• María Inés Montaño, una mujer de 53 años con sangre campesina, apoya los proyectos culturales, ambientales y sociales de Cerro Norte.
  • También ayuda a consolidar y fortalecer las huertas comunitarias del barrio, una actividad que heredó de sus padres.
  • Esta es la historia de una de las ‘Mujeres que reverdecen’ del Jardín Botánico de Bogotá (JBB), una guerrera que no se cansa de aprender sobre agricultura urbana y tejido social.
Huertas de Usaquén

María Inés Montaño es una de las ‘Mujeres que Reverdecen’ de la localidad de Usaquén.

Cerro Norte, un barrio ubicado en los Cerros Orientales de la localidad de Usaquén y que nació a mediados de la década de 1950 con las manos, sudor y esfuerzo de miles de campesinos, es un emporio de la agricultura urbana bogotana.

Este territorio empinado que abarca un polígono comprendido entre las calles 163 y 159 y las carreras 7 y 1, cuenta con más de 40 huertas caseras y comunitarias, terruños llenos de hortalizas y plantas medicinales creados por sus habitantes más antiguos.

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María Inés Montaño Patiño, una campesina de 53 años, es una de las mujeres que ha ayudado a reverdecer Cerro Norte con sus conocimientos agrícolas, un legado que heredó de sus padres y abuelos y el cual comparte con los niños y jóvenes del barrio.

“Mantengo vivas mis raíces campesinas ayudando a consolidar huertas urbanas y sembrando las semillas de la agricultura urbana en los más pequeños. También he trabajado en varias actividades sociales y culturales en el territorio”.

Huertas de Usaquén

Además de huertera, María Inés trabaja por los niños y jóvenes de Cerro Norte.

Desde el año pasado, esta madre cabeza de familia está enfocada en fortalecer varias huertas, jardines y zonas verdes de la localidad de Usaquén, un trabajo que realiza a través del programa ‘Mujeres que reverdecen’.

“Soy una de las ‘Mujeres que reverdecen’ del Jardín Botánico de Bogotá (JBB), una experiencia maravillosa que me ha permitido fortalecer mis conocimientos huerteros y crear mi propio emprendimiento ambiental. Los invito a conocer un poco de mi historia”.

La niñez

María Inés nació en Pacho, municipio de Cundinamarca donde sus padres le enseñaron varios secretos para trabajar la tierra y se enamoró de los cultivos de café, cítricos, plátano, caña, heliconias y sábila.

“Marco Tulio Montaño y María Idalí Patiño, mis padres, son dos campesinos que sacaron adelante a sus ochos hijos con el trabajo de la tierra. Desde pequeños nos enseñaron a cultivar y cuidar la naturaleza”.

Huertas de Usaquén

María Inés lleva la agricultura en su sangre.

Debido a varias dificultades económicas y el fallecimiento de dos hijos por tos ferina y sarampión, la familia Montaño Patiño tuvo que salir de las tierras fértiles de Pacho para buscar nuevas oportunidades en la capital del país.

“Los primeros años en Bogotá fueron muy difíciles. Por ser una familia grande, conformada por seis hijos, casi nadie nos arrendaba piezas o viviendas pequeñas. Mi mamá tuvo que trabajar en muchas casas de familia para empezar una nueva vida”.

La familia encontró una casa en el barrio La Victoria, zona montañosa de la localidad de San Cristóbal donde el frío los enfermó. “Mis padres iniciaron una nueva búsqueda y nos fuimos a Prado Veraniego, en el norte. Pero no podíamos establecernos por los precios elevados”.

Huertas de Usaquén

Desde pequeña, María Inés vive en Cerro Norte, barrio ubicado en las montañas de Usaquén.

En Prado Veraniego, María Idalí miraba con esperanza un barrio ubicado en los Cerros Orientales de Usaquén, una zona con mucho verde donde sus hijos podían crecer libres en medio de la naturaleza.

“Se trataba de Cerro Norte. Mi madre me contó que se enamoró inmediatamente de la zona y se propuso consolidar allí su hogar porque iba a poder sembrar de nuevo y criar a sus hijos lejos de los problemas de la gran ciudad”.

Campo en la ciudad

La vida de la familia en Cerro Norte comenzó en 1972, cuando lograron apartar un lote en la zona montañosa. Aunque María Inés era muy pequeña, aún conserva varios recuerdos de sus primeros años en el barrio.

“El lote tenía una casa pequeña con dos piezas, un pasillo y un área amplia para cultivar, algo que nos llenó de felicidad. La naturaleza era el común denominador en la zona; recuerdo que había muchos pozos de agua cristalina y árboles grandes y hermosos”.

Huertas de Usaquén

María Inés ha sacado adelante a su hijo con su trabajo en varias peluquerías de perros.

En Cerro Norte su papá tuvo la fortuna de volver a hacer lo que tanto amaba y extrañaba: trabajar la tierra. “Los fines de semana trabajaba sembrando en las huertas del barrio, donde le daban parte de la cosecha. El dinero lo obtenía de su trabajo en construcción”.

Para el sustento de sus seis hijos, la matrona de la familia continuó trabajando en casas de familia. “Todo cambió cuando encontró trabajo en un cultivo de flores, lo que más le gustaba, y allí estuvo hasta que se pensionó”.

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El hijo mayor de la familia también siguió por la senda del campo: trabajó varios años en una plaza de mercado ubicada en la carrera 7 con calle 162, donde vendía puchos de hortalizas y le daban hortalizas para llevar a la casa.

“Aunque el dinero no abundaba, nunca pasamos hambre. Teníamos comida sana de las huertas de Cerro Norte donde sembraba mi papá y de los mercados que le daban a mi hermano”.

Huertas de Usaquén

Los alimentos de las huertas siempre estuvieron presentes en la casa paterna de María Inés.

Desde niña, María Inés quedó maravillada con el trabajo social y comunitario del barrio. Por ejemplo, recuerda que todos los vecinos iban juntos a las quebradas de la zona para obtener el agua de las casas.

“Varios curas trabajaron con la comunidad y nos enseñaron que nos podíamos beneficiar a través del proceso social. Ellos nos dieron el material para construir una represa y así llevar el agua al barrio; también nos daban bonos de mercados”.

La pequeña campesina también presenció la construcción de la primera escuela y la iglesia, trabajos liderados por la comunidad con el apoyo de los religiosos. “Cerro Norte es un barrio creado por el trabajo y amor de sus habitantes”.

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María Inés ha ayudado a fortalecer varias huertas de Cerro Norte.

Momento de rebeldía

A los 10 años, María Inés empezó sus estudios de primaria en la escuela de Cerro Norte, donde tuvo profesores muy especiales que jamás le dieron un solo pellizco. Allí, las vecinas del barrio vendían papas chorreadas elaboradas con las plantas de las huertas.

“Mientras yo estudiaba, mi papá participó activamente en la Junta de Acción Comunal, una unión que se encargó de mantener con vida el acueducto comunitario y logró concretar varios proyectos para los habitantes”.

Al terminar la primaria, sus papás la matricularon en un colegio femenino de monjas en Usaquén donde ofrecían becas a las niñas de familias con problemas económicos. En ese plantel, María Inés tuvo un despertar.

“Una de las monjas, que era revolucionaria, nos enseñó que las niñas no debían ser esclavas en las casas y que los hombres también podían hacer los oficios. En ese colegio aprendí la importancia del trabajo social y la equidad de género”.

Huertas de Usaquén

María Inés está metida de lleno en el trabajo social y la agricultura urbana.

Esas nuevas enseñanzas causaron conflictos en el hogar. Según María Inés, sus padres se opusieron fuertemente cuando ella dijo que los hombres también podían hacer todas las labores de la casa.

“No estaba de acuerdo con que las mujeres hicieran todo en el hogar, como hacer oficio y cargar el agua y la leña”.

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María Inés no dejó que la oposición de sus padres cambiaran su nueva forma de pensar. “Me convertí en la rebelde de la casa, una niña distinta”.

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Cerro Norte también es conocido como el barrio de La Mariposa.

Cambio de rumbo

Aunque el trabajo social y la agricultura urbana siempre estuvieron presentes en su niñez y adolescencia, María Inés tuvo que coger otros rumbos para contar con recursos económicos propios y ayudar en la casa.

“En mis años como estudiante de bachillerato me puse a trabajar haciendo oficio en casas de familia para llevar dinero a la casa. Cuando terminé el noveno grado tuve que parar mis estudios porque el colegio no podía dar más becas”.

Como quería ser bachiller, la joven rebelde buscó nuevas ofertas laborales para pagarse sus estudios. Encontró trabajo en una peluquería canina en el norte de la ciudad, donde hacía el oficio y aprendió algo sobre esta actividad.

“Luego entré a trabajar en otra veterinaria donde aprendí mucho sobre esta actividad y pude pagar mis estudios bachilleres en la noche, título que obtuve a los 22 años, ya bastante grandecita”.

Huertas de Usaquén

María Inés se define como una mujer apasionada por el estudio.

Las veterinarias se convirtieron en su segundo hogar, un trabajo que lleva realizando desde hace 28 años. “Soy experta en el cuidado de los perros, un trabajo muy pesado que me ha permitido contar con algo de estabilidad económica”.

Familia propia

A pesar de no compartir los ideales y pensamientos de sus padres, María Inés no quiso salir de la casa familiar en Cerro Norte. Sin embargo, sí soñaba con tener su propia familia, en especial con ser madre.

A los 26 años se enamoró de Juan Jiménez y al poco tiempo se le cumplió el sueño. “Mi objetivo no era salir de la casa, casarme y organizarme con mi pareja. Solo quería ser mamá, así me convirtiera en madre cabeza de familia”.

Su pareja aceptó las condiciones y se organizaron en el predio familiar, el cual fue remodelado con la construcción de varios apartamentos internos para cada uno de los hijos. “Poco a poco le fuimos dando forma a nuestro hogar y allí nació mi hijo Tomás Jiménez”.

Juan Jiménez participaba en varios proyectos comunitarios de Cerro Norte como Grupo La Calle. “Mi hijo lo acompañaba a esas actividades y desde muy pequeño sintió una gran pasión por el trabajo social”.

Huertas de Usaquén

Varias de las fachadas de las casas de Cerro Norte cuentan con murales sobre el campo.

Aunque María Inés quería ser parte de esa gran unión comunitaria, sus responsabilidades se lo impidieron.

Al ver el interés de su hijo por el trabajo comunitario, la dedicada mujer lo inscribió en la Escuela Popular de Cerro Norte, donde tuvo una educación distinta al aprender temas como la agricultura urbana y el ecoarte.

“Recuerdo que cuando mi hijo tenía nueve años, un día se fue a Arborizadora Alta, en Ciudad Bolívar, para conocer las problemáticas de la comunidad por el relleno sanitario Doña Juana. Yo creo que ver esas necesidades lo convirtieron en líder social”.

Nace una líder

María Inés continuó trabajando en las veterinarias. Sin embargo, una voz en su cabeza le decía con fuerza a diario que debía participar en las actividades sociales del territorio.

“En 2013, mi hijo tenía una organización de jóvenes y decidí buscar sitios para poder apoyarlo. El destino me llevó a la Mesa Ambiental de Usaquén, donde empecé a forjar mis conocimientos comunitarios”.

Una de las primeras actividades en las que participó fue el reconocimiento del territorio como víctima del conflicto armado, “algo que tenía a nuestros jóvenes muy afectados por las bandas de delincuencia en la zona”.

Huertas de Usaquén

El bienestar de los niños y jóvenes de Cerro Norte es uno de los objetivos de María Inés.

Defender la permanencia de la comunidad en el territorio fue el objetivo principal de la mesa, proceso en el que María Inés se metió de lleno. “Han intentado acabar con la vivencia, legado y experiencia de la comunidad. Nuestra meta es luchar por la memoria y raíces de los habitantes”.

Según esta líder con raíces campesinas, una de las grandes luchas comunitarias en el sector ha sido contra las grandes constructoras, interesadas en urbanizar Cerro Norte. “Es un mirador hermoso lleno de biodiversidad que se ha mantenido por el trabajo de los habitantes más antiguos”.

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La Mesa Ambiental de Usaquén comenzó a apoyar los colectivos de jóvenes de Usaquén ofreciendo espacios con la Junta de Acción Comunal para realizar intercambios de experiencias entre los niños, adultos y personas de la tercera edad.

“El objetivo era abrir espacios para que los más jóvenes aprendieran y recibieran el conocimiento de los mayores, y así apoyar los proyectos del territorio, como Casa Taller, la Casa Cultural y los jardines infantiles”.

Huertas de Usaquén

El maíz es una insignia en Cerro Norte. Por eso, cada año se realiza el Festival del Maíz.

En 2016, María Inés empezó a participar en la Junta de Acción Comunal de Cerro Norte, donde su papá llevaba varios años. “Él me dijo que lo reemplazara. Acepté porque debido a varios problemas de salud no pude seguir trabajando en la veterinaria”.

En la junta conoció a Hermencia Guacaneme, una mujer que lleva más de 35 años ayudando a los niños, jóvenes y abuelos del barrio.” Menchis, como la llamamos, es el alma de este territorio y comparte sus conocimientos con toda la comunidad”.

Además de apoyar los procesos sociales de Cerro Norte, María Inés decidió volver a las aulas estudiantiles. “Hice dos tecnólogos en el SENA para apoyar más el trabajo social, uno en gestión empresarial y otro en gestión de proyectos”.

Huertas de Usaquén

María Inés creó su propio emprendimiento ambiental: jaleas con las plantas de las huertas.

Más proyectos

Mientras dividía su tiempo entre el trabajo social y una guardería de perros que montó en su casa, en 2019 un nuevo proyecto la motivó a ayudar más a los jóvenes de Cerro Norte.

“Ese año llegó la corporación Mujeres Fresia a Cerro Norte para capacitar a la comunidad en la elaboración de un proyecto. Aunque ya tenía los conocimientos que adquirí en el SENA, decidí participar con mi hijo, quien seguía con su grupo de jóvenes”.

En esos cursos, María Inés y la comunidad aprendieron a mejorar la elaboración de los proyectos comunitarios y conocieron los diferentes mecanismos que hay para presentarlos. “Eso hizo que surgieran más grupos comunitarios de jóvenes”.

Así nació la Mesa Territorial y Cultural de los Jóvenes de Cerro Norte, la cual realiza recorridos por los Cerros Orientales y actividades deportivas y culturales. “Apoyé varias de las actividades con los jóvenes, las cuales mantienen vivo el legado de los primeros habitantes del barrio”.

Huertas de Usaquén

María Inés está dedicada a aprender sobre las propiedades de las plantas.

Un año después llegó al barrio Reciclando Paz, una colectividad socio ambiental que promueve el manejo adecuado de los residuos sólidos. “El ideal era consolidar un proyecto para que los jóvenes recibieran capacitaciones sobre reciclaje, una experiencia maravillosa que sigue viva”.

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Esa defensa del territorio también incluía mantener vivas las más de 40 huertas comunitarias creadas por los habitantes más antiguos de Cerro Norte, un trabajo liderado por Hermencia Guacaneme.

María Inés, que cuenta con muchos conocimientos campesinos debido al legado de sus padres, decidió participar en los procesos de varias huertas. “En esas huertas participamos niños, jóvenes, adultos y personas de la tercera edad del barrio, una unión que crea tejidos y mantiene vivas nuestras raíces campesinas”.

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Cerro Norte cuenta con más de 40 huertas comunitarias.

Nueva huertera

En Saberes y Sabores, una de las huertas comunitarias de Cerro Norte, esta líder social recordó las lecciones agrícolas dadas por sus padres en el municipio de Pacho y en la pequeña huerta que montaron en el predio familiar del barrio.

“Todos los lotes de Cerro Norte contaban con pequeñas huertas caseras donde se sembraba papa, arveja y maíz y además criábamos gallinas, conejos y ovejas. Todo eso lo reviví en mi trabajo social con la Junta de Acción Comunal del barrio”.

Hermencia Guacaneme fue la encargada de abrirle las puertas de esta huerta rodeada por murales agrícolas. “Ella trabaja en la huerta con varios abuelitos y allí mi hijo tuvo la oportunidad de crear y ejecutar un proyecto llamado Hogar Ambiental: siembra, educa y actúa”.

A finales del año pasado, mientras sembraba varias hortalizas y plantas medicinales en esa huerta con los adultos mayores, María Inés se enteró que la Alcaldía de Bogotá estaba buscando mujeres con algún grado de vulnerabilidad para un nuevo proyecto ambiental y social.

Huertas de Usaquén

Hoy en día, María Inés es una de las huerteras más activas de Cerro Norte.

“Se trataba de ‘Mujeres que reverdecen’, una estrategia que consistía en capacitar a miles de mujeres en temas como agricultura urbana, jardinería y arbolado para embellecer las coberturas vegetales de la ciudad”.

María Inés pasó toda la documentación requerida y se inscribió en un link del Jardín Botánico. Sin embargo, a diferencia de la mayoría de las mujeres que trabajaban en la huerta, no fue seleccionada.

“Aunque me puse muy triste porque no fui escogida, decidí colarme en varias de las actividades que realizaron las ‘Mujeres que reverdecen’ de Usaquén en las huertas de Cerro Norte, donde aprendí mucho de la profesora del JBB Marcela Piracún”.

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En diciembre, cuando una de las mujeres de Usaquén se retiró del programa, Picarún la llamó para decirle que si quería ingresar, ya que cumplía con todos los requisitos. “Acepté de inmediato y comencé a aprender y reverdecer las huertas de Cerro Norte”.

Varias mujeres del grupo, lideradas por Hermencia Guacaneme, recorrieron el barrio para hacer un inventario de huertas. “Ahí fue donde evidenciamos que había más de 40, pero la mayoría no estaban reconocidas en las bases de datos del Distrito”.

Huertas de Usaquén

María Inés aprendió mucho sobre agricultura urbana con el JBB.

Relatos a través de las plantas

En la primera fase de ‘Mujeres que reverdecen’, la cual terminó en abril del año pasado, María Inés ayudó a fortalecer decenas de huertas en Usaquén, como Saberes y Sabores en Cerro Norte y la del CDS de Servitá.

“Trabajamos muy duro para mejorar las huertas y aprendimos mucho del conocimiento de nuestra maestra Marcela Piracún y de compañeras como Menchis, quien nos enseñó a hacer pomadas y aceites con las plantas medicinales”.

Entre los aprendizajes que más atesora está el conocer las propiedades de varias de las plantas de las huertas, las semillas nativas y los polinizadores, además de recorrer varios ecosistemas estratégicos de la localidad de Usaquén.

“Me sorprendió mucho el bosque Las Mercedes, un predio que hace parte de la Reserva Forestal Thomas van der Hammen donde se mantiene intacta la naturaleza, como un abuelo cedro de 100 años; fui feliz al plantar varios árboles en este paraíso”.

Huertas de Usaquén

Las semillas son la nueva pasión de María Inés.

Culminada esta experiencia, María Inés le propuso a la creadora del grupo Reciclando Paz hacer un proyecto en el que la comunidad pudiera contar sus experiencias en el territorio, pero a través de las plantas de las huertas.

“Con varias personas del barrio creamos una cartilla donde contamos la violencia que hemos vivido en el territorio por medio de una planta. Yo escogí la borraja, una planta que sana los pulmones y elimina toxinas y la cual me permitió hablar de la estigmatización y persecución contra nuestros jóvenes”.

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La cartilla compila varios relatos que la comunidad no se atrevía a revelar por miedo a las represalias. “Varias entidades intentaron hacer acercamientos a las familias que contaron sus historias, pero muchos empezamos a recibir amenazas”.

Por miedo a que atenten contra su vida o la de su hijo, María Inés se vio obligada a bajarle el ritmo a su trabajo social en Cerro Norte. “Tuve que alejarme de varios procesos, pero nunca los voy abandonar”.

Huertas de Usaquén

La biodiversidad está presente en todos los rincones de Cerro Norte.

No se cansa de aprender

María Inés es una apasionada por el estudio. Por eso, no lo pensó dos veces para inscribirse en el diplomado de agricultura urbana del JBB, donde estuvo con varias de sus compañeras del programa ‘Mujeres que reverdecen’.

“Siempre he sentido la necesidad de seguir aprendiendo y compartir mis nuevos conocimientos. La profe Marcela Piracún fue la que me informó del diplomado, el cual realizamos durante 17 sábados de ocho de la mañana a cinco de la tarde”.

La líder social y ambiental adquirió nuevos conocimientos en el diplomado, como reactivación de semillas, generación e identificación de sustrato, pruebas de suelos y los tipos y asociaciones de las plantas.

“Fue una experiencia maravillosa. Por ejemplo, aprendí que las plantas se comunican a través de vibraciones: cuando un mosquito está cerca, ellas escuchan y sueltan sustancias para repelerlos y así todas se protegen”.

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María Inés sigue llenando su mente con nuevos conocimientos en los cursos del JBB.

También mejoró el emprendimiento ambiental que creó durante los seis meses de ‘Mujeres que reverdecen’: unas jaleas naturales elaboradas con frutos de las huertas de Cerro Norte y Usaquén.

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“Juan Calderón, quien hace jaleas naturales de muy buena calidad, me ayudó a perfeccionar mi emprendimiento cuando nos visitó en el diplomado. Recibí muchos conocimientos nuevos e hice varias amistades con otros huerteros”.

Su proyecto de grado del diplomado fue sobre los polinizadores del Park Way, ese cordón arbóreo del barrio La Soledad en Teusaquillo. “Lo hice con Consuelo, una mujer espectacular que creó el jardín de polinizadores del Park Way”.

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María Inés no tiene la más mínima intención de salir de Cerro Norte.

En Cerro Norte, barrio en el que espera permanecer toda su vida, María Inés replica los conocimientos adquiridos y ahora está enfocada en trabajar especialmente con los niños y jóvenes.

“Cerro Norte es un terruño de mi vida campesina, un paraíso donde quiero fortalecer los grupos de jóvenes y niños. Seguiré compartiendo con ellos mis conocimientos en agricultura urbana y trabajo comunitario para así mantener con vida el tejido social y las raíces de este hermoso sitio de Usaquén”.

Jhon Barros
Author: Jhon Barros

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Jardín Botánico de Bogotá