- El Jardín Botánico de Bogotá (JBB) y la Alcaldía Local de Rafael Uribe Uribe lograron consolidar 100 huertas familiares y 20 comunitarias en esta localidad del sur de la ciudad.
- Conozca las historias de algunos de estos terruños con manejo agroecológico liderados por hombres y mujeres que llevan la agricultura urbana en el corazón y alma.
Una de las localidades del sur de Bogotá fue bautizada con el nombre y apellido de un abogado, político, parlamentario y militar antioqueño que participó como general liberal en la Guerra de los Mil Días.
Se trata de Rafael Uribe Uribe, un terreno de 1.344 hectáreas que alberga sitios emblemáticos como el mirador de la Resurrección, la Piedra del Amor, los chorros de las Lavanderas, el parque estadio Olaya Herrera y el Bosque de San Carlos.
Más de 374.000 ciudadanos habitan en este sector que limita con las localidades de San Cristóbal, Tunjuelito, Antonio Nariño y Usme, muchos de los cuales llevan el arte de labrar la tierra en su sangre por pertenecer a familias campesinas.
Por eso, Rafael Uribe Uribe es reconocido como uno de los terruños capitalinos donde más se realiza la agricultura urbana, una práctica que permite sembrar y cosechar de una manera agroecológica en espacios pequeños como patios y terrazas.
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Con el objetivo de fortalecer la agricultura urbana en este sector, a finales del 2020 el Jardín Botánico de Bogotá (JBB) y la Alcaldía Local de Rafael Uribe Uribe decidieron aunar esfuerzos a través de la firma de un convenio.
“El convenio 464 tiene como objetivo fortalecer 100 huertas familiares y 20 comunitarias en la localidad, además de capacitar a más de 400 personas a través de cursos básicos y especializados de agricultura urbana”, dijo Alma Melo, técnica del JBB.
Según la experta, la puesta en marcha de esta alianza fue bastante compleja por los estragos de la pandemia del coronavirus, ya que muchos de los ciudadanos no querían participar por miedo a un posible contagio.
“Fue difícil llegarles porque no querían dejar ingresar extraños a sus casas y preferían capacitaciones virtuales. Tras cinco meses bastante frustrantes, la ciudadanía fue cambiando y nosotros comenzamos a fortalecer y montar nuevas huertas”.
Luego de más de año y medio de arduo trabajo, el JBB y la Alcaldía Local reverdecieron 120 huertas caseras y comunitarias, terrenos que le apuntan a la seguridad alimentaria, mitigación del cambio climático y reactivación económica de la capital.
“Muchas de estas huertas fueron creadas desde cero. Uno de los principales resultados de este convenio fue consolidar nuevos huerteros en la localidad, personas que están muy comprometidas con seguir con la agricultura urbana”, anotó Melo.
#BogotáEsMiHuerta los invita a conocer las historias de varias de estas huertas familiares y comunitarias de Rafael Uribe Uribe, espacios que reverdecen la ciudad a través de la siembra agroecológica de hortalizas, frutales y plantas medicinales.
Una huerta reverdecida por mujeres
A finales del año pasado, los directivos de la Fundación Hospital San Carlos, ubicada en el barrio Gustavo Restrepo, se comunicaron con el Jardín Botánico para mejorar su huerta urbana, llamada La Carlota.
“Esta huerta de 220 metros cuadrados presentaba problemas fitosanitarios, lo que afectó la producción de hortalizas y frutales. Evidenciamos que el terreno requería de un nuevo diseño, el cual fue creado con el hospital”, recuerda Alma.
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Para consolidar el nuevo aspecto de La Carlota, el Jardín Botánico seleccionó a 38 de sus ‘Mujeres que reverdecen’, quienes guiadas por el ingeniero agrónomo Miguel Tobar empezaron labores desmontando la antigua infraestructura.
Lo primero que hicieron estas mujeres fue retirar los ladrillos y tierra del antiguo diseño, para luego darle forma a la huerta con nuevos insumos, sustrato, plántulas y semillas.
La Carlota fue dividida en dos áreas: la huerta, exclusiva para hortalizas como lechuga, apio, zanahoria, acelga y tomate; y el huerto, solo para frutales como mora, gulupa, tomate de árbol, uva, maracuyá, mora, uchuva, feijoa, fresa, limón y papayuela.
“El Jardín Botánico suministró 16 metros cúbicos de tierra, además de herramientas, plántulas, semillas, melaza y cal. Varios médicos, enfermeras y trabajadores del hospital fueron capacitados sobre agricultura urbana”, precisó Melo.
Luego del arduo trabajo de las ‘Mujeres que reverdecen’, esta huerta se convirtió en una gran despensa de alimentos con manejo agroecológico, tanto así que la fundación ya está comercializando varios de los productos de la huerta.
“Se espera que varias comunidades puedan ingresar a la huerta para aprender sobre agricultura urbana y ayudar con el mantenimiento del terreno. Es necesario contar con una persona que se dedique de lleno a estas actividades”, apuntó la técnica del JBB.
La nueva huertera del sur de Bogotá
Gloria Jiménez, una llanera de 60 años y madre de cinco hijos, fue una de las ‘Mujeres que reverdecen’ del JBB que ayudó a fortalecer la huerta La Carlota, una experiencia que le llegó al alma y corazón.
“Con los conocimientos adquiridos en este programa decidí montar mi propia huerta en la terraza de la casa, ubicada en el barrio Granjas de San Pablo y donde vivo con mi hijo Juan Pablo y varios de mis familiares”.
Lo primero que hizo fue pedirle permiso a su hermano Francisco para utilizar la terraza. “Él aceptó y decidió ayudarme con el montaje, ya que acababa de pensionarse y quería hacer algo productivo en su tiempo libre”.
Con láminas y partes de muebles viejos, Gloria y su hermano construyeron tres camas altas para sembrar. “Los expertos del JBB nos recomendaron cubrir un poco la terraza con plástico para evitar que el viento hiciera destrozos”.
Los hermanos sembraron semillas de plantas aromáticas y hortalizas como cilantro, zanahoria, arveja y cebollín. “Cuando salieron las primeras plantas sentí una sensación muy hermosa porque estaba generando vida”.
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Esta huerta casera se llama Juan Pablo, nombre del hijo menor de Gloria. “Es un niño especial de 12 años que ama sembrar y regar las plantas. Le encanta estar en la huerta y es mi compañero de vida”.
Alma Melo, quien ha visitado varias veces esta huerta para mejorar la producción, define a Gloria como una mujer con un espíritu de guerrera que lucha a diario por sacar adelante a su hijo menor.
“Gloria no se conformó con el aprendizaje que adquirió durante los seis meses del programa ‘Mujeres que reverdece’ y quiso seguir capacitándose. Es una mujer fuerte de espíritu y mente y con una energía muy positiva; su huerta la montó con elementos reciclados”.
La nueva huertera del barrio Granjas de San Pablo está bastante comprometida con la huerta. “Lo más lindo es que es un espacio familiar. Juan Pablo replica todo lo que hacemos con mi hermano y los tres somos un buen equipo”.
Huerta con espíritu religioso
Cuando Orlando Aguilar fue designado como párroco y administrador de la parroquia San Juan de Damasceno, ubicada en el barrio Providencia Alta, los feligreses le manifestaron su intención de montar una huerta comunitaria.
“20 habitantes del barrio, todos de la tercera edad, querían recuperar un predio de la parroquia con la siembra de hortalizas y plantas medicinales, terreno que se había visto afectado por basuras y escombros”.
El párroco comenzó a buscar quién podía ayudarlo con el proyecto comunitario. “Me comuniqué con el Jardín Botánico porque encontré que realiza cursos básicos de agricultura urbana y ayuda a la comunidad a montar huertas”.
Alma Melo visitó la parroquia y se topó con un grupo de huerteros de la tercera edad muy receptivos e interesados en aprender sobre agricultura urbana. “Hicieron el curso básico y les brindé capacitación y asistencia técnica”.
La experta se percató que, debido a la alta pendiente, el terreno para la huerta era apto solo para sembrar lechugas, cilantro y algunos frutales. “Con los 20 adultos mayores y el párroco empezamos a adecuar el terreno para poder sembrar”.
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El JBB y la Alcaldía Local les suministraron insumos como plántulas, semillas, abono y tierra. “Los feligreses son los que trabajan en la huerta, donde remueven la tierra, echan abono, riegan, siembran y ahora cosechan”, dijo Aguilar.
La huerta comunitaria San Juan de Damasceno ya arrojó varios frutos. Además de servir como terapia a los abuelos de la parroquia, quienes mandaron a hacer chaquetas verdes, ahora están comercializando las hortalizas.
“Prestamos el servicio de comercialización de las hortalizas y plantas de la huerta a la comunidad. Estamos muy contentos y vamos a seguir mejorando nuestro proyecto agroecológico con ayuda del JBB”, mencionó el párroco.
Melo manifestó que el éxito de esta huerta radica en la perseverancia del grupo comunitario. “Estas personas le han puesto el alma, corazón y ánimo a la iniciativa; todos están muy comprometidos con sacar adelante su emprendimiento”.
Pionera en el Quiroga
Margarita Parra fue una de las primeras ciudadanas que montó su huerta familiar en el barrio Quiroga Central, una zona que cuenta con áreas ideales para trabajar la agricultura urbana, como jardines y terrazas.
La llamó ‘Jose M. y Celeste’, nombres de sus dos nietos, y está ubicada en el antejardín de la casa. “Mi esposo me ayudó a construirla con palos de guadua, malla delgada y polisombra blanca. El JBB me dio plántulas, semillas y tierra para sembrar, y me capacitó para hacer semilleros y tubulares”.
Lechuga, espinaca, perejil, cilantro, ajo, lulo, rábano, cebolla, manzanilla, toronjil, hierbabuena y menta, son algunos de los alimentos que Margarita siembra y cosecha de una manera agroecológica en su huerta.
“Para regar las hortalizas y plantas utilizo el agua de la lluvia. El JBB me asesoró para montar un sistema de riego conformado por dos tanques que están conectados a varios canales”.
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Esta bogotana está dedicada en consolidar varios semilleros. “En el futuro quiero comercializar los productos, pero por ahora todo lo que sale de la huerta es para el consumo de la familia”.
Miguel Ányelo, uno de los hijos de Margarita, también se capacitó con el JBB para ayudarle a su mamá con la huerta. “Él es mi mano derecha y se encarga del huerto cuando yo no puedo. Estoy muy orgullosa porque sembramos sin aplicar químicos y nos seguimos capacitando”.
Alma se siente muy satisfecha con esta huerta casera. “Margarita es una mujer que se ha esmerado mucho por sacar adelante su huerta con el apoyo de su familia. Es un espacio donde se siente feliz y ya es reconocida en el barrio como una de las mejores huerteras”.
Huertos comunitarios en Palermo Sur
En este barrio de la localidad de Rafael Uribe Uribe, ubicado en una zona montañosa, el convenio del JBB y la Alcaldía Local logró fortalecer varias huertas caseras y comunitarias.
Dos de ellas están ubicadas en el mismo predio (calle 49D con carrera 4) y según Melo figuran entre las iniciativas más exitosas debido a los proyectos y actividades sociales que allí se realizan.
“El Centro de Desarrollo Comunitario (CEDECO) del barrio Palermo Sur quiso montar una huerta para realizar diversas actividades con personas que han tenido problemas de alcoholismo y drogadicción o sufrido por la violencia”.
Según Alma, el primer paso fue realizar el curso básico de agricultura urbana a estos ciudadanos, una actividad que al comienzo fue difícil porque la población es muy flotante. “Por eso decidimos capacitar a las directivas de CEDECO para que continuaran con el proceso”.
El predio para montar la huerta estaba lleno de basuras, escombros y roedores. “Realizamos varias jornadas de trabajo con las directivas del centro de desarrollo y la comunidad para limpiar y adecuar el terreno”.
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En esas actividades de limpieza llegó Rosa Victoria Jerez, una mujer que fue a CEDECO para conectarse con sus raíces campesinas. “Decidí participar en el montaje y mantenimiento de esta huerta y allí me la paso sembrando aromáticas y hortalizas”.
Esta santandereana lleva más de seis meses trabajando en esta huerta, actividad que también le ha ayudado a sanar un poco la enorme tristeza que le dejó la pérdida de una de sus hijas: Lizet Jimena.
“Mi hija murió a los 34 años en un accidente de tránsito, una pérdida que me dejó sumida en una profunda depresión. Esta huerta me ha servido como terapia para vivir con ese dolor tan enorme; las plantas me dan mucha tranquilidad”.
Casitas Bíblicas es la otra huerta que reverdeció este predio del barrio Palermo Sur, un proceso que es liderado por mujeres y hombres de la tercera edad de varios barrios de la localidad de Rafael Uribe Uribe.
“CEDECO decidió prestarle una parte de su terreno a Casitas Bíblicas, una corporación que lidera varias actividades comunitarias. El objetivo era que más de 12 personas mayores le dieran vida a una huerta comunitaria”, afirma Alma.
Estos abuelos recibieron el curso básico de agricultura urbana y así adquirieron los conocimientos para montar la huerta. “Esta actividad les ha servido mucho como terapia y para que ganen algunos recursos económicos por la venta de hortalizas”.
Nancy Andoa, una peruana experta en semillas nativas, es la encargada de liderar a este grupo comunitario. “Todos tenemos huertas en nuestras casas, pero decidimos montar una huerta comunitaria para contar con un espacio de integración”.
Según la líder, este lote comunitario les ha permitido conectarse con sus raíces campesinas y aprender más sobre agricultura urbana.
“Lo más importante es poder compartir los conocimientos sobre la tierra y las plantas que cada uno tiene. Acá nos involucramos con la Pacha Mama y fortalecemos nuestros tejidos comunitarios”.
Reactivación económica
Hernando Veloza, un boyacense experto en labrar la tierra y que habita en una casa del barrio La Resurrección, encontró en la huerta la opción perfecta para ocupar su tiempo y ganar algunos pesos.
Durante los meses críticos de la pandemia, este campesino perdió su empleo en Corabastos, situación que lo llevó a montar una huerta en el patio de la casa, sitio que estaba libre de verde y con muchos chécheres.
“Al perder el trabajo y no poder salir a la calle por la pandemia, Hernando empezó a sembrar varios productos en el patio de su casa, como maíz, cilantro, plantas medicinales, lechugas, acelgas, tomates y algunos frutales”, recuerda Alma.
Cuando el JBB lo visitó, este ciudadano ya tenía bastante consolidado su emprendimiento agroecológico, al que llamó Huerta Campesina. “El JBB le dio consejos, recomendaciones técnicas y algunos insumos para que mejorara su huerta”.
Según Hernando, su huerta es bastante próspera y le permite ganar algunos recursos económicos. “Lo que más vendo es cilantro, tallos y acelgas. El maíz no lo comercializo porque es únicamente para el consumo de la familia”.
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Debido a los buenos resultados obtenidos con su huerta, este boyacense no volvió a trabajar en Corabastos. “Estoy dedicado a mi huerta, un terreno que nos da dinero y comida a las tres personas que vivimos en la casa: mi esposa, hija y yo”.
Huerteras de antaño
Desde hace más de tres décadas, cuando los esposos Elizabeth Pachón y Diego Caro compraron una casa ubicada en el barrio Diana Turbay, soñaban con construir una terraza para llenarla con plantas de jardín.
“Después de muchos años de trabajo logramos conformar una casa de tres pisos. En el último hicimos una amplia terraza que poco a poco fue reverdeciendo con cientos de plantas con flores y hojas coloridas y hermosas”, afirma Elizabeth.
Con el paso de los años, la matrona de la familia comenzó a interesarse en sembrar hortalizas y plantas medicinales, por lo cual se inscribió en varios cursos de agricultura urbana que brindaban en el barrio.
“Elizabeth pertenece al grupo Colombia Edad, el cual contactó al Jardín Botánico para realizar cursos básicos de agricultura urbana. Al finalizar las clases ella me comentó que quería fortalecer su huerta, donde tenía algunas hortalizas”, dijo Alma.
En baldes, guacales y botellas plásticas, la huertera le fue dando un mejor orden a su huerta ‘Rocío de la mañana’, donde tiene plantas de jardín, acelgas, caléndulas y papas. Dana, una de sus nietas, es su mano derecha.
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“Yo debí haber estudiado algo relacionado con las plantas, ya que toda mi vida he sentido un gran amor por ellas. El JBB me enseñó a hacer un lombricultivo para hacer abono, el cual nutro con los residuos orgánicos de la cocina”.
Alicia Gómez, habitante del barrio Marrocos, lleva más de dos décadas liderando procesos sociales en la localidad de Rafael Uribe Uribe, una actividad que heredó de su madre.
“Su mamá, quien hoy tiene 104 años, fundó Casitas Bíblicas, una corporación que ha hecho mucho por la comunidad. Alicia es una mujer muy inquieta que quiere seguir con ese maravilloso legado de su progenitora”, informó Alma.
La terraza de Alicia, donde lleva varios años sembrando una gran variedad de hortalizas y plantas medicinales, se está convirtiendo en un aula ambiental de puertas abiertas para aprender sobre agricultura urbana.
“Mi objetivo es crear tejido social en la comunidad a través de la agricultura urbana. He ayudado a consolidar más de 30 huertas en la localidad, una de ellas con jóvenes del Magdalena Medio que fueron víctimas del conflicto armado”.
Uno de los proyectos en lo que Alicia trabaja actualmente es un cultivo de hongos, emprendimiento que ha contado con la asesoría del JBB.
“La hemos apoyado con varios insumos y capacitaciones. Es una mujer que poco a poco ha logrado convertirse en una líder social y ambiental en la localidad”, puntualizó Melo.
Huerta estudiantil
La sede D del colegio Restrepo Millán, institución distrital ubicada en el barrio Quiroga, también se vio beneficiada con el convenio del JBB y la Alcaldía Local de Rafael Uribe Uribe.
Los 21 niños y jóvenes que conforman el grupo de vigías ambientales y varios docentes del plantel educativo recibieron el curso básico de agricultura urbana del JBB, conocimientos que les sirvieron para darle vida a la huerta Vi-Verde.
Esta huerta está ubicada detrás de los salones, terreno donde fue construida una infraestructura de madera pintada de rojo y amarillo donde los estudiantes colgaron 30 tubulares con tierra fértil y semillas de lechuga, cebolla y cilantro.
“Esta huerta también cuenta con una zona conformada por más de 40 llantas pintadas de colores verde, amarillo, rojo y naranja, materiales reciclados que a futuro contarán con plantas ornamentales y medicinales”, informó Alma.
Según la técnica del JBB, esta huerta vertical es ideal para las áreas reducidas. “La técnica de tubulares, donde podemos sembrar hasta 10 diferentes plántulas, es una excelente opción para hacer agricultura urbana en sitios pequeños”.
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Bryan Rincón, que hace parte de los vigías ambientales del colegio, aseguró que va a aplicar los nuevos conocimientos en agricultura urbana. “Aprendí a cultivar y utilizar materiales reciclados; quiero montar un restaurante para hacer platos con las plantas de una huerta”.
Sembrando semillas
Desde hace tres décadas, René Méndez, un tolimense de 65 años, vive en una casa de tres pisos ubicada en el barrio Pesebre, una zona montañosa también conocida como Río de Janeiro.
Su huerta casera está en la terraza de la casa, donde tiene seis camas con lechuga, cilantro, perejil, coliflor, papa y zanahoria, además de muchas materas plásticas con plantas ornamentales como suculentas.
“Mi huerta nació hace ocho años porque quería volver a sembrar, una actividad que hacía de pequeño y joven en el municipio de Flandes, donde nací. Desde esa época he recibido mucho apoyo y asesoría del Jardín Botánico y la Alcaldía Local”.
A René le encanta fortalecer sus conocimientos constantemente. Por eso, en febrero de este año se inscribió en el curso básico de agricultura urbana del Jardín Botánico. “Aprendí nuevas técnicas para controlar las plagas que afectan a los cultivos y además recibí insumos para ampliar mi huerta”.
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Este huertero de Rafael Uribe Uribe cuenta con un ayudante: Juan Pablo, un niño de siete años que vive en uno de los apartamentos que tienen en arriendo en la casa. “Él me ayuda a regar y sembrar cuando llega del colegio y me dijo que de grande quiere montar una huerta”.
Que buena reseña de este trabajo que se está diseminando, gracias a Dios, por toda la ciudad, ya que ayuda en la alimentación y el bienestar en todo aspecto a la población!