• Gladys Duarte pasó su niñez y adolescencia en Capitanejo, municipio de Santander donde aprendió a tejer y sembrar tabaco, maíz y frijol.
  • Desde hace 28 años vive con su familia en el barrio Monterrey de la localidad de Kennedy, un lugar que la forjó como líder social y ambiental.
  • Con la ayuda de varios vecinos del sector, esta santandereana experta en hacer buñuelos lideró la recuperación de una zona que estaba repleta de escombros y basuras.
  • El resultado fue la huerta comunitaria Monterrey, uno de los cinco proyectos que conforman la tercera ruta agroecológica y turística de Bogotá.
Huertas de Kennedy

Las mujeres son las grandes protagonistas de la huerta Monterrey, un terruño agroecológico de la localidad de Kennedy.

Su primer amor fue el río Chicamocha, un afluente que zigzaguea por Boyacá y Santander en medio de un cañón que fue catalogado como una de las maravillas naturales del mundo. En lengua guane, este tesoro planetario significa hilo de plata en noche de Luna llena.

“Nací en Capitanejo, un pueblo muy hermoso por donde pasa ese río y se puede apreciar el imponente cañón. Mis padres nos sacaron adelante con el tabaco, maíz y frijol que cultivaban en la finca, un terruño repleto de verde, agua y naturaleza”, recuerda Gladys Duarte.

La casa familiar tenía un extenso solar donde su madre sembraba cebolla, cilantro y una gran variedad de plantas de jardín. “Desde muy pequeña aprendí a cultivar y me enamoré profundamente del campo. Por todas mis venas corre sangre campesina”.

Huertas de Kennedy

La agricultura siempre ha estado presente en la vida de Gladys Duarte.

Su padre la matriculó en un proyecto llamado Escuela Hogar, donde descubrió uno de sus grandes talentos: los tejidos. Durante tres años, Gladys aprendió a tejer a mano y en máquina diversos productos elaborados con la lana de las ovejas.

A los 17 años, luego de terminar sus estudios bachilleres, la joven campesina tomó la decisión de salir de su cálido pueblo de 81 kilómetros cuadrados, un terreno conocido por platos típicos como el cabro, el tamal y el mute santandereano.

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“Me fui para Bogotá, donde estaba radicado uno de mis hermanos. Me dio muy duro pasar de Capitanejo a la gran ciudad, ya que sabía que no iba a poder cultivar de nuevo. Gracias a Dios encontré trabajo rápido tejiendo sacos para niños de colegio”.

Luego pasó por varias empresas de confecciones en la capital. En una de ellas se enamoró profundamente de Alfonso y poco a poco conformaron una familia. “Nos casamos y organizamos en el barrio Trinidad Galán, donde tuvimos nuestros dos primeros hijos: Yudy y Juan Carlos”.

Huertas de Kennedy

Uno de los tantos talentos de Gladys es hacer buñuelos, manjares que vende en el barrio Monterrey.

Primeros años en Kennedy

Los esposos soñaban con tener casa propia, pero el dinero no alcanzaba para comprar una vivienda ya construida. Por eso, comenzaron a buscar su hogar en los lotes que empezaban a ser urbanizados en la localidad de Kennedy.

“En 1991 encontramos uno cerca de los barrios Castilla y Valladolid, una zona rodeada por los humedales de El Burro y Techo. Lo que más me gustó fue ver tanto verde y naturaleza, un paisaje que me recordaba un poco a Capitanejo”.

Con el fruto de sus trabajos en las empresas de confecciones, Gladys y Alfonso fueron comprando los materiales para construir la casa de sus sueños en el nuevo barrio Monterrey, la cual quedó lista para ser habitada en 1994.

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Desde que llegó al barrio Monterrey, Gladys hizo grandes amistades con sus vecinas.

“Recuerdo que la casa era de solo un piso y estaba en obra negra. Por unos huecos en las paredes podía ver la calle y las demás viviendas que estaban construyendo; a una de las primeras personas que conocí fue a Virginia Avella, una de las fundadoras del barrio”.

Virginia le contó a su nueva vecina cómo nació este barrio de Kennedy. “Yo fui una de las primeras personas que llegó a vivir en Monterrey. Lo hice en 1991, cuando todo era un extenso potrero y nos tocaba ir a los otros barrios por el agua y la comida”.

Las dos vecinas se convirtieron en grandes amigas y empezaron a hacer actividades comunitarias en el barrio. “Los diciembres siempre han sido nuestras celebraciones más bonitas. Hacemos sancochadas, parrandas y Novenas en vivo en la cuadra”.

Huertas de Kennedy

Gladys soñaba con volver a sembrar y cosechar. Pero la dinámica de Bogotá se lo impedía.

En esa época, Gladys y su esposo construyeron dos pisos más en la casa y destinaron la antigua bodega para montar un supermercado. “Queríamos ser independientes porque la familia era más grande; en Monterrey llegó nuestra tercera hija: Lina”.

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Aunque nunca ha dejado atrás los tejidos, esta santandereana se percató que tenía otro talento: hacer buñuelos. “Los primeros se me explotaban y quedaban pegados al techo. Le pagué a un señor que tenía un negocio en la Terminal de Transportes para que me enseñara bien la técnica”.

El hogar de Gladys y Alfonso se convirtió en la casa de los buñuelos del barrio Monterrey. “Los vendía en el supermercado. La casa sabe y huele a buñuelo, un negocio que nos permitió sacar adelante a nuestros tres hijos”.

Huertas de Kennedy

En el último tramo de la cuadra, donde había un parque, Gladys cumplió el sueño de volver a cultivar.

Nace una líder

Además de vender buñuelos, atender el supermercado y hacer uno que otro tejido, esta capitanejana sacaba tiempo para participar en las actividades que realizaba un grupo de adultos mayores en el salón comunal del barrio.

“En ese grupo partipábamos mi esposo Alfonso y varios vecinos como Virginia. Fue una época muy bonita porque hicimos recorridos por los humedales de El Burro y Techo y muchas actividades culturales”.

Sin embargo, en el año 2010 algo comenzó a inquietar a los vecinos. La parte final de la cuadra, donde había un parque, se llenó de escombros, basuras y olores nauseabundos que se metían por las ventanas de las viviendas.

Huertas de Kennedy

Varios vecinos del barrio pusieron fin al botadero de escombros con una huerta comunitaria.

“La zona estaba muy sucia y se estaba convirtiendo en el baño público de los habitantes de calle y las mascotas. Ya no respirábamos aire puro, sino malos olores que se mezclaban con el aroma de mis buñuelos”.

Virginia también tiene frescos los recuerdos amargos de esa época. “Había un palomar con una fuente de agua lluvia que se fue llenando de basura. Todos los días llegaban personas a botar escombros y muchos habitantes de calle a hacer sus necesidades”.

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Gladys y Alfonso no iban a permitir que su cuadra siguiera deteriorándose. Empezaron a denunciar la situación ante varias entidades del Distrito, como la Alcaldía Local de Kennedy y la empresa encargada del aseo.

Según la santandereana, ese año la Secretaría de Salud llegó al barrio para trabajar un proyecto de huertas en terrazas con la comunidad. “Con Alfonso pensamos que una de las mejores opciones para recuperar el espacio era montar una huerta”.

Huertas de Kennedy

La huerta comunitaria Monterrey logró recuperar una zona pública del barrio.

Adiós a las basuras

Los adultos mayores que hacían actividades culturales en el salón comunal del barrio Monterrey querían participar en el proyecto de huertas de la Secretaría de Salud. Sin embargo, la mayoría no contaba con terrazas o espacios para hacerlo.

“Éramos como 50 personas, la mayoría nacidos y criados en el campo y que queríamos regresar a nuestras raíces campesinas. Los reunimos a todos y les propusimos que montáramos una huerta comunitaria para recuperar la zona de nuestra cuadra”.

El grupo comunitario duró varios meses limpiando y organizando el terreno. El 12 de agosto de 2010, es decir hace 12 años, montaron las primeras cuatro camas, donde sembraron acelgas, perejil, cebolla y cilantro.

Huertas de Kennedy

Gladys y su esposo unieron a la comunidad para darle vida a la huerta Monterrey.

“Cerramos la zona con polisombra y malla delgada. Recuerdo que los dos cultivos que más dieron cosecha fueron el perejil y la acelga, dos plantas que se regaron por toda la huerta y las cuales nunca nos han abandonado”.

Mientras le daban forma a la huerta, varias entidades hicieron presencia en el predio, como el Jardín Botánico de Bogotá (JBB), la Alcaldía Local de Kennedy, Ciudad Limpia y la Policía Nacional.

“La Policía llegó porque unas personas del barrio se quejaron y aseguraron que estábamos dañando el parque. Sin embargo, al ver nuestro trabajo, los policías nos felicitaron e incluso nos ayudaron; no todo ha sido color de rosa”.

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La huerta Monterrey es fruto del trabajo comunitario y el amor por el campo.

Los jóvenes que iban a la zona a fumar marihuana no fueron una piedra en el camino. Todo lo contrario, según Gladys, varios muchachos decidieron ayudarlos al ver el nuevo huerto. “La huerta se fue convirtiendo en el punto de encuentro de la comunidad”.

En 2013, el grupo comunitario recibió nuevas manos amigas: la universidad Uniminuto. “Los estudiantes vienen a este sitio de Kennedy a prestar su servicio social; nos han ayudado mucho a mejorarla, arreglarla y limpiarla”.

Verde en medio del cemento

Con el paso de los años, la huerta fue consolidándose como uno de los pocos espacios verdes del barrio Monterrey, una zona donde el cemento, los ladrillos y el asfalto son el común denominador.

“Pasamos de cuatro a 10 camas de cultivos. Esta es la única huerta comunitaria del barrio Monterrey y por eso somos bastante conocidos en la comunidad. El que quiera sembrar y participar, siempre tendrá las puertas abiertas”.

Huertas de Kennedy

Las mujeres son las grandes protagonistas de la huerta comunitaria Monterrey.

Aunque la huerta cuenta con más de 50 especies de hortalizas, frutales, plantas medicinales y aromáticas, hay dos que son emblemáticas: la lechuga con sabor a limón y la sangría.

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“Una estudiante universitaria me regaló cinco lechugas con sabor a limón. Ella me aseguró que las trajo del municipio de La Palma (Cundinamarca) y creo que por eso es su sabor; en ese pueblo se cultivan muchos cítricos”.

La planta de sangría la trajo Gladys de la finca de un familiar en Cúcuta. “Allá la utilizan mucho para bajar la fiebre y combatir el Chikunguña. Unas personas me han dicho que ayuda a subir las defensas de las personas que tienen cáncer”.

Huertas de Kennedy

La lechuga con sabor a limón es uno de los cultivos más emblemáticos de la huerta Monterrey.

El número de participantes en la huerta ha disminuido con el correr del tiempo. Según Gladys, algunos de los adultos mayores se enfermaron o fallecieron, mientras que otros decidieron no volver por falta de tiempo.

“En promedio participamos como 15 personas, pero solo ocho estamos metidos de lleno con la huerta. Nuestro objetivo es mantenerla hermosa y desarrollar otros proyectos ambientales basados en la agricultura urbana”.

Estos huerteros van todos los días a la huerta para hacer las actividades que necesita, como el riego y deshierbe. “Cuando hay cosecha no la repartimos entre todos los que hemos trabajado. Si salen muchos productos, los vendemos en el barrio”.

Huertas de Kennedy

Gladys asegura que la sangría es bendita para combatir varias enfermedades.

Pomadas de la huerta

Gladys afirma que la huerta Monterrey no habría sido posible sin la participación del Jardín Botánico, una entidad que los ha apoyado y asesorado para que mejoren los cultivos de una forma agroecológica.

“Nunca hemos utilizado químicos para sembrar. El JBB nos enseñó a hacer los biopreparados para controlar las plagas y enfermedades de los cultivos y también nos capacita seguido en temas como compostaje y lombricultivos”.

La santandereana valora inmensamente las lecciones que le dio una profesional del Jardín Botánico, ya que pudo crear su propio emprendimiento ambiental: pomadas elaboradas con las plantas de la huerta.

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Gladys creó su propio emprendimiento con las plantas medicinales de la huerta.

“Hace cinco años, Evelyn, una mujer nacida en Málaga, municipio cerca de Capitanejo, nos enseñó a 15 personas del barrio a hacer los transformados en mi casa. Sin embargo, yo fui la única que le copió la idea”.

‘Pomadas de la huerta’, nombre de su emprendimiento, está conformado por una combinación de varias plantas calientes: marihuana, tabaco, romero, eucalipto y la flor del borrachero; esta última era una de las especies insignia de los muiscas.

“Sembrar tabaco en la huerta me transporta a mi pueblo, ya que fue uno de los cultivos con los que mis padres nos sacaron adelante. La marihuana o cannabis es una planta con muchas propiedades medicinales, la cual está muy estigmatizada”.

Huertas de Kennedy

Todos los que visitan la huerta aprenden a elaborar productos transformados.

Luego de cosechar las plantas, Gladys las macera por aparte y luego las fusiona con vaselina para hacer las pomadas. “Las pongo en baño María para que suelten sus jugos y aromas; posteriormente dejo enfriar toda la sustancia y así suelta sus propiedades”.

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Esta huertera también elabora aceites y pomadas con caléndula, una de las plantas que siempre está presente en las huertas urbanas. “Con ella hago el mismo proceso. Mis pomadas son benditas para los dolores de las articulaciones, músculos y huesos”.

Estos productos los vende tanto en su casa como en las ferias locales donde la invitan. “La gente que las usa queda muy contenta con los resultados. Son pomadas naturales que nos ayudan a afrontar los quebrantos de la salud”.

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Gladys ha mostrado sus pomadas y aceites en varias ferias locales.

¡A reciclar!

La agricultura urbana no es la única protagonista de la huerta comunitaria Monterrey. Según Gladys, desde el inicio del proyecto, sus miembros quisieron ir mucho más allá de sembrar y cosechar de una manera agroecológica.

“Antes de la huerta hicimos parte de un grupo llamado Guardianes Ambientales, el cual realizaba jornadas de limpieza y recorridos por humedales, canales y ríos. Eso nos motivó a conformar la fundación Monterrey Ecohídrico”.

Esta organización sin ánimo de lucro tiene tres pilares: reciclaje, agricultura urbana agroecológica y charlas educativas. También realiza recorridos ambientales por los humedales que rodean el barrio: El Burro y Techo.

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El reciclaje y las pacas digestoras también están presentes en esta huerta comunitaria.

En el tema del reciclaje, la fundación cuenta con el apoyo y conocimientos de Paula Sánchez, la miembro más joven de este grupo comunitario que siente una pasión desbordada por las pacas digestoras.

“Vivo desde hace ocho años en Valladolid. Sin embargo, nunca había escuchado de la huerta ni del barrio Monterrey; muchos piensan, como yo en ese entonces, que hace parte de Valladolid o Castilla”.

Hace tres años, a Paula le picó el bicho de la agricultura urbana. Sembró varias plantas en un cajón y lo puso en un pequeño solar de su casa, pero los cultivos no se dieron. “Me comuniqué con el Jardín Botánico para que me ayudaran”.

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Paula Sánchez es la encargada de liderar el proyecto de pacas digestoras en la huerta.

Una profesional de la entidad visitó su casa y evidenció que no era apta para una huerta. Sin embargo, le dijo que fuera a Monterrey para que conociera al grupo comunitario liderado por Gladys.

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“Quedé perpleja cuando me informó que a pocos metros de mi casa había una huerta comunitaria muy antigua. Me contacté con la señora Gladys y cuando visité el sitio me enamoré inmediatamente de él y de las personas que participaban”.

Paula llevaba varios años trabajando con pacas digestoras en Villa Castilla, otro barrio de la localidad de Kennedy. “Le dije a Gladys si podía llevarme parte de la hojarasca de la huerta para hacer más pacas; ella me dijo que sí y me abrió las puertas de su proyecto comunitario”.

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Paula montó cuatro pacas digestoras en la huerta Monterrey.

La joven llevó al grupo comunitario a Villa Castilla para que conocieran la iniciativa de las pacas. “Nos propusimos montar pacas en la huerta Monterrey, pero para eso necesitábamos recursos económicos”.

Esta administradora de empresas comenzó a buscar alternativas, como presupuestos participativos y convocatorias comunitarias. “Encontré uno con la Secretaría de Integración Social que consistía en participar en una serie de cursos virtuales”.

Con los conocimientos del curso, el grupo escribió el proyecto ‘Tejido social en la huerta Monterrey’, que giraba en torno a la transformación de los residuos orgánicos. “Con el dinero que nos dieron compramos baldes, carpas, mesas y sillas”.

Huertas de Kennedy

El grupo comparte sus conocimientos sobre agricultura urbana y reciclaje con la comunidad.

Varios vecinos del barrio fueron capacitados sobre el reciclaje de los residuos orgánicos y a cada uno les dieron baldes. “Ellos nos llevaron las cáscaras de verduras, frutas y cunchos de café, y con ese material elaboramos cuatro pacas en la huerta”, dijo Paula.

Con las carpas, mesas y sillas que compraron, el grupo empezó a organizar ferias locales para promocionar los productos de la huerta. Por ejemplo, Gladys lleva sus pomadas y Virginia el abono orgánico que hace con su criadero de conejos.

Gladys pudo fusionar su pasión por los tejidos con el reciclaje. “En las ferias que hacemos llevo bolsos, faroles, lámparas, flores, arreglos, manillas y lámparas que tejo con residuos sólidos como el plástico”.

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Gladys también teje bolsos y otras manualidades con diversos residuos sólidos.

Sin fronteras

La fundación Monterrey Ecohídrico no solo trabaja por mantener su huerta verde, próspera y popocha. A través de sus tres programas (reciclaje, agricultura urbana y educación ambiental) ha ayudado a fortalecer otras iniciativas comunitarias.

“Hemos apoyado otras huertas, como Laureles en Bosa y Doña Fidelia en Lagos de Castilla. Además de fortalecer los cultivos, les ayudamos con el montaje de las pacas digestoras y a crear programas de reciclaje”, apuntó Paula.

Monterrey también hace parte de Tehuasuca, una iniciativa que busca promover el fortalecimiento de los tejidos comunitarios inclusivos entre diversos nodos ambientales y culturales de la UPZ 46 Castilla, en la localidad de Kennedy.

Huertas de Kennedy

Este grupo comunitario ha ayudado a fortalecer otras huertas y procesos ambientales en la localidad de Kennedy.

“Hacemos encuentros durante todo el mes en varias de las huertas del territorio, donde llevamos grupos culturales y musicales y la comunidad vende sus productos agroecológicos. Nuestro objetivo es trabajar en red por el bienestar de la ciudadanía”, expresó Gladys.

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Por no estar ubicada en un sitio privado, los miembros de la huerta Monterrey tuvieron que pasar todos los documentos y requisitos del protocolo de huertas urbanas y periurbanas en espacio público.

“Los profesionales del JBB nos asesoraron mucho para que la documentación estuviera en orden. Todos brincamos de alegría cuando nos informaron que fuimos aprobados por el protocolo, es decir que podemos seguir con nuestra actividad agroecológica”.

Huertas de Kennedy

La huerta Monterrey ha recibido asesoría y capacitación por parte del Jardín Botánico.

La felicidad del grupo se incrementó hace pocos meses, cuando el Jardín Botánico incluyó a Monterrey dentro de la ruta agroecológica de huertas de la localidad de Kennedy, la tercera de la ciudad.

“Nos pusimos muy contentos porque este proyecto va a permitir que muchas personas, nacionales y extranjeras, conozcan el trabajo que llevamos realizando desde hace 12 años. El ideal de esta ruta es que nos consolidemos como un proyecto turístico y agroecológico”, apuntó la santandereana.

Marsella, Granja Mundo Aventura, Carvajal Osorio, Monterrey y El Alebrije de la Biblioteca El Tintal, son los cinco proyectos que conforman esta ruta, la cual fue nombrada ‘Las huertas del barrio’; todos cuentan con productos transformados a partir de las plantas y técnicas sostenibles como el reciclaje.

Huertas de Kennedy

Varios ciudadanos conocieron la huerta Monterrey el día del lanzamiento de la ruta agroecológica de Kennedy.

A todas las personas que visiten esta huerta del sur de la ciudad, Gladys y los demás miembros de la fundación les contarán la historia del proyecto y mostrarán sus productos emblemáticos, como las lechugas con sabor a limón, la sangría y las pacas.

“También podré comercializar más mis pomadas de la huerta. Estoy muy contenta con esta nueva oportunidad que nos brinda el JBB, ya que nos va a permitir seguir creciendo como una comunidad huertera”.

A esta santandereana le inquieta la poca participación de los jóvenes del barrio en los proyectos comunitarios y ambientales. “Mi sueño es que el proyecto continúe cuando nosotros no podamos hacerlo por los achaques de la edad. Solo pensar en que se pueda acabar, me parte el corazón”.

Huertas de Kennedy

Uno de los objetivos de Gladys es motivar a los jóvenes para que participen en su proyecto agroecológico.

La huerta de Doña Fidelia, otra iniciativa comunitaria bastante antigua en la localidad de Kennedy, volvió a reactivarse hace poco por el interés de una de sus hijas, algo que tiene bastante contenta a Gladys y sus amigos huerteros.

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“A Fidelia la conocí hace muchos años y ambas compartimos experiencias. Cuando ella falleció la huerta desapareció, pero ahora su hija la está reactivando con nuestra ayuda”.

En el renacer de esta huerta, Gladys quedó maravillada con la alta participación de los niños y jóvenes. “Hace poco fuimos a ayudar a mejorar la huerta. Llegaron muchas personas, como niños, jóvenes y señoras; me encantaría que la gente de mi barrio fuera así de comprometida con nuestra huerta Monterrey”.

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La huerta Monterrey es un lugar de puertas abiertas para aprender sobre agricultura urbana y reciclaje.

Jhon Barros
Author: Jhon Barros

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Jardín Botánico de Bogotá