fernando Gutiérrez, coordinador del colegio Erasmo Valencia, aseguró que son cada vez menos los campesinos que se dedican a las actividades del campo. “Aunque habitamos en un territorio rural, la población ahora sobrevive de otros trabajos. No nos podemos seguir distanciados de la tierra y debemos rescatar nuestras raíces campesinas”.
El docente informó que el rescate del campo tiene que basarse en una combinación entre las prácticas agrícolas y el manejo ambiental. “Nuestra seguridad alimentaria debe incluir la defensa del territorio y las costumbres ancestrales, pero aplicando prácticas medioambientales para que no se afecten los recursos naturales del páramo”.
Los asistentes aplaudieron con entusiasmo y orgullo al escuchar que Sumapaz es un tesoro biodiverso planetario, un titán donde según el Instituto Humboldt hay más de 1.100 especies de plantas (cuatro tipos de frailejones únicos de la cordillera Oriental) y animales emblemáticos como el oso de anteojos, venado de páramo, tigrillo lanudo, puma y danta de montaña.
La algarabía se tornaba más bulliciosa cuando los funcionarios nombraban la resiliencia y resistencia de los más de 12.000 campesinos que habitan en el páramo, además del legado ancestral que dejaron los muiscas en el territorio, indígenas que realizaban sus rituales y pagamentos sagrados en las lagunas.
¡Aprender jugando!
Luego de las intervenciones protocolarias del primer Consejo Local de Política Social de Sumapaz de este año, los campesinos se pararon de las sillas para calentar sus cuerpos en varias actividades lúdicas realizadas por el Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD).
Los asistentes fueron divididos en grupos que fueron nombrados con algunos de los productos típicos del campo, como lechuga, arroz, pepino, papa y zanahoria. Las carcajadas, aplausos, algarabía y música fueron las protagonistas de los juegos.
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Cinco estaciones de trabajo, conformadas por mesas plásticas, fueron distribuidas alrededor de la cancha de baloncesto. Allí los esperaban funcionarios de entidades como las secretarías de Ambiente, Integración Social, Educación, Salud y Desarrollo Económico, el Jardín Botánico de Bogotá (JBB), ICBF, Subred Sur, Alcaldía de Sumapaz y la UMATA.
Los cinco grupos de campesinos estarían aproximadamente 20 minutos en cada estación, donde los expertos realizarían talleres didácticos sobre seguridad alimentaria, reciclaje, agroecología, fauna silvestre y emprendimientos.
La estación del Jardín Botánico y la Subred Sur, llamada huerta casera, contaba con más de 20 fotografías de diferentes cultivos puestas sobre una mesa, como cubios, cebolla, papa, haba, arveja y plantas medicinales. Una cartulina negra con las palabras ‘modelo convencional’ y ‘modelo agroecológico’ estaba ubicada en una reja del polideportivo.
“En esta estación vamos a hablar sobre agroecología”, dijo Sebastián Niño, coordinador de agricultura urbana de las localidades de Sumapaz, Usme y Rafael Uribe Uribe del JBB. Al escuchar las palabras del ingeniero, los rostros de los campesinos se tornaron confusos.
Rosalba Rojas, una de las 20 campesinas del grupo cultural y ambiental Las Frailejonas, mujeres que escriben obras de teatro, poemas y cuentos sobre la planta insignia de los páramos, no ocultó su desconocimiento sobre el término técnico. “No tengo ni idea qué es eso de la agroecología”.
Daniela Cubillos y Blanca Millán, profesionales de agricultura urbana del JBB, tomaron la vocería e iniciaron el taller de agroecología apuntando las fotografías de los cultivos. “Observen detalladamente cada una de las imágenes que hay sobre la mesa y luego nos dicen qué diferencias encuentran”.
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Genaldo Villalva, un campesino de estatura baja y cejas gruesas, tomó dos fotografías: una con un extenso cultivo de cebolla y la otra con una gran variedad de hortalizas. “La primera es la agricultura tradicional de Colombia, donde solo se hace un solo cultivo; la segunda es la que hago en mi tierra, una mezcla de varios productos donde trato de no echar químicos”.
“Eso es agroecología”, mencionó entusiasmada Cubillos. “Aunque el término es desconocido para muchos, los campesinos y huerteros aplican esta técnica en sus tierras, la cual se caracteriza por reemplazar los químicos por biopreparados y los monocultivos por los policultivos, entre otros aspectos”.
Los expertos del JBB le dieron una fotografía a cada uno de los campesinos. Luego de analizar las imágenes detalladamente, se dirigieron hacia la cartulina negra y las pegaron bajo los títulos de las actividades que plasmaban, es decir modelo convencional o agroecológico.
“Esta foto se parece mucho a la de mi finca, donde siembro papa, haba, arveja, arracacha y tomate. Por eso la voy a ubicar en la parte que dice modelo agroecológico, un término que desconocía pero ahora sé que lo manejo desde hace años; hoy aprendí que mis tierras tienen policultivos”, mencionó Erasmo Pulido, un campesino del corregimiento de Nazareth.
Gustavo Ibáñez, vecino de Erasmo, preguntó si la agroecología lo puede ayudar a combatir las plagas que afectan sus cultivos, como la babosa y la palomilla. “Nos toca destinar mucho dinero para comprar los insecticidas, un producto que además de ser muy caro perjudica a la naturaleza”.
Blanca Millán le contestó con una evidente sonrisa en su rostro. “Claro que sí, don Gustavo. Cuando tenemos una gran diversidad de cultivos hay más distractores para las plagas. Además, con la agroecología podemos elaborar productos con plantas como el ají y la ortiga para tratar esas problemáticas”.
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Los niños y jóvenes del colegio Erasmo Valencia también participaron en la clase de agroecología y jugaron con las fotografías. Para sorpresa de los expertos, ninguno de los estudiantes falló al ubicar las imágenes en la cartulina negra y demostraron que tienen muchos conocimientos sobre esta técnica ambiental.
“Aunque son cada vez menos los jóvenes de la ruralidad que se encargan de las labores del campo, estos estudiantes nos demostraron que cuentan con muchos conocimientos sobre las prácticas agrícolas y ambientales. Este es un grupo poblacional que debemos priorizar y fortalecer”, mencionó Cubillos.
Los estudiantes aseguraron que sus padres aplican la agroecología en sus cultivos. «Por ejemplo, mi papá mezcla habas, papas y zanahoria con plantas medicinales en un mismo terreno. Hoy aprendimos que eso es agroecología, un nuevo término que compartiremos con los demás compañeros del colegio».
Taller didáctico
La actividad de las fotografías con los modelos convencional y agroecológico fue una idea creada entre los profesionales del Jardín Botánico, la Alcaldía Local de Sumapaz y la ingeniera de la Subred Sur Andrea Moya.
“El primer paso fue seleccionar un tema para que la población pudiera discutir, en este caso la agricultura. En Sumapaz, los dos modelos principales son el tradicional o convencional y el sistema de producción agroecológico”, afirmó Cubillos.
Como una imagen vale más que mil palabras, los expertos decidieron que el taller debía ser más visual que conversado. “Definimos que era mejor mostrar fotografías de la realidad agrícola de Sumapaz, es decir algo con lo que la gente trabaje y tuviera relación, para así generar un ejercicio de confianza a través de la observación”, complementó Millán.
Según las profesionales, es evidente que los campesinos de Sumapaz realizan la agroecología en sus predios, pero no están familiarizados con la terminología. “Ya conocen esta práctica e incluso la hacen desde hace décadas. Por eso, para el desarrollo del taller, evidenciamos que era mucho mejor plasmar todo con imágenes reales”.
El objetivo del mosaico de las fotografías agrícolas era mostrar la transición del modelo convencional, que se caracteriza por el uso de fungicidas y pesticidas, hacia el modelo agroecológico, el cual mejora la calidad de los productos para el consumo, la salud de la población y el entorno ambiental donde viven.
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La agroecología hace parte de la historia de los campesinos. “Aunque como concepto es algo relativamente nuevo, esta técnica se basa en una recuperación de los saberes del pasado, como la agricultura del pancoger para consumo familiar, el compostaje, tener cultivos diversos y no sembrar un solo producto”.
Las imágenes agrícolas presentadas a los campesinos y estudiantes de Sumapaz fueron exitosas. “No podíamos abrir una discusión hablando con tecnicismos. Las imágenes son didácticas y hacen que la gente se abra porque allí reconocen la actividad; las fotografías ayudan mucho a la comunicación”.
Luego de los juegos con las imágenes agrícolas, los campesinos soltaron la lengua e hicieron varias recomendaciones para que la agroecología sea mucho más amplia en Sumapaz, un páramo con 333.420 hectáreas de las cuales más de 90.800 están en Bogotá.
“Lo primero que necesitamos es cultivar una gran variedad de productos en nuestras fincas, pero con especies que sean de nuestra zona, como las papas nativas y los cubios”, dijo Rosalba Rojas, una de las mujeres Frailejonas.
Los campesinos manifestaron que necesitan del apoyo de las entidades para poder comercializar sus productos, además de más capacitaciones y asesoría técnica. “De nada nos sirve cultivar nuestros alimentos nativos si se siguen trayendo los alimentos del extranjero; somos un país privilegiado y productivo”.
Para los profesionales del Jardín Botánico, el acompañamiento de las entidades es un ingrediente esencial para lograr la transición del modelo tradicional hacia el agroecológico. “Esa transición no es fácil, ya que es mantener el equilibrio ambiental y agrícola de todo el sistema. Para eso es fundamental un mayor y constante acompañamiento”.
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Desaprender es otro de los mayores retos de la agroecología. “Las prácticas ancestrales se fueron perdiendo por la llegada masiva de la producción a escala de industrialización. Aunque los campesinos conocen esas enseñanzas del pasado, aprendieron nuevas prácticas que no son amigables con los recursos naturales; desaprender cuesta bastante”.
Las semillas nativas, como papas, cubios, maíz y frijol, son cada vez más escasas en la ruralidad bogotana. “Esto se debe a que los productos nativos no tienen un mercado. Los campesinos necesitan vender porque viven de eso, pero si siembran cubios o papas nativas no van a ganar mucho porque no tienen casi salida”, manifestó Cubillos.
Por último, Millán recalcó que los campesinos necesitan ampliar la variedad de cultivos para así mejorar su alimentación. “Al tener más productos y poder transformarlos, los campesinos van a mejorar su dieta alimenticia y nivel nutricional”.
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Al final de los cinco talleres sobre seguridad alimentaria y nutricional, los más de 60 campesinos del páramo más grande del mundo almorzaron uno de los platos tradicionales de la zona, un sancocho de pollo. Luego cogieron rumbo hacia sus casas para compartir con sus familias las nuevas enseñanzas.
«Les voy a contar a mis hijos, nietos y demás familiares que la siembra que hacemos en nuestros predios hace parte de la agroecología, una nueva palabra que también replicaré con mis amigos. Los campesinos estamos comprometidos con el cuidado del páramo de Sumapaz, un tesoro que nos da el agua, el aire, el alimento y la vida», puntualizó Genaldo Villalva.