• Cuando recibió su pensión como ingeniera de sistemas, Ángela Berdugo se dedicó de lleno a la agricultura urbana y el trabajo ambiental y social en la localidad de Puente Aranda.
  • Uno de sus mayores logros fue sacar adelante el aula viva agroecológica del Ecoparque Ciudad Montes, el primer bosque urbano de Bogotá postulado por la comunidad.
  • En este espacio, la bogotana lidera los procesos de propagación, compostaje y cultivos en camas elevadas y bajas. También siembra la semilla de la educación ambiental en los niños y jóvenes.
  • Además de darle vida a otras huertas comunitarias en la zona, esta madre de tres hijas está empecinada en reconstruir la historia de este territorio de la cuenca hidrográfica del río Fucha.

El 5 de abril de 2024 se convirtió en una fecha histórica para los habitantes de Ciudad Montes, barrio ubicado en la localidad de Puente Aranda donde el verde de los árboles, los tonos coloridos de las plantas y el canto de las aves marcan la parada.

Ese día, el alcalde mayor Carlos Fernando Galán oficializó la consolidación del Ecoparque Ciudad Montes, el primer bosque urbano de la ciudad postulado por la comunidad y que abarca un área de 63.700 metros cuadrados.

Este bosque, ubicado a pocos metros del canalizado río Fucha, es fruto de un largo y arduo trabajo entre varios líderes ambientales comunitarios y el Distrito; el sitio mezcla la biodiversidad, la agricultura urbana, el deporte y la cultura.

Alberga más de 1.400 árboles y arbustos de 136 especies, uno de los cuales es un roble con más de 60 años de vida que ha dado cientos de hijos en una zona del Ecoparque donde funcionó el primer vivero del Jardín Botánico de Bogotá (JBB).

39 nuevos individuos arbóreos fueron plantados recientemente por el JBB, entidad que también lideró la creación de varios jardines polinizadores de 25 metros cuadrados y adelanta un novedoso proyecto de propagación de especies de la jardinería.

Todo el Parque Ciudad Montes, lugar construido en los antiguos predios de la hacienda de Antonio Nariño, fue incluido dentro del bosque urbano. Es decir que sus canchas múltiples, juegos infantiles, la casa del prócer y lago hacen parte de esta figura.

La agricultura urbana habita en el aula viva agroecológica, espacio contiguo al relicto de bosque más conservado que cuenta con una maloca, invernadero, áreas de cultivo en camas elevadas y bajas, zona de aprovechamiento de residuos orgánicos y jardines polinizadores.

Este hito bogotano fue posible gracias al trabajo de varias organizaciones del sector, como la Red de Cuidadores del Bosque Urbano, Amigos Parque Ciudad Montes y Terrazas Verdes, además de líderes ambientales y sociales que llevan años tejiendo procesos en el territorio.

Una de esas lideresas es Ángela Berdugo, una bogotana que desde hace más de 20 años está metida en cuerpo y alma a liderar procesos de agricultura urbana y trabajo ambiental y social en la localidad de Puente Aranda.

“Trabajé muchos años en Compañía Nacional de Chocolates y me pensioné en 2012, no por edad sino por tiempo. Los sistemas ya no me gustaban tanto y por eso me metí de lleno en algo que como ingeniera no podía por el tiempo: el trabajo ambiental y social”.

 Ángela ya perdió la cuenta del número de cursos, diplomados y capacitaciones relacionados con temáticas sociales y ambientales que ha hecho, conocimientos que la han permitido liderar proyectos de participación ciudadana, apropiación de los espacios y huertas comunitarias.

“El aula viva agroecológica del Ecoparque Ciudad Montes podría catalogarse como uno de los trabajamos más grandes en los que he participado y liderado. Sin embargo, para llegar ahí, hay mucha historia por contar”.

Mujer de territorio

Sus primeros cinco años de vida los pasó en varios barrios de la localidad de San Cristóbal, una época que atesora en su memoria por los paseos que hacía con su abuela a lo largo del río Fucha, cuando no estaba contaminado.

“Mi abuela era una mujer de campo bastante andariega. Recuerdo mucho esas caminatas en medio del verde por la ronda del río en San Cristóbal. Las casas, edificaciones, ruido y comercio no existían”.

Según Ángela, sus padres tomaron la decisión de mudarse a Puente Aranda cuando la zona apenas estaba siendo urbanizada. Pagaron varios arriendos en las nuevas casas de barrios como Santa Matilde, Carabelas y finalmente Jorge Gaitán Cortés.

“En ese barrio con arquitectura española pasé toda mi infancia y adolescencia. En esa época no existía Ciudad Montes y todo era un extenso potrero con muchos árboles y zonas inundables del Fucha, un río en ese entonces caudaloso, limpio y lleno de fauna”.

La única infraestructura que había en la zona era la antigua casa de Antonio Nariño, prócer que solo la habitó durante un año. Ángela asegura que era un museo que exhibía su ropa, cama, implementos de cocina, estufa de carbón y muebles de la época.

“En la casa también se le rendía homenaje a Magdalena Ortega de Nariño, su esposa, que fue fundamental en la historia del prócer. Aunque la infraestructura está intacta, todo lo que había adentro se lo llevaron al Museo de Antonio Nariño en Villa del Leyva”.

Todo el sector empezó a ser urbanizado durante la década de 1970. El barrio Carabelas, diseñado por el arquitecto Juan Nader, fue de casas de un solo piso; y Ciudad Montes, a cargo de  la constructora Ospinas & Cía. S.A., para viviendas de dos pisos. 

“Una de las obligaciones de las constructoras era dejar áreas de cesión para el disfrute de la comunidad. Así nació el Parque Ciudad Montes, el tesoro verde de todos los habitantes de este territorio de la cuenca del río Fucha”.

Testigo directo

Ángela recuerda que el Parque Ciudad Montes era administrado por la Secretaría de Obras Públicas, específicamente por la dependencia de Parques y Avenidas. Durante muchos años, del lugar salieron montones de árboles para ser plantados en otros sitios de la ciudad.

“Esa entidad se encargaba del arbolado y por eso montó un vivero en una de las zonas más apartadas del parque. Cuando Antanas Mockus, en su primer mandato, liquidó Obras Públicas, el vivero pasó al Jardín Botánico y el parque al IDRD”.

Luego de estudiar ingeniería de sistemas, la bogotana conformó su hogar en una de las casas del barrio Ciudad Montes, donde crio a sus tres hijas. Sin embargo, toda su familia se quedó en el sector.

El vivero, según Ángela, ayudó a darle vida a los coloridos jardines de las casas de Ciudad Montes. “Todos los habitantes íbamos a comprar plántulas o semillas para reverdecer nuestros jardines. Fue una época muy linda que le dio mucha vida al sector”.

La ingeniera de sistemas asegura que esta guardería verde era de puertas abiertas a la comunidad. “Todos podíamos ingresar con permiso a ver la propagación y todos los hermosos árboles que se iban desarrollando”.

A mediados de la década de los 90, cuando el vivero en Ciudad Montes llegó a su fin por la nueva infraestructura del JBB en La Florida (Engativá), Ángela fue testigo de la consolidación de un bosque propagado de manera natural.

“En el suelo del lugar quedaron muchas semillas del vivero, tesoros que con el paso del tiempo se convirtieron en hermosos árboles. La zona quedó aislada y sin acceso al público, razón por la cual el bosque pudo consolidarse con calma y sin recibir afectaciones”.

Con el paso de los años, Ángela se empezó a apasionar por la historia del territorio, en especial la del barrio Jorge Gaitán Cortés donde pasó su infancia y adolescencia en la casa paterna que siempre conservó su mamá.

“Con Natalia, mi hija mayor que es antropóloga, nos propusimos reconstruir la historia del lugar cuando ella se ganó una beca en cultura. Jorge Gaitán Cortés fue un excelente alcalde y arquitecto que tuvo una visión de diseño diferente”.

Este barrio, construido con una arquitectura española, es fruto de esa visión. “A pesar de que son casas humildes de la Casa de Vivienda Popular, sus fachadas son hermosas. Este barrio fue para los trabajadores del Distrito, como los de la Secretaría de Obras Públicas”.

Ángela también investigó sobre la planta de asfalto Agua Viva, una estructura poco valorada en la comunidad. “Pocos recuerdan que los obreros de la planta pudieron comprar casas en esta zona; no todo lo que existe es malo, tiene su forma, su espacio y su historia”.

Líder ambiental y huertera

El Parque Ciudad Montes está muy presente en el corazón de esta bogotana apasionada por la historia. Por ejemplo, asegura que cuando el IDRD no contaba con recursos para su mantenimiento, otras empresas privadas se encargaron de dicha tarea.

“Este tesoro de Puente Aranda ha estado en manos de cajas de compensaciones como Cafam, Colsubsidio y Comfenalco, las cuales montaron varias de las primeras infraestructuras, como las famosas jirafas en cemento”.

Según Ángela, algunas obras generaron divisiones en la comunidad. Unos estaban a favor de las remodelaciones y otros, como ella, se oponían porque estaban endureciendo muchas zonas verdes del parque.

“Lamentablemente, acabaron con mucho espacio verde para darle paso a las canchas y casetas. En esa época, aunque trabajaba como ingeniera de sistemas, se despertó mi espíritu de ambientalista al ver la tala de muchos árboles”.

Al recibir la pensión, hace 12 años, Ángela cambió los computadores por la naturaleza. El primer paso fue capacitarse en varios cursos y talleres, de los cuales siente un cariño especial por uno brindado por la Veeduría Distrital.

“Fue una capacitación donde conocimos Bogotá. Fue maravilloso porque como ingeniera pasé muchos años encerrada en una oficina y acá recorrí zonas que desconocía. Bogotá, con todas sus complejidades, es hermosa y por eso debemos rescatar muchos espacios”.

En sus primeros años como pensionada, Ángela y varios vecinos del parque empezaron a escuchar rumores sobre una futura construcción en el bosque que se consolidó en el antiguo vivero del JBB.

“Nos tomamos la zona e hicimos muchas protestas. No nos íbamos a dejar quitar el bosque, un ecosistema que alberga mucha fauna y uno de los pocos espacios verdes consolidados que sobrevive en la localidad de Puente Aranda; acá nadie tala sin nuestro visto bueno”.

La nueva líder ambiental comenzó a participar en otros espacios de Puente Aranda y conoció a varios colectivos comunitarios que compartían su espíritu de lucha por los recursos naturales y la biodiversidad.

“Empezamos a tejer lazos y conformar grupos muy fuertes en el territorio. Nuestro objetivo es que el desarrollo no siga afectando el verde de la localidad y que la gente no siga viendo este sitio como un lugar contaminado por la polución”.

Como también se había capacitado en varios cursos de agricultura urbana y además seguía investigando, Ángela le sumó una nueva tarea a su rol como guardiana del verde: ayudar a la comunidad a montar huertas comunitarias o caseras.

“Las huertas y las pacas me apasionan mucho. Por eso, comencé a buscar espacios en la localidad para realizar estos procesos sociales, ambientales y de soberanía alimentaria que unen a la comunidad”.

Ecoparque

La pandemia del coronavirus frenó el acelerado ritmo de trabajo comunitario y ambiental de Ángela y los demás líderes de Puente Aranda. Todos debieron permanecer en sus casas durante los largos confinamientos.

“Fue un despertar de conciencia para los grupos ambientalistas en la localidad. El encierro nos motivó a recuperar lo que tenemos y a no dejar que se pierda el verde. Se nos encendió la mecha”.

La tala de un caucho de la India, uno de los árboles más antiguos del Parque Ciudad Montes, desató la indignación en la comunidad. Los líderes y vecinos protestaron por la pérdida del individuo arbóreo.

Aunque no lograron frenar la actividad, ya que el árbol representaba un riesgo, los ciudadanos conformaron la Red Caucho de la India, hoy en día llamada la Red de Cuidadores del Bosque Urbano Ciudad Montes.

“En uno de los días de protestas, un ingeniero del Jardín Botánico dijo que la comunidad debía ser compensada por la tala del árbol. Pusimos nuestros ojos en el bosque ubicado en el antiguo vivero y empezamos a recuperar semillas y sembrar”.

En 2021, los ambientalistas y huerteros de la zona formularon una propuesta de presupuestos participativos de la Alcaldía Local para conformar la Escuela Popular de Agricultura Urbana en Puente Aranda, la cual fue aprobada.

“Sin embargo, no teníamos el espacio para hacerla. La Alcaldía Local propuso hacer la escuela en la zona donde está el bosque consolidado e incluso ya tenían hasta los diseños de la obra. Todos levantamos nuestras voces y dijimos que ese bosque no se toca”.

Durante más de año y medio, la comunidad y la entidad debatieron sobre el futuro del proyecto, el cual ya contaba con presupuesto asignado. “Queríamos la escuela de agricultura urbana, pero no usurpando y eliminando ese hermoso bosque”.

Según Ángela, en esas discusiones apareció una nueva problemática: el desconocimiento sobre la titularidad del sitio del bosque, un espacio que carecía de doliente o administrador. Su espíritu de investigadora la hizo meterse en el cuento.

“Empecé a investigar sobre el predio en el Departamento Administrativo de la Defensoría del Espacio Público (Dadep) y encontré que había un limbo jurídico. Luego de entregar mucha información, la entidad dijo que la zona no se podía intervenir”.

Mientras se discutía sobre el futuro de la escuela de agricultura urbana, los líderes ambientales se dedicaron a cuidar y fortalecer el bosque de Ciudad Montes con semilleros, nuevos arbustos y jardines de polinizadores.

“Por nada del mundo íbamos a dejar que afectaran al bosque. Es un ecosistema con varias aves residentes, como búhos, y a donde llegan muchas aves migratorias a descansar y comer. Es un espacio para la biodiversidad”.

Las discusiones llegaron a buen término. La comunidad y la Alcaldía Local acordaron hacer el cerramiento del lugar y construir una serie de caminos al interior del bosque en materiales que no afecten los recursos naturales.

 “En la parte donde estaban las zonas duras del antiguo vivero, donde ya no había árboles, se iba a construir la escuela de agricultura urbana, proyecto que luego cambió de nombre al aula viva agroecológica”. 

Uno de los compromisos fue integrar a grupos indígenas y afros en el proceso comunitario. “Aceptamos porque la agricultura urbana debe ser de puertas abiertas y por eso se construyó la maloca como un sitio de encuentro para la comunidad”.

Tejiendo comunidad

Además de estar pendiente de todas las actividades del aula viva agroecológica, como propagación, compostaje, los cultivos en camas elevadas y bajas y recorridos con niños y jóvenes, Ángela está comprometida con su labor ambiental y social en el territorio.

Por ejemplo, cuando en la pandemia evidenció que había mucha gente necesitada y que no tenía ni qué comer, empezó a fortalecer los procesos de agricultura urbana y paqueros en la localidad.

“La última localidad que salió del confinamiento fue Puente Aranda. A mediados de 2021, con varios jóvenes nos propusimos recuperar el parque Phillips a través del montaje de las pacas digestoras diseñadas por Guillermo Silva, un proceso que arrojó una huerta comunitaria”.

 Luego replicó este proceso en otras áreas de la localidad y asesoró a la comunidad en la creación de huertas y pacas. “Esto se fortaleció mientras discutíamos el futuro del Ecoparque Ciudad Montes”.

Según la huertera, historiadora, paquera y líder ambiental, la huerta del Ecoparque es un espacio bonito y elegante que fue posible gracias al trabajo comunitario y una inyección de recursos a través de los presupuestos participativos.

“El objetivo es que la comunidad visite este espacio para aprender sobre agricultura urbana y pueda replicar los conocimientos en sus propias huertas comunitarias. Sacamos pecho porque Ciudad Montes es el único bosque urbano de la ciudad con su propia huerta”.

Para Ángela, el Ecoparque es un punto estratégico en la cuenca hidrográfica del río Fucha, un pulmón verde que se seguirá fortaleciendo a través del trabajo mancomunado entre el Distrito y la comunidad.

“Queremos romper con esa imagen industrial y contaminada de Puente Aranda. Además de este Ecoparque, refugio para muchos animales como un búho que lleva años en la zona y nos enamora todos los días, la localidad cuenta con 270 parques vecinales (cuatro estructurantes o zonales) con mucho verde”.

Jhon Barros
Author: Jhon Barros

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Jardín Botánico de Bogotá