- El aula ambiental Soratama, ubicada en lo más alto de los Cerros Orientales de Usaquén, es un caso exitoso de restauración ecológica y reconformación geomorfológica.
- En este lugar, la Secretaría Distrital de Ambiente (SDA) logró lo que muchos consideran imposible: convertir una antigua cantera en un paraíso biodiverso gobernado por el bosque altoandino.
- Uno de sus atractivos es una huerta que rinde homenaje a los muiscas, un terreno agroecológico que ha beneficiado a cerca de 120 personas.
- Allí, 16 de las ‘Mujeres que reverdecen’ siembran y cosechan con sus familias más de 50 especies de hortalizas, frutales y plantas medicinales.
Todo indica que los muiscas, un pueblo indígena anfibio que veneraba el agua, el verde y toda muestra de naturaleza, fueron sus primeros ocupantes humanos. En la época prehispánica, estos indígenas utilizaron las rocas de la montaña para hacer caminos y así transitar hacia sus demás lugares sagrados.
El sitio, ubicado arriba de la Carrera Séptima entre las calles 166 y 167, es decir en los Cerros Orientales de la localidad de Usaquén, fue llamado Soratama, el mismo nombre de una de sus princesas muiscas que fue desterrada a la laguna de Guatavita por sus amoríos con un guerrero español.
Aunque este pueblo indígena palideció por el accionar de los españoles, la montaña de Soratama sobrevivió durante siglos a la mano del hombre como un popocho bosque altoandino lleno de petirrojos, colibríes, serpientes y lagartijas. Así se mantuvo hasta que llegó la urbanización.
Su declive ambiental comenzó en 1918, cuando el terreno fue comprado por Pedro López Pumarejo para darle vida a una de las haciendas más importantes de la ciudad. Luego, el predio fue vendido y se convirtió en varios lotes que comenzaron a ser explotados como canteras.
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En esa época, miles de personas procedentes de varias partes del país llegaron a los cerros de Usaquén huyendo de la violencia, todos con el sueño de iniciar una nueva vida lejos del conflicto armado.
Estos ciudadanos le dieron vida al barrio Soratama y muchos fueron contratados como trabajadores de la cantera que llevaba el mismo nombre, un frente de explotación de los materiales que escondía la montaña y el cual se intensificó hacia el año 1954.
Gran parte del desarrollo urbanístico de Bogotá durante el siglo XX fue posible gracias a la arena y piedras extraídas de este cerro de Usaquén, una actividad que borró de tajo su bosque nativo y lo convirtió en un lugar árido que lucía como el mordisco de una criatura mitológica.
Adiós a la cantera
Durante 40 años, Soratama fue una de las canteras más explotadas de los cerros nororientales de la ciudad, un frente minero que fue manejado por la antigua Secretaría de Obras Públicas del Distrito.
En 1990, la cantera fue clausurada y entregada a la Defensoría del Espacio Público. Luego de varios años pasó en comodato al entonces Departamento Administrativo del Medio Ambiente (DAMA), hoy Secretaría Distrital de Ambiente (SDA).
La entidad ambiental del Distrito se trazó una tarea apoteósica y para muchos imposible: devolverle a la montaña lo que la mano del hombre le había arrebatado a través de un proyecto de reconformación geomorfológica y restauración ecológica.
Entre 2000 y 2004, la SDA y la Universidad Nacional realizaron los diseños de la nueva Soratama, que incluían la construcción de una galería de drenaje, el manejo superficial y subterráneo de las aguas, la estabilización de los taludes y la construcción de gaviones y trinchos.
Además de garantizar la estabilidad de los terrenos de la antigua cantera, dichos diseños definieron los tratamientos y procesos de restauración ecológica de la zona, como un manejo de las coberturas vegetales, introducción de biomantos y siembra de especies nativas.
En 2005, luego de la aprobación del Plan de Manejo Ambiental por parte de la CAR, la Secretaría de Ambiente dio marcha a la ejecución de las obras, un nuevo frente de trabajo que culminó a finales de 2007.
Varias Juntas de Acción Comunal y Corposoratama, una unión de varios vecinos del barrio, participaron en el proceso de restauración, un proyecto que contó con una inversión millonaria por parte del Distrito y el Fondo Nacional de Regalías.
Inauguración por lo alto
El 6 de agosto de 2008, cuando Bogotá cumplió 470 años de fundación, el país conoció el nuevo rostro de Soratama, seis hectáreas donde la Secretaría de Ambiente le dio vida a su cuarta aula ambiental.
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El terreno quedó dividido en cuatro áreas: bosque altoandino, el antiguo frente de explotación, la zona de patios y un sitio de recreación pasiva para el disfrute de la comunidad donde se construyó un vivero para la producción de plantas nativas.
En ese entonces, la SDA informó que el área de bosque, ubicada en sitios con alturas superiores a los 2.800 metros sobre el nivel del mar, fue reverdecida con especies nativas de los Cerros Orientales, como laurel, encenillo, mano de oso, aliso, entre otras.
“El antiguo frente de explotación, en donde se efectúo el mayor movimiento de tierra, contó con el desarrollo de varias obras destinadas a la estabilización geotécnica de taludes, mediante cortes y rellenos compactados”.
En esta zona se hicieron obras de drenaje superficiales y subterráneas, trinchos, gaviones y la instalación de biomantos con costales de fique, en cuyo interior se introdujeron especies nativas y el sustrato para generar la capa orgánica.
Una de las obras más llamativas está en el área de patios, una red de senderos en forma de caracol que recrea el proceso de sucesión ecológica desde la etapa herbazal hasta llegar a un bosque de encenillos y gaques.
“En cada círculo del caracol ecológico se plantaron especies de hierbas, herbazal leñoso, matorral, rastrojo y bosque altoandino”, aseguró la SDA el día de la inauguración del aula ambiental.
La galería de drenaje imita las condiciones del socavón de la antigua mina. Su objetivo es encauzar las aguas lluvias que se filtran por la montaña hacia las redes de drenaje, las cuales llegan a varias pocetas.
En la parte baja de Soratama se construyeron 3.800 metros de senderos ecológicos que evocan la simbología muisca, además de un huerto para la producción de aromáticas y el vivero del material vegetal nativo.
Los visitantes pueden apreciar todo el proceso de restauración ecológica desde dos miradores, sitios que también son utilizados para el avistamiento y estudio de las aves migratorias.
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“Soratama es un proceso de reconformación geomorfológica y restauración ecológica muy exitoso. Los resultados de las obras, como gaviones, taludes y métodos de restauración asistida, son más que evidentes”, afirmó Silvana Barón, profesional de la SDA y administradora del aula ambiental.
Por su ubicación en lo más alto de las montañas de Usaquén, el aula ambiental Soratama fue nombrada ‘La tierra del sol’, un Parque Ecológico Distrital de Montaña donde la ancestralidad de los muiscas está presente en todos sus recovecos.
La huerta muisca
El mismo día de la apertura de Soratama, es decir hace 14 años, fue presentada al público la huerta urbana de esta aula ambiental, un terreno de 76,2 metros cuadrados que también le rinde homenaje a la cultura muisca.
Según Barón, la huerta empezó como un espacio para la producción de plantas medicinales y aromáticas, como tomillo, laurel y albahaca. “El diseño tuvo en cuenta la cosmología muisca y por eso tiene formas de espiral o caracol que simulan el sol, la luna y los senderos que hacían estos indígenas en el pasado”.
La huerta de la tierra del sol les abrió sus puertas a los habitantes del barrio Soratama que querían volver a conectarse con sus raíces campesinas, al igual que a los ciudadanos que visitaban el aula ambiental.
Con el paso de los años, la comunidad manifestó que no quería sembrar únicamente estas especies sagradas para combatir enfermedades, por lo cual la Secretaría de Ambiente decidió ampliar el proyecto agroecológico.
“La huerta exclusiva de aromáticas y medicinales duró aproximadamente ochos años. En 2016 decidimos darle otro uso al espacio con la siembra de diversas hortalizas, frutales y especies nativas como maíz, papa, quinua, frijol y amaranto”, anotó Barón.
Las familias del barrio que sembraban en la huerta, la mayoría personas de la tercera edad, evidenciaron que el aspecto físico del terreno estaba jugando en su contra: las cosechas eran mínimas debido a que la zona no estaba cubierta.
“La huerta está ubicada a 2.800 metros sobre el nivel del mar, por lo cual las condiciones del sol, viento y temperatura no favorecían a los cultivos. Unos abuelitos propusieron construir un tipo de invernadero y lo hicieron de una forma artesanal”.
Lugar comunitario
En 2019, la Secretaría de Ambiente mejoró el rústico invernadero que cubría los cultivos de la huerta con el levantamiento de una infraestructura óptima, un proyecto que al poco tiempo arrojó resultados exitosos.
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“Le pusimos condiciones de luz y aire óptimas para el desarrollo de los cultivos. Este cambio de dirección generó una producción enorme de lechugas, espinacas y zanahorias, hortalizas que los huerteros vendieron en el barrio”, afirmó la administradora de Soratama.
Decenas de adultos mayores del barrio Soratama fueron los primeros beneficiados con los regalos de la huerta. A cada uno, la SDA les dio una era para que sembraran con sus familias y así tuvieran alimentos sanos para llevar a sus casas.
“Además de cultivar sus propios alimentos de una manera agroecológica, es decir sin aplicar ningún químico, la huerta les sirve como un espacio para despejar sus mentes, salir de la rutina, olvidar del estrés y conectarse con sus raíces campesinas”, apuntó Barón.
Luego de la pandemia del coronavirus, 16 ciudadanas de Usaquén que ingresaron al programa ‘Mujeres que reverdecen’ con la Secretaría de Ambiente, comenzaron a participar en las actividades diarias de la huerta.
“Estas mujeres son madres cabeza de familia con algún grado de vulnerabilidad. En la huerta les dimos la oportunidad de contar con alimentos sanos para llevar a sus familias, un alivio que le aporta a la seguridad alimentaria”, recalcó la experta.
La huerta de la tierra del sol se consolidó como un terruño verde y agroecológico debido a las más de 50 especies de hortalizas, frutales, plantas medicinales y aromáticas que siembra y cosecha la comunidad.
“Este terreno cuenta con 13 eras, las cuales son cuidadas y mantenidas por las personas que vienen a sembrar. Están repartidas entre las ‘Mujeres que reverdecen’ y los adultos mayores del barrio Soratama”.
El compromiso de la comunidad, según Barón, es cuidar y tener cada una de las eras intacta. Si alguna persona llega a abandonar el terreno otorgado, pierde el privilegio de sembrar y cosechar y luego le es entregado a otro ciudadano interesado.
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La Secretaría de Ambiente tiene tres eras propias: una de jardinería comestible y las otras dos con semilleros y plantas aromáticas y medicinales; estas últimas están en la huerta desde sus inicios, es decir desde el año 2008.
“La era de jardinería comestible es un espacio demostrativo para hacer educación ambiental. La mayoría de las personas ignoran que algunas plantas de jardín se pueden comer o sirven para decorar algún plato, como los pensamientos, clavellina, azulita y primavera”.
Centenar de beneficiados
Según Barón, en los 14 años de vida que tiene la huerta de Soratama se han beneficiado más de 120 personas, tanto adultos mayores y mujeres cabeza de familia del barrio como los trabajadores del aula ambiental.
“Por ejemplo, cada una de las 16 ‘Mujeres que reverdecen’ tiene un núcleo familiar conformado por mínimo tres personas, ciudadanos que les ayudan a sembrar y se alimentan de los cultivos; también les venden los productos a sus vecinos”.
Los más de 20 profesionales y operarios de la SDA que trabajan en Soratama han ayudado a mantener con vida la huerta. “Con las plantas aromáticas que sembramos preparamos las bebidas para las personas que visitan el aula ambiental a diario”.
La huerta está abierta todos los días entre las seis de la mañana y las cuatro de la tarde, el mismo horario que tiene el aula ambiental. “Sin embargo, la comunidad viene más que todo los fines de semana a sembrar, cosechar y compartir un tiempo en familia”.
El verde profundo de este terruño de Usaquén se debe a sus plantas aromáticas y medicinales (salvia, violeta, orégano, hinojo, hierbabuena, lavanda, ruda, caléndula, poleo y amaranto); y hortalizas (acelga, brócoli, papa criolla, papa pastusa, haba, tomate, arveja, frijol, cebollín, cilantro, perejil, ahuyama, remolacha, pimentón y rábano).
“También tenemos frutales como arándanos, lulos, moras y uchuvas; y especies nativas que eran sembradas por los muiscas, como papas, frijoles, maíz, quinua y amaranto. Esta huerta es un homenaje a nuestros ancestros”.
En este terruño agroecológico, el Jardín Botánico realizó varias capacitaciones sobre agricultura urbana con 30 ‘Mujeres que reverdecen’ de la SDA. “Estas charlas duraron mes y medio y las mujeres aprendieron sobre siembra, especies, tiempos de producción y procesos de postcosecha”.
Futuro prometedor
La comunidad seguirá siendo la protagonista de la huerta de Soratama. Por eso, actualmente la Secretaría de Ambiente realiza un trabajo social en el barrio para que más personas se suban en el bus de la agricultura urbana.
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“Hoy en día tenemos cuatro eras desocupadas, terrenos que pueden ser utilizados por personas de la comunidad que quieran sembrar y cosechar. En las demás participan las ‘Mujeres que reverdecen’, los adultos mayores y los trabajadores del aula”, informó Barón.
Según la profesional, el principal limitante es la ubicación de este Parque Distrital de Montaña, es decir en lo más alto de los Cerros Orientales de Usaquén. “Muchas personas deciden no participar porque no cuentan con el dinero para pagar el transporte que los sube hasta el parque”.
Sin embargo, la huerta busca proyectarse como un ejemplo a seguir en la ciudad. Por eso, hace parte de los recorridos ambientales que realiza la SDA dentro del aula ambiental, los cuales incluyen estaciones como los dos miradores, el vivero, la red de senderos, la antigua zona de explotación y la galería de drenaje.
“Los visitantes quedan maravillados con la forma y los colores de la huerta; siempre nos preguntan por consejos para poder montar sus propias iniciativas en los barrios. También aprenden sobre la cosmología muisca y la importancia de cultivar alimentos de una forma agroecológica”.
El suelo de la huerta cuenta con dos manos amigas: una compostera y un lombricultivo. “En estos sitios llevamos los residuos orgánicos, como cáscaras de frutas, verduras y huevos, para hacer abonos”.
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Barón afirma que este terruño agroecológico es un espacio fundamental para la educación ambiental. “El que visita Soratama se lleva nuevos conocimientos sobre la agricultura urbana, seguridad alimentaria, reciclaje y siembra agroecológica. Varios han replicado estas enseñanzas en sus casas o en sitios de los barrios”.
La administradora del aula ambiental invita a todos los ciudadanos a conocer este sitio de la localidad de Usaquén. “Soratama es un caso de éxito de la restauración ecológica y la reconformación geomorfológica que rescata la ancestralidad muisca. Los que quieran conocer ese paraíso pueden escribirnos una solicitud al correo aulasambientales@ambientebogota.gov.co”.